historiasenelarcon
Escribo romance contemporáneo. Autora de Antologia de amores rojos y Cinco razones para enamorarse.
Autora de romance contemporáneo y romance erótico
IG @judimiguel.historias
Caleidoscopio llegó a la librería Don Quijote 😍 ojalá este año pueda ir a presentarlo a mi amada Bahía Blanca en un espacio que tantos recuerdos me trae.
Hay solo 3 ejemplares, así que corran así encuentran casa muy pronto! Por favor cuéntenme si lo consiguen 🥹
Se viene la 😍
• L@s invitamos a vivir una propuesta diferente!
Una noche de vinos+ lecturas + platitos gourmet
En un lugar precioso
Junto a .escritora
historias
Y yo
Los esperamos para vivir un encuentro literario y súper ameno, como siempre❤️
El corazón es enorme, pero los cupos son limitados, así que, para reservas, comunicarse al
15-4169-1516 (Inés)
La propuesta está en la placa. Se pueden optar dos platitos, e incluye postre, café y bebidas, además de la cata.
Vamos a degustar un Torrontés, un blend y un Pinot Noir, todos de bodegas con certificación orgánica.
L@s esperamos❤️
Casi un año después de haber abierto la cuenta, encontré una carpeta que había armado cuando tenía quince años con fotos e historias de mi familia. Pero lo que más me llamó la atención, fue el apartado que hablaba de mí y de mis sueños.
Y ahí, como al pasar, había dejado sellado mi destino: “Quiero ser escritora de novelas de amor”.
En pandemia me encontré de pronto con más tiempo y por una serie de casualidades —o más bien, de causalidades— me puse a escribir en un cuaderno, a mano, la historia inverosímil de cómo se conocieron mis padres. Una que solía contarnos mi mamá para hacernos reír.
Terminé de escribirla con lágrimas en los ojos. Pero ahí, en ese momento, y frente a ese cuaderno, recordé por qué amaba tanto escribir. Días después abrí la cuenta y el 6 de septiembre se cumplen 3 años desde ese momento.
Hoy mi primer libro está agotado, el segundo por agotarse y el tercero sale el año que viene de la mano de .
Me di cuenta, además, de que amo organizar meriendas literarias con y , presentar autores y participar de ferias.
Por eso, cuando me pidieron la primera mentoría personalizada, dije que sí. Porque me parecía un desafío inmenso y un salto más que estaba dispuesta a dar. Y hace un par de meses comencé con distintas autoras a trabajar, en espacios individuales de escritura, las herramientas que a mí me sirvieron y que creo que pueden ayudar a muchas otras personas. Pero, sobre todo, descubrí que mi fuerte es la organización, la capacidad de bajar a tierra los planes y marcar el rumbo. Ese, que a veces perdemos entre tantos personajes y tramas.
Así que invito a todos los escritores y escritoras que sientan que necesitan un espacio para organizarse, para encaminar sus objetivos y encontrar su voz como autores, a que se regalen esa posibilidad. También a todas las lectoras que quieran incursionar en el camino de las letras. Las mentorías son espacios seguros en que los autores son protagonistas y aprenden a partir de sus propios textos a reconocer fortalezas y debilidades.
Hoy me animo a seguir soñando de la mano de la escritura y espero motivar a muchas otras personas a seguir haciéndolo ❤
Empezábamos así!
El día 10 de octubre fue la presentación de mi primer libro "Antología de amores rojos". Les dejo algunas fotitos...
Te cuento un poquito del detrás de escena de historiasenelarcon
Nunca fui de las que creen que el tren pasa una sola vez en la vida. Creo que en la vida pasan montones de trenes todo el tiempo que nos llevan a lados diferentes, y como podemos, vamos armando el recorrido de nuestra historia.
Agus y Valen tenían muchas cosas que aprender antes de estar juntos. Él tenía una vida que vivir con su familia en otro país, una experiencia que seguramente lo habrá llevado a ser el hombre maduro, dulce y considerado del que se volvió a enamorar Valentina.
Valen por su parte tenía mucho por crecer aún, y Agus llegó a su vida en el momento justo para mostrarle que nunca es tarde para barajar y dar de nuevo, y por más miedo que tengamos, debemos aprender a escuchar esa voz interior que nos dice qué tren tomar, aunque sea el más arriesgado de todos.
Si Valentina no hubiera pasado las cosas que pasó, no hubiera valorado la posibilidad que la vida le dio a manos de Agustín. Salió de su zona de confort y se animó a encontrarse de nuevo, a vivir aventuras, a arriesgarse…a ser valiente!
Se de muy buena fuente que después de muchos años Agus y Valen siguen juntos y felices en Washington con Facundo. Que Valen encontró su destino como escritora de libros infantiles y esperan felices su primer hijo.
Cuando terminé de llorar todas las lágrimas del universo largué una carcajada. Me miré en el espejo y por primera vez en muchos años me vi como realmente era. Un alma en búsqueda. Un alma que necesitaba sanar y perdonarse para florecer.
Me duché dejando que el calor se adueñara de mí. Luego de ponerme algo cómodo, besé a Facundo en el morro y le susurré –preparate para la aventura de tu vida-. Agarré las llaves, la cartera y abrí la puerta dispuesta a empezar el resto de mi vida. Y allí estaba él. Con la mano apoyada en el timbre y los ojos rojos y nublados.
-No me puedo ir así. Dejé el pasaje abierto hasta que pueda irme sin sentir que se me rompe el alma en mil pedazos- no hizo ademán de acercarse, solo me miraba con la mirada más hermosa del mundo. Y yo me empecé a reír como una loca, mientras me arrojaba a sus brazos y lo llenaba de besos. –Y yo no quiero una vida sin vos, asique en vez de uno vamos a necesitar dos pasajes- su sonrisa fue todo lo que soñaba y más. Me levantó por los aires mientras yo rodeaba su cintura con las piernas y comenzamos a dar vueltas sin parar como dos locos adolescentes. Dos almas eternas reencontrándose después de estar separadas mucho tiempo, para volver a ser una para siempre.
-Si es lo que vos sentís lo respecto, Valentina. Ojalá no fuera así. Ojalá vieras lo que yo veo cuando te miro. Una mujer fuerte y valiente encerrada en una vida que no la hace feliz, viendo pasar los días, paralizada por el miedo a avanzar. Gracias por estos momentos, no los voy a olvidar nunca- se acercó como si fuera a abrazarme y a último momento se detuvo. Besándome en la frente me dijo -ojalá encuentres lo que estás buscando- y se fue, dejando tras de sí la devastación más absoluta. Quise enojarme con él, gritarle que estaba equivocado, que no tenía derecho a hablarme así. Pero en el fondo sabía que él tenía razón, y mis palabras murieron en el n**o de mi garganta antes de poder salir.
Esa noche casi no pude dormir sabiendo que al día siguiente se iba. Facundo, normalmente arisco y distante, no se despegaba de mí, besando más de una vez mi barbilla con la aspereza de su lengua. Ahora sí sabía lo que era tener el corazón roto. La angustia que sentía había tomado dimensión propia, era una bestia voraz consumiendo todos mis pensamientos y emociones.
En el largo transcurso de esa noche descubrí muchas cosas sobre mí, pero la que más me dolió fue darme cuenta que era una cobarde. Una cobarde que había elegido una carrera para complacer a otros, que hacía un trabajo que no quería, que se había conformado con un hombre que no sabía amarla. Resumiendo, que se había pasado los últimos quince años de su vida poniendo excusas para no ser feliz.
Pero mi peor acto de cobardía había sido dejar ir a Agustín. Renunciar a la posibilidad de una nueva vida al lado del hombre que amaba y empezar de cero. A resetearme enserio. Sin excusas, sin demoras, sin sustitutos.
Agustín pasaba los días entre su casa y la mía. Yo trataba de ser fuerte, pero a veces sentía que estaba al borde del llanto todo el tiempo. Cada vez faltaba menos para el día en que él volvería a su vida en otro país y yo a rearmar los pedazos de la mía.
El día anterior a irse, nos amamos casi con desesperación, sabiendo que quizás fuera la última vez. Que la vida nos había regalado este pedacito de felicidad que ninguno esperaba, pero que desde un principio supimos que estaba destinado a terminar.
-Venite a vivir conmigo a Washington, Valentina. No quiero una vida sin vos. Te amo, Valen- Agus me abrazaba mientras yo lloraba en sus brazos y sentía que el corazón se me rompía en mil pedazos.
-No me pidas eso, Agus. Tengo una vida acá. Aunque no sea la vida que soñé para mí, tampoco puedo dejar todo y correr atrás tuyo. Perdoname pero no quiero ser ese tipo de mujer- Agustín me miraba muy serio sin decir nada. De pronto cerró los ojos y soltó el aire despacio, como conteniendo la emoción.
-No te pido que dejes tu vida para vivir la mía. Quiero que vivas la vida que querés pero al lado mío- sus ojos me seguían mientras yo daba vueltas por el cuarto vistiéndome, poniendo la mayor distancia física y emocional posible entre nosotros.
-Perdoname no puedo hacer eso. Yo entiendo que tu vida está allá y no te pido que la dejes por mí. No me lo pidas vos- le daba la espalda mientras hablaba con la voz entrecortada, con lágrimas corriendo libremente por mis mejillas.
-Es extraño lo que te voy a decir. Pero no. Creo que lo que más me duele es cómo se dio todo. A los 33 años siempre creí que iba a tener la vida resulta. Un amor, un trabajo que me gustara, hijos, no sé. Joaquín encajaba en todo eso. Siempre me empujó para que me avocara de lleno al estudio de mis viejos. Y la verdad que te dejen por una chica diez años más joven tampoco facilita las cosas- Giré la cabeza para mirarlo y poniéndome de costado le dije -creo que nunca dejé de amarte del todo. Me convencí que tenía que seguir mi vida porque vos eras un sueño imposible de adolescente, un amor destinado a nunca concretarse. Pero mi alma seguía buscándote. El año pasado en una de las tantas peleas que tuve con Joaquín hice todos los trámites y me fui a Disney con mis amigas. Estados Unidos para mí eras vos. Aunque no te viera, aunque no estuviéramos ni en la misma ciudad, por primera vez en años estábamos en el mismo país. Te pensé tanto ese viaje. Cuando volví Joaquín me pidió que me mudara con él y sentí que tenía que seguir adelante y olvidarme de una vez por todas de vos- Agustín me miraba fijo en silencio y por un instante temí haber excedido el vínculo de nuestro reencuentro. Después de todo, eran sólo unos días robados al tiempo, al destino que nos había reencontrado para que pudiéramos cerrar un ciclo.
-Sos tan hermosa. Tan perfecta- Continuamos besándonos un largo tiempo. Yo no sabía si mis palabras habían sido demasiado para él, pero a esta altura de mi vida no estaba dispuesta a guardarme nada.
Dormimos abrazados. A la mañana siguiente me desperté con sus labios recurriendo mi espalda -Estas pecas son mi perdición, zanahoria. Tenés una constelación de estrellas en la espalda y yo quiero conocerlas todas- A veces, en momentos como este, sentía que el corazón se me iba a romper en pedazos, que el día que se fuera el sol iba a irse con él.
En el instante siguiente nos estábamos besando. Sus labios sabían a helado y a promesas, a chocolate y a pasión, a fresa y a deseo. Ese beso tan largamente demorado era para mi alma un soplo de esperanza. Sus manos sobre mis mejillas eran tiernas y posesivas a la vez, casi como si no quisieran soltarme jamás. Me abracé a él con desesperación, dejando que su dulzura y pasión me ayudaran a sanar las heridas que aún conservaba en carne viva sobre la piel.
Me resultaba increíble pensar que al fin estaba en sus brazos. Que los labios que me besaban eran los de Agustín. Que la desesperación con la que me aferraba a él no era un sueño del que iba a despertar.
Pasamos juntos esa noche y gran parte del día siguiente hasta que volvió a la casa de sus padres para cambiarse y pasar tiempo con ellos. Nos amamos muchas veces en esas veinticuatro horas, pero nunca hablamos del futuro. Sólo sabíamos que este tiempo era una cuenta pendiente en nuestras vidas, y que ambos estábamos dispuestos a cobrarla, sin pensar en el mañana.
Una tarde unos días después, mientras besaba distraídamente mi cuello, me preguntó si aún seguía enamorada de Joaquín.
Me tomé mi tiempo para pensar qué responderle. Quería ser sincera con él y conmigo misma. Aún me dolía mucho la traición de mi ex, pero a la vez no podía dejar de preguntarme si acaso lo que tenía herido era el orgullo y no el corazón. Porque mi corazón gritaba Agustín. Siempre había gritado Agustín.
Sacamos el último pote de helado que quedaba en el freezer y con dos cucharas en la mano, nos movimos al sillón. Creo que a ambos nos sorprendía la camaradería que seguía existiendo entre nosotros, aún después de tantos años sin vernos. Cuando estábamos en el secundario éramos inseparables, pero cuando se fue a vivir a Estados Unidos habíamos pasado más de catorce años sin vernos, solo hablando el último tiempo por Facebook para los cumpleaños o poniendo me gusta a alguna foto. Sin embargo, era como si el tiempo no hubiera pasado. Nos mirábamos, nos reíamos y nos contábamos cosas como cuando éramos chicos.
En un momento me puso el brazo sobre los hombros y me atrajo hacia él. Apoyé la cabeza en su pecho y disimuladamente aspiré el color a perfume que despedía por todos sus poros. Ya no era la fragancia que yo recordaba. Ahora tenía aroma a hombre, a seguridad, a fortaleza, a seducción. Cerré los ojos y me perdí en la sensación de ese semi abrazo. En la caricia de sus labios sobre mi pelo.
- ¿Sabías que yo estaba perdidamente enamorado de vos en la secundaria, zanahoria? Me volvía loco de amor cada vez que te veía. Por eso te puse ese apodo tan tonto, para que te enojaras conmigo cada vez que lo escuchabas y tener un poco de tu atención-. Yo no entendía nada. ¿Él estaba enamorado de mí en el secundario? ¿No sabía acaso que yo vivía en las nubes por su sonrisa y que no paraba de escribir “V y A” en todos los márgenes de mi diario íntimo? ¿Cómo nunca percibió mi mirada anhelante, mis sonrisas bobas y mi devoción casi irritable hacia él?
Levanté mis ojos castaños hasta los tuyos y lo miré profundamente, dejándole leer allí que aún lo anhelaba. Que después de tanto tiempo, una parte de mi seguía amándolo, negándose a resignarse.
No sé qué me poseyó para contarle tantas cosas. Quizás que hacía demasiado que no me permitía hablar con nadie. Quizás la calma casi metódica con la que cocinaba y me escuchaba al mismo tiempo. Pero cuando puse fin al monólogo sentí que el mundo tenía un poco de color otra vez y yo ya no sostenía su peso con los hombros.
Cuando terminé él ya casi tenía la comida lista. Pusimos la mesa hablando de trivialidades y nos sentamos a comer en silencio. Después de felicitarlo -la verdad tenía razón, era un manjar- me dijo que él siempre me había tenido un poco de envidia en el secundario porque yo parecía tener todo resuelto. Hablaba del futuro como algo ya escrito y con la ingenuidad propia de una adolescente de diecisiete años. Por un instante sus palabras me sorprendieron y lamenté la pérdida de esa parte tan inocente de mi ser.
Me contó que para él fue muy difícil adaptarse a vivir a Estados Unidos, que pese a saber el idioma le había costado hacerse amigos y estudiar una carrera universitaria. Que cuando sus padres se volvieron diez años después, el ya no imaginaba su vida en otro lugar que no fuera Washington. Que había tenido varias novias, una estable con la que convivió por dos años, que ahora estaba soltero y que tenía una empresa de software con un amigo con la que les estaba yendo muy bien.
- ¿Estás ocupada ahora? Mis viejos se fueron a pasar el día a Cabildo y estoy solo. Vine a comprar algo para comer. Si me invitás a tu casa capaz tenés suerte y te cocino- dijo guiñándome un ojo. Con el corazón latiéndome a mil y pensando a toda velocidad si mi casa estaba en condiciones de recibir visitas, asentí con la cabeza. Me tomó de las manos la bolsa con verduras y milanesas que sujetaba como si fuera un salvavidas -porque Agus era de esos caballeros que ya casi no existen- y caminamos en silencio la media cuadra que nos separaba del departamento.
Mientras él picaba verduras para hacer algún salteado que prometía ser un manjar de los dioses, aproveché para ponerme un jean y una remera limpia y peinarme un poco el pelo para poder dejarlo suelto. No me animé a ponerme maquillaje por miedo a parecer muy obvia. Mi gato Facundo, un mestizo de color gris y un temperamento de mil demonios, me miraba desde el suelo como desinteresadamente interesado por saber mis pasos. Ordené el cuarto en cinco minutos, estiré la cama y arrojé todo adentro del placar en tiempo record. Por suerte el living era un espacio libre de caos y la cocina otro tanto. Agustín tarareaba alguna canción en inglés con pinta de rockera mientras se movía por mi pequeña cocina como si la conociera desde siempre. Me tomé un instante para deleitarme con la imagen de un hombre usando la cocina de mi pequeño dos ambientes, y entré a buscar un par de cervezas en la heladera. Abriéndolas y alcanzándole una, me apoyé en la barra que separa el living de la cocina.
-Contame todo de vos, zanahoria. Quiero saber todo- Tratando de no mirarlo embobada poner las verduras en la sartén y saltearlas, le conté que seguía trabajando en el estudio contable de mi papá, aunque le dije me gustaría eventualmente moverme a algún laburo que me interesara más. Que había elegido esa carrera porque era lo que mis papás esperaban de mí, pero que hubiera preferido dedicarme a escribir cuentos para chicos. Cuando me preguntó por mi hermana le conté que ella se estaba haciendo cargo de casi todo en el estudio y que por más que intentaba por todos los medios incluirme en el negocio familiar, a veces me sentía que era su secretaria siguiéndola para todos lados. Le confesé que me había separado después de tres años, que mi novio me había sido infiel y que básicamente estaba pasando por uno de esos períodos en la vida en que todo parece un pozo negro, pero del que sabes que eventualmente vas a salir.
Y mi suerte era tal que, a la primera salida oficial de mi casa, en un pantalón demasiado grande, una remera de hombro caído con manchas de helado y pelos de gato, y el cabello colorado lleno de rulos que suelo lucir con orgullo salvo en los días posteriores a ser reemplaza por otra mujer, hecho un proyecto de rodete que no hubiera ganado ni un premio al intento, me vengo a encontrar con él. Agustín Trelles. Mi amigo incondicional del secundario. Mi compañero de aventuras. Mi amor imposible.
Agradeciendo a la providencia el haberme lavado los dientes al menos y tener el rostro presentable, esboce una sonrisa nacida de la felicidad de volverlo a ver. –¿Qué haces en esta ciudad perdida en el mundo, Agus? ¿Cuándo volviste? – Al terminar el secundario Agustín se había ido a vivir a Estados Unidos con la familia, y cuando éstos volvieron había decidido a probar suerte allá. Y por lo que sabía le estaba yendo muy bien. Gracias redes sociales.
-Vine de vacaciones a ver a mis viejos dos semanas. Estoy parando con ellos acá a dos cuadras sobre Avenida Alem cerca del Teatro Municipal. Vos saliste de compras por lo que veo- Agustín miraba de reojo mi remera manchada y se reía como si no le sorprendiera verme en este estado. Lo único que podía pensar en ese momento era que por favor mi cerebro me tirara una soga porque la remera me estaba dejando en evidencia.
- ¡Qué bueno! ¿Querés que nos veamos un día a tomar un café y me contás más de tu vida? - era ahora no nunca, me dije tomando valor.
Es muy extraño como un simple apodo gritado en el medio de la calle tiene el poder de retrotraernos casi quince años en el tiempo y arrancarnos una sonrisa involuntaria, mientras cerramos los ojos para saborear los recuerdos por unos segundos.
- ¡Zanahoria! - Me di vuelta porque no podía no hacerlo. Hubiera reconocido esa voz en cualquier lado, esa risa contenida en una boca demasiado perfecta que siempre había soñado besar.
-Agustín Trelles. Solamente vos te acordás ese apodo espantoso- lo abracé con ganas. Me levantó por los aires -al lado de su metro noventa mi metro sesenta era un chiste- y me dio un par de vueltas mientras se reía. Me hizo inmensamente feliz saber que esa risa la había generado nuestro encuentro imprevisto.
- ¿Qué haces colorada hermosa? Vuelvo a Bahía Blanca y la primera persona que veo es a vos, podés creer- Sí, podía creer mi mala suerte. Sólo me había obligado a salir de casa para comprar algo sano, porque hacía dos días estaba alimentándome a base de harinas y necesitaba cambiar un poco la alimentación. O la actitud.
Después de tres años de relación -uno de ellos de convivencia- mi novio Joaquín me había informado que quería que nos separemos. Al parecer las piernas largas de su nueva compañera de oficina estaban haciendo estragos en nuestra relación. Literalmente.
Por lo que después de una semana llorando sin parar, dos kilos de helado y demasiadas harinas para contar acá, me decidí a iniciar una nueva etapa en la vida de Valentina. El año de Valentina. Resetear y volver a cero, volver a encontrarme conmigo misma sin Joaquín. Sin ser la novia de Joaquín. ¿En qué momento del camino dejé de ser Valentina y pasé a ser la novia de?
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