Psiquiatra Dra. Renée Modad

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La madre o padre narcisista ven a sus hijos como una extensión de sí y no como una persona autónoma.

Ven a sus hijos como una posesión que puede ser usada para diseñar sus intereses. Siendo así, ese hijo o niña solo recibe amor cuando necesitan manipularlo, engañarlo o usarlo; de lo contrario recibe desaprobación y desprecio, como si estuviese mal y debiese sentirse culpable por marcar sus límites.

La madre o el padre narcisista consideran a la obediencia una demostración de afecto y esperan que sus hijos estén ahí para satisfacer todas sus voluntades sin ningún tipo de empatía hacia ellos.

Siendo así, es común qué estos padres no respeten los límites de sus hijos, siendo incapaces de considerar que tienen diferentes necesidades, propias de su personalidad, que es distinta y que está bien. De hecho, estás madres y padres narcisistas consideran un ataque personal el hecho de que sus hijos planteen ideas nuevas e individuales.

Cuando éste hijo o está hija decide liberarse de ese sistema, comienza la guerra.

Los padres narcisistas no tienen consideración por los sentimientos de sus hijos, "son cosas de niños", pero sí por sus sentimientos. Sabotean la autonomía de sus hijos hasta cuándo son grandes.

Todo este control, no hace más que crear personas qué presentan baja autoestima, inseguridad, sentimiento de inferioridad, miedo al rechazo y poca autonomía. Todo se transforma en un lamentable proceso de autoanulación constante.

Nuestra cultura habla de que nuestros padres son sagrados. Atrapados en ese discurso, dejamos de considerar todas las cosas qué un niño o una niña tienen para decir, sin permitirles ser auténticos y únicos. ¿Por qué estoy hablando de esto? Porque escucho que se le dice a los niños: "Sigue siendo tu padre", “sigue siendo tu madre", “sigue siendo tu sangre". Forzando a una criatura a tener un sentimiento de afecto por una persona que en muchos casos hasta le maltrata físicamente. Perdón, ¿a una mujer maltratada le decimos que amé a quien la agrede? No, pero eso hacemos con los niños para horror nuestro.

Autor: Argel Goncalves