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AJO Y SPIRULINA PARA COMBATIR EL PARKINSON.

Productos como el ajo y la espirulina, podrían ser utilizados como antioxidantes naturales para formular terapéuticas complementarias que disminuyan el daño motor y los movimientos involuntarios que aquejan a los enfermos de Parkinson.

Investigaciones desarrolladas en el Laboratorio de Neurofarmacología de la Facultad de Ciencias Químicas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), demuestran que el suministro del extracto de ajo y de espirulina en ratas parkinsonianas produce mejorías motoras en el uso de sus extremidades y disminuye los movimientos involuntarios característicos de la enfermedad.

Desde hace ocho años, el laboratorio se dedica al desarrollo de modelos experimentales en animales para estudiar y proponer opciones farmacológicas contra ese padecimiento neurodegenerativo que afecta sobre todo a personas de la tercera edad.


El investigador Daniel Limón Pérez de León explicó que –en colaboración con el Instituto Nacional de Neurología– se ha experimentado con el extracto de ajo, conocido como alilcisteína (SAC) con buenos resultados en modelos animales.

Abundó que las mejorías observadas en los experimentos realizados con ratas hemiparkinsonianas, tras el suministro del SAC, están relacionadas con la disminución del daño motor.

“Hemos visto que las ratas con asimetría motora que reciben el SAC mejoran sus movimientos, logran el control de sus patas para utilizarlas y llevarse comida a la boca en el modelo de la escalera, gracias a los efectos antioxidantes que tiene el extracto de ajo”, precisó.

Comentó que desde hace cuatro años colaboran con el equipo de Abel Santamaría de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), grupo que proporciona el extracto para que los científicos del Laboratorio de Neurofarmacología realicen las evaluaciones experimentales en modelos animales, lo que ha dado como resultado algunas publicaciones científicas.

Espirulina: otro auxiliar contra el Parkinson

En este mismo intento por hallar opciones terapéuticas que contribuyan a disminuir el daño motor padecido por los enfermos de Parkinson, los investigadores de este laboratorio experimentan también con espirulina, con la idea de determinar sus efectos.

El estudio se realiza con la colaboración de Germán Chamorro, investigador de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

“En este caso, lo que hacemos en el laboratorio es resuspender la espirulina y administrarla en ratas hemiparkinsonianas. Hemos aplicado diferentes dosis a los roedores durante 15, 20 y hasta 60 días, y nos hemos percatado de la disminución de las especies reactivas de oxígeno (ROS), causantes del estrés oxidativo y la formación de radicales libres, mejorando las conductas motoras de los animales”, explicó Limón Pérez de León.

Si bien, la espirulina se usa popularmente como complemento alimenticio por su riqueza proteínica, el interés de este equipo científico es estudiar los beneficios de sus efectos antioxidantes y las mejorías motoras que pueden generar en los pacientes con Parkinson.

“Al concluir el estudio, la propuesta sería usar espirulina como complemento en las terapéuticas farmacológicas ya existentes para tratar el padecimiento, en aras de combatir el estrés oxidativo que ataca severamente a los enfermos”, agregó.

Espirulina es una bacteria perteneciente al grupo Cyanobacteria (anteriormente conocido como Cyanophyta o como grupo de las algas verdeazules). Se trata de organismos unicelulares y fotoautótrofos.

En México el empleo de espirulina en la alimentación se conoce desde los aztecas, quienes la consumían procedentes del Lago de Texcoco y a la que llamaban tecuitlatl, que significa producto de la piedra. Otras culturas de la zona del lago Chad, como los Kanenmbu, también incluían en su dieta habitual espirulina en forma de galletas.

La humanidad conoce esta bacteria desde hace siglos, pero es hasta la última mitad del siglo XX cuando comienza su industrialización, en 1962 en la zona del Chad. La espirulina es apreciada por su elevado contenido en proteínas de alto valor biológico y en vitamina B12.

La actividad antioxidante de la espirulina se ha estudiado en varias patologías; sus mecanismos más significativos se refieren a la C-Ficocianina, aunque su actividad antioxidante se debe a otros componentes como los carotenoides.

Las terapias actuales contra el Parkinson

El fármaco conocido como L-dopa sigue siendo el método tradicional y más eficaz para tratar a los pacientes con esta enfermedad neurodegenerativa.

“L-dopa es uno de los mejores fármacos existentes para mejorar los daños motores de los pacientes, quienes prácticamente ven desaparecidos los síntomas de temblor al ingerir este medicamento. Sin embargo, tras cuatro o cinco años, su empleo ocasiona daños colaterales al individuo como las discinesias o movimientos involuntarios anormales”, expuso el investigador.

Otra alternativa es el trasplante de células mesoencefálicas, intervención compleja que ya se realiza en el Centro Médico Nacional.

“Las células que se utilizan son fetales, lo cual ha generado ciertas divergencias éticas y algunos problemas técnicos porque deben administrarse directamente en el cerebro. Hay que decir que la cirugía estereotáxica en humanos es complicada y cara, además de lo complejo que resulta el proceso de recuperación, y además debe esperarse que el organismo del paciente no rechace el trasplante. Lo anterior, sin contar la necesidad de inmunodeprimir al individuo y continuar con la administración de L-dopa. En resumen, se puede decir que esta técnica, aunque ha dado resultados, tiene sus límites”, reveló.

Ante ello, insistió, las investigaciones realizadas en el Laboratorio de Neurofarmacología de la Facultad de Ciencias Químicas buscan evitar o disminuir la muerte neuronal en los pacientes con Parkinson, de ahí el interés por continuar con el desarrollo de terapéuticas auxiliares o alternativas que contribuyan a dicho propósito.