Escrito en tinta y sangre
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Un pensamiento llevado al papel acompañado de retórica es algo más que solo escritura.
Hoy fue un día diferente, hoy no sonreí sin razón alguna, hoy no saludé con el mismo entusiasmo, hoy no cerré los ojos y soñé con un futuro alentador, hoy lloré con cada mala noticia, hoy evité a cada persona que intentó interactuar conmigo, hoy me culpé de cada plan frustrado que no debía cumplirse precisamente hoy, pero que a esta edad debió haberse culminado.
No, no tengo la culpa, eso me repito incesantemente esperando creerlo, y es que me han hecho sentir culpable de todo, con la responsabilidad de mí y de mi alrededor, cómo si yo hubiera escogido nacer aquí y ahora y como si yo me negase todas las oportunidades que otros reciben sin esfuerzo alguno, mismos que hoy hablan desde posiciones de poder e influencia para decir que levantarse temprano y esfuerzo es aquello que da resultados inevitablemente, hasta que alguien con esfuerzos y resiliencia no logra lo que espera y entonces discute el argumento, y comienza a tener un día diferente.
"Los borrachos siempre dicen la verdad"
Son las 21:23 horas. Me encuentro debajo de la banqueta, esperando la ruta de autobuses que se dirige a mi casa, hay muchas personas a mi alrededor haciendo lo mismo. Después de unos minutos, se aperciben gracias a un semáforo, a una calle antes, las luces amarillas que forman el número 211 en el letrero digital en el frente del autobús. Al darse el cambio de luces, extiendo mi mano y el chófer lo piensa dos veces antes de detenerse, pero al ver que solo hay una mano extendida y no un grupo grande, decide orillarse y dejarme subir.
Al detenerse, antes de abordar, observo a través del cristal y me doy cuenta porque lo pensó dos veces. Es hora pico, muchos vienen del trabajo y de la escuela, el autobús está casi completamente lleno. .
Al subirme al autobús aparentemente no hay espacio para mí y mi gran mochila que ocupo para ir al gimnasio, los demás pasajeros parados y atiborrados en el acceso hacen un esfuerzo para abrirme un lugar.
-Buenas noches.
El chófer contesta a mi saludo mientras extiendo mi mano para pagar el pasaje, después trato de incorporarme rápidamente, ya que el autobús continúa su camino y debo sujetarme de algún lado. Un Señor me ve batallar para sujetarme, mientras intento no molestar a nadie con mi mochila.
-Joven, ponga aquí su mochila. -Me señala un pequeño espacio que queda entre la puerta cuando se abate y el cristal panorámico.
-Gracias. -Procedo a acomodarla.
Con esa pequeña frase, toma mi atención, especialmente por su aliento alcohólico y el ligero olor a tabaco.
-Buenas noches joven, estudia?. -El caballero, aún desconocido, comienza una plática. Yo me siento algo incómodo porque no estoy acostumbrado a convivir con personas alcohólicas, bueno, al menos alcoholizadas, "caras vemos, hábitos no sabemos".
-Sí. - Contesté, pero en realidad aún no entendía lo que me había preguntado, solo contesté así porque suponía que había hecho un pregunta, pero seguramente me vió con cara de confusión, y me volvió a preguntar. Está vez más claro y pude responder conscientemente.
-No, ya terminé. -Dije de forma directa, pero amable.
-Que bueno, me da gusto, te va a ir muy bien, eres bueno. -Esta vez puse toda mi atención. Habíamos cruzado un par de palabras, y me estaba deseando cosas buenas.
-Gracias. -Sonreí con sinceridad, pero aún algo incómodo, no sabía si tenía alguna otra intención.
-Soy Israel Mejía. - Y levantó su mano en el pequeño espacio que había entre los dos, y yo le tomé su mano. Don Israel es un hombre de no más de 50 años, moreno, fornido, con bigote de mostacho, lentes, gorra oscura y una playera clara con rallas horizontales, en una de sus manos llevaba una bolsa de plástico azul de mandado, que se notaba por su forma, llevaba dentro una pequeña caja.
-Yo soy Alberto, mucho gusto.
Iniciamos una charla en la que me contó que era repostero, me enlistó un poco de su menú, entre pasteles y algunos postres como pay, me quedé un poco antojado. En la ruta del autobus, pasamos por las rieles de un tren de carga que cruza parte de la ciudad y agregó a la plática que por ahí vivió su abuelo, quien se dedicaba a vender verduras, y me mencionó otra lista de los productos que su querido abuelo vendía, además de maravillas sobre su persona.
-Ya murió. -Concluyó con esa parte de la historia.
Yo ya estaba escuchando con mucho interés, y contestaba cada que me hacía una pregunta. Después de un rato me dijo que tenía una hija, y ví su mirada llena de orgullo contando que ella iba a concluir muy pronto con su segunda carrera como contadora fiscal. Me decía frases como, "Es bien lista", "Es bien inteligente", "ha recibido cuatro reconocimientos", "está bien chula mi chamaca". Intentó mostrarme una foto en el WhatsApp y en el facebook, pero no pudo desafortunadamente, su nivel etílico no le ayudó y no se dió cuenta que no activó sus datos, yo sí, porque mire su pantalla y leí la notificación que decía "no tienes activos tus datos móviles". Yo estaba muy contento escuchando y me atreví a preguntar referente a los cumplidos hacia su hija.
-Se lo dice constantemente?.
-Claro, todo el tiempo. -Contestó sin titubear.
Después hablamos un poco más sobre mí, sobre él, sobre la vida; que debíamos ser buenas personas, no dejarnos humillar y yo aporté que era más importante nunca humillar a nadie. Que las riquezas no nos definen, nos definen nuestros valores personales. Entre otras cosas.
-Sentí una buena aura en tí, eres buen muchacho. Te va a ir muy bien, confía. -Mencionó. Eso ya lo había dicho, pero esta vez sentí que en realidad lo creía, y entonces yo lo creí.
Algunas cosas comenzaron a unirse en mi mente mientras seguíamos hablando: me preguntó si era estudiante por mi mochila, que su mano era muy suave cuando las estrechamos, y supuse que en realidad sí era respostero y lo que llevaba en esa bolsa no era una caja, era una charola desechable con algún pequeño postre que llevaba a su familia; que al mencionar a su abuelo con esas palabras tan bonitas, y luego hablar de su buena relación y admiración hacia su hija, era tan solo una prueba de una cadena de amor que había en su familia, y ese señor había continuado.
Yo temiendo que se le pasara su parada le pregunté a dónde vivía para que prestara atención al camino, pero sorprendentemente me contestó de forma inmediata y con seguridad que en la siguiente parada bajaría. Tenía un grado elevado de alcohol en la sangre, ya que no solo olía a alcohol, sino que hablaba como lo hace una persona en ese estado, le costaba estar de pie o derecho, y se le cerraban un poco los ojos. Pero ni así se distraía de su camino y del lugar al que pertenecía.
Me abrazó y lo abracé, fue un abrazo cálido y sincero, y me entristeció que tuviéramos que despedirnos. Pero antes de que bajara le dije que yo vivía en la siguiente colonia, que éramos vecinos y que ojalá nuestros caminos se cruzaran de nuevo.
"Los borrachos siempre dicen la verdad". Este caballero, don Israel, es un hombre lleno de amor, amor que recibió y que comparte con los suyos y con extraños, y gracias a ello, me siento muy bien hoy, y pienso que este mundo, a veces complicado, solo necesita que las personas continúen o en su defecto, comienzen cadenas de amor, porque el amor lo puede todo, que no es bueno dedicar nuestras vidas a buscar riquezas, que no es necesario dejar de tener hijos en estos días, como algunos argumentan, para que este sea un mundo mejor, o que sigamos ideologías absurdas que solo nos dividen intentando paradójicamente, ayudarnos a encontrar aceptación y un sentido de identidad, porque el amor lo tiene todo, al amor brinda identidad, el amor es aceptación, el amor perdona, el amor cura, el amor motiva, el amor inspira, el amor eleva.
Gracias don Israel, de corazón deseo, que el amor que da, nunca le falte.
Lección del día, aprende a ser fuerte simplemente porque puedes serlo.
Hoy fue un día cansado y horrible, los deberes de casa de hicieron, pero me atrasaron para mis pendientes, tuve que ir a oficina y luego a hacer trámites, cómo ya iba tarde, me apresuré para no llegar tarde a finalizarlos, acompañado de un calorón y sudando llegué a tiempo, solo para que me dijeran que mi trámite está atrasado (a pesar de que el recibo que me dieron decía que estaría listo hace 5 días atrás), así que me dispuse a comer, tenía poco tiempo y me atreví a comer en la calle, una comida que resultó estar toda pedorra, desabrida, pero comestible. Quise ser positivo y agradecí los alimentos. Me dispuse a ir al gimnasio y luego a box, y de eso no hay queja, solo me dispuse a hacerlo, aunque estaba cansado, prometo que estaba más cansado de lo habitual, pero di lo mejor de mí. La cereza del pastel fue camino a casa, la neta, de por si el transporte en Monterrey está qlerito, dos o tres rutas tienen el mismo número con una diferencia en letras pequeñas y pues yo tomé el de siempre supuestamente, pero está vez se desvió de la ruta, y me alejó machín (otra vez, me pasó con otra ruta la semana pasada), así que me baje en cuanto confirmé que no me regresaría mínimo a la avenida donde seguro encontraría transporte a mi casa. Me bajó justo en una heladería y me dije a mí mismo: por qué no?, Ha sido un día difícil y cansado, me lo merezco. Esta foto es de mi delicioso helado. Bueno, ya caminando en una colonia que ni topo, pasó una ráfaga de aire que sacó el billete de 50 que había en mi bolsillo del pantalón, y lo ví meterse a sombra de un coche estacionado frente a mí. Lo ví entrar, pero no salir, lo busqué tantas veces, incluso recordé la parábola bíblica de la mujer que pierde su moneda y pone la casa patas arriba hasta que la encuentra. Pues yo no soy esa mujer, después de mucho rato y con el temor de que alguien me viera sospechoso ya que no soy de esa colonia, ni de esta ciudad, tengo piel oscura, vengo de hacer ejercicio, por supuesto que me veo desaliñado, y sobre todo, con el historial de este municipio que llevó al torito a un amigo solo por "verse sospechoso" según una doña que llamó a la policía y fue suficiente para subirlo a la patrulla y encerrarlo (sí, hablo de tí Josué), pues dije: nel, hoy quiero dormir en mi cama, mejor me largo. Y pues nada, aún no llego a casa, pero en eso ando, a como va el día no sé si llegue, pero sí quiero decir que ni enojado estoy, a veces solo queda seguir, cansado, decepcionado, sin 50 pesitos y prieto por la vida, aceptando lo que te toca, sonriendo y ayudando al más jodido que tú porque puedo recordar al menos dos actos de servicio que hice hoy, porque la vida ya apesta como para andar con cara de fundillo desquitándose con otros, tomen agüita, los tkm ✌🏾.
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