Vanguardia En El Tiempo / La Historia de tu País
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Feliz año nuevo.
La Muerte del General Ignacio Zaragoza.
Luego del inesperado éxito militar alcanzado en las inmediaciones de la ciudad de Puebla el día 5 de Mayo de 1862, el nombre de Ignacio Zaragoza figura como el máximo defensor de la soberanía nacional.
Una vez obtenido el triunfo de Puebla, el General Zaragoza, emprendio una campaña militar para perseguir al invasor y aniquilar sus fuerzas. Temeroso y con grandes precauciones de perder lo ganado en Puebla, con suministros que aunque mejor provistas aún escasas, fuertes lluvias y un enemigo en retirada que se repliega en puntos fortificados el ejército de Oriente sale de Puebla a tratar de explotar el éxito. Con los reveseces de Barranca Seca y más importante aún en Cerro del Borrego la madrugada del 14 de Julio y escaramuzas menores. El día 20 de Agosto el General se presenta en la Capital pasando todo el día siguiente siendo solicitado con frecuencia por grandes grupos de cuidados y amigos que se apresuraban a saludarlo y vitorearlo. Almorzó y comió con varios amigos quienes lo vieron por última vez y dónde el Zaragoza expresaría lo siguiente: ”Todos los que lo componen (el ejército), añadió para concluir, son mis hijos, mis hermanos, y yo solo le ruego al Supremo Magistrado que haga por que se les proporcione cuanto contribuya á satisfacer sus mas precisas necesidades, ya que las necesidades generales no permiten atenderlos en todo, como estoy seguro que lo desea el mismo digno Magistrado, y ellos se lo merecen ".
El día 22 salió de la Capital Zaragoza rumbo a Puebla, de dónde siguió para el cuartel general y después fue a visitar sus fuerzas de las Cumbres de Acutzingo en donde tiene convive con los soldados heridos. Trágico día 1 de Septiembre cuando cae enfermó el General Zaragoza, es víctima de escalofríos, fiebre y dolores de cabeza, es transportado a Puebla, el día 4 la noticia de la enfermedad apenas se sabe en la Capital, los médicos diagnostican Tifoídea. Los días siguientes Zaragoza sufre de graves dolores de cabeza, alta fiebre y delirios. Se presentan su madre y hermana. En sus delirios cree que se lleva a cabo una batalla, piensa que los doctores que lo rodean son traidores, súplica por la vida de sus ayudantes y se presume que sus últimas palabras fueron: “¿Por qué no los dejan libres? Pobres muchachos". Finalmente, el día 8 de Septiembre de 1862 presuntamente a las 10:15 AM falleció a sus 33 años de edad.
El presidente Juárez ese mismo día expide un decreto en el cuál; de celebrarán honras fúnebres en toda la República; todos funcionarios y empleados de gobierno portarán luto por nueve días; en todos los edificios públicos se izara el Pabellón Nacional a media asta y, cada ciudad que pueda disparara cada cuarto de hora un cañonazo, desde el alba hasta el anochecer; el traslado del cadáver de Zaragoza a la Capital para sus funerales. El día 11 el presidente expide otro decreto en el cuál; se declara Benemérito de la Patria en Grado Heroico al C. Ignacio Zaragoza; su nombre será escrito con letras de oro en el salón de sesiones del Congreso Nacional; ascenso posmortem de General de División; pensión a su hija de seis mil pesos anuales y una cantidad de 100 mil pesos en bienes nacionalizados ; pensiones vitalicias a su madre y hermanas del General de tres mil pesos; la ciudad de Puebla será llamada ahora Puebla de Zaragoza y la sustitución del nombre de las calles “La Acequina" (donde vivió el general) y En el exconvento la Profesa los nombres de Ignacio Zaragoza y 5 de Mayo.
El día 13 en el Panteón de San Fernando se llevan a cabo los funerales al general Zaragoza, precididos por el Presidente y una gran multitud de empleados públicos y población civil rindiendo un último homenaje a cuerpo presente de su máximo defensor.
El presidente Benito Juárez escribe: “La patria ha perdido por desgracia, a uno de sus mas esclarecidos ciudadanos, á un hombre verdaderamente grande, puesto que sus eminentes servicios no alteraron la sencillez de su alma, ni le inspiraron jactancia ni orgullo; á un guerrero colmado de virtudes republicanas, á un vengador del nombre mexicano, á un caudilllo de bien ganada fama en el país y en el extranjero, un campeón objeto de tan ardientes loores, y depositario de tan nobles esperanzas".
-Charly.
Efemérides trágicas
El 19 de agosto de 1847 inició la Batalla de Padierna, la cual formó parte de la guerra entre México y Estados Unidos. Dicho enfrentamiento —ocurrido en las inmediaciones del pedregal de San Ángel— tuvo lugar después de que las tropas estadounidenses avanzaran desde el puerto de Veracruz hacia la Ciudad de México. Durante su paso, los invasores derrotaron a las fuerzas mexicanas en la Batalla de Cerro Gordo y permanecieron algunos meses en Puebla, tiempo en el que las partes en conflicto emprendieron negociaciones de paz, pero sin éxito.
En consecuencia, el ejército comandado por Winfield Scott reanudó su marcha a la Ciudad de México a principios de agosto, por lo que Antonio López de Santa Anna inició los preparativos para defender la capital. Estos consistieron en reforzar la zona oriente y el cerro de Peñón Viejo, ubicado en la ruta México-Puebla, pues se consideraba que por ahí avanzarían los invasores. Sin embargo, las tropas estadounidenses decidieron tomar el camino del sur para ingresar por Tlalpan, lo que tomó por sorpresa a las tropas mexicanas.
Debido a lo anterior, Santa Anna ordenó al general Gabriel Valencia que esperara a los estadounidenses en San Ángel para derrotarlos. No obstante, Valencia decidió enfrentarlos en Padierna, pero debido a la gran cantidad de rocas que había en el lugar no pudo observar los movimientos del ejército de Scott, el cual logró cortar la línea de retirada de los soldados mexicanos y derrotarlos.
Durante el desarrollo de la Batalla de Padierna el general Valencia pidió auxilios a Santa Anna, pero este se negó a enviarlos debido a las rivalidades políticas que había entre ambos. Se calcula que el saldo de la contienda fue de 300 estadounidenses mu***os por 700 mexicanos, además de 900 prisioneros. La victoria de los invasores les permitió continuar su avance hacia la Ciudad de México, aunque aún debían enfrentar a los defensores del convento de Churubusco.
Fuentes:
“La invasión estadounidense”, Secretaría de la Defensa Nacional. Documentos https://www.gob.mx/sedena/documentos/la-invasion-norteamericana (Consulta 08/08/2022)
“La invasión estadounidense. Padierna y Churubusco, defensa de la soberanía nacional”, Comisión Nacional de los Derechos Humanos
https://www.cndh.org.mx/index.php/noticia/la-invasion-estadounidense-padierna-y-churubusco-defensa-de-la-soberania-nacional (Consulta 08/08/2022)
Imagen: Batalla de Padierna, Carl Nebel. 1850.
DOCUMENTOS l. BENITO JUÁREZ INSISTE EN NO CEDER TERRITORIO NACIONAL.
Son inicios de 1865, año de mayores derrotas para los republicanos, varios de aquellos que se decían patriotas y defensores de la independencia; simplemente abandonaron a la lucha, uniéndose al enemigo, rindiéndose o retirándose a los Estados Unidos, viendo los sucesos de la guerra en lo privado; la eterna lucha por la presidencia, que en tiempos de invasión extranjera, no se puede mirar a un solo lado y se crean divisiones entre republicanos; las irreparables muertes de varios generales, que causaron grandes vacíos; el avance francés que parece ser imparable; la llegada de Maximiliano que dificulta la resistencia; el año de 1865 será el más oscuro, el más difícil para los republicanos y si esto fuera poco, el presidente Juárez está atribulado por la sospecha de la muerte de su hijo Antonio.
A finales de 1864, Matías Romero Rubio le escribe a Juárez sobre las pretensiones que algunos partidarios en Washington tienden de ceder ciertos estados de la república a los Estados Unidos a cambio de ayuda de cualquier tipo, presuntamente es Manuel Doblado quien encabeza esta idea. También se le informa al presidente que su hijo José María, llamado también Pepe o el negrito, se encuentra gravemente enfermo pero está siendo tratado por un médico, realmente estaba ya mu**to y don Benito, con ese sentido que solo un padre y una madre pueden entender, ya presiente la muerte la de su amado hijo.
El día 26 de Enero de 1865 el presidente responde a Romero Rubio lo mismo que ya ha respondido en el mes de Diciembre en varias cartas, no permitir bajo ninguna circunstancia la enajenación (1) del territorio nacional, responde sobre el supuesto reconocimiento que los Estados Unidos darían a Maximiliano, cosa que era falsa y termina por manifestar su sentimiento ante la muerte de su amado hijo José María. En lo que es uno de los más grandes documentos que Juárez nos a dejado, se deja ver la visión del político, el rigor jurídico, la emoción patriótica, el lector comprensivo podrá dar cuenta que una vez terminado de examinar tan arduo problema sobre la enajenación nacional, la preocupación íntima surge y desaparece el Juárez presidente, se presenta ahora el Juárez padre, manifiesta el dolor que le agobia la muerte de su hijo que ya sospecha, en fin, uno de los documentos más maravillosos que Juárez nos dejó. he aquí el documento completo:
Chihuahua 26 de enero 1865
Señor don Matías Romero
Washington
Mi querido amigo:
Por su grata de 14 de noviembre próximo pasado y por las comunicaciones oficiales que remite al ministerio, quedo informado de que las cosas han cambiado en esa de un modo favorable a nuestra causa, lo que celebro mucho, pues estaba yo muy inquieto por las noticias que corrían, de que ese gobierno estaba dispuesto a reconocer al imperio de Maximiliano. Así tenemos, a lo menos, una cooperación negativa de esa república, pero, en cuanto a un auxilio positivo que pudiera darnos, lo juzgo muy remoto y sumamente difícil porque no es probable que, siquiera, que el sur ceda en un apicé de sus pretensiones, y en tal caso, ese gobierno tiene que concluir la cuestión por medio de las armas y esto demanda mucho tiempo y muchos sacrificios.
La idea que tienen algunos, según me dice usted, de que ofrezcamos parte del territorio nacional para obtener el auxilio indicado, no solo es antinacional, sino perjudicial a nuestra causa. La nación que por órgano legítimo se sus representantes, ha manifestado de un modo expreso y terminante que no es su voluntad que se hipoteque o enajene su territorio, como puede usted verlo en el decreto en que se me concedieron facultades extraordinarias para defender la independencia, y si contrariasemos está dispocisión, sublevaríamos el país contra nosotros y daríamos un arma poderosa al enemigo para que consumara su conquista.
Que el enemigo nos venza o nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar ese atentado, entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Si la Francia, si los Estados Unidos o cualquiera otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho para que las generaciones que nos sucedan lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior, pero sería pésimo a nuestros hijos privándolos de un buen derecho, que sin duda otros más valientes, más patriotas y más sufridos que nosotros lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día.
En tanto más perjudicial la idea de enajenar el territorio en estas circunstancias, cuanto los estados de Sonora y Sinaloa, que son los más codiciados, hacen los esfuerzos heroicos en la defensa nacional, son los más celosos de la integridad de su territorio y prestan al gobierno un apoyo firme y decidido.
Ya sea, pues, por la consideración, ya sea por la prohibición que la ley impone al gobierno de hipotecar o enajenar el territorio nacional y ya sea, en fin, porque está prohibición está enteramente con la opinión que he tenido y sustentado siempre sobre este negocio, repito a usted lo que ya le he dicho en mis cartas de 22 de diciembre último y posteriores, a saber; que no solo debe usted seguir la patriótica conducta que ha observado de no apoyar semejante idea, sino que debe usted contrariarla trabajando por disuadir a sus autores, haciéndoles presentes las funestas consecuencias que nos traería su realización.
No me extiendo a más porque, bajo la impresión del profundísimo pesar que destroza mi corazón por la muerte del hijo a quien más amaba, apenas he podido trazar estás líneas que anteceden. Digo que la muerte del hijo al que más amaba, porque según los términos de la carta de usted, que recibí anoche, he comprendido que por lo funesto de la noticia no me la ha dado usted de un golpe; pero en realidad mi amado ya no existía, ya no existe. ¿No es verdad? Con toda mi alma deseo equivocarme y sería yo muy feliz si por el próximo correo, que espero con verdadera ansiedad, si me dijera que mi hijo estaba aliviado.¡Remota esperanza que un funesto presentimiento desvanece, diciéndome que ya no hay remedio!
Adiós, amigo mío. Sabe usted que lo aprecia su inconsolable y afectísimo.
Benito Juárez
Este es uno de varios documentos que Juárez escribió sobre no permitir la enajenación de territorio nacional, su hijo Pepe, efectivamente ya había mu**to. Ese mismo día Juárez escribió una carta a su yerno don Pedro Santacilia, donde también manifestará su misma opinión sobre la enajenación de territorio nacional y su pesar por la muerte de su hijo. En las cartas posteriores se confirma la muerte de su hijo y Juárez estará destrozado, al igual que su esposa doña Margarita Maza de Juárez. Su yerno Santacilia también a perdido su padre.
-CHARLY
La Historia de tu País
Documentos de la historia de México l
(1) Enajenar: acción de vender, hipotecar o ceder voluntariamente algún derecho.
El famoso corrido “La Adelita” hace referencia a las mujeres durante la lucha armada revolucionaria, quienes fungieron como enfermeras voluntarias. Según algunos estudiosos, la inspiración para esta composición popular fue Adela Velarde Pérez, quien era originaria de y a temprana edad se ofreció como voluntaria en la Cruz Blanca Constitucionalista.
Conocida como Adelita sirvió como asistente de urgencias en la División del Norte y se enamoró de un sargento, Antonio del Río Armenta, con quien pretendió casarse; sin embargo, éste murió en un combate. Este corrido popularizó el término de “Adelitas” para referirse a las mujeres participantes en la Revolución.
Adela Velarde, como muchas otras enfermeras, fue reconocida como veterana de la Revolución por la Secretaría de la Defensa Nacional.
Escucha el corrido: https://fonotecanacional.gob.mx/index.php/escucha/secciones-especiales/semblanzas-2/revolucion-mexicana/corridos.
Conoce más acerca de este tema en: https://www.inehrm.gob.mx/work/models/inehrm/Resource/1484/1/images/LosRostrosRebeldia.pdf.
Foto: Adela Velarde Pérez. Mediateca INAH.
en 1968, granaderos reprimen dos marchas de estudiantes autorizadas en la Cd. de México, una en contra de la intervención policiaca en las vocacionales 2 y 5 del IPN; y la segunda, por el 15 aniversario del asalto al cuartel Moncada, que inició la Revolución Cubana.
24-julio-1968
Las Vocacionales 2 y 5 amanecieron cerradas ante el peligro de nuevos enfrentamientos entre estudiantes. En declaraciones a la prensa, autoridades del Politécnico denunciaron que alumnos de la secundaria Isaac Ochoterena apedrearon la Vocacional 2 y que la intervención del Cuerpo de Granaderos empeoró la situación, pues violaron las garantías individuales consagradas en la Constitución, además de golpear a menores de edad. Por su parte, la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), de tendencia oficial, anunció que los “estudiantes de todas las escuelas (prevocacionales, vocacionales y superiores) del Instituto Politécnico Nacional realizarán una Manifestación Cumbre en contra de la acción de los granaderos en los pasados disturbios entre las escuelas vocacionales y la Isaac Ochoterena. La manifestación se hará en lugar y hora aún no definidos.” De manera independiente, estudiantes de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas de la UNAM inician una huelga en solidaridad con los presos políticos de Lecumberri.
Fotografía: Granaderos en las inmediaciones de la Vocacional 5, tomada de Gaceta UNAM, julio 2018.
Es algo impactante que México, país considerado como líder de latinoamerica, su población lea tan poco y preste su atención en cosas banales como programas de espectáculos y telenovelas mediocres.
¿Por qué los mexicanos leemos tan poco? Aquí una opción para conseguir libros a bajo costo - Noticias MX Político Redacción MX Político.- Dice George R.R. Martin, autor de la serie de novelas “Canción de hielo y fuego” las cuales fueron adaptadas para la televisiónLeer más
La Muerte del Centauro del Norte.
El 20 de julio de 1923 en Parral, Chihuahua a las primeras horas de la tarde mueren emboscados el general Francisco Villa, su secretario y sus escoltas, marcado el fin de la lucha del pueblos. La emboscada perpetuada llevaría poco más de dos semanas de anticipación bajo complicidad de figuras de la República como Plutarco Elías Calles y el gobernador de nuevo león, se presume que fueron ocho hombres quiénes emboscaron al auto de Villa recibiendo múltiples impactos siendo concentrados la mayor parte de los disparos en villa.
La emboscada fue llevada en un lugar estratégico en la calle donde tendría dificultades el auto por pasar, un pistolero en la calle gritaría “viva Villa" si Pancho venía manejando a lo que los disparos fueron concentrados en la zona del conductor,Viilla solo alcanzó a sacar su pi***la. .
Tras los asesinatos de Zapata en 1919 y ahora Villa en 1923 terminó la lucha de los pueblos y se impuso la lucha de Carranza, Obregón y finalmente Calles.
Durante la revolución villa llegaría a decir la frase “Parral me gusta pa morir" y finalmente su voluntad se cumpliría cabe decir que las últimas palabras conocidas de villa serían donde un dorado de villa se le acercaría y le diría “Jefe no se valla lo van a matar" a lo que villa respondería “Esas son puras habladas".
Viva Villa!!!!
Comparto fotos en mejor calidad y con color sobre la muerte de villa, me disculpó por los extraños colores verdosos sobre el cuerpo de villa pero me restringieron poner las fotos en sus colores verdaderos por motivos de normas. Gracias
La Muerte de Benito Juárez.
El día 17 de Julio “A las 10 y cuarto se recogió, pero no pudo dormir; a las 11 sintió náuseas y encendió la luz. Pasó todo el resto de la noche bastante mal, pero no permitió que Benito, su hijo, que dormía en la misma pieza, despertase a persona alguna. Al día siguiente, 18 de Julio, por la mañana, experimentó algún malestar y no fue a palacio; sus hijas, sus cuñados, sus yernos y sus amigos le preguntaban cómo se sentía y les contestaba que estaba un poco cansado, porque no había dormido bien en la noche; les recomendaba que no hablaran de su indisposición y que sólo dijeran que padecía de una reuma en la pierna. Estuvo todo el día con intermitencia de dolores agudos en la región cordial y de alivio pasajero. Por la tarde, sentado en su recámara, recibió al Sr. Lafragua y al Gral. Alatorre con quienes estuvo hablando un gran rato, con el primero de asuntos generales y con el segundo de la situación del estado de Puebla; pero de vez en cuando se quejaba de cierta opresión de pecho que le impedía respirar con libertad. A las 6 de la tarde el Sr. Santacilia participó al señor presidente que el administrador de la aduana de Veracruz había enviado un telegrama anunciando que el paquete americano no saldría ese día, como estaba determinado, sino ayer —Vaya, me alegro —contestó el Sr. Juárez—, así llevará al extranjero la noticia de la toma de Monterrey. A las 7 de la noche, el mal venció su fuerza de voluntad y tuvo que ponerse en cama. Desde aquel momento fue empeorando progresivamente. No obstante. Después de un síncope, vio a su lado de pie cerca de su cama, al señor ministro de la Guerra que le contemplaba con solícito cariño. —¿Cómo estás? ¿Has recibido algún parte telegráfico?" —No —Contestó el Sr. Mejía—; no hay novedad. ¿Cómo te sientes?" —Mejor, gracias. Será cualquier cosa. Anda, vete a tu despacho. El ministro salió de allí inquieto, y volvió a las nueve. Ya el Dr. Alvarado, médico de cabecera, había manifestado sus terribles temores a la familia. —Está muy grave el presidente —dijo al Sr. Santacilia—; desespero de la curación y creo que no le quedan tres horas de vida. Por indicación suya se había llamado a los doctores Lucio y Barreda. Desde aquel momento fueron aumentando en intensidad sus dolores, pero no había posibilidad de calmarlos por medio de pociones internas, porque el Sr. Juárez tenía continuamente violentas náuseas. Tuvieron, pues, los médicos que recurrir a inyecciones locales de una solución de morfina dirigidas sobre la parte dolorida, esto es, sobre el lado izquierdo del pecho.
A las diez y media, siendo inminente el peligro, se mandó llamar a los señores ministros Lafragua, Mejía (don Francisco) y Balcárcel. El Sr. don Francisco Mejía acudió en el acto; el Sr. Balcárcel nada supo, porque el portero de su casa no quiso abrir, ni darle aviso, por temor o desconfianza; el Sr. Lafragua llegó un poco más tarde. Todas las personas allí presentes estaban consternadas. Poco antes de las once, el presidente llamó a un criado a quien quería bastante, llamado Camilo, oriundo de la sierra de Ixtlán, y le dijo que le comprimiera con la mano el lugar donde sentía un intenso dolor. Obedeció el buen hombre, pero no podía contener las lágrimas. Padecía atrozmente el Sr. Juárez, pero no tenía conciencia de su fin próximo. Momentos antes de morir, estaba sentado tranquilamente en su cama; a las once y veinticinco minutos se recostó sobre el lado izquierdo, descansó su cabeza sobre su mano, no volvió a hacer movimiento alguno, y a las once y media en punto, sin agonía, sin padecimiento aparente, exhaló el último suspiro. El Dr. Alvarado dijo esta sola palabra: —¡Acabó! Santacilia no quería creer en semejante desgracia, y esperaba que aquello no fuera más que un síncope. —Doctor, ¿cree usted que ha mu**to? El Dr. Barreda encendió un fósforo y lo acercó a los ojos del presidente para ver si la intensidad de la luz imprimía movimiento a las pupilas, pero ¡nada! . . . no quedaba ya ninguna esperanza. ¡Juárez había mu**to! El Dr. Alvarado escribió un relato de la lucha que el organismo vigoroso de Juárez ofreció a su angina de pecho.
Parece que Alvarado se presentó a las 9 horas del día 18 de julio a las habitaciones del entresuelo en (la) [el] ala norte del palacio nacional, donde vivía Juárez; en su relato describe, paso a paso, cómo fue avanzando la enfermedad que se desarrolló en ataques sucesivos y en su mayor parte los soportó de pie. Vigorosa es su naturaleza, indómita su fuerza de voluntad y aun desplegada toda ésta, no le es dable sobreponerse por completo a las leyes físicas de la vida, y al fin tiene que reclinarse horizontalmente en su lecho para no desplomarse y para buscar instintivamente, en esta posición, el modo de hacer llegar a su cerebro la sangre que tanta falta le hace. Cada paroxismo dura más o menos minutos, va desvaneciéndose, después, poco a poco, vuelve el color a su semblante y entra en una calma completa; el paciente se levanta y conversa con los que lo rodeamos, de asuntos indiferentes, con toda naturalidad y sin hacer alusión a sus sufrimientos; y tal parece que ya está salvado, cuando vuelve un nuevo ataque, y un nuevo alivio, y en estas alternativas transcurren cuatro o cinco larguísimas horas, en que mil veces hemos creído cantar victoria o llorar su muerte. A las 11 horas tuvo un acceso que lo obligó ir al lecho, por lo que fue necesario darle un cruel tratamiento usado en la época: aplicarle compresas de agua hirviendo en la región del corazón. De primer intento protestó, pero enseguida se dominó y soportó la tremenda tortura; comenta Alvarado: El remedio produjo felizmente un efecto rápido haciendo que el corazón tuviera energía para latir, y el que diez minutos antes era casi un cadáver volvió a ser lo que era habitualmente, el caballero bien educado, el hombre amable y a la vez enérgico.
Aprovechando este aparente alivio y siendo el medio día, la familia se retiró a comer, quedando Juárez a solas con el Dr. Alvarado, a quien preguntó: ¿Es mortal mi enfermedad? El médico sobrecogido por lo imprevisto de la interpelación contestó: "no es mortal en el sentido de que ya no tenga usted remedio." Agrega el Dr. Alvarado que Juárez entendió que le quería decir "Tiene usted una enfermedad de la que pocos escapan." A pesar de la respuesta no se inmutó y continuó relatando diversos episodios de su niñez, como si lo dicho por el Dr. Alvarado no tuviese importancia. Al cabo de tres horas apareció otro ataque y se le aplicaron nuevamente las compresas de agua hirviendo y, sorprendido, el Dr. Alvarado observó "que ni un solo músculo se movía; ni la más ligera expresión de dolor o de sufrimiento; su cuerpo todo permanecía inmóvil, y esto, cuando al quitar el agua se levantaba una ámpula de varias pulgadas sobre su piel vivamente enrojecida." Como se había ocultado la gravedad del enfermo, ocurrieron a sus habitaciones numerosos funcionarios y amigos; se dijo que un reumatismo tenía encamado al presidente, pero que no era posible visitarlo. Sin embargo, el secretario de Relaciones, Lafragua, solicitó en verlo por la mañana, lo cita para el día siguiente, pero al insistir por la tarde, Juárez accedió a recibirlo y Aquel hombre que llevaba ya doce larguísimas horas de ser la presa de una muy dolorosa enfermedad y por esto su energía debería estar agotada, se levantó con calma, sin demostrar impaciencia ni contrariedad; arregló su corbata, cubrióse con una capa; se sentó en un sillón; ordenó que entrara el ministro y haciéndole sentar frente a él, escuchó con atención el asunto que llevaba, discutiendo los principales puntos y dándole, por último, su resolución definitiva.
Una hora después el Gral. Alatorre, no el Gral. Sóstenes Rocha, como algunos escritores han dicho, solicitó hablarle para pedirle instrucciones, pues estaba por salir a campaña. Lo recibió, discutió planes e hizo sugestiones para el buen éxito de su expedición. Nuevamente volvió al lecho y después de cinco horas de dolorosos accesos, murió a las once y media de la noche. Según Francisco Mejía, estuvieron a su lado en el momento de su muerte "dos de sus ministros, el Sr. Gral. Ignacio Mejía y yo, sus médicos Alvarado y otro que no recuerdo, así como su secretario, don Pedro Santacilia, y Camilo, su camarista, y la desolada familia."12 Según la tradición familiar estuvieron también sus hijos, Manuel Dublán y José Maza.
Poco antes de las doce de la noche, el señor ministro de la Guerra, don Ignacio Mejía, se dirigió a la casa del Sr. don Sebastián Lerdo de Tejada, y no queriendo desde luego darle la fatal noticia para evitar una impresión demasiado violenta, le dijo que el Sr. Juárez estaba gravemente enfermo y que su médico de cabecera, Dr. don Ignacio Alvarado, había perdido toda esperanza de salvarle. El Sr. Lerdo se afectó profundamente; quiso ir en el acto a ver al Sr. Juárez, y mientras se disponía para salir le dijo el Sr. Mejía: —No crea usted encontrarle con vida, le he dejado casi agonizando. —Será una crisis —contestó el Sr. Lerdo con afligido acento. —No, señor —repuso el general—, forzoso me es decírselo: ha fallecido ya. Y ambos se dirigieron tristes y silenciosos a la casa mortuoria donde pasaron el resto de la noche tratando, aunque en vano, de consolar a la atribulada familia. A las dos de la mañana llegaron el Sr. Gral. don Alejandro García, en unión de los Sres. Alatorre, Baranda y Nicoli, y dictó desde luego disposiciones relativas a la guarnición de la capital.
Poco después se presentaron los Sres. don Juan José Baz, don Eugenio Barreiro, don Eduardo Arteaga, el gobernador Montiel, don Manuel Saavedra y algunas otras personas que acababan de tener noticia del infausto acontecimiento. A las cuatro se dispuso trasladar el cuerpo a palacio: fue llevado por la servidumbre tendido en un catre ligero y acompañado de los ayudantes del presidente y de varios de los amigos que se hallaban presentes. Después de levantarse el acta de defunción, procedieron los Dres. Alvarado, Barreda y Lucio, al embalsamamiento, que quedó terminado a las siete de la noche. A las diez cumplimos con el triste deber de ir a despedirnos por última vez, del que todavía antier era Presidente de la República. Le contemplamos con una emoción que no trataremos de describir, en su recámara, encima de su cama de bronce, vestido de negro, pálido, pero con la fisonomía tranquila, sin contracción alguna, y pareciendo más bien dormir con el plácido y pasajero sueño de la vida, que con el eterno y profundo de la muerte. A las cuatro de la mañana del día 19 de julio, los notarios Crecencio Landgrave y José Villela, a solicitud de Lafragua, certificaron el dicho del Dr. Alvarado de que había fallecido el Presidente de la República. A las diez de la mañana se trasladó el juez tercero del estado civil, Francisco J. Ruiz, a las habitaciones del Sr. Juárez para levantar el acta de defunción, compareciendo como declarante el joven Benito Juárez Maza y como testigos Pedro Santacilia y Manuel Dublán, presentando certificado de defunción expedido por los médicos Ignacio Alvarado, Gabino Barreda y Rafael Lucio, señalando como causa de la muerte "neurosis del gran simpático."(1)
El periódico El Siglo XlX escribe lo siguiente:
“Ante la tumba que se acaba de abrir, todas las pasiones enmudecen. La personalidad política del C. Juárez pertenece de hoy más a la historia, cuyo buril inflexible y severo le asignará el lugar que de derecho le corresponde, siendo incuestionable que su recuerdo vivirá siempre en México por hallarse ligado con dos de las épocas más importantes de nuestra vida pública."
Los restos del fallecido Juárez fueron velados en el salón de embajadores de Palacio Nacional, los periódicos enlutaron 9 días, el día 19 el ministro de Relaciones Exteriores José María Lafruaga informa a Sebastián
Lerdo de Tejada que debe encargarse del Supremo Poder Ejecutivo conforme la Constitución dicta, los masones son llamados a asistir a los funerales el día 20.
Al paso de los años, ante el avance de la ciencia médica, son varios los Doctores cardiólogos quienes han acomplejado la información que dió el doctor Alvarado sobre la muerte de Juárez, y cuya conclusión de acuerdo a su época fue que el presidente Benito Juárez falleció de “nuerosis del gran simpático", según los investigadores de estos Cardiólogos dan la conclusión a qué: “hace pensar que no se trataba solamente del paroxismo doloroso de la angina de pecho, sino de algo más serio; seguramente se había producido un daño irreparable en el músculo cardíaco, o para decirlo en términos médicos, un infarto del miocardio".
Desde la madrugada del 19 de julio cada hora tronó el cañón para hacer saber que el Presidente de la República había mu**to y guardó silencio hasta que su cuerpo quedó depositado en su tumba. Tan luego se conoció la infausta noticia, una gran muchedumbre invadió el palacio nacional con el deseo de contemplar el cadáver de Juárez y rendirle homenaje. Habiendo dispuesto el presidente interino que fuera embalsamado su cuerpo, fue necesario esperar largas horas para que realizaran esta operación los médicos Ignacio Alvarado, Rafael Lucio y Gabino Barreda quienes concluyeron su labor hasta el anochecer del día 19.
La siguiente información ha sido en su totalidad tomada del tomo 15, capítulos CCCLXIII Y CCCLXIV, Juárez Documentos, Discursos y Correspondencia, Jorge.L.Tamayo.
Fallece así uno de los personajes más destacados, brillantes y cuya vida y obra ha sido objeto de numerosos estudios históricos y diferentes interpretaciones del personaje. No puede ocultarse la admiración por la figura de un hombre cuya vida fue apasionante como complicada, con éxitos y aciertos al igual que fracasos y errores. El personaje de Benito Juárez agrade a muchos o no, perdurará en la memoria nacional y seguirá siendo objeto de estudios y debate.
-charly.