Conkafecito

Estamos cambiando porque siempre hemos sido diferentes.

Siempre hemos sido diferentes, pero no nos habíamos dado cuenta; ya sea porque parte de estar vivo es confundirse un poco algunas veces, porque somos humanos, o porque no nos habíamos detenido a pensar, sin distracciones, concentrados, a reflexionar sobre qué es lo que somos, para qué estamos aquí, qué es lo que nos apasiona realmente o de qué forma queremos seguir nuestro camino en este mundo. Y entonces nos detuvimos a pensar y a observar, y nos dimos cuenta de que siempre hemos sido diferentes.

Siempre hemos sido diferentes porque nos preocupa a qué saben las cosas que comemos y le damos a comer a los demás; porque cuando cocinas con amor, sea lo que sea que hagas, estas compartiendo lo que guisas y también te compartes a ti mismo; y comprendimos que por eso hacemos lo que hacemos, que elegimos bien los ingredientes que usamos, pasamos tiempo perfeccionando nuestras recetas y nos atrevemos a nuevos sabores sin miedo a equivocarnos. Y entonces muchos comparten con nosotros el placer de comer un postre rico, y nos quieren, y nos dan su crítica como quien da un consejo a un amigo, y nos felicitan sin decirlo, de la mejor forma que se puede felicitar a quien se ha esforzado preparando algo en la cocina: repitiendo, regresando.

Siempre hemos sido diferentes porque como millones de personas en todo el mundo, desde tiempos inmemorables, hemos aprendido lo exquisita que puede ser una taza de café que ha sido preparada con cuidado, protegida de la vorágine de la industrialización de los alimentos; lo exquisita que puede ser una plática con un buen café entre dos o más personas que quieren estar juntas; y al descubrirlo entendimos en un santiamén porqué algunos monarcas quisieron erradicarlo del reino, prohibiendo su consumo porque quienes se reunían a beberlo conversaban algunas cosas que podían perjudicar su poder, condenándole a que siguiera esparciéndose como pólvora por su territorio. Y entonces ya no podíamos tomar cualquier café y sentimos tantas ganas de unirnos al ejército que le disfruta, que le ama, que le promueve, que comparte sus secretos para que otros aprendan a disfrutar esta bebida milenaria. Y nos dimos cuenta de que no podíamos quedarnos callados y debíamos compartirlo.

Siempre hemos sido diferentes. Y cuando nos dimos cuenta entendimos que teníamos que vernos diferentes, como cuando salimos a la calle y nos preguntamos si nos hemos puesto la ropa correcta, no para complacer a los demás sino por nosotros mismos, por congruencia, porque nuestra comunidad merece identificarnos con claridad y mirarnos orgullosos de que no sólo defendemos el derecho a estar juntos, de convivir, sino también a hacerlo con calidad, bebiendo buen café con ricos postres y rica comida, a la hora del día que se nos antoje y no sólo en alguno de los horarios en los que comúnmente se come; porque el buen café y un buen aperitivo son como una buena plática, no tienen horario, ni día, pueden ser aquí leyendo estas líneas o en cualquier momento.

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