Academia de Música "Federico Gerdes"
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Ofrece una preparación de calidad para escuelas superiores de formación artística, conservatorios y universidades de música.
"Eleva tu forma de pensar para elevar tu forma de tocar"
En este artículo, ofrezco sugerencias para que los músicos de metal puedan mejorar su forma de tocar desarrollando su imaginación. Presento ejemplos prácticos de cómo yo he desarrollado mi propia imaginación y ayudado a estudiantes a desarrollar la suya para mejorar la interpretación. Estos ejemplos incluyen métodos para aclarar ideas musicales y mejorar su transmisión.
Autor: Micah Wilkinson— 19 enero 2021
Mis mayores avances con la trompeta durante mi carrera profesional no han tenido nada que ver con los labios sino con el cerebro. De hecho, he aprendido que la forma más rápida de mejorar sustancialmente ha sido desarrollando mi concepto musical.
Sin un concepto musical convincente, o la capacidad de transmitirlo de forma clara, los músicos de metal corremos el riesgo de convertirnos en meros «atletas de labios» carentes de expresión artística. En pocas palabras: ten algo que decir y después imagínate diciéndolo. ¡Ambas cosas requieren ser practicadas diligentemente! En este artículo ofreceré sugerencias dirigidas a los músicos de metal para mejorar su interpretación por medio del desarrollo de su imaginación. Presentaré ejemplos prácticos de cómo yo he desarrollado mi propia imaginación y ayudado a estudiantes a desarrollar la suya con el objetivo de mejorar en la interpretación. Estos ejemplos incluyen métodos para clarificar ideas musicales y perfeccionar su transmisión. Mis ideas han sido moldeadas por las clases y la instrucción que he recibido a lo largo de mi vida. Si las encuentras útiles, te animo a profundizar en la pedagogía de Jan Kagarice y Arnold Jacobs y en el entrenamiento del rendimiento de Gary Ferguson. Tengo una increíble deuda de gratitud con todos ellos.
Debido a la demanda de perfección técnica en actuaciones y audiciones, ha surgido una amplia tendencia en la interpretación de los músicos de metal carente de personalidad y expresividad. Frente a eso, existe toda una industria basada en la psicología de la interpretación, y un subconjunto de dicha industria se centra en la interpretación musical. Sus técnicas, que son extremadamente útiles (yo las he encontrado útiles en mi propia carrera), constituyen un medio para lograr un fin: ayudarnos a transmitir nuestro discurso de una manera efectiva. Y, cuando el objetivo es ganar una audición o un concurso, esto puede resultar particularmente útil. Así, nuestro objetivo final como músicos debe tener sus raíces en la expresión y en la comunicación. Nuestra vocación es la de ser primero artistas y después trompetistas. Si conservamos estas prioridades, podremos poner en práctica todas las técnicas de la psicología de la interpretación.
Uno de los procedimientos más efectivos en el mundo de la psicología de la interpretación es la visualización. Podemos emplear esta técnica para desarrollar un sólido concepto del sonido y del mensaje musical, así como para perfeccionar nuestra comunicación musical. La visualización tiene tres partes:
Imagina qué quieres decir con la música.
Imagina tu interpretación de la música.
Imagina la conexión con el oyente.
Pensar de esta manera hace que dejemos de pensar en cómo estamos tocando (lo cual es algo que, de cualquier modo, jamás llegaremos a comprender del todo) y en cambio nos permite centrarnos en qué queremos tocar.
¿Qué diferencia a los mejores músicos del mundo de todos los demás? ¿Alguna cuestión física? ¿Su forma de vestir? ¿Su pelo? Bueno, en algunos casos, tal vez. Pero, mayormente, lo que ellos tienen es un firme concepto de sonido, el cual son capaces de imaginar al perfecto detalle. Tienen una elevada imaginación.
1. Imagina qué quieres decir con la música.
El desarrollo de nuestra imaginación empieza por saber escuchar. Arnold Jacobs llamó a esto «el oído interno». Escuchar claramente cómo queremos sonar nos da la libertad para expresar después ese mensaje sin vacilación alguna. La mayoría de los problemas al tocar instrumentos de metal surgen en el espacio de tiempo que hay entre la inspiración del aire y la producción del sonido. Por mi experiencia, en gran parte las inseguridades se producen porque el músico no sabe con exactitud qué sonido quiere. En vez de tenerlo claro, toca como si lanzara dardos con los ojos vendados. Quizás sí tiene una idea del tipo de sonido que quiere, pero la imprecisión le hace meter los pies en el agua antes de estar convencido del todo. Y esa ligera indecisión le impide emitir el sonido libremente. Es como si estuviera pisando el acelerador y el freno al mismo tiempo. Si lo quieres fuerte, escúchalo fuerte y emítelo; si lo quieres suave, escúchalo suave y emítelo. No emitas una cantidad de energía indeterminada para después ajustarla. Debes saber qué es lo que quieres antes de inspirar. Cuanto más real imagines lo que quieres, más podrás comprometerte con esa idea. Un golfista que tiene claro el lugar exacto donde quiere colocar la bola puede comprometerse totalmente con su swing. Un saltador de altura capaz de ver y sentir en su mente fielmente lo que pretende hacer es capaz de lanzarse desde el trampolín sin problemas. Si tú puedes agudizar tu imagen mental de la música y su interpretación a resolución 4K, tu cuerpo encontrará la manera de transmitir ese mensaje.
Y, ¿cómo desarrollamos una imagen clara del sonido? Pues a través de la escucha atenta y de la imitación. Escucha a tu profesor o alguna grabación, pero, antes de coger el instrumento para intentar imitar, haz una foto mental y observa cuántos detalles puedes detectar. ¿Qué cualidad emocional expresa ese sonido? Cuanto más clara tengas la imagen, mejor podrás imitar ese sonido con tu instrumento. La intención es llegar a un punto en el que estés tocando al unísono con tu propio canto interior, sin diferencia entre el sonido que esperes crear y el que estés creando. Debes cultivar en tu mente el mejor sonido de trompeta imaginable. Y ése tiene que llegar a ser el sonido que esperes cada vez que cojas tu instrumento. Cuando te acuestes por la noche o cuando te despiertes por la mañana, la melodía que tengas en la cabeza debe sonarte siempre con esa calidad sonora.
Copia a los grandes, coge lo que quieras de cada uno de tus músicos favoritos, y gradualmente desarrollarás tu propia voz. No obstante, recuerda que el mejor sonido de trompeta del mundo no sirve de nada si no hay expresión musical a través del fraseo, la articulación, las dinámicas y una variedad infinita de colores. Aunque debes desarrollar tu propio sonido personal, debes permitir que este pueda cambiar según la música lo demande. Deja que la esencia de cada expresión determine tu timbre. Como decía Bud Herseth: «No hay sonido malo, sino sonido inapropiado».
Parte del desarrollo de tu imaginación consiste en pulir tu opinión. ¿Eres capaz de imaginar una versión de una obra o pasaje que vaya exactamente como tú quieres? ¿Libre de cualquier limitación del instrumento, de condiciones personales, o incluso de las salvedades que hayas encontrado en otras versiones grabadas? ¿Sabes exactamente cómo crees que debería sonar? Cuando nuestra primogénita era más pequeña, yo daba largos paseos a diario con ella en un portabebés. Mientras ella dormía, yo cantaba mentalmente los pasajes en los que estaba trabajando. Me desafiaba a mí mismo imaginando posibilidades ilimitadas. Soñaba con una interpretación llena de vivos colores y texturas. Llevaba el fraseo y las dinámicas más allá de lo que había escuchado en cualquier grabación. Me excedía con una expresión desenfrenada. Y, al llegar a cierto punto, una versión se terminaba asentando de manera natural en mi cabeza, y era capaz de imaginarla de manera tan real que cuando cogía la trompeta después de la caminata podía interpretarla tal y como la había imaginado. Incluso si esa versión resultara ser casi idéntica a la que ya tocaba anteriormente, era como si la hiciera auténticamente mía. Como decía Arnold Jacobs: «La imaginación concibe el estilo; el cuerpo, no».
Tu imaginación necesita tantos colores como sea posible para poder dibujar. Y puedes ampliar tu paleta de colores imitando el sonido de otros instrumentos. Una de las grandes ventajas de tocar en la Sinfónica de Pittsburgh es que puedo inspirarme en los destacados músicos con los que comparto escenario. Si escucho con atención, encontraré todo tipo de detalles en la orquesta que después querré aplicar a mi propia interpretación. Por ejemplo, en las notas iniciales de la Sinfonía nº 5 de Mahler podría intentar imitar el sonido de nuestro percusionista principal con su caja, o en los pasajes líricos de La Mer de Debussy podría recurrir a los atributos sonoros que me atraen de nuestras flautista y oboísta principales. Para que esto resulte efectivo, yo me imagino que estoy tocando esos instrumentos. Y no me refiero en absoluto a la forma de producir el sonido en ellos, lo cual puede diferir completamente de un instrumento a otro, sino al hecho de expandir mi paleta de articulaciones, vibrato, conexión entre notas, timbre y demás cualidades. En otras ocasiones me imagino a mí mismo como un cantante de ópera, permitiéndome proyectar a través de la resonancia y no del esfuerzo, y fraseando de una manera vocal.
Imagina que puedes sentir la textura del sonido. Seguro que recuerdas fácilmente la textura de un s**o de patatas o de un tronco de árbol en la punta de tus dedos. Pues imagina tener la misma sensación con el color del sonido. Por ejemplo, en el solo de fuera del escenario del 2º movimiento de Pinos de Roma de Respighi yo imagino el sonido de la trompeta como una cálida brisa que se mueve a través de un bosque nebuloso. En la tercera frase, sin embargo, cuando la armonía de la orquesta cambia, imagino un viento más fresco que viene de otra dirección. Al hacer demostración de este pasaje a mis alumnos, algunos dicen que llegan a sentir una brisa fresca en ese momento, y se les ve la piel erizada, lo cual lo prueba. Cuando mis alumnos tienen problemas tocando suave, por ejemplo en el inicio de la Sinfonía nº 2 de Schumann, veo que a menudo se debe a que no están escuchando un sonido y una calidad determinados en sus cabezas. El cerebro se confunde cuando intentan microgestionar. Cuando ven la palabra piano tocan pequeño, en vez de llenar la sala con la textura del terciopelo de felpa. Se limitan a prevenir lo que no quieren que pase, en lugar de imaginar y esperar lo que sí quieren que pase.
2. Imagina tu interpretación de la música.
Para poder visualizar una interpretación ideal de la música, debes primero establecer una profunda conexión con el carácter que expresa esa música. Busca cualquier grabación (de trompeta o no) que te diga algo y escoge un pasaje concreto. Escúchala varias veces y, a medida que lo hagas, toma nota de las cualidades de la música que te resulten más atractivas. ¿Puedes imaginarte a ti mismo tocando con esas mismas cualidades? Cataloga ese sonido en tu mente y etiquétalo con cualesquiera de las cualidades que te gustaría poder imitar. Digamos que has escuchado el Promenade de los Cuadros de una exposición por Seiji Ozawa y la Sinfónica de Chicago. Escuchas la introducción varias veces y notas que el sonido de Bud Herseth tiene una gran brillantez, y que su articulación tiene una chispeante inmediatez. Quizás podríamos describir ese carácter como de realeza o de nobleza. Si esa es una cualidad que te gustaría añadir a tu forma de tocar, visualízate experimentando esa misma interpretación de dos maneras:
Primero, escucha la grabación e imagínate a ti mismo entre el público. Mira a Bud Herseth en tercera persona, como si tú te encontraras en el palco del auditorio, observando cada uno de sus movimientos mientras interpreta esta pieza. Siente la cualidad del carácter en el sonido.
A continuación, vuelve a escuchar el pasaje imaginando que tú eres el intérprete. Esta vez tú eres Bud Herseth, y ya puedes oír en tu cabeza esa realeza en tu sonido y en tu articulación. A medida que tocas, el sonido que produces (o sea el que estás escuchando en la grabación) es exactamente como tú esperas. Puedes llegar a verte claramente a ti mismo tocando con esa exacta cualidad.
Los detalles importan en esta fantasía. ¿Puedes sentir la presencia de tus compañeros que te apoyan alrededor? ¿Puedes ver al director invitándote a tocar con el mejor sonido que jamás hayas producido, y el público rebosante de emoción? Sé lo más específico posible. Cuanto más practiques a este nivel de detalle e intensidad, más serás capaz de traer las cualidades que deseas a tu interpretación. Tu imaginación se hará realidad. La gran diferencia entre el Promenade de Bud Herseth y el Promenade del trompetista medio es que Herseth primero imaginó y esperó un nivel interpretativo completamente diferente. Su imagen mental de lo que él quería era mucho más evolucionada y auténtica.
Antes de la llegada de YouTube, yo coleccionaba DVDs de mis intérpretes favoritos. Estudiaba a esos artistas atentamente, observando cada uno de sus movimientos, recogiendo cada pedacito de información que podía de aquella experiencia audiovisual. No trataba de averiguar cómo hacían lo que hacían, sino que más bien imaginaba cómo se sentiría estar en su zapatos, haciendo música como ellos la hacían. Cuando la actuación de alguien es capaz de transportarte, podrías preguntarte cómo lo ha hecho, pero ni siquiera el propio intérprete sería capaz de explicarte eso. Él está completamente centrado en el mensaje musical, así que la pregunta «cómo» no entra en su mente. En lugar de eso, pregúntate (o pregúntale a él) qué estaba imaginando. Qué estaba tratando de decir. No necesitas saber cómo consigue ese sonido, ni siquiera qué aspecto concreto de su técnica quieres copiar. Es mejor escuchar la cualidad de su expresión musical e intentar copiarla. Esto te permitirá emular su sonido y carácter a través de tu propia y única voz.
Podrías utilizar e imitar esas cualidades incluso durante tu estudio técnico. Cuando practiques escalas, flexibilidad o articulación, hazlo con la imaginación estimulada por esa cualidad del sonido y esa expresión que te hayan inspirado. Por ejemplo, podrías tocar el nº 2 de Clarke como James Galway, tus ejercicios de flexibilidad como Gil Shaham, o los arpegios de Arban como Luciano Pavarotti. Si has escuchado atentamente grabaciones concretas de cada uno de esos artistas y te has imaginado a ti mismo interpretando como ellos, sus colores, articulación y fraseo pueden llegar a convertirse en tus propias herramientas de expresión.
Imagina una absoluta facilidad física. Repasa en tu cabeza algún pasaje difícil, y trata de mantener una completa sensación de calma a lo largo de su interpretación mental. Fíjate en qué punto exacto se tensa tu cuerpo. ¿En ese salto de octava? ¿Al final de una larga frase? ¿Justo antes de un triple picado? Aún sin estar tocando realmente, puedes llegar a notar la tensión en un momento especial del pasaje. Pues el objetivo es profundizar en el mensaje musical hasta ser capaces de imaginar ese momento sin esa tensión física o emocional. ¿Qué cualidad tiene ese salto de octava? ¿Qué color y qué textura tiene el sonido al final de esa larga frase? ¿Está en tu oído interno el sonido claro y seguro, tanto en la nota aguda como en la grave? ¿En qué punto exacto dejas de cantar mentalmente? ¿Cuándo se vuelve borrosa la imagen que tienes? Seguramente esos problemas aparecen cuando tu mente se prepara para una acción física en lugar de para cantar una frase. También es posible que la versión que oyes en tu cabeza tenga defectos. Asegúrate de que tu idea sea tan buena como puedas imaginar. Los grandes artistas son grandes porque pueden imaginar con precisión una versión mejor que la que nadie más pensó posible.
Imagina el ambiente acústico que quieres. Incluso si estás practicando en el sótano, ¿eres capaz de oír tu sonido reverberando con la calidez y la pureza del Musikverein? ¿Puede esto ayudarte a conectar mejor con la cualidad musical deseada? ¿Qué espacio asociarías con la Séptima de Bruckner? ¿Y con la Pastoral de Beethoven? ¿Cómo cambiaría tu interpretación del solo de posthorn de Mahler si estuvieras tocando en el lago de Lucerna? Imaginarte en otros ambientes también sirve para sentirte cómodo en situaciones estresantes. Puedes imaginarte tocando en un lugar de paz y tranquilidad. Yo aprendí en mis audiciones a imaginarme sentado en un prado de hierba junto a un arroyo de montaña. Podía llegar a sentir mis pies descalzos en la hierba y la brisa fresca en mi piel. Conseguirlo me llevaba sólo un momento, pero esa imagen tan real me transportaba de un entorno desconocido a un lugar de calma.
3. Imagina la conexión con el oyente.
Finalmente, podemos imaginar la conexión que establecemos con el oyente. Imagina cómo tu mensaje musical puede impactar en él. Demasiado a menudo olvidamos que el don de la música está destinado a ser compartido. Cuando actuamos, estamos haciéndolo para alguien más, no para nosotros mismos. Ésa debería ser nuestra inspiración a la hora de proyectar, lo cual no va de tocar fuerte sino de comunicar. Hemos de proyectar nuestro mensaje musical con claridad y con suficiente exageración, como un actor de teatro cuyas emociones y palabras han de ser recibidas por cada miembro del público.
Una de mis formas favoritas de practicar esto es actuando para niños en edad preescolar. Incluso tratándose de música dura y compleja, el mensaje a transmitir debe ser simple y claro. Yo por ejemplo toco para los niños algunos ejemplos de la literatura orquestal, y me desafío a mí mismo tratando de comunicar cualidades expresivas simples. Lo mejor de actuar para niños es que responden inmediatamente —bailan y se mueven sin el filtro de la seriedad—. Cuando muestran sus respuestas emocionales, son como un espejo que refleja el carácter que yo estoy transmitiendo. Incluso si actuamos para adultos exigentes y aparentemente críticos, enfocando de esta manera la comunicación musical estaremos hablándole al niño que llevan dentro. ¿Recuerdas la película de Pixar Ratatouille? Cuando el amargo y frío crítico gastronómico prueba el exquisito ratatouille de Remy, es transportado a un estado de sueño: fuera del restaurante y en la habitación de su infancia, sentado en la mesa familiar, comiendo el ratatouille de su madre. Ni el más duro de los críticos tiene la oportunidad de juzgar cuando el mensaje es tan convincente.
Aquí es donde la grabación casera puede ser tremendamente útil. Decide qué imagen o emoción deseas suscitar, y entonces ponte al micrófono, centrándote únicamente en el sonido que esperas. Luego escucha tu grabación y evalúa. ¿Cuenta realmente tu interpretación la historia que pretendías contar? ¿De la primera nota a la última? Una actuación exitosa es aquella en la que tus auténticas imágenes mentales se comunican claramente de principio a fin. Cuando tengas errores de técnica, míralos como si fueran simples distracciones respecto a tu mensaje musical. Si escuchas tu interpretación y sólo piensas en «¡lo he clavado!», sin considerar las imágenes o emociones que pretendías, entonces significará que necesitas desarrollar un lenguaje expresivo más real. ¿Puedes alcanzar un nivel interpretativo que te lleve incluso a ti, como oyente, a un estado de sueño?
Antes de tocar un pasaje, imagina perfectamente cómo quieres hacer sentir al oyente. Cuando escribes una carta de amor, tienes la imagen del destinatario en mente. Al escribir una línea especialmente sentida, eres capaz de imaginar al detalle su cara y hasta cómo esperas que reaccione al leer tus palabras. Así, exactamente, es como puedes intentar imaginarte la conexión que esperas crear con el oyente. Sé un transmisor de la música y comparte tu don libremente. Todo esto sólo es posible si puedes imaginarlo.
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