Viñedo Raquel de Puerto Rico

Centro de ayuda a la mujer.

12/05/2024
09/03/2024

Temas de reflexión
Marzo
Adorar al Enmanuel
DEUS CUM NOBIS

Queremos contemplar, la maravilla de la vida de Dios en el hombre y del hombre en Dios, mediante la Comunión sacramental, que es la realización de su nombre misterioso Emmanuel, Dios con nosotros. ¡Qué portento! ¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Cómo se compadece esto con nuestra libertad moral? ¿A dónde llegan sus efectos? Nadie tal vez pueda contestar. Pero fuerza es repetirlo con veneración y agradecerlo con amor. El hecho es de fe. Es más que eso, porque el precioso texto evangélico ha salido de la boca del Salvador, y tiene tan íntimo enlace con el anuncio de vivir con nosotros, y hacer en el hombre su morada hasta la consumación de los siglos, que se puede decir que esta vida recíproca del hombre con Dios es la literal aplicación o cumplimiento de la promesa hecha a la humanidad y a cada hombre individualmente, por la recepción del Cuerpo del Señor (L.S. Tomo. XVI (1885) págs.441-450)
Íntimo y verdadero es el vínculo entre estos dos misterios: Eucaristía y Encarnación. Lo esencial de ambos se refleja en el dulce nombre prometido por Isaías para el Mesías: Enmanuel, Dios con nosotros. Cuando Dios se hizo carne en las entrañas de María, vino a estar entre nosotros, cuando Dios hecho carne se deja comulgar por sus fieles, lo hace por estar en nosotros, pero de una manera u otra siempre es Dios con nosotros.
Al contemplar el misterio de la Encarnación, por otro lado, recordamos que aquel a quien adoramos es la Vida, que su evangelio es un anuncio de Vida y que nos compromete en la defensa, promoción, custodia de la vida humana en todas sus fases, especialmente en sus momentos de mayor debilidad, pero muy especialmente en el seno de sus madres.
El Magisterio de la Iglesia ha sido siempre rotundo a la hora de defender la vida del no-nacido, lo hace siendo consciente de que el mismo Dios quiso que sus entrañas se formaran en el seno de una madre, sabiendo que Dios nos conoce a todos desde el seno materno. La Iglesia celebra cada vida nueva, independientemente de las difíciles circunstancias que puedan acompañarla, la vida de cada ser humano tiene una dignidad superior, que merece ser celebrada y amparada.
“La revelación del Nuevo Testamento confirma el reconocimiento indiscutible del valor de la vida desde sus comienzos. La exaltación de la fecundidad y la espera diligente de la vida resuenan en las palabras con las que Isabel se alegra por su embarazo: «El Señor... se dignó quitar mi oprobio entre los hombres» (Lc 1, 25). El valor de la persona desde su concepción es celebrado más vivamente aún en el encuentro entre la Virgen María e Isabel, y entre los dos niños que llevan en su seno. Son precisamente ellos, los niños, quienes revelan la llegada de la era mesiánica: en su encuentro comienza a actuar la fuerza redentora de la presencia del Hijo de Dios entre los hombres”. (Evangelium vitae 45)
Como indica el Papa, la Escritura nos enseña a reconocer en María embarazada la presencia oculta de Dios con nosotros. Isabel supo que María era la Madre del Señor, Juan saltó de alegría al notar la presencia divina de Cristo aún no nacido. El que era testigo de la luz, sin haber salido aún del vientre de su madre y nos da testimonio de quién es la Luz.
“El Verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; el cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y el Verbo se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.” (Jn 19-14)
Cuando en la fiesta de la Encarnación se recita el Credo, al decir “que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo” todos los fieles se ponen en silencio de rodillas y hacen un breve acto de adoración. Hoy tenemos, en este mes de marzo, la oportunidad de prolongar esa adoración. De adorar más largamente el cuerpo de Cristo recién formado en las entrañas de María, el mismo cuerpo escondido ahora bajo las apariencias de pan. Sabemos que Él ha querido hacer morada, no sólo entre nosotros sino incluso dentro de nosotros, para llenarnos de su gloria, de su gracia y de su verdad. Cada vez que comulgamos le decimos a Jesús con María Amén, Fiat, que se cumpla lo que tú quieres en mí. Que tu palabra tome cuerpo en mi vida…
Adoremos al Dios con nosotros, y que la contemplación de su debilidad de no nacido mueva en nuestros corazones un compromiso mayor para la defensa de la vida de tantos pequeños. El ab**to, decía Juan Pablo II, no sólo era una amenaza contra la vida de cada niño, sino incluso contra nuestra civilización, una verdadera “estructura de pecado” ante la cual no podemos permanecer impasibles. Que triunfe la causa provida en el mundo debe ser una intención particular de todas nuestras vigilias. El terrible drama del ab**to sólo puede ser combatido con ayuno y oración, quizá otra cosa no podemos hacer, pero la intercesión por las madres tentadas, la reparación al Corazón de Cristo por este crimen tan frecuente, eso está a nuestro alcance, delante de la Custodia.
Como siempre los santos de ayer y de hoy nos enseñan cómo adorar la presencia del Dios con nosotros, encarnado, eucaristizado, hecho solidario de todos los niños a los que no se deja nacer.
«Bien pronto se manifiestan los beneficios de la llegada de María y de la presencia del Señor... Isabel fue la primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las facultades de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos. El niño saltó de gozo y la madre fue llena del Espíritu Santo, pero no fue enriquecida la madre antes que el hijo, sino que, después que fue repleto el hijo, quedó también colmada la madre» (De la exposición de San Ambrosio, Obispo, sobre el Evangelio de San Lucas Libro 2, 19. 22-23)
Qué hermoso conocer cómo una santa como Gianna Beretta que fue capaz de entregar su vida renunciando a que le aplicaran la quimioterapia, para no dañar a la niña que llevaba en su seno, veía también esa relación entre la comunión, la encarnación, entre la maternidad y el sacrificio, entre la adoración y la causa provida. Ella escribía en unos apuntes suyos:
Miren a las mamás que verdaderamente aman a sus hijitos: ¡cuántos sacrificios hacen, están prontas a todo, hasta a dar su propia sangre con tal que sus niños crezcan buenos, sanos y robustos! Y Jesús, ¿acaso, no ha mu**to en cruz por nosotros, por amor nuestro? Es con la sangre del sacrificio que se afirma y confirma en amor. Cuando Jesús en la Santa Comunión nos muestra su corazón herido, ¿cómo le diremos que lo amamos si no hacemos sacrificios para unirlos a los suyos, y así salvar las almas? ¿Y cuál es la mejor manera de practicar el sacrificio? La mejor manera consiste en adorar la voluntad de Dios todos los días, en todas las pequeñas cosas que nos hacen sufrir, y decir ante todo lo que nos sucede: “Fiat: tu voluntad, Señor!" Y repetirlo ciento de veces al día! (Cuaderno de los recuerdos durante los Ejercicios Espirituales, años 1945- 1946)
¿Estás implicado en la causa provida?
¿Rezas habitualmente por esta intención?
¿Te das cuenta de que detrás de cada niño Dios nos regala su presencia?

ALGO DEL EVANGELIO 02/10/2023

Comentario a Mateo 18, 1-5. 10

Buen día. Te habrás dado cuenta de que muchas veces, por decirlo de alguna manera, interrumpimos el hilo de los evangelios que traíamos, con diferentes fiestas o lo que también se llaman memorias. Y eso hace que escuchemos o leamos otro texto que no continúa con los anteriores. Es así: el año de la Iglesia, el año litúrgico, además de tener un sentido rector que recorre la vida de Jesús y también, incluso, poder seguir los evangelios de corrido; también tiene fiestas o memorias que nos van ayudando a comprender mejor, cada día más y cada año más, los grandes misterios de nuestra fe y, en definitiva, los misterios de la propia vida, de dónde venimos y para qué estamos. Por eso, aparecen fiestas de los santos, fiestas de los misterios de la vida de Jesús, fiestas y solemnidades de la Virgen y, como hoy, una memoria, que tiene un grado menor. Pero una memoria que nos recuerda, nos hace celebrar otro misterio. En este caso el de los ángeles, los ángeles custodios. Todo nos ayuda. Todo nos ayuda a comprender que nuestra fe no es una verdad abstracta, vacía, inconexa, aislada, sino todo lo contrario. Nuestra fe podríamos decir que es un organismo vivo, en donde todo tiene que ver con todo, en donde una verdad ayuda a comprender mejor la otra y, en definitiva, todas se descubren y se comprenden mutuamente desde la Palabra de Dios escrita y desde la vida y costumbres de la Iglesia a lo largo de los siglos. Y lo mismo al revés: cualquier error hacia una verdad de fe también toca a las demás.
Hoy es el día de los ángeles custodios. Es lindo que no nos olvidemos de invocar a nuestro ángel. No te olvides también eso que nos enseñaron a veces de niño, de poder reconocer a nuestros ángeles de algún modo, de hablarle, invocarlo y pedirle. Es una verdad de fe la existencia de los ángeles y, como lo dice Jesús hoy, es una verdad que todos recibimos un ángel para custodiarnos, para cuidarnos y conducirnos con su ayuda al cielo. Por más que algunos le busquen la vuelta e intenten negarlo, es una verdad que nos debería llenar de alegría. Dios nos ama tanto que, además de nuestra propia vida, nos regaló la vida de un ángel, de un ser espiritual más inteligente que nosotros, para que esté siempre a nuestro lado.
Y en Algo del Evangelio de hoy vemos cómo los discípulos están y van en otra sintonía, preocupándose de grandezas humanas. Jesús sintoniza –digamos así– la «radio» del Padre, de ser Hijo, de ser Hijo de él, de ser Hijo amado, de ser un Hijo obediente, que no busca ocupar el lugar del Padre, porque sabe ubicarse. Un Hijo que no quiere independizarse por «capricho», como nos pasa a nosotros; un Hijo que se siente siempre comprendido; un Hijo que no siempre comprende lo que el Padre le pide, pero elige obedecer hasta el final; un Hijo pequeño que depende y se siente sostenido por su Padre. Todo Dios que se hizo pequeño, se hace silencioso, aunque tiene todo por decir. No avasalla, no pasa por encima, no pisa cabezas. No se presenta como un «sabelotodo», aunque lo sabe todo. Al mismo tiempo, vemos a los discípulos –a vos y a mí– que sintonizamos a veces la «radio humana» de nuestros caprichos, de nuestros egoísmos, que por no mirar este modo de ser de Dios, por no contemplar a Jesús y cómo fue su vida durante su paso por la tierra –de este Dios tan sencillo–, seguimos escuchando las interferencias de nuestro corazón, que nos pide a veces otra cosa; que nos pide ser autosuficientes, aunque carecemos de mucho; que aparenta saber todo, aunque no sabemos casi nada; que no para de hablar, cuando muchas veces debe callar; que se agranda, cuando en realidad es pequeño y recibió todo de los demás y de Dios; que cree que todo lo puede, cuando en realidad no podemos ni siquiera a veces con nuestras propias debilidades. Así es nuestro pobre corazón, pequeño y sencillo, que se quiere agrandar y que no sabe ubicarse en esta vida.
Por eso, si podés, hoy rezá con esta escena del Evangelio: Jesús tomando un niño, poniéndolo en medio de los discípulos.
Mirá un niño, alguien que conozcas; o mirá un niño por la calle o mirá a tu hijo, o a tu hija, y dejá que Jesús te vuelva a decir estas palabras al oído y a tu corazón: «Te aseguro que, si no cambiás o no te hacés como niño, no entrarás en el Reino de los Cielos»; o sea, no vas a experimentar desde hoy, desde ahora, lo lindo que es ser hijo dependiente de un Padre que disfruta de ser Padre con todas las letras. Ser hijo es entrar en esta relación de amor, es entrar en el Reino, es entrar en esta familia linda de los Hijos de Dios; de los Hijos que quieren ser como el Hijo Jesús, vivir como vivió él. Si no cambiamos estas actitudes que nos hacen creer que no dependemos de nada ni de nadie –cuando en realidad dependemos de casi todo–, no podremos disfrutar del gozo que da el ser Hijo de Dios y vivir como Hijo de Dios.
Hoy te propongo y me propongo que miremos a un niño y nos dejemos decir al oído esto por Jesús pensando que nuestro corazón tiene que ser así, como el de un niño. Se puede, pidámoslo con fe. Nuestro ángel custodio siempre está ahí para ayudarnos.

ALGO DEL EVANGELIO

ALGO DEL EVANGELIO 01/10/2023

Comentario a Mateo 21, 28-32:

¿Te imaginás un mundo en donde todos seamos hermanos de verdad y no de palabra, y en donde todos nos sintamos hijos de Dios? ¿Te imaginás un mundo en donde todos elevemos nuestros corazones a nuestro Padre para decirle que lo necesitamos de verdad y en donde nos amemos de corazón, con libertad, sin miedo, sin imposiciones, sin obligación, sin culpa y solo con un amor desinteresado? ¿No crees que ese es el sueño de Dios Padre para con cada uno de nosotros? ¿No crees que ese será el mundo venidero, aquel mundo que deseamos en el corazón? A veces yo lo pienso, a veces lo sueño. Porque soñar lo que sueña Dios hace bien, porque uno entra en la misma sintonía de él, uno se «engancha» –por decir así– en la misma onda, y entonces todo cambia y el espíritu de algún modo se renueva. ¿Te imaginás una familia, una comunidad, un barrio, un país, un mundo, en donde el domingo sea verdaderamente un domingo, el día del Señor? ¡Qué lindo sería! ¡Qué maravilla sería comprender que el reunirnos en comunidad un domingo para celebrar la santa misa, para rezar juntos, es de alguna modo como ese deseo que tiene tu papá y tu mamá de que se reúnan todos sus hijos a comer juntos para seguir descubriéndose mutuamente, para amarse! Ir a misa tiene algo de eso. Es reunirse a escuchar y alimentarse. Es alimentarnos de lo que nos dice Jesús; es alimentarnos de su Cuerpo y de su Sangre, para seguir caminando, para nutrirnos de lo que nos hace vivir mejor. ¿Pensaste alguna vez qué siente tu papá y tu mamá si ellos te esperaban con la mesa servida y no fuiste? ¿Pensaste alguna vez qué sentiría tu papá y tu mamá si ellos te esperan con la mesa servida y vos elegís hacer otra cosa olvidándote de tanto amor? ¿Qué sentirá nuestro Padre Dios y Jesús si elegimos otra cosa y lo privamos de nuestra presencia en la comida de cada domingo? ¿Qué sentís vos?, ¿te da lo mismo?
Algo del Evangelio de hoy tiene que ver con el del domingo anterior y tiene que ver con esto que estamos diciendo. En el fondo, tiene que ver con el modo de entender y vivir nuestra relación de hijos. Jesús cuando tenía que decir algo profundo, lo decía sin pelos en la lengua, como para que nos quede bien claro y no le demos tantas vueltas. Antes que nada, te recuerdo que la parábola de hoy continúa con la del domingo pasado, está en sintonía, en donde Jesús les quería hacer entender a los que se «creían» los primeros y despreciaban a los considerados «últimos» que la ecuación no es tan matemática o, por lo menos, tan lineal, como a veces creemos o pensamos. Pero lo de hoy es más fuerte todavía, te diría hasta que es terrible para aquellos que escuchaban lo que hoy dice Jesús. ¿Prestaste atención?
Te voy a repetir una frase que no podés olvidártela jamás: «Les aseguro que los publicanos y las pr******tas llegaran antes que ustedes al Reino de Dios». ¿Te das cuenta de la fuerza y de lo chocante que pueden resultar para aquellos que se creen primeros estas palabras? ¿Te das cuenta de lo que significaba decirles a los sacerdotes en ese momento semejante verdad? Ahora… no hay que ser sacerdote para considerar que esto también puede cabernos a cada uno de nosotros. No hay que ser una pr******ta o un corrupto, como lo eran los publicanos, para considerar que Jesús nos puede también estar hablando a nosotros. Porque siempre el riesgo de «creerse» el primero está latente, y ese riesgo nos puede llevar a terminar siendo los últimos. O también el riesgo de decir que sí, convencidos, y después no hacer la voluntad de nuestro Padre. Ese riesgo es de todos. Y lo mismo podemos decir al revés. El convencimiento de creerse los «últimos» y vivir como excluidos de la gracia, del amor, olvidándonos que Jesús siempre nos dará una oportunidad hasta el final de la vida o la posibilidad de haber dicho que no al principio, de habernos rebelado y finalmente terminar siendo hijos obedientes, es de todos también esa posibilidad y todos tenemos esa posibilidad.
Todos corremos el riesgo. Todos podemos ser superficiales y pensar que ser buenos hijos es decir rápidamente, sin darnos cuenta, sin discernir, sin pensar, y caer en una respuesta superficial, por temor, por culpa, por costumbre, incluso por tradición, por el qué dirán y por tantas cosas más. Pero en el fondo no somos hijos, no lo hacemos como hijos, no lo hacemos por amor, no amamos con libertad. ¿No te pasó alguna vez? Cuidado con esa religiosidad por superficial, con la fe de «barniz», con la espiritualidad de «salón» –como se decía por ahí–, pero que no es profunda, no es real, no es la de hijos libres.
Todos tenemos la posibilidad de ser primeros para Dios, aun cuando en realidad nos comportemos como los últimos. Todos podemos ser considerados últimos para los demás, aun cuando huimos de Dios muchas veces y nos perdimos en el pecado, en el egoísmo, en el materialismo, en la ambición, en la se*******ad, en un mundo sin Dios, sin Padre. Todos tenemos la posibilidad de decirle que sí, si alguna vez le dijimos que no. ¡Qué buena noticia! Tenemos la posibilidad de decirle que sí. ¡Qué lindo que es saber que, hasta una pr******ta, hasta el más corrupto de los corruptos, hasta el peor de los peores, tiene la posibilidad de arrepentirse y decirle que sí al Maestro para convertirse en un hijo más, en un santo! ¿No te alegra esta verdad? ¡Qué lindo que Dios sea tan bueno! Pero qué triste a veces cuando los hombres somos hijos, pero superficialmente, no somos de corazón y, en definitiva, no somos tan hermanos. ¿Te imaginás un mundo en donde vivamos como hijos y nos comportemos como hermanos? Yo todavía sí.

ALGO DEL EVANGELIO

28/08/2023

👏 GUANAJUATO CONTRA LOS NUEVOS LIBROS DE TEXTO 🇲🇽📚

“Educación sin adoctrinamiento”

📸: Periódico Am 📰

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01/03/2023

«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa…» (Ap 3, 20). A veces pienso que cuando voy a orar soy yo quien toco a tu puerta Señor, porque Tú mismo nos has dicho; “tocad y se os abrirá”; pero hoy quiero detenerme en la realidad de que Tú también tocas a mi puerta, quiero abrirte mi mente, mi corazón y mi alma en esta oración, dejarte pasar y escuchar lo que hoy quieres compartir conmigo en esta oración.

27/02/2023

Día 5 de los 40 días por la Vida
Que la verdad del juicio final determine nuestros pensamientos, prioridades y opciones aquí en la tierra.
“Ciertamente, les digo que en cuanto lo hicieron a uno de los más pequeños de mis hermanos, me lo hicieron a mí”.
—Mateo 25 🙏🏼💙
**tozero

15/02/2023
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