Poemas, sonrisas de un dolor.

20:07

Ya no quedan crayones para disimular el cielo grisáceo. Ni curitas que cubran las tormentas sin luz…
… quedan un par de velas, para leer las últimas páginas intonsas del libro inviolable, y una regadera blanca y azul frente a la estéril tierrita donde llora un laúd.

Andrés Tabeira

06:56, en el sillón

Los primeros rayos de sol, haciendo retroceder la noche; las avecillas festejan cantando, la llegada de la rosácea aurora.

Por las veredas se oyen ruidosas oleadas de estudiantes, corriendo rumbo a sus clases, y dentro de un hogar, en la sala de estar, una mano trémula sostiene una taza de café, cuyo v***r se escabulle frente a unos ojos ambarinos.

- ¿Una mañana como las de siempre? - Se preguntaba mientras se hacía la hora.

Eran en sí mismos, el sonido del pensamiento.

- Los sueños más bonitos, se abren en flor cuando aprendemos a pensar en ellos. - Susurró en el silencio, creyendo en imposibles.

El tic tac del reloj se hacía furioso, presuroso, casi hostil. Solo un pensamiento más recorrería su mente antes de volver al mundo

- cuánta virtud tener la voluntad de quitarnos las cadenas, para festejar junto a las aves, el comienzo del día nuevo, y vivir la aventura del incierto atardecer-

Andrés Tabeira.

Qué turbado el espíritu encerrado en un hogar, perdido, buscando refugio en pantallas…
… cuando la dulce vida estaba en recordar el libro y la naturaleza, que son para el alma lo mismo que para el árbol, el agua y el sol.

Tristitia.

¿Cuándo dejaron de titilar las estrellas?
¿Dónde quedó tu sonrisa, mi dicha, nuestro mutuo y risueño anhelo?

¿Cuándo se apago la luna?
¿Dónde está aquel plateado lugar donde solo podíamos estar tú y yo? Y ahora a veces uno, en ocasiones el otro, siempre extraviados en un rincón tan oscuro.

¿Cuándo callaron nuestros sueños?
¿Dónde quedó el arpegio de nuestros deseos?

El mundo está roto,
no sé dónde estás.
No encuentro caminos,
solo sombras, y luces malas.

Andrés Tabeira.

Si el mundo un diccionario tuviera, en cuyas páginas descifrar el misterio…

Si el tiempo tuviera una llave que abriera la puerta para sonreír diferente…

Pero la vida solo tiene un lienzo, donde cada trazo es para siempre, una amargura o un feliz encuentro, una memoria de miel o amargura.

Y la gente… ¡la gente siempre cree saberse juez y verdugo de los lienzos ajenos, como si tuvieran todos los diccionarios y llaves para entender la complejidad de vivir como humano.

Si cuando uno escribe, otro contestara, los poetas no estarían tan solos, y escribirían pensando que alguien además de leer, tiene ganas de entender.

Quiero decir que, es triste escribir durante la mitad de la vida, sin un hola, un quizá o un por qué.

Cuando el arte habla, el alma y el corazón se expresan. Qué triste que quienes rodean al artista, ignoren ese espejo, no entendiendo así a quien ruega en tinta, por ser comprendido.

…porque a veces se ignora el dolor, frustración y angustia, por la autarquía que en lugar de gritar, huir, esconderse o llorar, expresa su ser en ignorado arte…
… anhelando un ápice de compasión y empatía.

Andrés Tabeira

Hay quienes se ofenden porque ha soplado el viento, o ha salido el sol, o porque han de respirar para vivir.

El ofendido se agranda, transforma en volcan que ruge y quema, en tormenta impetuosa que sopla, hiere y destruye. Pero después se vuelve pequeño, y mira por sobre el hombro aquello que ha deshecho.

Cuánta virtud sea estando enojados y/o ofendidos, saber escuchar, tomar un té y pensar.

Andrés Tabeira

En el amor de amigos y pareja, pueden haber cien motivos para llevarse mal, pero hay tantas sonrisas para no enojarse, enseñándonos a empatizar, entender y comprender.

Porque, después de todo…
… nosotros elegimos esos vínculos. Y si han de acabar, han de ser en equipo, con el querer y el cariño con que inician, y el amor que consolidaron. Y si han de continuar, han de regarse cada día con la paciencia y el saber que los vínculos son como los árboles: al inicio débiles y endebles, pero cada día más fuertes.

Puedes retratar el alma humana en poesía, denunciar su sentir y pensar en una novela, buscar su más alta expresión en una tragedia o comedia clásica…
… pero entenderlo ¡jamás!

Ha muchos años un niño, tirado sobre la hierba, mirando hacia el cielo entre los resquicios que dejaban las ramas de los árboles, le preguntaba al infinito si quería escuchar sus poemas y entender sus llantos.

Lo cierto es, que el niño no tuvo respuesta. Tiempo después le preguntó a la luna, si podía en ella hallar un lugarcito para descansar, mas no lo encontró.

A la mañana, al sol le rogó para no morir de frío, y por compasión y suerte, sobrevivió. Otro día rogó a la lluvia para que se llevara sus lágrimas, pero a cambio, silencio recibió.

El niño hipotecó sus sueños, para que no se llevaran su vida y esperanza. Vendió su voluntad, su fe, para pagar al mundo por mantener viva la vela de la ilusión. Pero el tiempo pasó, y no hubo nada más que dar.

Cuando solas y desamparadas estaban la esperanza y la ilusión, un leve viento sopló, y nada quedó.

Andrés Tabeira

En la inmediatez, dos renglones son demasiado, una foto es esperada, dos palabras son suficientes.

En la velocidad, la poesía viste de bikini, y la anticuada, esa que tiene letras y más de tres versos, es el vino añejo de unos pocos. Y para aquellos que no beben, es una tibia melodía.

En la líquida realidad, los corazones que no visten a la moda, son olvido y papel mojado.

Andrés Tabeira

Poeta de canciones mudas, lágrimas dormidas, sonrisas calladas, y esperanzas apagados…
… allá donde el sol calla hay quizá un lugar donde descansar.

Poeta extraviado, extranjero en Tierra extraña sin lectores, allí donde la luz no llega, podrías dormir para siempre.

Muerte, olvido, normalidad…
… cuna de los cobardes, opio del triste sin consuelo.

Oh poeta. Qué difícil es compartir tu castigo y virtud.

Andrés Tabeira

Paciencia

Virtud esquiva y amiga,
abres los sueños en flor
en las noches muestras fulgor

Te escondes al reclamo,
en libros, razones y amigos
nos vuelves a todos, tus mendigos.

Te muestras altiva, huyes esquiva,
cambias tus nombres,
ríes de los hombres.

Juegas a la atrapada,
siendo la mejor dotada.
¿Dónde estás, querida?

Andrés Tabeira.

Imaginación.

Sobre el pasto, en la pequeña loma, estaba el Sr Serdna. A su alrededor, a algunos metros, se dibujaban baldosas entre piedras y adoquines.

Intermitentemente, algún roble alzaba su tronco orgulloso, abriendo frondosos sus brazos al cielo, regalando su sombra y ofreciendo sus ramas como hogar.

Los pájaros cual al reclamo, allí se posaban, entonado canciones de verano mientras Serdna, disfrutaba de aquella paz.

Aquel parque peculiar, tenía sobre sí, un cielo diferente. Nubes de papel, tinta, cincel, y un sol hecho de maché multicolor.

Ese hogar sin lugar, era el refugio sin voz, de un loco soñador.

Andrés Tabeira

Y tantos años, aciago, frente a los espejos, sentía como el dique de la conformidad era desborado por aquello que no tenía.

Los ojos que no eran color cielo, el cabello ajeno al color del sol, el cuerpo fallido por su escultor. Siempre, desde la pupila, pasaba mi mirada a través del qué diran, para que el espejo me contestará que a eso que quería, no llegaría jamás.

¿Y qué buscaba? La perfección, la soñada invención de la televisión, la propaganda y la poesía. Quería ser aquel que por sus méritos, alguien reconociera, y en el intento, guardaba los logros en pos de aquellos que no llegaban.

Oh gran daño es vivir siendo esclavo inconsciente del qué dirán…
… y yo, treinta y dos años con la frente avergonzada ante la mirada inquisitiva del qué pensarán.

Ciego, sordo y mudo a la realidad, día a día frente al espejo pensando en el jamás. Pero hoy, quizá hace meses, algo cambió.

Mi reflejó me conformó. Eran los mismos ojos, cabellos, con peor cuerpo que aquel que no me
acomodaba años antes. Es difícil explicar cómo abrí mis ojos, como comencé a escuchar y poder hablar, para expresar que me gustaba, sin culpa, sin miedo…
… pero sé que toda la virtud, está en una mujer.

Tamara, una mujer soñada, sin par, luz y espejo del arte, la mejor obra del Cielo, hecha con todo lo hermoso que hay sobre él y sobre la Tierra, fue quien me enseñó.

No sé explicar cómo lo hizo, aunque lo entiendo. Ella rompió los espejos, y me ofreció su mirada, donde ella era feliz, y yo me espejaba alegre. Cuanto más ventura y dicha ella sentía, más hermoso me veía.

Ella, todo de mí elogiaba; al principió ni veía, no podía ser, pero un día ella me devolvió este reflejo dibujado en una foto. Y me vi… finalmente me gusté.

Gracias, Tamara.

Siembras, plantas, trabajas del ánimo la tierra, con tonos dulces, palabras sosegadas, y trocitos de afecto.

Riegas, riegas amor mío, y por sobre el pecho, asoman las flores, pues la alegría, comprensión, amor y compasión, alimentan mi espíritu.

Gracias, por convertir un vasto páramo, en un sendo jardín, de vida, flores y alegría.

Andrés Tabeira.

Pesadillas.

Mientras dormía, la noche se cernía oscura y sombría sobre él, sumiéndolo en inquietantes pesadillas. Tras cada aterradora visión, emergía de su sueño con el sudor perlado en su pecho y su corazón palpitando desbocado, hasta volver a caer en el espanto.

En la primera pesadilla, su mundo se derrumbaba, parecía que la confianza que tenía, se hubiese desvanecido entre sus dedos como neblina y arena. La incertidumbre lo envolvía como un manto oscuro y la angustia le impedía encontrar paz en aquel espantoso mundo sin ella.

La segunda, cual voraz tormenta, mostraba a su amada abandonándolo por el hastío que había surgido en su corazón, como si la intensidad de su amor fuera una llama que, sin querer, había quemado sus raíces.

En la siguiente, una sombra siniestra se erguía entre ambos, robando de ella sus sonrisas y sus miradas, aniquilando de él su esperanza del para siempre, desvaneciendo su mundo en la distancia.

La última: un abismo insondable, infranqueable y carente de esperanza, se pronunciaba bajo sus pies, dividiéndolos, para que él no pudiese darle, lo que ella anhelaba

A través de las estaciones de sus sueños, el hombre de treinta y dos años vagaba en el laberinto de sus emociones, donde la desesperación tejía sus redes y abrazaba con tenacidad. Cada pesadilla dejaba una huella indeleble en su alma, como un tatuaje que atestiguaba su tormento interno.

Al despertar finalmente del oscuro trance de sus pesadillas, el hombre se encontró aferrado a la realidad, anhelando que su amor fuera la roca sólida que lo mantuviera a flote en las aguas turbulentas de la vida. Con el amanecer, comprendió que debía enfrentar sus miedos y luchar para evitar que sus temores más profundos se hicieran realidad.

Andrés Tabeira.

Encanto.

A veces miro a Tamara, y es una obra de arte, atravesada por un aliento de vida y un regalo de esperanza.

La miro, es mi felicidad, con ojos de miel, perlas en su sonrisa, y los rizos más bonitos que jamás haya visto.

Cuando la escucho, es como la melodía del océano, y la brisa acariciando las hojas y flores. Su voz es mi sosiego, la concordia de mi corazón.

Si su mano roza mi rostro, asoma a mi pupila, una lágrima, pues es un sueño en mi realidad, un milagro de color en un mundo de sombras.

Las veces que sus labios se unen con los míos, palpita mi corazón, florecen formas maravillosas, tintes nuevos, y mariposas multicolor.

Tamara es, la melodía que mueve mi alegría, el candor y calidez de mis mañanas, el sol que baña mis días, la magia de mis noches, la hechicera de mis sonrisas.

Andrés Tabeira

Dedicado a Tamara Blazevic

Había una vez un joven llamado Iguy Otom, quien se encontraba profundamente enamorado de su novia, Lily. Desde el momento en que sus miradas se cruzaron por primera vez, supo que ella era especial y que su amor sería eterno. Iguy era un hombre romántico y apasionado, y cada día hacía todo lo posible por demostrarle a Lily cuánto la amaba. Sin embargo, a pesar de que ella también expresaba su amor por él, Iguy siempre sentía una sombra de melancolía rondando su corazón.

Iguy dedicaba su tiempo y esfuerzo a Lily. Le enviaba flores, le escribía poemas y la sorprendía con pequeños detalles. Pero a pesar de todos sus gestos de amor, Iguy siempre tenía la sensación de que Lily no sentía lo mismo que él. A veces, se preguntaba si ella era capaz de amarlo con la misma intensidad y pasión que él sentía por ella.

Un día, Iguy decidió planificar un encuentro especial con Lily. Habían pasado una semana entera sin poder verse debido a sus ocupaciones, y él ansiaba desesperadamente su compañía. Había organizado todo meticulosamente para pasar dos horas juntos, en un lugar tranquilo donde pudieran disfrutar de su amor sin interrupciones.

El día llegó y Iguy estaba lleno de expectación y emoción. Había preparado un picnic con todas las cosas que sabía que a Lily le gustaban: su comida favorita, una manta suave y una botella de vino especial. Sin embargo, cuando llegó al lugar acordado, no vio a Lily por ninguna parte. El corazón de Iguy se hundió en tristeza y melancolía. ¿Dónde podría estar ella?

Después de esperar un tiempo, Iguy decidió llamar a Lily para preguntarle qué estaba pasando. Para su sorpresa, ella contestó y le explicó que había decidido ir a ver a un amigo que estaba pasando por un momento difícil. Iguy se sintió desolado. Había esperado durante una semana entera para pasar unas pocas horas con ella, y ahora se sentía desplazado por un amigo.

Iguy luchó por contener las lágrimas mientras hablaba con Lily. Le expresó su decepción y tristeza, pero ella parecía no entender completamente por qué su acción le había afectado tanto. Le aseguró que su amigo necesitaba su apoyo y que solo estaría fuera por un par de horas. Sin embargo, para Iguy, esas dos horas eran todo lo que había anhelado durante toda una semana.

Después de colgar el teléfono, Iguy se sentó en el prado solitario, rodeado de los elementos que había preparado con tanto amor para compartir con Lily. La melancolía se apoderó de él y sintió un profundo dolor en su corazón. Se preguntaba si su amor por Lily era desequilibrado, si él la amaba más de lo que ella lo amaba a él. Dudas e inseguridades comenzaron a nublar su mente.

El tiempo pasaba lentamente mientras Iguy se perdía en sus pensamientos melancólicos. Reflexionaba sobre si su amor inmenso era un error, si él era defectuoso o simplemente tonto. La tristeza parecía consumirlo por completo, y se preguntaba si valía la pena sentir tanto amor si solo le causaba dolor y sufrimiento.

En medio de su desesperanza, una brisa suave acarició su rostro y una voz interior le susurró al oído. Era la voz de la razón, recordándole que el amor no siempre es equilibrado y que cada persona tiene su forma única de demostrarlo. Quizás Lily no expresaba su amor con la misma intensidad, pero eso no significaba que no lo amara en su propia manera.

Entonces, Iguy se levantó del prado, decidido a liberarse de sus inseguridades y abrazar el amor que sentía por Lily. Reconoció que su capacidad de amar profundamente era una virtud y no un defecto. Se prometió a sí mismo que no dejaría que la melancolía dominara su relación, sino que encontraría la felicidad en los momentos que compartían juntos, sin esperar a que todo fuera perfecto.

Inspirado por esta revelación, Iguy decidió expresar sus sentimientos a través de las palabras. Se sentó en el prado, tomó un papel y una pluma. Sus dedos se movían con gracia mientras componía un soneto, un regalo para Lily.

Con voz apasionada y una mirada determinada, Iguy recitó:

En tus ojos, reflejos de la aurora,
se esconde el misterio de nuestro amor,
y aunque mi corazón sufra y llore,
en ti, mi dulce amada, encuentro calma.

Siempre temí amar de tal manera,
que el desequilibrio fuera mi cruz,
pero hoy comprendo, en mi serena angustia,
que es bello amar sin medida ni excusa.

No importa si tu amor es diferente,
cada latido mío te lo entrega,
en cada instante que a tu lado siento.

Así, en tus brazos encuentro mi hogar,
y aunque el viento sople con melancolía,
mi amor por ti, eterno, nunca cesará.

Al concluir su poema, Iguy se sintió renovado. La melancolía había sido reemplazada por un profundo amor propio y una comprensión de que cada persona ama a su manera. Estaba listo para compartir su soneto con Lily, transmitirle que, aunque su forma de amar fuera diferente, su amor por ella era inquebrantable.

Con el soneto en la mano y una mirada melancólica, Iguy contempló las dos horas perdidas, como lágrimas de cera. Sintió un amargo pesar en su corazón, pero también una determinación inquebrantable. Sabía que debía superar sus miedos y encontrar la fuerza para amar sin restricciones, incluso en los momentos más difíciles. Prometió a sí mismo que nunca más permitiría que el tiempo perdido empañara su amor, y se dispuso a construir un futuro en el que cada minuto compartido fuera una celebración del amor que los unía.

Inclemente tiempo,
relojes rotos,
minutos tempestuosos.

Exigente minutero,
todo pasa volando…
…y el corazón vuela ¡vuela!

Voluble, leve vivir,
tareas eternas,
Te amo, fugaz

Segundero amoroso,
Trabajar, estudiar,
dormir, anhelar.

Cuelga corazón,
sobre agujas de reloj.

Exigente trabajo,
amor desvelado,
Párpados caen.

Es mañana,
hay que despertar…
… no pensar,
No sentir.

Andrés Tabeira