ice fangs

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BACK TO 이 밤하늘의 별은 나 하나뿐이야. 나는 당신의 밤을 밝혀줄 유일한 사람이 되고 싶어요. IT HAS TO BE ME, YOUR ONLY STAR.
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Diciembre época que a la mayor parte de la población mundial le fascina, no existe excepción, el níveo paisaje se torna el centro de atracción, y solo en pos del gusto turístico, la tradición vuela por los aires pulcros de las ciudades, por sobre las montañas nevadas y por los techos de los hogares humildes (y no tanto), no pierde a nadie, en absoluto, se lo lleva todo en un efímero soplido.
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Si se detalla más a fondo, puede notar cómo se encienden las esferas estelares para dar inicio a un espectáculo crucial que, dependiendo del avance de quien lo conduce, quienes espetan con grandes expectativas y el asombro plasmado en los rostros caerían por un nuevo encuentro que les arrope lo más recoveco del alma, sustituyendo a un par de tragos de bebida caliente.
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En aquel centro, en donde las luces prende llamas por toda superficie, se inaugura un show emblemático, en el que él, el único muchacho capaz de avanzar a más de cinco finales consecutivas durante el año, en los torneos nacionales más populares y aclamados por la gente de aquí, llevándose cada victoria al finalizar su entrega que repara llanto y amargura, e inconscientemente dando clemencia a los seguidores.
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Él de un porte sofisticado, de escultura inverosímil y personalidad ejemplar, demasiado joven como para estar parado en un escenario venerable, y del que se cree ser indigno, su emoción captura la fuerza de arrebatamiento por desistir, domina y persiste, uniendo un lazo entre la valentía y el temor. Así es como se queda para dar un discurso que siquiera preparó.
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Sin embargo lucha mentalmente por hacer lo más digno posible, su afín el mensaje que desea entregar. Sus padres lo observan con el orgullo hundido en los iris. Y pese a que no se convence de ser reconocido, él está ahí para ofrecer de lleno su don artístico.
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Herencia de sus antepasados, en los destellos de tonalidades verdes, es tan inmenso el cariño que emerge de la punta de sus cabellos hacia la punta de sus pies, que no sería el tipo de persona que destruyese los sueños de los que descansas entre las nubes, posados en un mundo fantástico, del que se sostiene cada vez que pide consuelo.
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Amando su talento a una temprana edad de cinco años, se concentra en ese recuerdo, el más querido, el más amado, el que como de costumbre tiende a atraerlo a sí, por cada víspera de navidad, un regalo que de los cielos recibió, y responsable se hizo encaminándose a un revuelo de aprendizaje y disciplina.
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—¿Estás listo, pequeña estrella boreal?
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Ese que habló incrementa la fe que le tiene reflejándosela con un sutil palmoteo en la espalda. El chico lo reconoce como su maestro eterno, lo ha estado acompañando durante toda una década, y le ha inculcado los mejores trucos. Su sonrisa cándida le da una postura libre, sencilla y confiable, extremadamente vivo como para contagiar los campos con otras sonrisas.
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Bastó un asentir de cabeza para evidenciar sus sentimientos. Por el momento no se ha entallado su traje de marfil, ni sus patines, pero ha pulido ese apegó irreparable que experimenta previo a su demostración.
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Ahí la realidad obtiene un segundo papel si es que se piensan en la festividad que roba suspiros desde niños a adultos, la flecha de la estrella de norte apunta a los ángulos perfectos disparando su gélido y enigmático poder a toda especie, y el coreano está listo.
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