𝗦𝗨𝗕𝗪𝗔𝗬 𝗕𝗢𝗬

🍂 —SELCOUTH !
그리고 재치 있는 것을 담기 위한 약간의
공허함을 채울 작은 가사
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Sara Lin es un persona sumamente rara. Tanto que solo puede sonreír de manera disimulada cada vez que la observa caminar entre los pasillos.

Es un tanto caótica. Otro poco descuidada consigo misma. Y a veces suele ser un poco fascinante. Pero no lo dice en voz alta. Es algo que guarda dentro de su propio corazón para no compartirlo con otros. Hacerlo implica que los demás puedan ver lo maravillosa que ella es. Y aunque suena bastante egoísta, prefiere continuar de esa manera.
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—¡Oliver! —exclama la pelirroja con esa sonrisa que jamás se aleja de sus labios. Él solo puede saludar bajo esa capa de seriedad que siempre lleva encima. Es el único recurso que puede usar contra ella para no dejarle avanzar más. Se ha incrustado dentro de su corazón con una inquietante facilidad. Y tiene miedo, aún cuando no quiere reconocerlo.
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—Te veo en un rato más para la tutoria. —menciona tranquilamente. Evita mirarle a los ojos. No quiere perderse en ellos. Y no quiere caer ante esa pelirroja. Se niega a verse envuelto en el universo de Sara Lin. Pero es demasiado tarde. Tan tarde como para sentir el brincoteo dentro de su propio corazón cada vez que se encuentran.
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—Me parece perfecto. —lanza ella con esa sonrisa capaz de iluminar una habitación entera. Y puede notar como su cabello ha crecido unos cuantos centímetros más. Incluso, sus labios llevan un poquito de brillo. Es inevitable no perderse en cada gesto de ella. O en su vocecita que suele inquietarle cuando la tiene cerca.
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—Te veo a las cuatro. —se despide con rapidez. Y parte a otro punto de aquella escuela para perderla de su vista. Sara Lin es sumamente caótica. Pero de ese caos que no puede alejar. De ese brutal caos que quiere continuar observando de cerca.

🍂 —NOCHE ESTRELLADA!
그리고 재치 있는 것을 담기 위한 약간의
공허함을 채울 작은 가사
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Se había convertido en un hábito. Uno que no le molestaba. Que no asfixiaba. Un hábito de esos que realizaba con suficiente gusto mientras intentaba sacudirse las ideas que surcaban su mente de vez en cuando.
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—¡Chico del metro! —saluda Sara Lin mientras él sonríe solo un poco antes de responderle.
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—¿Tenías mucho rato esperando? —cuestiona con su habitual curiosidad. Solo niega ante ello. La verdad es que sí tenía largo rato esperando por su llegada, pero esa era una de las tantas cosas que no iba a admitir de manera frontal. Ella solo vuelve a sonreír mientras sus ojos se hacen más pequeños.

Era inquietante la manera en que Sara había ingresado a su vida. La forma en que terminó arrasando con cualquier rastro de cordura que habitaba en él. Y paciencia, sobretodo, eso último. Era increíble como se había colado entre las rendijas de su corazón para instalarse sin un aviso previo.
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—He traído galletas... —murmura despacio a la par que extiende un platito. Oliver las observa solo por un instante, poco después, estira su mano para tomar una de ellas mientras agradece el gesto amable de Sara.
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—Yo no he traído algo. —menciona con absoluta honestidad. Y ella solo vuelve a reír. —No es necesario, solo las traje porque te hice esperar un poquito más de lo usual. —explica de forma inmediata. Y en ese momento, Oliver nota que ha sonreído más veces de lo habitual. Que ese gesto solo aparece cuando está junto a ella. Y que sin duda alguna, le está haciendo estragos dentro de su propio corazón. Niega un par de veces ante esa oleada de pensamientos. Y sólo vuelve a mirarla.
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—El cielo está realmente hermoso. —murmura Sara Lin mientras clava sus ojos en el manto estrellado que los cubre esa noche. —Bastante hermoso. —agrega él. Y está demasiado claro que no habla de ese cielo. Más bien de Sara. De esos dulces gestos que hace con sus labios. De la forma en que sus ojos observan con atención cada pequeña estrella.

Puede ver algo de estrellas brillando en sus ojos.
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—Esto de mirar el cielo contigo es algo agradable. —la voz de Sara lo devuelve a la tierra. Solo termina asintiendo a las palabras dichas.

Y está vez, mira el cielo estrellado. Pero aún así, la belleza de ese lienzo no se compara en nada con la pelirroja.
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Se ha convertido en un hábito mirar el cielo junto a Sara Lin cada noche. Uno que no pudo frenar aún cuando su corazón se encuentra en juego. Y no importa si este termina quebrandose en cientos de pedazos, es feliz con poder mirarle. Con charlar largas horas mientras comparten sus visiones de la vida. O mientras le habla de esa musa a la que lleva anhelando desde hace tanto tiempo.