Confesiones de mentiras

Confesiones de mentiras

Personal independiente intrépido

13/05/2024

"A mí me pasó por bailar
muchas horas seguidas que una luz vino a espantar mi pena.
No la hizo irse, pero la convirtió en amor. Un amor enorme
por toditas las cosas que odiaba. Un amor malvado"
Chamanes eléctricos en la fiesta del sol

12/01/2024

Eran las 9 de la noche, fuera una brisa sopla lentamente y bambolea la copa de los árboles desnudos por el otoño.
Ella, eligió finalmente el vestido verde malva. No era demasiado corto y el escote le presentaba un refugio confortable, se había pasado toda la vida detestando las miradas indiscretas de la gente, que nunca la miraba a los ojos al hablar.
Él entró al bar, ella estaba bellísima. Sus ondas color café caían despreocupadamente por sus hombros lo que le daba un aire romántico.
La conversación fluyó entre ellos, como si se conocieran de toda la vida, pero se perdía en giros superficiales y en anécdotas comunes.
Finalmente la velada terminó y él se fue con la idea de que era una mujer igual a las demás, que no renegaba de su origen de pueblo pequeño y convencional, resignada a repetir la figura de la esposa y la madre irreprochable.
Ella por su parte esperaba mucho más de esa noche, llego a su habitación, se quitó el vestido, aflojó el cilicio de su pierna y sirvió una copa de vino. Cogió de su mesa de luz su juguete su preferido.
No iba a desperdiciar su ropa interior de encaje negro, i wanna be yours, sonaba de fondo, sus gemidos ahogados comenzaron opacar la melodía.
El vino finalmente se derramo.

26/12/2023

Fragmento de "El ómnibus de los olvidados"
"Hoy miro a mi yo de 17 años entrando un martes cualquiera a clase, tocaba literatura. La profesora Olivera con sus ademanes algo torpes y su cara demasiado expresiva llenaba el salón, con su voz de armonía cuando leía. La literatura la morfoseaba, perdía por un rato su sesgo de tristeza y nos dibujaba en cadencias una fila se personajes que nos mantenía atentos por primera vez en toda la jornada."

11/01/2021

Siempre quise escribir, cautivar a lectores, traspasar líneas, pero nunca tuve el valor de hacerlo. Cuando uno escribe deja entrever algunas sombras personales que te vuelven vulnerable. Ella es una mujer que de un día a otro despertó y se arriesgó a dejarlo todo, en estas páginas la acompañaremos en sus viajes por el mundo conociendo diferentes realidades, sensaciones y paisajes hermosos, encuentros inesperados que la transformarán.

Primera verdad

Tengo 30 años, si 30 años. A veces me cuesta reconocer que no soy todo lo que esperaba a esta edad. A veces, me entristece la idea: ¿qué diría mi yo de 15 años si me viera ahora?

¿Por qué esta edad? Todavía recuerdo a Laura, mi profesora de literatura entrando como todos los martes al salón de clases, llena de su dulce voz, sus ademanes un poco torpes y ese amor por los libros que se le derramaba de los ojos. Ese martes nos presentó la siguiente tarea: “En breves o no tan breves palabras describe como crees que serás o será tu realidad dentro de 15 años” y yo, llena de expectativas y sueños que hoy ni siquiera entiendo, volque en esa hoja en blanco todo un mundo perfecto, deseable, armónico y feliz. Donde a mis 30 años estaría casada, tendría a mi primer bebé, mi casa estaría perfectamente decorada y tendría una enorme biblioteca llena de libros, pues a esa edad ya sabía que quería ser profesora de literatura.

Miro a mi alrededor y no entiendo como llegue hasta aquí. Estoy en un tren, no hay rostros familiares, no hay música de fondo esperanzadora y por la ventana no está cayendo una tibia lluvia que simbolice la limpieza que estoy a punto de empezar en lo que podría llamar: mi vida.

En el baúl de carga tengo mi única maleta, la cual no tiene más que un par de libros viejos, algunas prendas de vestir y la cadena que nos ata a todos hoy en día, el cargador de mi móvil.

Acabo de abandonar todo lo demás seré breve, lo prometo.

A mis 30 estaba atascada en una relación que solo me producía seguridad económica y social, pero que era tan insulsa como un café con tres gotitas de edulcorante. Nunca había terminado mi carrera como profesora, y mis tardes se sumían en el tedio de la radio de las 4 de la tarde. No tenía más familia o amigos que mi gata lulú y la única situación emocionante que recuerdo es ir a comprar verduras en la tienda nueva de la esquina y escuchar como un músico callejero entonaba una melodía hermosa con su violín, que me llego hasta el alma. En ese instante juro que algo se rompió.

Por primera vez me vi sola, arruinada, infeliz. En un impulso nada propio de mi edad tome las pocas cosas que consideraba mías, me mire al espejo ate mi cabello en una cola y salí. Más tarde le escribiré un mensaje a Bruno explicando que estoy bien, que no volveré y que el anillo que me dio esta sobre el mostrador.

No sé dónde iré, tengo suficiente dinero ahorrado para alquilar un cuarto en algún hotel de paso y luego que pase este arrebato inicial pensaré en que sigue. No que marque un rumbo fijo, hasta ahora no me ha funcionado, seré como una hoja que recién se ha desprendido del árbol y que se mueve donde el viento la lleve, hasta su inevitable final.

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