Fructuoso Rivera
No soy, ni he sido, ni seré, sino Oriental nomás, liso y llano como dicen los paisanos
Comparto mi nota publicada en CORREO DE LOS VIERNES:
La República que pudimos ser en 1815.
Por Leonardo Vinci.
Si bien ya me referido a este tema años atrás, cada vez que releo los viejos documentos que he consultado, nuestra historia se vuelve más apasionante, y es por eso que vuelvo a escribir sobre lo que pasó (y lo que pudo pasar) en 1815.
Ha dicho De Torres Wilson que Dámaso Antonio Larrañaga es, sin duda, el primer hombre de ciencia uruguayo, que registró minuciosamente toda la información referente a la geología, fauna y flora a lo largo de la ruta de Montevideo a Paysandú, lo cual describió en su famosa obra.
En 1815 no había caminos y a veces, ni siquiera huellas, sólo el instinto del baqueano podía encontrar el rumbo en aquella tierra sin mapas ni senderos y era frecuente que un hombre pudiese andar días y días cruzando campo sin encontrar ningún pueblo, ninguna estancia, y aún, ningún otro ser humano.
En su libro, cuenta el sacerdote que salieron de Montevideo en un buen coche tirado por dos mulas y un cinchero de a caballo, escoltados por ocho hombres con un Sargento, el Gobernador Intendente, el Regidor de Menores y 4 Dip**ados.
Fueron tantas las peripecias vividas por Larrañaga como enormes los sacrificios hechos en ese viaje: “… desde luego conocimos la mala noche que nos esperaba, pues no había sino una pequeña pieza con una malísima ramada, toda llena de sacos de trigo y de noques de sebo. Allí fue preciso alojarnos al abrigo de unos cueros que se pusieron a los costados. Pero era tan grande el frío y helada de la noche que fue necesario traer fuego para medio templar nuestra pobre choza. Tratamos de cenar prontamente y meternos en nuestras camas tendidas en el suelo sobre cueros a fin de abrigarnos con nuestras cobijas”.
El 10 de junio, después de agotadoras jornadas de viaje, se aprestaban a partir de Mercedes cuando observaron “… que llegaba al pueblo en tres columnas la división, que forma la derecha de la vanguardia del ejército oriental, al mando de Fructuoso Rivera. Yo deseaba mucho conocer a este joven por su valor y buen comportamiento. Él fue quien en Guayabos derrotó a las fuerzas de Buenos Aires mandadas por Dorrego”.
El 12 llegaron a Paysandú “El General estaba ausente y había ido a comer a bordo de un falucho en que se hallaban los dip**ados de Buenos Aires: este buque con una goleta eran los que habían saludado el día antes al General y cuyos cañonazos oímos en el camino”.
Larrañaga nunca hubiera podido imaginar que en ese momento, el Coronel Blas Pico y Francisco Bruno Rivarola, en nombre del gobierno porteño, le ofrecían a Artigas la independencia de la Banda Oriental mediante un Tratado de Paz y Amistad en estos términos:
1. Buenos Aires reconoce la independencia de la Banda Oriental del Uruguay, renunciando a los derechos que por el anterior régimen le pertenecían.
2. Habrá paz y amistad eterna entre las provincias contratantes por haber ya desaparecido los motivos de discordia…
5. Las provincias de Corrientes y Entre Ríos quedan en libertad de erigirse o ponerse bajo la protección del gobierno que gusten.
El historiador Félix Luna ha dicho que el hombre menos ambicioso del mundo hubiera aceptado esta proposición, que lo convertía en Jefe absoluto de un País soberano; Artigas la rechazó. No era separatista. Quería un sistema federal pero se sentía parte integrante de la comunidad de las Provincias Unidas.
“A las cuatro de la tarde llegó el General Artigas, acompañado de un ayudante y una pequeña escolta. Nos recibió sin la menor etiqueta. En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón, sombrero redondo con gorro blanco y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo.
Nuestras sesiones duraron hasta la hora de la cena. (Nos) fuimos a dormir y me cede el General no sólo su catre de cuero, sino también su cuarto, y se retiró a un rancho: no oyó mis excusas, desatendió mi resistencia, y no hubo forma de hacerlo ceder en este punto.
(Al día siguiente) bajaron a tierra los Dip**ados de Buenos Aires, Pico y Rivarola, que nada pudieron tratar hasta no haberse concluido nuestra comisión”.
Larrañaga no pudo enterarse entonces de las conversaciones cuyo resultado hubiese sido el Uruguay (y Entre Ríos y Corrientes) convertido en un País independiente.
Pero lo que sigue, ya es otra página de nuestra historia.
ABRAZO DEL MONZÓN 199 AÑOS DESPUÉS.
Jueves 9 de mayo 2024
Primero en el sitio del encuentro Rivera-Lavalleja el 29 de abril de 1825, a 23 quilómetros de Cardona (la mitad por caminos vecinales).
Luego a dos quilómetros sobre el arroyo Monzón en Paso de los Carros donde pasó el Éxodo.
Después presentación del administrador de grupo “Encuentro con Rivera” Jorge Marroig en la vieja pulpería “La Lata Vieja” (anterior a la fundación de Cardona).
Luego la maestra Directora Mariangeles Bugani presenta su video sobre el Abrazo del Monzón.
Luego disertación de Manuel Flores Silva. Y finalmente participan los recitadores locales Carlos Bionda y Nando Benia (reproducción videos).
Las batallas olvidadas (I).
Rivera: en defensa de la Patria.
Por Leonardo Vinci.
A fines de 1816, ya habían mu**to 3000 hombres en las filas artiguistas.
En enero, Artigas estuvo a punto de caer prisionero en manos de los portugueses en la Batalla del Arapey.
En esos días, las fuerzas orientales sufrieron terribles bajas, como en “El Catalán” donde murieron unos 1000 patriotas.
Para Eduardo Acevedo fue el principio del fin para Artigas, quien perdía respaldos día tras día, como el del Cabildo y el Vicario Dámaso Antonio Larrañaga.
Los jefes artiguistas- menos Rivera- se mostraron propensos a buscar un arreglo con Buenos Aires, en contra de la opinión del Jefe de los Orientales.
Así las cosas, Bauzá y numerosos oficiales, desertaron con batallones de 600 soldados y varias piezas de artillería.
Artigas ya no era la figura respetada por quienes estuvieron anteriormente a sus órdenes, a tal extremo que Bauzá le escribe a Pueyrredón diciéndole que abandonaba a su Jefe “desengañado al fin de que la causa personal de Artigas no era la de la patria, de que su tiranía los barbarizaba, de que no era posible fundar el orden con hombres que lo detestaban…”
También abandonaron al Prócer, Oribe y su hermano, quienes declararon “que no querían servir a las órdenes de un tirano como Artigas que, vencedor, reduciría el país a la barbarie, y vencido, lo abandonaría”.
Sintiéndose traicionado, y visiblemente indignado, Artigas le escribió a Pueyrredón: “Ud. negándose a conciliar los intereses de una y otra banda es un criminal, e indigno de la menor consideración (…) Ud. es responsable ante las aras de la patria por su malicia contra los intereses comunes; algún día se levantará ese tribunal severo de la nación, y él administrará justicia”.
Semanas después, es tomado prisionero Otorgués y luego- debido a su imprudencia- cae Lavalleja en manos de los invasores, quien tiempo después le escribiría a Alvear diciéndole: "El General que suscribe no puede menos que tomar como un agravio personal, un parangón (que Usted me hace con Artigas) que le degrada".
Rivera no sólo es el único oficial que quedó peleando junto a Artigas, también es el último que continuó combatiendo durante 1818 hasta la caída definitiva en 1820 y cuyo auxilio buscó afanosamente el Prócer, como lo prueba el mensaje de Mena Barreto a Curado: “Com infenitos incomodos marchei seis noites effetivas com a Devizáo que VE. me confiou destinada abater Artigas; todos os exforços foráo frustados pela precepitaçáo com que Artigas fugia, de dia, e de noite para as partes do Rio Negro, aonde dezia éra asua reuniáo com Frutos Ribeiro” (Marché 6 noches con la División que Ud. me confió destinada a abatir a Artigas. Éste huía de día y de noche para el Río Negro, donde se reuniría con Fructuoso Rivera.)
La batalla de Chapicuy tuvo lugar un día como hoy, 14 de junio según las “Memorias de los Sucesos de Armas”.
En ese combate, Rivera enfrentó a una división de 700 portugueses, y tras ser derrotado en primera instancia, se rehizo y obligó a huir a los invasores, quienes “tuvieron no pocos mu**tos y algunos prisioneros, entre éstos un oficial- Isidoro Asambuya- hijo de una familia distinguida de Puerto Alegre”.
Don Frutos les arrebató la caballada, y los venció por medio de una carga a lanza de las que lo harían celebre, rescatando numerosas familias que se hallaban en manos del Ejército de Curado.
¿Por qué no se les enseña la verdad histórica a nuestros jóvenes? ¿Por qué los textos de estudio omiten o soslayan la existencia de los combates disp**ados a sangre y fuego por el General Fructuoso Rivera en defensa de la Patria?
El abrazo de Monzón.
Por Leonardo Vinci.
En estos días celebramos un nuevo aniversario del reencuentro de los compadres, dejando atrás sus diferencias.
Luego del desembarco de los 33, con el abrazo de Monzón quedó sellada la suerte del Uruguay.
Llegaron a un acuerdo tras un par de horas de conversación, sin más testigos que las paredes de un viejo rancho en las Puntas del Miguelete.
Muchos nuevos historiadores, aún hoy, discuten las circunstancias de ese encuentro con la finalidad de minimizar la figura de Rivera, como si los detalles importaran más que el hecho.
El historiador Lincoln Maiztegui Casas ha dicho al respecto “De todas las polémicas de nuestra historia, esa me parece la más tonta. Porque desafía el sentido común, y cuando (eso ocurre) no se puede seguir hablando. Ni Lavalleja le iba a dar el mando de tropa y el cargo que le dio a una figura cuya fidelidad era sospechada, ni Rivera, – si se hubiese pasado porque lo hubiesen obligado en ese momento, – hubiera ganado (la batalla de) Rincón, precisamente contra Bentos Manuel que había sido amigo personal de él. Hubiera aprovechado para pasarse nuevamente al otro bando, cuando en realidad, con una táctica de guerrillero genial, da vuelta la batalla.”
Escribía Rivera el 19 de setiembre de 1826, camino a su refugio en Santa Fé- dónde armaría la decisiva conquista de Las Misiones orientales- a su amigo y confidente Julián de Gregorio Espinosa “Podrá ser mi amigo, un crimen de alta traición el haber sucumbido al fuerte poder de los portugueses que nos esclavizaron 5 años y este tiempo haber sufrido todos los martirios que proporciona un tirano que triunfa; haber luchado contra la expertesa y vigilancia de los dominantes. Sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al país su libertad, que había perdido y con ella mucha sangre vertida y arruinada… Puede ser mi caro amigo que haya sido crimen de alta traición que a la pasada del General Lavalleja a la Banda Oriental en el año 25, yo me aviniese con él, pusiéramos en planta un plan que habíamos convenido mucho antes del desenrollo del Brasil y que no había tenido efecto por acasos que suceden, pero que yo le había seguido y esperaba una oportunidad. Puede ser un crimen de alta traición la parte que en consorcio de aquel héroe tomé desde el día que nos dimos las manos en la barra de Monzón, en El Perdido, Arroyo Grande, hasta la Batalla del Sarandí…”
Días después, decía Rivera en una carta enviada el 3 de octubre de 1826 ya desde Santa Fé: «pero, amigo, lo que puede la ignorancia o la ingratitud y mala fe, no pierden estos miserables un solo momento de hacerme aparecer como traidor, la p**a que los parió, traidor les he de dar yo si se descuidan»
Lo cierto es que Rivera logró mantener intactas las tropas que se pudieron salvar del ejército oriental durante la ocupación y esa fuerza militar fue la que posibilitó la extraordinaria victoria de Rivera en Rincón, y después- junto con Lavalleja- “sable en mano y carabina a la espalda”, en Sarandí.
Luego, la increíble toma de las Misiones, que fue el desencadenante para terminar la guerra y convertirnos en República.
Extraño país el Uruguay, donde hay gente que sólo respeta a un General que se fue derrotado y no valora debidamente a los dos compadres que nos dieron la independencia…
¿ ABRAZO O CAPTURA?
HACE 199 AÑOS FRANCISCO LECOCQ LO ACLARÓ BIEN
Por: Prof. José Ramón Montejo
El 29 de abril de 1825 en el Abrazo del Monzón, Lavalleja y Rivera unieron sus fuerzas para desalojar la dominación brasileña.
Siempre surgen versiones de que Rivera fue capturado y amenazado de muerte para plegarse a la cruzada.
Eso se concluye leyendo a Brito del Pino, a Spikerman y la carta de Lavalleja a su esposa Ana Monterroso. Sin dudas, historiadores blancos de la talla de Lincoln Maiztegui Casas, habrán leído eso y mucho más, y con mucho más juicio crítico que nosotros.
Habrán leido que Rivera esperaba la revolución desde el año anterior. Juan Manuel de Rosas en sus Memorias dice que lo visitó en Durazno para informarle y entregarle una carta de Lavalleja, invitándolo para la revolución. También Rivera fue visitado por Domingo Cullén, futuro gobernador de Santa Fé luego de mu**to Estanislao López.
Habrán leido las cartas de Francisco Lecocq a Rivera, invitándole e informándole sobre la organización en Buenos Aires: "Este pueblo arde por auxiliar a esa provincia. A la empresa, y no dude usted de la liberación del país."
Habrán leido a Nicolás Herrera, que escribió a su cuñado Lucas Obes, representante de Lecor en Rio de Janeiro: "Fructuoso estaba de acuerdo con los enemigos y usando de la más negra perfidia, iba desarmando los destacamentos portugueses que este hombre (Lecor) le mandaba con una confianza pueril; y a estas horas tiene usted a la Patria mandando en toda la Provincia hasta el Río Negro." Es una prueba concluyente, irrefutable, de las verdaderas intenciones anticipadas de Rivera.
Del desembarco se supo enseguida, era esperado. Lecor tenía inormación por un agente, que Lavalleja había partido al puerto de las Vacas para luego cruzar el Río Uruguay. Ordenó a Rivera marchar contra los revolucionarios con 500 hombres para batirlos.
Rivera, quien sabía de los preparativos, había dejado sus Dragones de la Unión en Durazno, mientras él estaba en Colonia con una escolta de 80 hombres. Una "imprevisión" increíble de Rivera, sabiendo lo que se venía. Si hubiera marchado enseguida y hubiera hecho venir los de Durazno, los tiempos darían de sobra para sofocar la movida de Lavalleja antes de tomar cuerpo.
Pero Rivera hizo todo lo contrario. Hizo tiempo, demoró una semana lo que llevaría un día y medio; algo inconcebible dadas las circunstancias. Fue acampando, marchando lentamente, "para no cansar la caballada" (argumento increíble partiendo de Rivera), demorando varias jornadas. Indudablemente buscaba coincidir con Lavalleja en la Cuchilla del Perdido, donde sabía que este tendría que pasar. La demora le dio tiempo a Lavalleja de reunir unos 200 hombres.
Cuando llegó el momento, Rivera dejó atrás la escolta y avanzó casi solo. Lo rodearon. Según Telmo Manacorda, Lavalleja dijo "Es mi prisionero", contestando Rivera "No soy su enemigo".
Lo capturaron. ¿O buscaba ser capturado? Otra cosa no se puede pensar del mejor baqueano y estratega militar de la Provincia. Es clarísimo que Rivera buscó una excusa por si algo salía mal y tuviera que verse nuevamente con Lecor.
Lecor, que no era tan tonto, sospechando con razón, informó: “ D. Fructos fue sorprendido por Lavalleja, y el temor de ser asesinado le obligó a declararse por el llamado partido de la Patria… tal es el entusiasmo con que se ha declarado a favor del mismo partido, que hace parecer que estaba en combinación con los revolucionarios...”.
Una de las conclusiones más lógicas, la dijo Maiztegui:
"De todas las polémicas de nuestra historia esa me parece la más tonta, porque desafía el sentido común, y cuando eso ocurre no se puede seguir hablando. Ni Lavalleja le iba a dar el mando de tropa y el cargo que le dio, a una figura cuya fidelidad era sospechada. Ni Rivera -si se hubiese pasado porque lo hubiesen obligado en ese momento- hubiera ganado Rincón, precisamente contra Bentos Manuel que había sido amigo personal de él. Hubiera aprovechado para pasarse nuevamente al otro bando, cuando en realidad, con una táctica de guerrillero genial, da vuelta la batalla".
Pero un pasaje de la carta de Francisco Lecocq a los revolucionarios que se organizaban en Buenos Aires, comandados por Lavalleja, da una prueba irrefutable de las verdaderas intenciones y actitudes de Rivera. En un trecho les expresa: "Apúrense porque Rivera va a lanzarse unido a los jefes de Río Grande y les ganará de mano".
Rivera era un estratega geopolítico genial y esta expresión de Lecocq revela un proyecto mucho más ambicioso que la sola independencia oriental. Rivera aspiraba a sustraer a Río Grande do Sul del imperialismo brasileño y unir dicha provincia al sistema republicano federal, lo cual surge claramente de la múltiple correspondencia de Rivera en esa época.
Las expresiones de Lecocq son absolutamente claras y ponen una tapa definitiva sobre el tema.
El material realizado por la maestra Mariangeles Bugani, directora de la escuela 9 de Cardona y creadora del museo de la escuela 85 Altos del Perdido donde fue maestra directora por varios años, ilustra muy bien los sucesos en el Monzón.
Realizado por la maestra Mariangeles Bugani directora de la Escuela No 9 de Cardona, creadora del museo de la Escuela No 85 Altos del Perdido donde fue maestra directora por varios años.
El abrazo de Monzón.
Por Leonardo Vinci.
En estos días celebramos un nuevo aniversario del reencuentro de los compadres, dejando atrás sus diferencias.
Con el abrazo de Monzón quedó sellada la suerte del Uruguay.
Llegaron a un acuerdo tras un par de horas de conversación, sin más testigos que las paredes de un viejo rancho en las Puntas del Miguelete.
Muchos nuevos historiadores, aún hoy, discuten las circunstancias de ese encuentro con la finalidad de minimizar la figura de Rivera, como si los detalles importaran más que el hecho.
El historiador Lincoln Maiztegui Casas ha dicho al respecto “De todas las polémicas de nuestra historia, esa me parece la más tonta. Porque desafía el sentido común, y cuando (eso ocurre) no se puede seguir hablando. Ni Lavalleja le iba a dar el mando de tropa y el cargo que le dio a una figura cuya fidelidad era sospechada, ni Rivera, – si se hubiese pasado porque lo hubiesen obligado en ese momento, – hubiera ganado (la batalla de) Rincón, precisamente contra Bentos Manuel que había sido amigo personal de él. Hubiera aprovechado para pasarse nuevamente al otro bando, cuando en realidad, con una táctica de guerrillero genial, da vuelta la batalla.”
Escribía Rivera el 19 de setiembre de 1826, camino a su refugio en Santa Fé- dónde armaría la decisiva conquista de Las Misiones orientales- a su amigo y confidente Julián de Gregorio Espinosa “Podrá ser mi amigo, un crimen de alta traición el haber sucumbido al fuerte poder de los portugueses que nos esclavizaron 5 años y este tiempo haber sufrido todos los martirios que proporciona un tirano que triunfa; haber luchado contra la expertesa y vigilancia de los dominantes. Sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al país su libertad, que había perdido y con ella mucha sangre vertida y arruinada… Puede ser mi caro amigo que haya sido crimen de alta traición que a la pasada del General Lavalleja a la Banda Oriental en el año 25, yo me aviniese con él, pusiéramos en planta un plan que habíamos convenido mucho antes del desenrollo del Brasil y que no había tenido efecto por acasos que suceden, pero que yo le había seguido y esperaba una oportunidad. Puede ser un crimen de alta traición la parte que en consorcio de aquel héroe tomé desde el día que nos dimos las manos en la barra de Monzón, en El Perdido, Arroyo Grande, hasta la Batalla del Sarandí…”
Días después, decía Rivera en una carta enviada el 3 de octubre de 1826 ya desde Santa Fé: «pero, amigo, lo que puede la ignorancia o la ingratitud y mala fe, no pierden estos miserables un solo momento de hacerme aparecer como traidor, la p**a que los parió, traidor les he de dar yo si se descuidan»
Lo cierto es que Rivera logró mantener intactas las tropas que se pudieron salvar del ejército oriental durante la ocupación y esa fuerza militar fue la que posibilitó la extraordinaria victoria de Rivera en Rincón, y después- junto con Lavalleja- “sable en mano y carabina a la espalda”, en Sarandí.
Luego, la increíble toma de las Misiones, que fue el desencadenante para terminar la guerra y convertirnos en República.
Extraño país el Uruguay, donde hay gente que sólo respeta a un General que se fue derrotado y no valora debidamente a los dos compadres que nos dieron la independencia…
BATALHA DE TAQUAREMBÓ
22 01 1820
Por: Prof. José Ramón Montejo
Una visión desde el lado invasor
Del Tte. Cnel. (brasileño) Henrique Oscar Wiederspahn, en su libro "Bento Gonçalves e as guerras de Artigas"
""Também no Taquarembó entregara Artigas o comando efetivo de seu exército ao coronel D. Andrés Latorre, seu major-general, preferindo aguardar os acontecimentos no rincáo do Mataojo, para onde se dirigira com os seus assessores imediatos e uma pequena escolta, com as atencões voltadas também para o além-rio Uruguai e para as operacóes lá em andamento contra Buenos Aires. Graças á passividade demonstrada aí por Latorre, um chefe de capacidade bastante limitada e que náo chegaria nem mesmo a esboçar um simulacro de contra-ataque ao estilo da época, com o que poderia ter procurado compensar a sua própria deficiência em armas de fogo em proveito da superioridade numérica de que dispunha, conseguiria o conde da Figueira distribuir calmamente os seus meios, quase sem ser perturbado em sua marcha de aproximacão.
O reconhecimento da posicáo artiguenha a apresentava, localizada á margem esquerda do rio Taquarembó, como bastante “forte de natureza, por estar guardada á sua frente por um pofundo banhado e nos flancos por um galho do tal Taquarembó e por este mesmo rio, que descrevia uma curva, sendo as passagens de ambos poucas e dificultosas pelas muitas águas que os inundavam”, conforme palavras textuais do conde da Figueira em sua parte oficial ás autoridades do Rio de Janeiro, acerca deste feito que se desenrolaria em 22 de janeiro de 1820, a batalha do Taquarembó.
Ante a passividade evidente do adversário, aparentemente disposto apenas a defender-se das posicóes pelas quais se haviam distribuído para recebé-lo, o conde da Figueira ordenou a investida em larga frente com todos os seus 1200 homens e 2 peças de artilharia, 1000 da cavalaria miliciana exclusivamente sul-rio-grandense e 200 infantes catarinenses que trouxera consigo do distrito das Missóes Orientais. Encarregando á cavalaria de José de Abreu que carregasse frontalmente e obrigando, assim, Latorre a abandonar a sua primeira linha de defesa, atrás do banhado, para ocupar outra logo além do Taquarembó, enquanto simultaneamente o brigadeiro Correia da Cámara, com o restante da cavalaria, transpunha o mesmo rio num dos flancos e levava tudo de roldáo diante de si, conseguiria o conde Figueira quase que envolver completamente ao inimigo.
Em tais circunstáncias e ante a impetuosidade das duas colunas do ataque luso-brasileiro, reconhecendo a ineficiéncia da pontaria e dos fogos de seus próprios atiradores, apesar do sacrifício pessoal do coronel D. Pantaleón Sotelo, morto á frente de seus lanceiros guaranis das Missóes Ocidentais, e da tenacidade desesperada como os demais procuravam resistir, nada restaria a Latorre que procurar salvar o que ainda era possível do seu exército para o além-rio Uruguai.
Dos efetivos atribuídos, oficialmente, aos artiguenhos em Taquarembó, cerca de 2500 homens com 4 peças de artilharia, constituídos de alguns poucos uruguaios, de entrerianos, de correntinos e de um número mais elevado de lanceiros indiáticos, charruas, minuanos e guaranís, apenas podemos afirmar que o seu número náo passava de uma estimativa, talvez um pouco exagerada. É bem possível que se tivessem incluído até as familias, mulheres e filhos desses indiáticos que, como ainda seminómades, costumavam levar consigo as mesmas e os respectivos toldos, chefiados diretamente por seus caciques tribais ou de grupos. Ássim, o seu exército, sem uma organizacáo adequada e dispondo apenas de um reduzido número de oficiais experimentados, falhos de disciplina e de enquadramento combativo, praticamente desarmado, embora individualmente bravo e destemido e dominado por um certo fanatismo pela causa defendida por Artigas, assemelha-se mais a uma horda de guerreiros semi-selvagem e por demais heterogénea, incapaz, pois, a fazer frente até mesmo ás milícias reunidas ás pressas pelo conde de Figueira.
Isto explica bastante os porqués de seus aniquilamentos e o número elevado de suas baixas, oficialmente assinaladas aí em 1 279 homens na parte do conde da Figueira á qual já nos referimos: 789 mortos (5 oficiais, inclusive Sotelo) e 490 prisioneiros (21 oficiais), inclusive os feridos que ficaram no campo da ação (15 oficiais), mas de maneira alguma o número evidentemente inexato e incompleto de apenas 1 morto e 5 feridos graves entre os vencedores, a náo ser que se tratase de um verdadeiro massacre de inimigos já desarmados e indefesos, Latorre deixou também nas máos dos vencedores suas 4 peças de artilharia, 1 bandeira, 4 caixas de guerra, todo o parque e toda a bagagem, 5 408 cavalos, em sua maioria em mau estado, 90 muares e 430 reses. Há nisto tudo de se lastimar as consequéncias provocadas pelo acirramento dos ánimos durante aquela luta, citadas por Saint-Hilaire, ás páginas 71 e 72 da traducáo brasileira de sua “Viagem ao Rio Grande do Sul", edição de 1939, e transcritas textualmente por Jorge Salis Goulart, á página 112 de sua “A Formacáo do Rio Grande do Sul”, 2a edição, de 1933, de que os vencedores “em Taquarembó massacraram, sem piedade, mulheres e criancas, e teriam morto os prisioneiros todos, se os oficiais se náo houvessem oposto” a isso em tempo.""
Ese fue el último enfrentamiento en territorio oriental de las fuerzas de Artigas, quien pasaría el Río Uruguay por última vez el 14 de febrero.
Quedaría en suelo patrio Fructuoso Rivera, quien operaba en Arroyo Grande, departamento de Flores.
Rivera, luego de la batalla de Tacuarembó logró mantenerse airoso aún por más de un mes. Esquivando a los 12.000 portugueses que dominaban el territorio, logró reunir lo que restaba de nuestro desperdigado ejército, 350 gauchos y 50 oficiales.
Siendo inútil intentar una resistencia, en consulta con sus 50 oficiales, Rivera decidió proponer un armisticio a los portugueses y terminó logrando un muy ventajoso acuerdo para los orientales el 2 de marzo en Tres Árboles. Pero recién el 28 de marzo, Lecor en carta dirigida a su Ministro, Conde de Vilanova, considera asegurada la rendición de Rivera.
La ubicación del sitio de la Batalla de Tacuarembó es en la actual localidad de Estación Paso Ataques, en el departamento de Rivera.
HA MU**TO EL GENERAL RIVERA
Por Gonzalo Pécora
Un 13 de enero de 1854 , a las 0610 de la mañana , en un humilde rancho de Bartolo Silva , a las orillas de las aguas mansas de un Arroyo Conventos , dejaba de existir el General Fructuoso Rivera.
Conservar su cuerpo y escoltar ese Caudillo a Montevideo , cuerpo que en vida los filos de los sables y las armas de fuego solo dejaron cicatrices, pues murió mansamente , mansamente como esa rama vieja de un árbol que se quiebra y cae sobre la hierba sin hacer apenas ruido .
Lo van a escoltar los coroneles Brígido Silvera y Manduca Carbajal con una veintena de gauchos e indios , con los crespones negros en las lanzas.
" Hemotitis consecuente a pleuro pulmonía complicada con gastro hepatitis e hipertrofia del corazón " dirá su certificado de defunción .
Marchan lentamente por los caminos , la voz se ha corrido y muchos vecinos se arriman silenciosos a mirar ese Cortejo y esos hombres que se llevan para siempre a su General Rivera al que ya no volverán galopar más en los campos .
El día 19 de enero llegan al atardecer a la Unión , dónde se comprueba que el cuerpo no estaba en buen estado ( a pesar de las precaución del Coronel Silvera que había colocado el cuerpo en un cajón con caña y alcohol , ajustando los extremos con algodón para preservar el mismo )
Ese día en el atrio de la Iglesia de San Agustín , fueron velados sus restos , por los integrantes del Estado Mayor del Ejército Nacional .
El día 20 de enero a las 7 de la mañana se deposita el féretro en una carroza fúnebre. Detrás vendrá la escolta militar , los carruajes en el que viajaban los Jefes y oficiales y luego el pueblo a caballo , en carros , a pie, cómo podían andar , detrás del Caudillo .
A las 8 llegarán a la casa de Rivera -- Misiones y Rincón -- y allí se efectuó un corto velatorio para después ser conducido a la Iglesia Matriz .
Los honores militares estuvieron estuvieron a cargo del General César Díaz que solicitó esa distinción , a pesar de haber tenido algunas discrepancias con don Frutos unos años antes .
A las 11 se hicieron presente el Gobierno y el Cuerpo Diplomático .
El ataúd iba cubierto por el Pabellón Nacional y sobre él, el tricornio del Brigadier General y las insignias de su mando .
A las 14 los señores Generales : Anacleto Medina , José Moratorio y José María Paz y los coroneles Fransisco María Acosta , Augusto Possolo, Manuel Freire , Manuel Espinosa , Santiago Lavandeira y Francisco Tajes tomaron el féretro y lo depositaron junto al del General Juan Antonio Lavalleja.
Hicieron uso de la palabra el General Venancio Flores y Don Francisco Araucho, que pronunció lo siguiente : " el lúgubre motivo , la inmensa desgracia , la calamidad pública que hoy nos reúnen, no permiten más expresión que él silencio , ni más homenaje que él silencio , ni más homenaje que las lágrimas "
Se disponía poner en el Tumulo que guardaba sus restos , esta leyenda " El Pueblo Oriental a su perpetuo defensor . Sirvió a la Patria durante 43 años. Consagró toda su vida a la Patria y murió sin dejar fortuna "