Historias en la Calle

Mi suegro falleció de brujería. El nunca había sufrido ninguna enfermedad y un día de pronto comenzaron a dolerle los pulmones y la espalda. Empezó a toser de a poco y cada día más como si hubiese tenido una tuberculosis. Lo llevamos enseguida al médico pero no le encontraron nada. A lo sumo tendrá una infección nos dijo el doctor y le recetó reposo y unas pastillas. Que si le seguía doliendo que volviera. Pero mi suegro empeoró. Empezó a respirar muy mal y comenzó a sufrir de los riñones y del hígado. Lo cambiamos de médico y de nuevo, nada. Y el cada vez peor. Tenía una tos muy fea y ante cualquier esfuercito se quejaba. Cada día que pasaba se movía menos, pobrecito. Nadie nos sabía decir que tenía. Y así fuimos, de médico en médico y mi suegro cada vez peor. Hasta que su hermana decidió que teníamos que llevarlo a un curandero. Algunos de la familia se opusieron, porque no creen en esas cosas. Yo la verdad es que no lo sé. Así que fuimos y apenas lo miró nos dijo que el hombre estaba embrujado. Que alguien que le tenía mucha envidia le había dado una toma en la comida o en la bebida, no lo sabemos. Que lo teníamos que dejar una semana por lo menos y se iba a curar. Así que lo ayudamos a recostarlo porque ya no podía andar ni estar sentado y el brujo empezó a hacerle las curas. Primero le pasó por el cuerpo unas hierbas que él tiene, después le dio unas bebidas, luego le pasó una piedra blanca, un cuy*, y muchas cosas más le hizo. Pero mi suegro no mejoraba. Empezó a nombrar a personas que yo no conocía y a tener visiones. En un momento veía a una mujer que le traía tamales y le agradecía, le decía que no tenía hambre. A nosotros ya no podía reconocernos. Entonces el curandero le hizo un baño de v***r para purificarlo pero ya era muy tarde. El estaba débil y deshidratado, postrado en la cama y con delirios. Ya no se podía hacer nada. El embrujo que tenía mi suegro era muy fuerte y estaba completamente tomado. Que si lo hubiéramos llevado antes habría podido salvarlo. Nos lo devolvió al día siguiente. Tuvimos que buscar una camilla para sacarlo del lugar. Falleció a las pocas horas en su casa. Yo creo que puede haber tenido cáncer, pero la verdad no lo se.

No me cansé de mi carrera, simplemente no es mi pasión. Cuando vos decidís que vas a estudiar sos muy joven y a veces no elegís bien. Y cuando no optaste por algo que te apasiona, el correr del tiempo lo vuelve una carga. Te levantas y lo primero que pensás es “uh, la p**a madre, de nuevo tengo que ir a laburar.” Y la verdad es que no está bueno. En este momento sigo trabajando de eso porque tengo veinte años de experiencia, pero estoy en transición hacia otra cosa.

Cuando falleció mi abuelo sabía que algunos familiares iban a mostrar la hilacha y no me decepcionaron. Toda mi vida fue así. Peleas de acá, reproches de allá, por qué hacés esto y no lo otro: crecí con la armadura puesta y la guardia en alto. Pero me dolió tanto la muerte que decidí que no estaba dispuesta a involucrarme en otra batalla familiar, esta vez por los bienes que quedaron. Francamente no necesitaba nada de lo que ahí se estaba disp**ando. Yo ya había tenido lo mejor de él. El tiempo que pasamos juntos, las horas de charlas, su humor acido que me hacía morir de risa. Entonces me corrí del medio y dejé que se pelearan los otros. Me abrí de todo eso.

Y cuando tomé esa decisión cai en la cuenta de que mi vida había sido un campo de batalla. Que andaba peleándome con todo el mundo y por cualquier cosa. Fue la forma en la que aprendí a vivir en casa. Pero lo de mi abuelo me hizo reflexionar y me di cuenta de que no tenía más ganas de pelear. No porque no sirva defender tus creencias, tus principios o tus derechos, simplemente empecé a seleccionar con mucho cuidado cuales iban a ser mis batallas.

Y dejé la espada a un costado, me saqué la armadura y empecé a disfrutar. Empecé a dormir de noche. Vengo a la plaza a la tarde y leo un libro, veo a toda esta gente que está bailando, tomando mates, charlando, recitando poesía. Me anoté a canto, aunque canto horrible, pero no me importa. Y como te dije al principio, estoy en transición para abandonar la profesión que ejercí todo este tiempo. Y hoy a mis casi 46 años empecé a estudiar una nueva carrera. Recién vengo de mi nuevo primer día de clase.

Soy de Tucumán. Allá laburaba en la caña de azúcar y en los limones, pero desde que me mandé la cagada no puedo volver. Voy lo mismo cada tanto, pero no quiero estar alla. Me tuvieron 4 años adentro, era pendejo. Cuando salí en libertad me vine para aca y la conocí a mi mujer. Ella vive en casa de mi suegra con la nena, esa que está alla tomando una Coca. Yo la cuido en el dia y ella trabaja. Por suerte siempre hay alguien que te da algo, aca si te dan una mano. Ahora hace de las elecciones que no consigo nada fijo. Estuve trabajando para una empresa contratada de la municipalidad, pero cambiaron las cosas y me quede sin trabajo. Y no pude pagar mas el alquiler asi que ahora vivo en la calle. Por lo menos hasta que consiga algo.

El año pasado fuimos con el colegio a Quimili en Santiago del Estero y la verdad es que me cambió la perspectiva de varias cosas. Del futuro, por ejemplo. Los chicos no se preguntan que van a ser cuando sean grandes, o que van a estudiar, eso es una utopía por alla. Algunos eligen no terminar el secundario siquiera, porque no tiene sentido hacerlo. No les va a cambiar la vida ni les va a garantizar un futuro mejor, entonces ¿Para que perder el tiempo?. Empiezan a trabajar con sus padres desde chicos y eso es todo. Una maestra también me contó que el abuso sexual a los niños es algo que se ve habitualmente. Estuve una mañana jugando con unos niños de una escuela que visitamos y despues me enteré que uno de ellos era abusado. Luego de ese viaje veo la realidad de otra forma. .
Manuel (18)

(3/3) El último año fue el mas duro. Practicamente no la pude ver. Pasaba mucho tiempo internada y habian limitado las visitas solo a los parientes mas cercanos. El dia de la primavera internaron a mi hermana por apendicitis en el mismo edificio de la clinica donde estaba la Negra. Dudé un momento si ir a visitarla o no, porque no le habia pedido permiso a sus padres. Pero fui lo mismo, no podia no verla. Subí hasta su habitación y estuve un ratito solamente. La noté muy cansada. La enfermera me pidió que me fuera porque estaba con fiebre. Su hermana me dijo que era la primera vez que estaba despierta en dias. Esa noche entró en coma y falleció al dia siguiente. Para los que no creen, habrá sido una mera casualidad. Los que tenemos fe decimos que fue obra de Dios, de darme la oportunidad de poder despedirme. Hoy ya se me pasó el enojo que tuve durante años por esta situacion. Solo puedo decir que estoy agradecida de haber podido disfrutar de su amistad.

(2/3) Una noche me llega un mensaje de su hermana, avisándome que la Negra estaba muy mal, que me fuera para el hospital. Pensé que esa era la noche. Todos pensabamos que, bueno, que faltaban horas. Empezaron a llegar parientes, amigos, compañeros del cole y nos quedamos ahi. Nadie queria irse. Cerca de las 7 de la mañana los medicos llaman a los padres y todos en el pasillo se quedaron en silencio. Al rato vuelven y nos dicen que queria comer gomitas y tomar Coca Cola. Ni en sus peores momentos nos dejaba de hacer reir esta negra atorranta.

(1/3)- Desde el primer momento en que le diagnosticaron cáncer se supo que se iba a morir de eso, pero no cuando. Podía durar meses, años, no sabíamos. Pero no se podía curar. Era un cáncer muy agresivo y le salían tumores por todos lados. En una chica joven es peor, porque todo avanzaba más rápido.
Ella tenia 19 y yo 18 y acabábamos de terminar el secundario. Habíamos sido amigas desde los 10 años, ella y sus hermanas y mi hermana y yo, que íbamos todas al mismo colegio. Luego ella que era mas grande repitió un año y le tocó empezar en mi curso. Ahí fue cuando nos volvimos mejores amigas. Y por mas que ya no esté, para mi lo sigue siendo.

La Negra era realmente una masa. No lo digo por inventar un pasado para que el presente se haga mas soportable, ni por idealizar a una persona que ya no está. La adolescencia de por si es una etapa difícil. Si a eso le sumamos que las cosas en mi casa no estaban bien y mi mejor amiga se estaba muriendo, la situación se me había vuelto insoportable. Y a pesar de eso, era ella la que estaba para mi. Si no le respondía un mensaje, intuía que algo pasaba en casa y se venia a buscarme. Cargaba una mochila con mi ropa y nos íbamos a su casa, o a otro lado.
Ella. La chica que se estaba muriendo me cuidaba a mi, que en el fondo no tenia mas que los problemas que tienen las chicas promedio. Estuve enojada mucho tiempo con la vida por las cosas que pasaron esos años. Hoy estoy realmente agradecida por haberla conocido.

Creo que se podría trabajar de una forma más cooperativa y no tan competitiva. No se colabora con el otro, sino que te están midiendo todo el tiempo. Apenas empecé a vender fui a la terminal y todos los vendedores ambulantes estaban comiendo juntos. Los saludé bien, cómo corresponde, pero noté que se pusieron pesados enseguida. Se manejaban con una especie de regla no escrita: "nosotros venimos a vender acá hace 20 años, vos no podés venir". Y la necesidad nos afecta a todos. Yo también tengo que llevar comida a mi casa. Por eso te digo, que estaría bueno que pudiéramos colaborar. Si vos vendes pastelitos y yo panes, y un día te sobraron y te tenés que ir, damelos, yo te los vendo. No tengo problema con eso. No me gusta esa regla de que solo puede laburar el primero que copa la esquina.

Tome la decisión de irme en de mi país en el 2018. En esa época vivía en una ciudad de playas hermosas, que se llama Lechería, en el estado de Anzoátegui, al oriente de Venezuela. Las protestas se habían vuelto cada vez más violentas.
En el lugar donde trabajaba, un día se llevaron al vigilador, que llegó a cerrar la puerta del edificio y quedó del lado de afuera. Lo arrastraron a los golpes, pensé que lo iban a matar. Pase todo ese día llorando, sin saber que había pasado con el. Volvió a los dos días, lleno de moretones pero vivo al menos. Fue ahí cuando dije yo hasta aquí llegué. Esto no es lo que yo quiero vivir. Y con una maleta de 23 kgs me vine a Argentina.
En Venezuela mi situación personal estaba bien. Tenía mi trabajo, mi carro y jamás me faltó un plato de comida en la mesa. Pero vivía con estrés de pensar que en cualquier lado me podía pasar algo malo. De salir en carro y estar pendiente de que no te lo roben. De llegar a tu casa y avisar que te abran el portón mientras te fijas que no venga nadie que pueda hacerte daño.

En esta ciudad, puedo comprarme un helado y sentarme en la plaza a ver cómo la gente pasea a sus perros. Eso suelo hacer a la tarde. Solo te das cuenta de lo importante que es la libertad cuando te falta.
Yoselin

Mi papá tenía un prostíbulo -un boliche- en Jesús María y mi mamá trabajaba como secretaria en un estudio jurídico, allá en Santiago del Estero. A él lo veíamos muy poco y un día mi mamá lo dejo por otro. A mi viejo no le gustó ni mi**da. Vendieron la casa, y con mi mamá y mis hermanos nos fuimos a vivir a La Banda. No quise estudiar, así que tuve que ganarme la vida. Trabajo desde chico, desde que tengo catorce años. Primero, con mi hermano cuidabamos autos y motos en un súpermercado al frente de mi casa. Después un vecino que tenía sulkies nos llevaba a trabajar con el. Juntábamos basura, escombros de las obras, que se yo. Siempre había algo para hacer, pero la vida allá es más complicada. Hace mucho calor para andar en la calle y lo que pagan no es mucho. Así que me fui a Tucumán con mi viejo, pero el se enfermo y tuvimos que vender todo. Falleció de cáncer de pulmón hace unos años. Ahora estoy en Córdoba y me case con el amor de mi vida. Hace nueve años que estamos juntos y estamos esperando un bebé. Todavía no se que es, pero estoy chocho. Quiero que nazca ya.

Me vine de Haití a los 23, a estudiar en esta ciudad. Mi padre y algunos de mis hermanos lograron irse a EEUU. Muchos se van de mi país, a buscar oportunidades a otro lado. Pocos vuelven. Al principio, cuando juntaba algo de plata me iba a verlos, después las visitas se hicieron cada vez menos frecuentes. Y hubo un momento en que las cartas dejaron de llegar y yo también deje de mandarlas. Se que mis padres murieron. Supongo que alguno de mis hermanos todavía vive, aunque no estoy seguro. Nunca me case. Tuve un hijo y falleció en un accidente de auto a los 25 años. Hace ya mucho tiempo que almuerzo solo. Llega un momento que la soledad te golpea la puerta. Las noches son duras. Pero trato de moverme, de andar, de bailar tango, de escribir poesía. Aunque de a ratos me siento cansado.

Llegamos de Perú hace cinco años. Primero vine yo (Oscar) a ver a un amigo que estaba instalado acá y me enamore de la ciudad, el verde, el clima, la gente, y decidí quedarme. No fue para nada fácil. Es muy duro dejar a la familia lejos y dar un salto al vacío, a la incertidumbre. Uno extraña, sabe? Pero estaba convencido de mi decisión. Hice de todo para poder juntar unos pesos y traer a mi familia. Tenemos un hijo que tiene quince años que hoy no quiso acompañarnos porque se quedó jugando videojuegos. Luego de que vino ella empezamos a trabajar en una fabrica, hasta que logramos independizarnos. Ahora trabajamos desde nuestra casa cosiendo zapatillas para una empresa de Jesús María. Si bien Perú ha crecido mucho los últimos años, estamos contentos de estar acá. Nos gusta este lugar. Estamos muy agradecidos con Argentina, creo que tomamos la decisión correcta. Cada tanto me dan ganas de volver. Desde que llegue todavía no he retornado a casa.