A PSYCHO

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ㅤㅤㅤㅤㅤ나는 내 자신의 멜로디로 녹을 것이다, 그들은 영원하다
ㅤㅤㅤㅤㅤ네, AND SO WILL BE THE DREAM I'M PURSUING HERE
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Al darse cuenta de la presión que ejercía sobre el arco, supo que era el momento de dejarlo nuevamente en el estuche junto al instrumento, porque si seguía así, lo más probable es que llegase a romperlo producto de los nervios. Suspiró por unos largos segundos, viéndose a sí misma en el espejo de la pequeña sala de espera donde otros tantos con un sueño como el suyo practican, terminan de arreglarse o conversan entre sí en el idioma que aún le cuesta entender.
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Kyoto había permanecido tan calmo como cada año en el día anterior, donde era común que los jóvenes con la esperanza de quedar en algunas de las más prestigiosas universidades, presentaran el examen de admisión anual que les abriría las puertas al futuro con el que (especialmente sus familias) deseaban, o por el contrario, fuese uno de los tantos posibles intentos que se avecinaban en la búsqueda de seguir aquel proceso que es tan socialmente aceptable. Para ellos, los que se dejaron ir por la pasión y tienden a llevar sus ojos por las artes, no hay la misma consideración de la población general como lo hay para los futuros ingenieros, doctores, abogados… Pero sí la misma exigencia que te hace saber que la perfección no es ni siquiera el límite para los japoneses.
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Es en ese instante donde comenzaba a arrepentirse por sus altas expectativas para entrar en la universidad de artes más importante de la ciudad, costándole una buena suma al bolsillo de sus padres que están entre la pequeña multitud del auditorio que recibe a aquellos que desean seguir el camino de la música, y la coreana, con el cabello recogido y un vestido blanco sentía que podría vomitar en cualquier momento. Por suerte no era la única extranjera, había logrado encontrar unas tres personas más como ella que habían seguido a sus corazones hacia aquel país, pero uno a uno, todos los de la habitación pasaban a darlo todo al escenario, regresando con la cabeza baja, otros con expresiones serias, algunos más tranquilos y para qué negarlo, unas que otras lágrimas que se intentaban ocultar.
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Ninguno recibía la respuesta instantáneamente, pero el solo hecho de pensar en las posibles expresiones del grupo de jueces, el estómago se revuelve otra vez. Quizá una parada para comer habría sido lo mejor para evitar que estuviera así.
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“Ha Sooyoung, es tu turno” en un inglés algo débil, una voz femenina la llamó y fue ahí cuando sintió el corazón en la boca del estómago al procesar aquellas palabras, ¿tan pronto…?
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Automático fue el proceso de tomar el violín con la zurda, mientras el arco iba en la mano contraria a pesar de no ser la dominante, una reverencia general y un suspiro conforme abandonaba aquella habitación. Los pasillos se le hacían eternos a cada paso, y al estar tras la enorme cortina negra (hasta digna de un funeral), el corazón palpitaba fuerte, con esa intensidad incontrolable, tanteando entre los nervios y ese impulso de querer comerse el mundo entre sus melodías.
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Porque el corazón llevaba un ritmo, que incluso cambiando de tempo es el más organizado y en el que más puede confiar, y aquella tarde, será el que hable por ella cuando sea el momento.
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“Ha Sooyoung, desde Busan, Corea del Sur. Cuando estés lista.”
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Las miradas están sobre ella en el momento en que avanza hasta tomar el lugar en el centro, su partitura ya está ahí, y el único sonido que puede escuchar es el del joven en el piano que será su acompañante en aquella pieza, también acomodando una nueva partitura en segundos, porque el tiempo es oro y perderlo es un pecado en la nación donde cada instante cuenta.
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Se posicionó entonces, con la mirada al frente, pero nunca directamente hacia alguno de los jueces, no planeaba desconcentrarse, pero cerrarlos sería una falta de respeto en medio de una puesta en escena tan importante. Uno, dos, tres… Su conteo débil en japonés es el indicativo para que ambos comiencen al mismo tiempo, sin dar lugar a que alguno se quede atrás en una melodía que es tan conocida y con el grado suficiente de complejidad para que ambos instrumentos dancen a la par, donde claramente, el violín se convierte en el protagonista y por lo tanto, su concentración debe ser ideal para no estropear un inicio tan destacable.
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Una versión más corta de la Violin Sonata no. 5 in f major op. 24 1. allegro fue la pieza elegida, uno de esos clásicos que supone un reto para aquellos que están experimentados en la materia, pero en los que hasta el mínimo error podría ser notorio y costarle el pase hacia la universidad de sus sueños. El arco se deslizaba con fluidez por las cuerdas, y en aquel punto de las paredes blancas donde se había concentrado, parecía entrar en trance recordando cada momento en casa donde sus melodías eran aquello que le daba vida al hogar tradicional coreano en el que creció. Porque la disciplina física de su padre era suficiente para tragarse un sollozo y tocar hasta el amanecer entre lágrimas para perfeccionar cada nota, y aunque una sonrisa de su madre fuera el motor para no renunciar a la música (sin siquiera haberse dedicado a ella profesionalmente aún), no calmaba el dolor que la presión podía llegar a poner en sus hombros.
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Tensos, estaba tensa. Supo que la secuencia siguiente que le exigía más tranquilidad sería el pequeño espacio para relajar los brazos y erguir la espalda, aunque aquello le había costado el cambio de tempo apenas un poco después del piano, pero que logró incorporarse con tanta naturalidad que sólo los oídos más expertos podrían notarlo: y así fue. Por el rabillo del ojo notó al hombre que bajaba la mirada a los papeles en el escritorio y se hacía con un par de anotaciones que serían un misterio para la coreana. Había pasado el peso de su cuerpo principalmente a uno de sus pies y estiró la otra pierna con elegancia para mantener el equilibrio una vez que el piano se robaba el estelar por algunos segundos antes de que ella pudiese retomar y dirigirse hacia el final con (hasta el momento), ningún error significativo en su interpretación.
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Eso sí, no significaba que las dudas no llegaran a su mente como notas danzando en una sinfonía más compuesta, y que llegaban a girar alrededor de ella, su intérprete, su protagonista y la única que podía poner un fin o tomar otro rumbo. Porque en segundos llegaban preguntas y hasta el considerar si realmente amaba la música como tanto lo había expresado desde que tiene uso de razón hasta sus ahora diecisiete años, le taladra la cabeza para el momento en que llegaban las notas finales de su interpretación de casi cuatro minutos.
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¿Se estaba dejando llevar por la emoción en su corazón, o no era más que una víctima de la presión de la pareja que fijamente la observaba desde un par de asientos en el auditorio? Se aferraba al arco tanto como podía, aunque le ponía blanquecinos los nudillos y hacía temblar su meñique. A veces se sentía dentro de una mentira, luchando por algo que se le podía escapar en un instante y no sabía si tenía la fortaleza para enfrentarse a más intentos que podrían significar un fracaso, pero en otras, muchas tantas veces, sabía exactamente hacia dónde la guiaban sus deseos y lo que significaba el latido que le quemaba el pecho de amor.
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Amor por aquello que la hacía despertar cada día, y que a fin de cuentas no estaba en discusión.
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Prefería la eternidad de sus notas, de su pasión, que aunque se expresa en momentos como el instante donde escuchó los aplausos resonar, sería aquello que le daría la seguridad de esperar con el corazón abierto por una respuesta de la que pende su sueño. Levantó la mirada hacia el lugar que reconocía, y sintió amarga la boca al ver las palmas de su madre con efusividad, pero una expresión tan neutral y una mirada que le perforaba el alma de aquel que no estaría contento con nada.
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Eso sí, no la ponía a dudar una vez más. Bajaría del escenario tras una reverencia de perfectos 90 grados, aunque ya podía sentir la respiración faltando y sus oídos tardíos en identificar bien las voces que la felicitaban cuando volvía camino al salón con los demás aspirantes a estudiantes.
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A fin de cuentas, tenía mucho por demostrar, pero la decisión había sido tomada hace mucho.
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