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アネモネ。

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La pequeña Katarina desde muy joven había sido una devota fanática de las películas de terror a pesar de los brincos que llega a pegar durante el transcurso de las películas, pero, ni todas esas películas de terror la habían preparado para la imagen que tuvo delante suyo a sus cortos trece años.

Katarina no era tonta, estaba medianamente informada de lo que era el cáncer, por supuesto en la escuela le han explicado de manera biológica lo que hace al cuerpo internamente, pero, jamás externamente.

Era la primera vez que veía tanto a su padre y madre desde hacía un mes ante un extraño viaje imprevisto que tuvieron que hacer de último momento de urgencia, y a pesar de reconocer a su padre, no fue exactamente lo mismo con su madre. Reposada en cama, con cables alrededor de ella, un monitor a su lado emitiendo un constante pitido, su rostro lucía descolorido, delgado al igual que los brazos, demasiado. ¿Era cruel decir que le temía? Quizá, más por los sonidos que llegaba a emitir por no poder respirar correctamente, era tanto el temor que no pudo estar cerca de ella o con ella más de dos minutos, ¿era su culpa? No lo sabe, solo sabe que era demasiado joven y no era capaz de procesar lo que sucedía.

No supo el gran arrepentimiento que la perseguiría tras una noche en la llovía, los relámpagos resonando en su habitación, mientras intentaba distraerse viendo algo de tv. Es entonces que uno de sus familiares repentinamente entra a su habitación y la abraza con fuerza, susurrando un “lo siento mucho” en su oído, cierta parte de ella desconectándose tras esas palabras. Sin ninguna expresión en su rostro se levanta y va a la habitación de sus padres, donde, vislumbra a su padre llorando y abrazándose al cuerpo ya fallecido de su madre, el pitido prolongado haciendo eco con el de los relámpagos, sintiendo las piernas y manos temblar pero siendo incapaz de reaccionar o decir algo, únicamente viendo esa escena con las lágrimas empapando sus mejillas. La culpaba abordaba su cuerpo, pues, su “irracional” miedo le impidió pasar todo el tiempo posible con quien la crió y brindó amor incondicional. Ahora, hoy en día, era perseguida por el arrepentimiento y por ese recuerdo cada que una tormenta eléctrica se presentaba. Y lo peor, no fue el tipo de abandono que sufrió, ese que estaba muy fuera de su alcance poder impedirlo o postergarlo, sino que, ni siquiera pudo despedirse a pesar de haber tenido la oportunidad.

危険。

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Los turnos de trabajo en el restaurante que trabajaba la menor se habían vuelto un embrollo tras las múltiples ausencias inexplicables de sus compañeros de trabajo, resultando en que incluso la pelinegra tuviera que cubrir tanto el turno matutino como el vespertino, siendo este último uno al que no está acostumbrada. A pesar de tratarse de ser un restaurante campestre, no faltaban las noches en las que un grupo de señores (mayores de edad) acudieran a tomar más de un trago, por consiguiente quedándose a altas horas de la noche. Aquel lugar en el que trabajaba, tenía la política de esperar hasta que el último cliente se fuera y aún si ya era hora del cierre y el cliente (o clientes) seguían ahí, tenían prohibido echarlos o hacerlos sentir apurados a desalojar el restaurante, por lo que, cuando esa noche ocurrió justo eso, Rina no tuvo opción más que morderse la lengua y esperar junto a sus compañeros a que pidieran la cuenta y se marcharan.

Fue apróximadamente a las dos de la madrugada cuando aquella mesa terminó de consumir y por fin pidieron la cuenta, liberando a los pobres empleados (siendo ella uno de ellos) de su trabajo para irse a casa. Tras encargarse de limpiar las mesas, cerra el local y asegurarse de que todas las luces habían sido apagadas, cada quien emprendió paso a su hogar listos para descansar, siendo el de ella una ruta más larga que el de los demás, siendo dos autobuses los que tenía que tomar y el metro que la dejaba a unas calles de su casa. De camino al segundo autobus que la acercaría a la estación del metro, una extraña sensación la embargo de tal forma que la hizo estremecer. Definitivamente no era frío, pues se encontraba en la temporada en la que el calor era tan insportable que ni una sola ventisca de aire fresco la golpeaba. Por si fuera poco, comenzó a sentir unos pasos justo detrás de ella, pero cada que volteaba hacia atrás, nadie se encontraba ahí. No, no estaba loca, claramene alguien estaba tras ella, podía no solo oír sus pasos, sino que también la respiración de alguien más. Sus ojos eran incapaz de ver algo pero un presentimiento le decía que algo no marchaba bien, que esa sensación no era solo paranoia y que no era normal nada de eso. Sin pensarlo dos veces, esta apresuró el paso pero no fue a donde se supondría que iría, sino que, entró a la tienda más cercana que para su suerte se mantenía las 24 horas abierta. Su instinto le decía que no era seguro ir a casa, puesto que, si estaba siendo seguida, sabrían en dónde vivía. Con los dedos temblorosos y la voz entrecortada, tomó su teléfono y llamó a la compañera que más confianza tenía, tratando de mantener la calma a pesar de sentir que su voz se quebraría en llanto en cualquier momento.

—Hanari-yah... ¿Sería mucho pedir... que vinieras por mi? Tengo miedo...

Para mala suerte de la japonesa, Hanari le dio la razón en que no estaba segura, recordándole que eran altas horas de la noche y que el barrio donde trabajaba no era el más seguro a esas horas. Como le fue ordenado, esta se mantuvo dentro del local hasta que su compañera llamara y avisara que estaba fuera. De igual forma se le ordenó que mantuviera la calma y no diera a notar que se había percatado de la presencia de la persona que lo seguía, por lo que, simuló estar escogiendo alguno que otro bocadillo antes de recibir la llamada que simbolizaba su salvación. Su compañera había ido a su rescate en auto y solo hasta que estuvo dentro del mismo pudo soltar todo ese pánico que había sentido en forma de llanto, en sollozos. Jamás había experimentado una situación siquiera parecida a esa, ni de cerca. Pero de lo que sí estaba segura era que nunca más quería volver a experimentar esa sensación.

私を覚えてますか。

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A lo largo de su vida, Rina ha atravesado numerosas rupturas en las que solo en una ocasión ella fue quien dio por terminado el lazo, mientras que las demás fue por la otra parte. ¿La razón? Jamás le ha quedado claro ya que si no era por "x" razón se trataba de "y" y en otras más bien era la "z". Durante un muy largo tiempo llegó a creer que incluso se debía a que simplemente pedía demasiado, o que no era sencillo que la amaran de la forma en la que ella esperaba y el vaso era demasiado grande para que cualquiera lo rellenara. Eso, hasta que llegó el muchacho de cabellos rubios con constelaciones por su rostro y cuerpo a enseñarle que era merecedora de amor como cualquier otro ser humano, sintiendo que el amor le sonreía nuevamente como mucho tiempo atrás no lo había hecho. No había nada de él que no lograra cautivar su corazón y hasta hoy día no es capaz de creer que son ya seis meses los que han pasado juntos, en donde este incluso ya le había propuesto vivir juntos.

Sin embargo, como cada relación, empezaron a tener sus altibajos. Si bien todo marcha -la mayor parte del tiempo- de maravilla en su relación, se acercaron esas fechas antes de las anticipadas vacaciones en las que al muchacho en lugar de estar cada vez más cerca de la libertad, solo era abordado por más y más trabajos, lecturas, por consiguiente siendo menor el tiempo que pasaban juntos. Las relaciones pasadas de la menor le llegaron a marcar la idea de que la distancia era la mayor señal de alerta a la que debía estar más que atenta, por ello mismo es que no pudo evitar en más de una ocasión llorar ya sea sola o en los brazos de su pareja por el miedo de ser abandonada por quien cree ser por fin el indicado, el chico de su vida. Tiene presente que la ama, pero, la idea de que se repita ese ciclo en el que es abandonada tras un repentino distanciamiento que los lleva a olvidar los momentos y sentimientos compartidos, martillaba su cabeza, en ese rincón oscuro que siempre trataba de mantener bajo llave.

Se encontró en ese momento en el que no supo qué hacer para remediar la situación cuando en una ocasión llegaron a chocar por lo mismo, siendo vulnerable nuevamente de ese temor que no pudo mantener bajo llave por un segundo. Lo menos que quiere esa que esa distancia siguiese creciendo, pero el permitir que ese miedo se apoderara de ella no estaba siendo de ayuda. Lo comprobó tras herir los sentimientos de su pareja (de forma -involuntaria) tras hablar sin pensar en cómo le haría sentir. Y estando sola en lo que debería estar convirtiéndose en el hogar de ambos, decidió intentar algo para remediar lo sucedido, tomando una hoja de papel, su caja de colores y lápiz para empezar a dibujar. Sobre el papel, trazó una flor en específico, una vellosilla, y bajo ella escribió todo lo que estuvo meditando ese rato a solas que tuvo. Una vez listo el dibujo, lo dejó junto a la caja de donas que había comprado, pero en esta ocasión, no serían para ella, sino para el dueño de su corazón, estando intacta y sin haber tomado ni una sola, esperando que entendiera el mensaje con aquello y con su dibujo y con las palabras debajo de ella, durmiendo en el sofá al haber querido esperarlo para ser ella quien se lo entregara, pero al final, cediendo al sueño.

"Lamento lo ocurrido. Sé que no es tu culpa estar ocupado, así como el que tengas cosas que hacer y deberes que cumplir. No es y jamás será mi intención hacerte sentir mal por culpa de mis propios miedos e inseguridades. Prometo mejorar y tratar de ser comprensiva con estos días que seguramente han sido de lo más estresantes para ti y en lugar de ser más amenos conmigo seguro los empeoro. Te quiero, mi pingüinito. Mejoraré para ser la chica y novia que verdaderamente mereces y seguir haciendo de nuestra relación y hasta tu casa (ahora nuestra) tu lugar seguro".

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