Esther López
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Morena, la forma y el contenido
En mi artículo anterior hice referencia a las contradicciones insolubles contenidas en el fondo del gobierno que encabeza Morena. Expuse elementos para demostrar que dejó intacta la estructura del Estado y que no hay participación real de las masas populares, a nombre de quienes dice gobernar. Los datos, creo yo, son irrebatibles, por lo que no hay tal “transformación”, a la que tanto aluden. Hoy, abordaré las contradicciones morenistas, pero desde la óptica de la forma.
“La forma y el contenido - sostiene el marxismo-leninismo-, son dos contrarios que se encuentran en unidad. Su unidad indestructible se manifiesta en que un contenido determinado se viste con una forma determinada…El aspecto principal de esta unidad es el contenido: la forma de organización depende de lo que se organiza.” (Fundamentos de Filosofía Marxista-leninista (1977), Progreso, pág. 196).
Partiendo de esta definición, vamos a la forma de la “Izquierda” en el país, que es quien organiza la “transformación”. Para entenderla, se requiere por fuerza analizar su desarrollo histórico, puesto que solo a la luz de los hechos se verá qué es en realidad.
De acuerdo con Anaximandro Pérez, investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y sociales (CEMEES), el bengalí Manabendra Nath Roy rescató y financió al Partido Socialista Mexicano entre 1917 y 1919. Al configurarse un movimiento de izquierda con tendencias marxistas, el PSM cambió su nombre a Partido Comunista Mexicano en 1919. Pero los dirigentes nunca asimilaron la semilla semimarxista que Roy plantó, sus actividades políticas se limitaron a una lucha por la supervivencia. Al desaparecer el financiamiento soviético, tras la muerte de Stalin en 1953, el Partido y las masas se separaron. Esto se aprecia en el “Ensayo de un proletariado sin cabeza” que vio la luz en 1962, en el que José Revueltas denuncia las desviaciones y la inexistencia histórica del PCM.
La lucha concreta demostró que el PCM nunca tuvo brújula revolucionaria, sus organismos estudiantiles y magisteriales, no pudiendo hacerse con el poder del Comité de Huelga al principio del Movimiento del 1968, cuando sus principales líderes fueron encarcelados o asesinados, alejaron a las masas estudiantiles de la lucha, por lo cual se les acusa de haber negociado a espaldas del movimiento, según miembros del Comité de Huelga como Manuel Álvarez Garín y Gilberto Guevara Niebla.
En 1975 se hizo evidente la renuncia al marxismo y la persecución de puestos en el aparato de poder, pues Arturo Martínez Natera en su informe al Comité Central del PCM sostuvo: “… las fuerzas de izquierda y la corriente democrática en su sentido más amplio, tienen la obligación de prepararse concienzudamente para intervenir de manera nueva en la próxima campaña electoral…Durante años luchamos por una reforma democrática que modifique sustancialmente la ley electoral que pone en manos del gobierno el registro de los partidos y la preparación, organización y calificación de las elecciones. Esta ley niega los derechos electorales de las fuerzas democráticas y revolucionarias y trata de impedir la intervención de los comunistas…” (El partido comunista en la sociedad mexicana actual, Cultura General, págs. 13 y 18).
La continua represión gubernamental sembraba miedo e impotencia en el PCM y las organizaciones de izquierda. Esto los llevó a que, mediante negociaciones con José López Portillo, se realizara una reforma política que otorgó en 1978 el registro a los partidos políticos de izquierda. “Para noviembre de 1981, desaparecía formalmente el PCM, para unirse a otras organizaciones en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), dando lugar después al Partido Mexicano Socialista (PMS)”. (INEHRM, 2020, Pág. 20).
Una vez reconocidos por la gran burguesía mexicana, les estorbó la teoría marxista, y por ello, acorde con las “acciones de unidad”, el candidato a las elecciones presidenciales del PMS en 1988, Heberto Castillo, declinó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano, de la llamada Corriente Democrática del PRI, que daría lugar al Frente Democrático Nacional, que en 1989 se constituyó como Partido de la Revolución Democrática con los restos de todas las fuerzas de la llamada izquierda democrática. Dicho Partido postuló en 1995 a Andrés Manuel López Obrador a la gubernatura de Tabasco, y ante la derrota que sufrió frente a Madrazo Pintado, inició manifestaciones a la ciudad de México que le permitieron tomar relevancia política hasta llegar a la presidencia de este instituto, por lo que en 2000 se convirtió en jefe del entonces DF, lanzándose como su candidato a presidente de la República en 2006 y 2012. Al perder la segunda vez, abandonó el PRD y fundó Morena.
Esta engorrosa pero necesaria exposición muestra cómo los líderes de la izquierda siempre navegaron en las penosas aguas del oportunismo, sin asimilar el marxismo-leninismo, y con su incapacidad de fundir la teoría revolucionaria con la lucha espontánea de las masas populares. A la luz de esos hechos, podemos ver que desde temprana época se manifestaron las desviaciones de quienes utilizaron al PCM como trampolín para acceder a los puestos de poder, mediante las concesiones de la burguesía.
Para completar mis aseveraciones, recurro al análisis de Lenin -quien encabezó en Rusia la primera revolución triunfadora del pueblo trabajador en la historia de la humanidad-, sobre la base de las experiencias de las revoluciones en Europa que pusieron fin al feudalismo: “…estos seudosocialistas han sustituido la lucha de clases por sueños sobre la conciliación de las clases…la pequeña burguesía es atraída al lado de la gran burguesía, y sometida a ella en medida considerable por medio de este aparato (el Estado), que proporciona a las capas altas de los campesinos, de los pequeños artesanos, de los comerciantes, etc., puestos relativamente cómodos, tranquilos y honorables, los cuales colocan a sus poseedores por encima del pueblo.” El Estado y la Revolución, Progreso, págs. 23-28.
Eso y no otra cosa es lo que se oberva actualmente en la actividad política de Morena, cuyos líderes no emanaron del pueblo pobre y su lucha organizada, sino de los restos del oportunismo que se formó en la seudoizquierda, quienes hoy luchan encarnizadamente por las candidaturas a los puestos de representación popular, de la manera más burda y antidemocrática que los priistas y panistas.
La forma de Morena, que no es ni siquiera un partido político, sino un movimiento, está determinada por su contenido, que no es otra cosa que la pequeña burguesía, que se ha encaramado en el discurso de izquierda para arañar la mesa del gran capital, mismo que con tal de seguir en el poder les lanza unos mendrugos al suelo. Este gran capital necesita un partido que le permita simular que gobierna para el pueblo, y encontró el cascarón perfecto.
El partido político realmente del pueblo, que forme sus líderes en la lucha auténtica y consecuente por un país más justo y equitativo para quienes generan la riqueza social con su trabajo, es una tarea todavía pendiente en el país, aunque como dijo la sabiduría popular... ya nos estamos juntando.
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Las contradicciones no resueltas en la “transformación” ofrecida por Morena
La gravedad de la situación nacional obliga a cualquier ciudadano con compromiso social a hacer un análisis económico y político que ajuste cuentas a quienes, jugando a la revolución, traicionan al pueblo que dicen defender y llevan a nuestro país a un periodo de retroceso y de conculcamiento de derechos constitucionales conquistados mediante prolongadas y dolorosas luchas históricas.
En nuestra realidad se acumulan insolubles contradicciones sociales; conocerlas y estudiarlas en su desenvolvimiento nos da mayores posibilidades de influir en la sociedad, que cuando son sepultadas en el tiempo y la resignación de los afectados. Por ello, en una serie de entregas, intentaré presentar las pruebas de que, a pesar del discurso, aumenta la precariedad en el hogar, salud, vivienda, empleo, educación, etc. No obstante, pretendo elaborar un documento más amplio, para no caer en abstracciones que parcialicen el objeto de análisis.
Analizaremos a la “transformación” en curso, desde el ámbito en que dicen realizarla sus artífices, esto es, desde la “Izquierda”. Porque debemos conocer cuál es la base sobre la que se sostiene su proyecto de gobierno. Cuando se realizó la primera Asamblea Nacional Constituyente, a inicios de la Revolución Francesa, los diputados de la aristrocracia, la alta burguesía y el clero, que defendían el poder real, se sentaron a la derecha del presidente de la Asamblea, y los representates del pueblo pobre, a la izquierda. Luego entonces, ésta se identifica con los defensores del pueblo, y aquella, con los de las clases ricas.
Asumo, por tanto, que quienes dicen gobernar “por el pueblo y para el pueblo”, ajustaron a nuestra realidad la teoría que la Izquierda ha acumulado en su historia, y saben que cualquiera que instaura un gobierno de izquierda auténtico, debe partir ineludiblemente de los principios del marxismo-leninismo, que no es otra cosa que el conjunto de conocimientos científicos acerca de la sociedad.
En El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Engels dice: “El estado… es un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurarlos. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha esteril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado”.
Veamos ahora cómo opera en nuestro país esta estructura. Con el discurso del “combate a la corrupción”, el partido en el poder creó instituciones ineficientes y plagadas de opacidad; propusieron impulsar el empleo conservando los viejos programas sociales y creando proyectos faraónicos onerosos y sin proyección real alguna; y con el argumento de “abrazos no balazos”, permitieron que la violencia se desbordara por todos lados.
Así pues, resulta que nuestros izquierdistas dejaron intacto al Estado y su aparato de gobierno. No existe participación de las masas populares, a nombre de quienes dicen dirigir la “transformación”, e incluso se les ha combatido con ferocidad inaudita. He aquí la más evidente contradicción, pues no se comprende cómo sostendrán su poder sobre los “neoliberales” y la “mafia del poder”, si los documentos básicos de la auténtica izquierda, como ¿Qué es la Sociedad?, de Martha Harneker, sostienen que sin la participación de las grandes masas populares no puede haber revolución (transformación, según la 4T).
Peor aún, la realidad de las clases trabajadoras se agrava peligrosamente -al fallar estas políticas públicas superficiales-, pues el neoliberalismo incrementa, sin cesar, la ganancia del gran capital, precarizando el empleo y las prestaciones laborales y abalanzándose sobre el presupuesto gubernamental destinado a gasto social en vivienda, salud, educación y seguridad. Este inevitable proceso, empuja a cada vez más sectores sociales a exigir atención a sus demandas más urgentes, pero el Estado neoliberal, fortalecido al permitir a los morenistas llegar al poder -dispuestos a pagar cualquier precio por obtenerlo-, impulsa las exigencias del capitalismo extranjero y mexicano de reducir la inversión en gasto social. Por tanto, la 4T no puede ofrecer soluciones a estos sectores y buscará por cualquier medio, burlar sus genuinas demandas.
Vayamos a los ejemplos: en Oaxaca hubo manifestaciones de organizaciones y comunidades, las radicales operaron mediante el bloqueo y el vandalismo al palacio de gobierno; otras, mediante el diálogo legítimo. A las primeras, se les brindó soluciones y hasta se aplaudió la legitimidad de sus demandas; a las otras, se les reprimió mediáticamente sin probar la supuesta ilegitimidad de sus demandas; y a las comunidades que se ofreció “atención directa”, pero se les evadió con supuestos impedimentos técnicos y burocráticos.
Tanto más, la 4T, en la que priva la competencia por el botín, encabeza una cruzada por la sustitución de funcionarios altos, medios e incluso bajos, de las instituciones que dependen del aparato estatal, para lo cual se ven forzados a darle carácter de “legalidad” a la represión oficial, por ejemplo, la inconstitucional sustitución del Tribunal de Justicia Aministrativa, y para doblegar a los jueces que se resistieron, se encarceló al Secretario General del desaparecido instituto, en una evidente violación procesal y con la intervención directa de funcionarios Estatales, o el despido de profesores de la Universidad de los Valles Centrales de Oaxaca (UTVCO) y del Instituto de Estudios de Bachillerato de Oaxaca (IEBO), por intentar formar sindicatos para la defensa de sus derechos laborales.
En nuestro país no hay un gobierno auténtico de Izquierda, por lo menos, no en el sentido verdaderamente revolucionario. Los hechos nos dicen que no se ha modificado nada sustancial del Estado y su aparato de gobierno, pues prevalecen los mismos proyectos neoliberales, los mismos programas sociales y los mismos mecanismos de represión. En el acelerado proceso de desgaste de su gobierno al servicio del neoliberalismo, Morena, que se hizo pasar por izquierdista, no tiene más remedio que tratar de contener la inconformidad, cada vez más grande, porque no puede renunciar a empobrecer a las clases trabajadoras.
Por tanto, como ciudadano comprometido con la sociedad, siento que es mi responsabilidad alertar a la sociedad oaxaqueña de la pretensión del gobierno actual de trocar la injusticia en “legalidad”. Viene en mi auxilio uno de los más importantes teóricos del Derecho, quien dice “…y siempre existe el peligro de que el orden jurídico se convierta en instrumento de los poderosos, el peligro, esto es, de que el derecho no sancione más que lo que los poderosos deseen” (COING, 1995). Y hacia allá avanzamos peligrosamente.
Las masas populares sólo tendrán justicia social cuando surja un auténtico partido del pueblo pobre, que con responsabilidad, demuestre al capital la necesidad que tiene de mejorar el nivel de vida de las clases trabajadoras. Un partido verdaderamente de Izquierda, cuyo aparato estatal haya resuelto el antagonismo que le ha dado origen y trabaje en favor de ese pueblo y sus necesidades.
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LA HISTORIA ENSEÑA, Y ES HORA DE AJUSTAR LAS CUENTAS
En el concierto de las naciones, la nuestra ha sido, en los últimos 500 años, apetecible botín de distintas potencias que nos han saqueado hasta reducirnos al papel de un país dependiente y empobrecido. El nacionalismo mexicano promovido por las clases en el poder, ha sido solo una indentidad idealizada que hoy se hace pasar por un remedo de transformación, que emula nuestras luchas históricas encajonadas en una libertad llena de abstracciones y de frases vacías. Ese nacionalismo, hoy disfrazado de izquierdismo, se corresponde con nuestro papel en el modelo capitalista mundial, papel que determina el tipo de sociedad que más conviene a la burguesía mexicana.
El capitalismo en su etapa neoliberal se sostiene gracias al férreo control ideólogico que mantiene sobre las clases trabajadoras, pero sus contradicciones son irreconciliables y ofrecen ya un escenario casi predecible. Los yerros de los oportunistas en el poder, que desde la izquierda aceleran la obtención de la máxima plusvalía de la sociedad en su conjunto, hacen ya insostenible su gobierno, por lo que recurrirán a la represión social con el aparato jurídico y policial del Estado. Acto seguido, hará su aparición la derecha, con la cual la burguesía intenta detener el proceso natural de la sociedad que, acorde con las leyes del desarrallo, pugna siempre y a pesar de todo, por instaurar una sociedad más justa y equitativa.
La derechización de la política es un hecho entendible y necesario para la burguesía, que encuentra el pretexto perfecto para pulir sus armas, sacando la lucha del terreno de las declaraciones demagógicas con que Morena viste su neoliberal naturaleza, para llevarla al de la cruenta lucha por repartirse la plusvalía, apretando desmedidamente el cinturón explotador en las clases trabajadoras y, sobre todo, combatiendo sus mecanismos de organización, para evitar que luchen por su derecho a una porción más justa de la riqueza que producen y que debe regresar a ellos, mediante un salario bien retribuido; la burguesía ha ganado esa lucha con relativa facilidad, por lo que se lanza cada vez más, con descarada exigencia, para adueñarse también de los recursos del erario que se deben destinar a las obras y servicios, con que el Estado está obligado a proveer a la sociedad, puesto que es el mecanismo de distribución de la riqueza social que se capta a través del sistema de tributación que rige en nuestro país.
Los argumentos para demostrar este fenómeno en puerta abundan en el fracaso de las políticas públicas de corte neoliberal instrumentadas por el gobierno morenista, aplicadas con un servilismo más ruín que el de los gobiernos panistas y priistas, como puede verse cuando confrontamos los resultados de Prospera con los programas del “Bienestar”, pues antes se cubría el 52% de hogares pobres, con 11,640 pesos anuales, otorgando servicios de salud y alimentación y, ahora, solo son programas de becas que entregan 8,400 pesos, atendiendo a 20% de hogares pobres y a 17% de no pobres; con el INSABI que sustituyó al Seguro Popular, provocando el aumento de 20 a 50 millones de personas sin cobertura médica; con el supuesto combate a la corrupción por el que se crearon dependencias como SEGALMEX, donde se cometió un fraude por 15 mil millones de pesos; o con el fracaso de la política de “abrazos no balazos”, y que ha permitido que se desborde la violencia a grado tal, que en este gobierno van más de 160 mil mu***os y más de 40 mil desaparecidos.
El fracaso rotundo de estas medidas instrumentadas por la supuesta izquierda, brindan el escenario perfecto para el combate que librará la burguesía desde la derecha más recalcitrante, para hacerse del poder, a pesar de que fueron pensadas con el planeado objetivo de acrecentar las ganancias del capital nacional y extranjero.
Pero la historia enseña, y esta enseñanza nos permite ver a nuestro país y su desarrollo, como parte de un proceso y no como algo aislado. Vladímir Ilich Ulianov, en su obra El Imperialismo, fase superior del Capitalismo, con base en un estudio serio y disciplinado del materialismo dialéctico e histórico y de su aplicación rigurosa, señaló, entre otras cosas, que el modo capitalista de producción había alcanzado ya, a principios del siglo XX, su etapa de máximo desarrollo, y que, por tanto, a partir de ese momento empezaría fatalmente una etapa de decandencia de la cual las masas trabajadoras solo podían esperar un empeoramiento progresivo de sus condiciones materiales de existencia y una mayor opresión político-social por parte de la clase dominante. El capitalismo pues, ya se había desarrollado a escala planetaria, ya no era un sistema distinto en cada país, sino un solo fenómeno a manera de los eslabones de una gran cadena, y resultaba por tanto, obligado estudiar la cadena imperialista completa para poder determinar cuál era su eslabón más débil y combatirlo para instaurar una sociedad más justa y equitativa.
Por tanto, para comprender el desarrollo capitalista de México, debemos ver la evolución del modelo mundial a la luz de la tesis de Lenin. Al hacerlo, comprenderemos que siempre ha estado sujeto a las directrices y políticas hegemónicas del imperio, que cuando no necesita imponerse por las armas, promueve alternativamente gobiernos izquierdistas y de derecha, para que la burguesía local y la norteamericana puedan aplicar sus proyectos económicos, según se lo indiquen sus intereses.
Hay casos de países donde la derecha ha aprovechado el discurso de supuestos izquierdistas, en favor del pueblo, que al no concretarse en hechos palpables que cumplan las expectativas generadas, le dan la oportunidad a este sector extremista de representar a esas masas defraudadas, asumiéndose como los verdaderos líderes populares que, combatiendo los fallidos experimentos “comunistas”, impondrán gobiernos eficientes, a manera de las empresas exitosas que las clases “productivas” saben conducir, para lo cual se requiere austeridad y cero asistencialismo, que solo usan los “intermediarios” para aglutinar a las masas. A esto le suman, un estado policialmente fuerte para garantizar la seguridad, que no es otra cosa que la forma “legal” para inhibir la genuina lucha social por una vida digna.
Todo lo cual es, en los hechos, apretar aún más el cinturón a las masas populares, para lograr finalmente, que sean eliminados por completo los restos del “Estado de Bienestar”, para que la clase trabajadora viva unicamente del producto de su esfuerzo laboral, que la condena a la pobreza más descarnada, por los cada vez más bajos salarios que las empresas pagan por el abaratamiento continuo de la mano de obra.
Se va llegando la hora pues, de ajustar cuentas con la autodenominada izquierda, y exhibir el papel lamentable que ha decidido jugar en la historia de nuestro país, la del gazapo que prepara el terreno para el autoritarismo y la explotación más rapaz que pueda existir en la sociedad, la de la ultraderecha que en otros tiempos ha prohijado al nazismo de Hi**er y a grupos radicales como los que encabeza Donald Trump en los Estados Unidos.
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Acerca de la olvidada discusión sobre los nuevos libros de texto
Dada la agitada vida política de nuestro país, como producto de la agudización de las contradicciones en la base económica, los acontecimientos se suceden unos a otros de manera tan vertiginosa, que problemas de la mayor importancia son ignorados o minusvalorados, en detrimento de las amplias mayorías empobrecidas puesto que, por desconocimiento o por inconsciencia, no entienden que es necesario involucrarse en ellos para lograr mejorías sustanciales en sus deplorables condiciones materiales de vida.
Recordemos que hace unas semanas, en los medios de información y en las redes sociales, distintos actores políticos discutieron con animosidad inusitada sobre los nuevos libros de texto, pero pocos días después, esta discusión desapareció tan abruptamente como surgió. A mi juicio, el tema amerita ser analizado con verdadera profundidad, puesto que lo que hay que criticar -y combatir-, no solo son los mencionados libros, sino la involución del proceso educativo, que con cada “nuevo” modelo va impidiendo la verdadera educación de la juventud mexicana, convirtiéndola, en el mejor de los casos, en mano de obra calificada al servicio del sistema productivo, sin pensamiento crítico, ni lógico y, sobre todo, sin la consciencia plena de nuestra, cada vez más deplorable, realidad económica, política y social.
Es evidente que este espacio no es suficiente para tal análisis, mucho menos para lograr un cambio sustancial en la conciencia de la sociedad mexicana, pero la forma en que la discusión se desenvolvió, demuestra que el cambio en nuestro país no vendrá de las altas esferas políticas, económicas o de poder. De tal forma, que el pueblo tendrá que construir las herramientas de su liberación por sí mismo, y cualquier esfuerzo para ponerlo de pie, por mínimo que sea, bien vale la pena.
Pues bien, hasta ahora, algunos sectores bien intencionados solo han criticado los errores de elaboración, y el claro objetivo de adoctrinamiento de los estudiantes, mediante el uso de una pseudoteoría de izquierda. Pero otros -y esos son los alarmantes, por la reaccionaria y agresiva postura que toman-, aprovechándose de los insulsos y trasnochados intelectualillos que piensan que una revolución se realiza con planteamientos y conceptos estridentes, pero vacíos de contenido-, fomentan una peligrosa fobia contra la verdadera izquierda, que ha sido difamada por los panegiristas del capitalismo, presentado como el mejor de los modos de producción, que al verse exhibido como el más rapaz y explotador de la historia de la humanidad y, a medida que va siendo derrotado por las potencias emergentes que rechazan las recetas capitalistas, lanza a sus voceros a denostarlas con la vieja y manida calumnia de que el comunismo es el peor de los sistemas económicos que jamás haya existido.
Por ello, tan pronto aparecieron los planteamientos pseudo izquierdistas de los libros de texto, asomaron la cabeza los ultraderechistas -a los cuales la 4T no les ha dañado ni tantito su nivel de enriquecimiento y privilegios-, quienes furibundos, los acusaron peyorativamente de “virus comunista”, sosteniendo que los marxistas proponen que nuestros hijos aprendan división, rencor, envidia, mediocridad, violencia, que es bueno vivir en un estado opresor, que está bien robarse los impuestos, etc.
Los antorchistas no nos pusimos a discutir con base en juicios superficiales sobre los errores en los contenidos educativos y las huecas frases con que en ellos se conceptualiza la fusión del conocimiento, es decir, “Nuestros Saberes” y “Múltiples Lenguajes”. Nosotros nos cuidamos mucho de andar con inventos al v***r y de teorizar sin ton ni son, como lo demuestra el hecho probado de que, desde hace ya casi cinco décadas en que nos propusimos luchar por un país más justo y equitativo, comprendimos que había que empezar por educar integralmente a los mexicanos, por ello, nos dimos a la tarea de analizar nuestra problemática educativa. Como resultado de este análisis, en el 2009 lanzamos el Proyecto Educativo de Antorcha, como una propuesta para combatir seriamente el atraso educativo. Desde entonces, lo hemos ido ajustando a nuestra realidad nacional. De tal forma que su fundadora, la Profesora Hersilia Córdova Morán, hace unos días en entrevista con la internacionalista Francisca Martínez, por Canal 6 de Televisión en Internet, expuso de manera integral y, sobre la base de resultados, lo que nuestra práctica pedagógica ha probado como necesario y, por qué no decirlo, como efectivo para formar ciudadanos con una educación verdaderamente científica, y seriamente comprometidos con el progreso de las mayorías empobrecidas de nuestro país. Aquí una síntesis:
Según la Maestra Hersilia, el problema real no son las deficiencias y errores de detalle de los libros de texto, sino el contenido, ya que según la actual Escuela Mexicana, necesitamos un egresado con perfil humanista y científico, que sea un soporte verdadero para el cambio económico de nuestro país, pero eso es una contradicción flagrante, porque lo que se dice perseguir no se corresponde con lo que se hace. Pues no se puede parcializar la problemática de la educación y hablar solo de los libros de texto, como si éstos fueran la síntesis de aquella. Ya que hay otros factores que tienen que contemplarse para elevar la calidad educativa, a saber: mejorar la situación en que laboran los maestros, que su salario sea suficiente para que dediquen tiempo a su preparación y actualización académica, a la vez, que tengan biblioteca, herramientas y espacio adecuado en su hogar para investigar; perfeccionar la manera de su evaluación y contratación, así como su situación sindical y, sobre todo, garantizar que directivos y representantes educativos, tengan el perfil para los cargos que ostentan; revisar que los planes y programas de estudio correspondan con nuestra realidad y que se sustenten sobre bases verdaderamente científicas; que los centros educativos cuenten con toda la infraestructura necesaria y con el material didáctico y el equipo tecnológico adecuados; y garantizar la participación activa de los padres de familia en el proceso educativo.
Además de lo anterior, se debe abarcar integralmente la formación del alumno con la aplicación de las siguientes Siete Líneas de Acción, surgidas del entorno escolar: calidad educativa en la enseñanza; el trabajo manual como una de las actividades del más alto contenido pedagógico; la práctica suficiente y sistemática de actividades artísticas para inculcar el cultivo de las emociones más sublimes en los estudiantes; la práctica constante y sistemática del deporte para forjar el carácter y la personalidad de nuestros jóvenes; eficacia administrativa en las instituciones; transparencia financiera; e integración al ámbito social con una participación activa en la comunidad, tanto de alumnos, como de docentes.
Finalmente, es necesario comentar que la experiencia, tanto práctica como teórica, nos ha convencido de que para transformar el modelo educativo, primero se debe transformar el modelo económico. Porque una sociedad que se sostiene sobre la explotación desmedida de la clase trabajadora, siempre mantendrá a las masas empobrecidas en la ignorancia, pues quien más sabe, más exige.
Por lo que respecta a quienes digan que el mejor de los mundos es el que construye el capitalismo, que en México tiene alrededor de 92 millones de personas en situación de pobreza, les diré que no es sensato aceptar, sin un juicio crítico, repitiendo a pie juntillas, lo que nos dicen los explotadores y sus defensores, por tanto, les pediré pruebas de que vivimos mejor que los ciudadanos de países como China, Rusia, Vietnam, Korea del Norte y demás naciones que han rechazado el modelo económico capitalista, que tiene el mundo a punto de la catástrofe climática y de la Tercera Guerra Mundial. Y al pueblo pobre de ésta, mi querida Patria, con humildad, pero con preocupación le recuerdo que la historia ha dado pruebas suficientes de que detrás de la pseudo izquierda, siempre se agazapa la ultra derecha.