Rabbi Sacks en Español
Promueve, en español, la obra del Rabino Jonathan Sacks zt "l, fallecido el 7 de noviembre del 2020
“Hasta que no termine esta rivalidad entre hermanos, hasta el que el pueblo judio no gane su derecho a existir, hasta que las personas – incluidos nosotros mismos – no se den cuenta que la amenaza que enfrenta Israel 🇮🇱 es final y total, hasta que Irán, Hamas y Hezbolá no estén de acuerdo en que los judios tienen un derecho a su propia tierra con las fronteras que sean, cualquier otro debate es una mera distracción” Rabbi Sacks
RIVALIDAD FRATERNAL
“Escuchen estas palabras. Están entre las más fatídicas y resonantes en toda la historia judía:
Yosef reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él. (Gén. 42:8)
La Torá es un libro profundo. Cometemos un gran error si creemos que podemos comprenderla en un nivel superficial. En la superficie, la historia es simple. Celosos, los hermanos de Yosef inicialmente planean matarlo. Eventualmente lo venden como esclavo. Es llevado a Egipto. Allí, a través de una serie de vicisitudes, llega a convertirse en Primer Ministro, segundo del Faraón en rango y poder.
Han pasado ya varios años. Sus hermanos vinieron a Egipto a comprar comida. Se presentan ante Yosef, pero él ya no se ve como el hombre que conocieron muchos años atrás. En aquel entonces, era un joven de 17 años llamado Yosef. Ahora tiene 39 años, y es un gobernante egipcio llamado Tzofenat Paneaj, vestido con prendas oficiales y una cadena de oro en su cuello. Habla egipcio y usa un intérprete para comunicarse con los visitantes de la tierra de Canaán. No es extraño que no lo reconocieran, a pesar que él sí los reconoció.
Pero ese es solo el significado superficial. En lo profundo, el libro de Beresh*t está explorando la fuente de conflicto más profunda de la historia.
Freud sostenía que el gran símbolo del conflicto era Layo y Edipo, la tensión entre padre e hijos. *t sostiene algo diferente. La raíz de los conflictos humanos es la rivalidad fraternal: Caín y Abel, Itzjak e Ismael, Yaakov y Esav, y ahora Yosef y sus hermanos.
Yosef tuvo la mala fortuna de ser el hermano más chico, excepto por uno. Simboliza la condición judía. Sus hermanos son más grandes que él. Sus hermanos sienten rencor hacia él. Lo ven como un alborotador. El hecho de que su padre lo ame solo los hace enojar más y sentirse más resentidos. Quieren matarlo. Al final, se deshacen de él en una forma que los hace sentir un poco menos culpables. Inventan una historia para contarle a su padre, y siguen con su vida nuevamente. Se pueden relajar. Ya no está Yosef para perturbar la paz.
Y ahora se encuentran frente a un extraño en una tierra extraña, y simplemente no se les ocurre pensar que este hombre podría ser Yosef. En cuanto a los que les concierne, no hay Yosef. No lo reconocen. Nunca lo hicieron. Nunca lo reconocieron como uno de ellos, como hijo de su padre, como su hermano con una identidad propia y el derecho a ser él mismo.
Yosef es el pueblo judío a lo largo de la historia.
Yosef reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él.
El fue el primer monoteísmo del mundo, no el último. Otros dos emergieron, afirmando que descienden, literal o metafóricamente, de Abraham: el cristianismo y el islam. Sería justo llamar a la relación entre los tres monoteísmos abrahamicos como una de rivalidad entre hermanos. Lejos de ser de interés de un anticuario, el tema de Beresh*t ha sido el leitmotiv de gran parte de la historia de los últimos dos mil años, con el pueblo elegido para representar el rol de Yosef.
Hubo momentos – la España de la Edad Media temprana fue uno de ellos – en que Yosef y sus hermanos vivieron juntos en relativa armonía, lo llamaron ‘convivencia’. Pero también hubo tiempos – los libelos de sangre, y las acusaciones de envenenar pozos o esparcir la plaga – en que intentaron matarlo. Y otro – las expulsiones que tuvieron lugar en Europa, Inglaterra 🏴 en 1290, España 🇪🇸 en 1492, etc. – donde simplemente intentaron deshacerse de él. Que se vaya y sea esclavo en otro lugar, lejos de aquí.
Después vino el . Y a continuación vino el Estado de Israel 🇮🇱 el destino de la travesía del pueblo judio desde los tiempos de Abraham, la patria del pueblo judio desde los días de Yehoshua. Ninguna nación de sobre la tierra – con la posible excepción de los chinos 🇨🇳 – han tenido una relación tan larga con una tierra.
El día en que nació el Estado (14 de Mayo de 1948) David Ben Gurion, el Primer Ministro, buscó hacer la paz con sus vecinos, e Israel no ha cesado de buscar la paz desde entonces hasta hoy.
Pero este no es un conflicto ordinario. Los enemigos de Israel – Hamas en Gaza, Hezbolá en el Líbano 🇱🇧, el Presidente Mahmoud Ahmadinejad de Irán 🇮🇷, no están envueltos en una disputa fronteriza, esta frontera o aquella. Ellos niegan, como un principio religioso – no solo político – no negociable, el derecho de Israel a existir dentro de cualquier límite.
Hoy en día existen 56 estados islámicos. Pero para los vecinos de Israel, un único estado judio del tamaño de Gales, es demasiado.
Yosef reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él.
No existe otro estado dentro de los 192 miembros de las Naciones Unidas 🇺🇳 cuya mera existencia sea cuestionada de esta forma. Y mientras que los judios discutimos entre nosotros acerca de esta política o aquella, como si fueran remotamente relevantes al proceso de paz, perdemos de vista el problema real, que es: mientras que los hermanos de Yosef no reconozcan su derecho a ser, no puede haber paz, simplemente una serie de escalas en el camino de una guerra que no terminará hasta que ya no haya un Estado judio.
Hasta que no termine esta rivalidad entre hermanos, hasta el que el pueblo judio no gane su derecho a existir, hasta que las personas – incluidos nosotros mismos – no se den cuenta que la amenaza que enfrenta es final y total, hasta que Irán, Hamas y Hezbolá no estén de acuerdo en que los judios tienen un derecho a su propia tierra con las fronteras que sean, cualquier otro debate es una mera distracción”.
Tomado de: Convenio y Conversación
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PARA ENCENDER OTRA LUZ
“Hay una discusión fascinante en el . ¿Puedes tomar una vela de para encender otra? Por lo general, por supuesto, tomamos una vela extra, el shamash y la usamos para encender todas las velas. Pero supongamos que no tenemos una. ¿Podemos encender la primera vela y luego usarla para encender las demás?
Dos grandes sabios del siglo 3, Rav y Shmuel, estaban en desacuerdo. Rav dijo que no. Shmuel dijo que sí. Normalmente tenemos la regla de que cuando Rav y Shmuel no están de acuerdo la ley sigue a Rav. Solo hay tres excepciones y esta es una.
¿Por qué dijo Rav que no puedes tomar una vela de Jánuca para encender las demás?
Porque, dice el Talmud, ka maj-jish mitzva. Disminuyes la primera vela. Inevitablemente derramas un poco de cera o aceite. Y Rav dice: no hagas nada que disminuya la luz de la primera.
Pero Shmuel no está de acuerdo y la ley sigue a Shmuel. ¿Por qué?
La mejor manera de responder a eso es pensar en dos : ambos religiosos, ambos comprometidos, ambos viviendo vidas judías. Uno dice: No debo involucrarme con que son menos religiosos que yo, porque si lo hago, mi propio nivel descenderá. Seré menos. Mi luz disminuirá. Esa es la opinión de Rav.
El otro dice que no. Cuando uso la llama de mi fe para encender una llama en la vida de otra persona, mi no disminuye. Crece, porque ahora hay más luz judía en el mundo.
Cuando se trata de bienes espirituales en contraposición a bienes materiales, cuanto más comparto, más tengo. Si comparto mi conocimiento, mi fe o mi amor con otros, no tendré menos; puedo incluso llegar a tener más. Esa es la opinión de Shmuel, y así es como finalmente se decidió la ley.
Así que comparte tu con los demás. Toma la llama de tu fe y ayuda a encender a otras almas”.
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Post: Rabbi Yisroel Bernath
LA LUZ DEL ESPÍRITU NUNCA MUERE
“Hay una pregunta interesante que hacen los comentaristas sobre Jánuca.
Durante ocho días encendemos luces, y cada noche hacemos la bendición sobre los milagros: she-asah nissim la-avotenu. Pero, ¿cuál fue el milagro de la primera noche? La luz que debería haber durado un día duró ocho. Significa que hubo algo milagroso en los días 2 al 8; pero no sucedió nada milagroso en el primer día.
Quizás el milagro fue este, que los Macabeos encontraron una vasija de aceite con su sello intacto, sin contaminación.
No había ninguna razón para suponer que algo hubiera sobrevivido a la profanación sistemática que los griegos y sus partidarios hicieron en el Templo. Sin embargo, los Macabeos buscaron y encontraron esa vasija. ¿Por qué buscaron? Porque tenían fe en que de la peor tragedia algo sobreviviría. El milagro de la primera noche fue el de la fe misma, la fe de que quedaría algo para empezar de nuevo.
Así ha sido siempre en la historia judía. Hubo momentos en que cualquier otro pueblo se habría rendido desesperado: después de la destrucción del Templo, o de las masacres de las cruzadas, o de la Expulsión española, o de los pogromos, o de la Shoah. Pero de alguna manera los judíos no se sentaron y lloraron. Reunieron lo que quedaba, reconstruyeron a nuestro pueblo y encendieron una luz como ninguna otra en la historia, una luz que nos habla a nosotros y al mundo del poder del espíritu humano para superar cada tragedia y negarse a aceptar la derrota.
Desde los días de Moisés y la zarza que ardía y no se consumía hasta los días de los Macabeos y la única vasija de aceite, el judaísmo ha sido el “ner tamid” de la humanidad, la luz eterna que ningún poder en la tierra puede extinguir”.
Tomado de: OU Torah.
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“Hay una costumbre en Jánuca de jugar con peonzas especiales llamadas dreidels (en yiddish) o sevivonim (en hebreo).
Los griegos prohibían a los judíos estudiar Torá, por lo que los judíos se reunían en secreto para aprender, pero si pasaba un soldado griego, fingía estar jugando con sus dreidels.
Las palabras dreidel (yiddish) y sevivon (hebreo) significan girar o dar vueltas.
El dreidel tiene cuatro lados, cada uno de los cuales tiene una letra hebrea. En Israel, las letras son Nun, Gimel, Hay y Peh. Fuera de Israel, son Nun, Gimel, Hay y Shin. Las letras representan la frase hebrea, “Ness Gadol Hayah Poh/Sham”, que significa, “Un gran milagro ocurrió aquí/allá” (aquí para los que están en Israel, allá para los que están fuera de Israel)”.
Tomado de: Ceremony and Celebration, edición familiar de
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“Muchos tienen la costumbre de dar ‘Chanukah gelt’ (Yiddish para ‘dinero de Jánuca’) a los niños durante Jánuca.
Se cree que la costumbre comenzó en Polonia en el siglo 17, inicialmente para que los niños luego pudieran dar monedas a sus maestros como regalo de agradecimiento, pero más tarde también se les dio dinero a los niños para que se lo quedaran (esto puede ser de donde viene la costumbre de dar a los niños regalos de Jánuca).
El gelt de Jánuca está relacionado con la festividad, ya que los Hasmoneos acuñaron monedas nacionales para celebrar la victoria de los Macabeos sobre los antiguos griegos.
En el siglo XX, las monedas gelt de chocolate de Jánuca se convirtieron en un regalo popular en Jánuca, las cuales eran especialmente buenas para jugar con el dreidel”.
Tomado de: Ceremony and Celebration, family edition, The First Clash of Civilizations.
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“La victoria militar [de Jánuca] duró poco. Al cabo de un siglo, Israel estaba nuevamente bajo dominio extranjero, esta vez por los romanos. Fue la victoria espiritual la que sobrevivió.
Al darse cuenta de que la verdadera batalla no era contra un imperio sino contra una cultura, los judíos se pusieron a construir el primer sistema de educación universal del mundo. El efecto fue asombroso. Aunque más tarde sufrirían devastadoras derrotas en manos de los romanos, habían creado una identidad tan fuerte que pudo sobrevivir 2000 años de exilio y dispersión.
Lo que les enseñó la historia fue que para defender un país se necesita un ejército, pero para defender una civilización se necesitan escuelas. A corto plazo, las batallas se ganan con armas, pero a largo plazo, se ganan con ideas y la forma en que se transmiten de generación en generación.
De manera extraña pero apropiada, Jánuca proviene de la misma raíz hebrea que la palabra “jinuj”, que significa “educación””
Rabbi Sacks
Tomado de: Credo, The Times, 7 de diciembre de 2007.
“Hay más de un mandato en el judaísmo para encender luces. Hay tres: Están las velas de Shabbat, la de havdalá y las de Jánuca.
La diferencia entre ellas es que las velas de Shabbat representan el “shalom bayit”, la paz en el hogar. Se encienden en el interior y son, si se quiere, la luz interior del judaísmo, de la santidad del matrimonio y del hogar.
Las velas de Jánuca solían encenderse afuera de la puerta principal. Fue solo el miedo a la persecución lo que hizo que regresaran al interior y, en tiempos recientes, el Rebe de Lubavitch introdujo la costumbre de encender Menorás gigantes en lugares públicos para recuperar el espíritu original del día.
Las velas de Jánuca son la luz que el judaísmo trae al mundo cuando no tenemos miedo de anunciar nuestra identidad en público, vivimos según nuestros principios y luchamos, si es necesario, por nuestra libertad.
En cuanto a la vela de havdalá, que siempre se compone de varias mechas entretejidas, representa la fusión de las dos: la luz interior del Shabbat unida a la luz exterior que producimos durante los seis días de la semana cuando salimos al mundo y vivimos nuestra fe en público.
Cuando vivimos como judíos en privado, llenamos nuestros hogares con la luz de la Shejiná; cuando vivimos como judíos en público llevamos la luz de la esperanza a los demás y cuando vivimos ambas cosas juntas, entonces traemos luz al mundo.
Siempre ha habido dos formas de vivir en un mundo que suele ser oscuro y lleno de lágrimas: Podemos maldecir la oscuridad o podemos encender una luz y, como dicen los Jasidim, una pequeña luz disipa mucha oscuridad.
Que todos contribuyamos a iluminar el mundo”.
Rabbi Sacks
EL TERCER MILAGRO
“Todos conocemos los milagros de Jánuca: la victoria militar de los Macabeos contra los griegos y el milagro del aceite que debería haber durado un día pero mantuvo encendidas las velas de la Menorá durante ocho.
Hubo un tercer milagro que no mucha gente conoce. Tuvo lugar luego de varios siglos.
Después de la destrucción del Segundo Beit Hamikdash, muchos rabinos se convencieron de que la festividad de Jánuca debía ser abolida, al fin y al cabo, celebraba la rededicación del Beit Hamikdash y este ya no existía. Había sido destruido por los romanos bajo Tito. Sin un Beit Hamikdash, ¿qué quedaba por celebrar?
El nos dice que en al menos un pueblo, Lod, se abolió Jánuca. Sin embargo, eventualmente prevaleció el otro punto de vista, razón por la cual continuamos celebrando Jánuca hasta el día de hoy ¿Por qué? Porque aunque el Beit Hamikdash fue destruido, la esperanza judía no fue destruida.
Puede que hayamos perdido el edificio, pero todavía tenemos la historia, la memoria y la luz. Y lo que había sucedido una vez en los días de los Macabeos podría volver a suceder. Y fueron esas palabras, od lo avdah tikvatenu, “nuestra esperanza no se destruye”, palabras que se convirtieron en parte de la canción, Hatikvah, que inspiraron a los judíos a regresar a Israel y reconstruir su antiguo Estado.
Así que cuando enciendas las velas de Jánuca recuerda esto: El pueblo judío mantuvo viva la esperanza, y la esperanza mantuvo vivo al pueblo judío. Somos la voz de la esperanza en la conversación de la humanidad”.
Tomado de: Ceremony and Celebration.
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TERAPIA DEL LENGUAJE
“Desde Vaieshev hasta el final del libro de *t leemos la historia de Yosef y sus hermanos. Desde el principio nos vemos involucrados en un drama de la rivalidad entre hermanos que parece destinado a terminar en tragedia.
Todos los elementos están allí, y comienza con un favoritismo paterno preocupante. Yaakov amaba a Yosef más que a sus otros hijos. La dice que esto se debía a que “le había nacido en su ancianidad.” Pero también sabemos que es porque Yosef era el primogénito de su amada Rajel, quien había sido infértil durante muchos años.
Yaakov le dio a su favoritismo un símbolo visible, una túnica muy ornamentada o un s**o de muchos colores que encargó para él. Simplemente ver esta túnica era una provocación constante para los hermanos.
Adicionalmente, Yosef traía malos reportes acerca de lo que hacían sus medio hermanos, los hijos de las siervas. Y al llegar al cuarto versículo de la leemos lo siguiente:
Cuando sus hermanos vieron que su padre lo amaba a él más que a cualquiera de ellos, lo odiaron, velo yajlu dabro le shalom (Gén. 37:4)
¿Cuál es el significado de esta última frase? He aquí alguna de las traducciones estándares:
No podían hablar con él amablemente. No podían hablar con él pacíficamente. No podían hablar con él en términos amigables.
Sin embargo, el Rabino Yonatán Eibeschutz reconoció que la construcción de la frase en es extraña. Literalmente significa “no podían hablarle hacia la paz”. ¿Qué puede significar esto? El Rabino Eibeschutz nos señala al mandamiento en Vaikrá 19:17:
No odiarás a tu hermano en tu corazón. Ciertamente reprenderás a tu vecino y para no cargar pecados a causa de él (Lev. 19:17)
Así es como interpreta este mandamiento en relación a las relaciones interpersonales:
Cuando una persona comete un pecado contra otra, la persona damnificada no debe odiar al perpetrador y quedarse en silencio... es su deber informar al perpetrador y decirle ¿por qué me has hecho esto? ¿Por qué has pecado contra mí en este asunto?... Si el perpetrador se arrepiente y ruega perdón, debe ser perdonado. (Hiljot Deot 6:6)
El punto del Eibeschutz es simple. Si los hermanos hubieran sido capaces de hablar con Yosef podrían haberle dicho acerca de su enojo porque él le contaba a su padre acerca de lo que ellos hacían, y de su angustia al ver el abrigo multicolor. Podrían haber hablado francamente acerca de su sentimiento de humillación ante la forma en que su padre favorecía a Rajel por sobre su madre Lea, un favoritismo que ahora es transmitido a una segunda generación. Yosef podría haber llegado a comprender sus sentimientos. Podría haber hecho que él fuera más recatado o al menos más considerado. Pero lo yajlu dabro le shalom. Simplemente no podían hablar. Como escribe Najmánides acerca del mandamiento “No odiarás a tu hermano en tu corazón”:
“Aquellos que odian tienden a esconder su odio en su corazón.”
Tenemos aquí una instancia de una de las grandes perspectivas de la , que la conversación es una forma de resolver conflictos, mientras que romper el diálogo suele ser un preludio a una venganza violenta. El caso clásico es el de Absalón y Amnón, dos medio hermanos que eran hijos del Rey David. En un episodio estremecedor, Amnón viola a la hermana de Absalón, Tamar:
Tamar puso cenizas sobre su cabeza y rasgó la ornamentada túnica que vestía, puso su mano en su cabeza y huyó, sollozando mientras huía.
Y Absalón, su hermano, le dijo: “¿Ha estado tu hermano Amnón contigo? Por ahora, hermana mía, mantente en silencio, él es tu hermano. No te tomes este episodio a pecho.”
Y Tamar permaneció, desolada, en la casa de su hermano Absalón. Cuando el Rey David escuchó todo acerca de este asunto, estaba absolutamente lívido. Y Absalón no dirigía la palabra a Amnón, para bien o para mal, ya que Absalom odiaba a Amnón por haber violado a su hermana Tamar. (Shmuel 2 13:19-22)
Absalón guardó silencio por dos años. Entonces invitó a todos los hijos de David a una fiesta en el tiempo de la esquila de ovejas, y ordenó a sus sirvientes que esperaran a que Amnón estuviera ebrio y lo mataran, cosa que hicieron.
El odio crece en el silencio. Lo hizo para Absalón. Lo hizo para los hermanos de Yosef. Antes del final del capítulo, los vemos complotarse para asesinar a Yosef, lo arrojan a un pozo, y finalmente lo venden como esclavo. Es una historia terrible que desemboca directamente en el exilio y la esclavitud de los israelitas en Egipto.
El (Berajot 26b) usa la frase ein sija ela tefilá, que significa literalmente “la conversación es una forma de plegaria”, porque al abrirnos a otro ser humano, nos preparamos para abrirnos nuestro Otro Divino, que es de lo que se trata la plegaria: una conversación con .
La conversación no resuelve conflictos en sí misma. Dos personas que están abiertas una a la otra pueden tener deseos contradictorios o reclamos contrarios. Puede que simplemente no les guste el otro. No hay una ley de armonía predeterminada en el dominio humano. Pero la conversación significa que reconocemos la humanidad del otro. En el mejor de los casos nos permite intercambiar roles, ver el mundo desde el punto de vista del otro. Piensa cuántos conflictos reales e irresolubles, ya sea en el ámbito personal o político, podrían transformarse si pudiéramos hacer eso.
Al final, Yosef y sus hermanos debieron experimentar un trauma real antes de ser capaces de reconocer la humanidad del otro, y gran parte del resto de su historia – la narrativa más larga en la Torá – se trata simplemente de eso.
El trata acerca del Dios que no puede ser visto, sólo puede ser oído; acerca del Dios que creó el universo con palabras y cuyo primer acto de bondad hacia el primer ser humano fue enseñarle a utilizar las palabras. Los , incluso seculares, se han ocupado del lenguaje. Wittgenstein entendió que la filosofía trata acerca del lenguaje.
Levi Strauss vio a las culturas como formas de lenguaje. Noam Chomsky y Steven Pinker fueron pioneros en el instinto del lenguaje. George Steiner ha escrito acerca de traducción y los límites del lenguaje.
Los Sabios fueron elocuentes al hablar de los peligros del lashón hará, “maledicencia”, el poder del lenguaje para fracturar relaciones y destruir la confianza y la buena voluntad. Pero también existe el silencio malvado junto a la maledicencia. No es accidental que al comienzo de la más fatídica historia de rivalidad entre hermanos en Beresh*t, el rol – específicamente la falta de – del lenguaje es aludido, en una forma que casi todas las traducciones no han podido captar.
Los hermanos de Yosef podrían haberle “hablado con paz” si hubieran estado abiertos, sinceros y dispuestos a comunicarse. El lenguaje se rompió en el preciso momento en que era más necesario.
Las palabras crean, las palabras revelan, las palabras comandan, las palabras redimen. El judaísmo es la religión de las palabras sagradas. Ya que las palabras son un puente angosto que cruza el abismo entre alma y alma, entre dos seres humanos, y entre la humanidad y Dios.
El lenguaje es la redención de la soledad, y lo que arregla las relaciones rotas. Por más doloroso que sea hablar de nuestro dolor, es más peligroso no hacerlo. Yosef y sus hermanos podrían haberse reconciliado más temprano en sus vidas, y así haber evitado ellos mismos, y a su padre y sus descendientes, mucho dolor. Revelar el dolor es el primer paso hacia sanar el dolor. El habla es el camino a la paz”.
Tomado de: Convenio y Conversación
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"Si creemos que estamos aquí por una razón, entonces hay un tikkun, una reparación, que solo nosotros podemos realizar; un fragmento de luz que solo nosotros podemos redimir; un acto de bondad o valentía o generosidad u hospitalidad, incluso una palabra de aliento o una sonrisa que solo nosotros podemos dar; porque estamos aquí, en este lugar, en este tiempo, frente a esta persona, en este momento de su vida”. Rabbi Sacks
“¿Por qué Dios escogió a este pueblo diminuto para tan grande tarea, para ser Sus testigos en el mundo, el pueblo que luchó contra los ídolos de su tiempo, en cada época, los portadores de Su mensaje a la humanidad? ¿Por qué somos tan pocos?... ¿Dónde residía la fuerza judía sino era en los números?
La Torá da una respuesta de una belleza incomparable. Dios le dice a Moshé: No cuentes a los judíos, pídeles que den y luego cuenta las contribuciones. En términos de números somos pequeños. Pero en términos de nuestras contribuciones, somos enormes.
En casi todas las épocas, los judíos han dado algo especial al mundo... Cuando se trata de hacer una contribución, los números no cuentan. Lo que importa es el compromiso, la pasión, la dedicación a una causa.
Precisamente porque somos tan pequeños como pueblo, cada uno de nosotros cuenta. Cada uno de nosotros marcamos una diferencia en el destino del judaísmo y del pueblo judío”.
Tomado de: Diez caminos hacia Dios, Unidad 10: Responsabilidad.
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“En tiempos oscuros, hay quienes maldicen la oscuridad y otros que encienden una vela”.
Rabbi Sacks
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“Es mejor hacer el bien sin pensar en la recompensa, entendiendo que ayudar a los demás es un privilegio aún más que una oportunidad”
Rabbi Sacks
RESPONSABILIDAD COLECTIVA
“Fue un episodio estremecedor según todo estándar. Yaakov se había asentado en las afueras de la ciudad de Shejem, gobernada por Hamor. Dina, la hija de Yaakov, va a ver la ciudad. Shejem, el hijo de Hamor, la ve, la secuestra y la viola, y a continuación se enamora de ella y desea desposarla. Le ruega a su padre: “Toma a esta niña como esposa para mí” (Gén. 34:4)
Yaakov escucha acerca de esto y permanece en silencio, pero sus hijos están furiosos. Debe ser rescatada y el pueblo debe ser castigado. Hamor y su hijo visitan a la familia y le piden que den su consentimiento para el matrimonio. Los hijos de Yaakov pretenden tomar la propuesta seriamente. Nos asentaremos entre ustedes, dicen, y nos casaremos entre nosotros, bajo la condición de que todos vuestros hombres sean circuncidados. Hamor y Shejem llevan la propuesta al pueblo, quienes la aceptan.
Al tercer día después de la circuncisión, cuando el dolor es más fuerte y los hombres están incapacitados, Shimón y Leví, hermanos de Dina, entran a la ciudad y matan a todos los hombres (Gén. 34:26).
Fue una retribución terrible. Yaakov reprocha a sus hijos:
“Han traído problemas sobre mí – han hecho que los habitantes de la tierra, los canaanitas y los perizitas, me odien. Soy menor en número y si ellos se aliaran y me atacaran, yo y mi casa seremos destruidos.” (Gén. 34:30)
Pero Shimón y Leví responden:
“¿Acaso él habrá de tratar a nuestra hermana como a una prostituta?” (Gén. 34:31)
El texto insinúa que Shimón y Leví tenían justificación para hacer lo que hicieron. En forma inusual, la agrega, tres veces, un comentario sobre la gravedad moral de la situación:
Los hijos de Yaakov, habiendo escuchado lo que había sucedido, regresaron del campo. Estaban estremecidos y enojados, ya que Shejem había cometido un ultraje en al yacer con la hija de Yaakov. ¡Semejante cosa no debe hacerse! (Gén. 34:7)
Los hijos de Yaakov cayeron sobre los caídos, y despojaron a la ciudad, porque ellos habían mancillado a su hermana. (Gén. 34:27)
Sin embargo, Yaakov condena su accionar, y a pesar de que no dice más acerca del tema en ese momento, el episodio sigue ardiendo en su mente. Muchos años más y quince capítulos más tarde, en su lecho de muerte, maldice a los dos hermanos por su accionar:
Shimón y Leví son hermanos, objetos de violencia son sus armas. Que nunca me una a su consejo, ni mi honor sea parte su asamblea. En su ira han matado hombres, a su antojo han desgarrado bueyes. Maldita sea su ira, ya que es la más fiera, y su furia, ya que es la más cruel. Los dividiré en Yaakov y los dispersaré en Israel. (Gén. 49:5-7)
¿Quién tiene la razón en esta discusión? Maimónides justifica a los hermanos. En su código de leyes, el Mishné Torá, explica que el establecimiento de la justicia y el imperio de la ley es una de las siete leyes de Noaj, vinculantes para toda la humanidad:
¿Y cómo le fue ordenado a los gentiles que establezcan cortes de ley? Se les requiere establecer jueces y oficiales en cada área de habitación de acuerdo a la aplicación de los otros seis mandamientos, para prevenir a los ciudadanos acerca de estas leyes y castigar a cualquier transgresor con la muerte por espada. Y es en base a esto que todo el pueblo de Shejem debían morir (en manos de Shimón y Leví, hijos de Yaakov): porque Shejem (su príncipe) robó (y violó) a Dina, cosa que vieron y que todos sabían, pero no lo llevaron a la justicia... (Maimónides, Leyes de los Reyes, 9, 14)
Maimónides sostiene que hay un principio de responsabilidad colectiva. Los habitantes de Shejem, sabiendo que su príncipe había cometido un crimen y no habiéndolo llevado a la corte, eran colectivamente culpables de una injusticia.
Najmánides no está de acuerdo. El mandamiento noájida de instituir justicia es una obligación positiva de establecer leyes, cortes y jueces, pero no existe un principio de responsabilidad colectiva, ni hay culpabilidad bajo pena de muerte por no aplicar este mandamiento. Tampoco podría haberla, ya que si Shimón y Leví estaban justificados en su accionar como argumenta Maimónides, ¿por qué Yaakov los critica en el momento de su acción y los maldice en su lecho de muerte?
La discusión entre ellos queda sin resolver, al igual que entre Yaakov y sus hijos. Sabemos que hay un principio de responsabilidad colectiva en la ley judía: kol Israel arevim ze baze, “todos los judíos son responsables el uno por el otro.” ¿Pero es esto específico para el judaísmo? ¿Lo es por la naturaleza peculiar de la ley judía, que surge de un pacto entre y los israelitas en el monte Sinaí, en el que el pueblo se comprometió individual y colectivamente a guardar la ley y asegurarse que sea guardada?
Maimónides, a diferencia de Najmánides, parece sostener que la responsabilidad colectiva es una característica de todas las sociedades. Somos responsables no sólo de nuestra conducta sino también de la de aquellos a nuestro alrededor, entre quienes vivimos. O quizás esto surge no del concepto de sociedad sino simplemente de la naturaleza de la obligación moral. Si está mal hacer X, entonces no solo debo evitarlo. Debo, si puedo, evitar que otros lo hagan, y si no puedo hacerlo, entonces soy también culpable. Hoy en día llamaríamos a esto la culpa del observador.
El Talmud se refiere a esto de la siguiente manera:
Rav y R. Janina, R. Yojanán y R. Habiba enseñan [lo siguiente]: Quien pueda evitar que su familia [cometa un pecado] y no lo hace, es aprehendido por [los pecados] de su familia; [si puede evitar que cometan un pecado] sus conciudadanos, es aprehendido por [los pecados] de sus conciudadanos; si el mundo entero, es aprehendido por [los pecados de] el mundo entero. (Shabat 54b).
Sin embargo, resulta claro que se trata de un problema complejo que tiene matices. Existe una diferencia entre el perpetrador y un observador. Una cosa es cometer un crimen, y otra es ser testigo de alguien cometiendo un crimen y no poder evitarlo. Podemos considerar al observador culpable, pero en el mismo grado. El Talmud usa la frase “es aprehendido.” Esto puede significar que es moralmente culpable. Puede ser llamado a rendir cuentas. Puede ser castigado por “la corte celestial” en este mundo o el venidero. No significa que puede ser llamado ante la corte y sentenciado por negligencia criminal.
El problema surgió, en forma notable, en conexión al pueblo alemán y el . El filósofo Karl Jaspers hizo una distinción entre la culpabilidad moral de los perpetradores y lo que él llamó la culpa metafísica de los observadores:
Existe una solidaridad entre los hombres como seres humanos que los hace a co-responsables por cada acto de maldad e injusticia en el mundo, especialmente si un crimen es cometido delante de él o en su conocimiento. Si no hago todo lo que esté a mi alcance para prevenirlo, entonces también yo soy culpable. Si estuve presente en el as*****to de otros sin arriesgar mi vida para prevenirlo, siento culpa en un modo inconcebible legal, política o moralmente. El vivir después de que semejante cosa haya sucedido pesa sobre mí como una culpa indeleble.
Entonces existe una culpabilidad real, pero, dice Jaspers, no puede ser reducida a categorías legales. Shimón y Leví pueden haber estado en lo correcto al pensar que los hombres de Shejem eran culpables de no hacer nada cuando su príncipe secuestró y agredió a Dina, pero eso no significa que tenían derecho a ejecutar justicia sumaria al matar a todos los hombres. Yaakov estaba en lo cierto al ver esto como una agresión brutal. En este caso, la posición de parece más convincente que la de .
Uno de los moralistas más prominentes de Israel, Ieshayahu Leibowitz (1903-1994) escribió que a
pesar que puede haber existido una justificación ética para lo que hicieron Shimón y Leví, “también existe un postulado ético que no es en sí mismo una cuestión de racionalización y que provoca una maldición sobre todas estas consideraciones válidas y justificadas.” Puede haber, dice, acciones que pueden ser reivindicadas pero que de todas maneras son malditas. Esto es lo que Yaakov implicó al maldecir a sus hijos.
La responsabilidad colectiva es una cosa. El castigo colectivo es otra”.
Tomado de: Convenio y Conversación
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