FIRE & BLOOD HEIR

< RED FORTRESS > TARGARYEN: 내 피의 피. 나의 삶과 죽음, 당신의 삶은 얼음과 불의 노래입니다 THE PROMISED PRINCE 당신의 혈관에는 용의 피가 흐릅니다!
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Escondido entre las paredes de la Fortaleza, Kaegor se asoma de vez en cuando cuando hacia los pasillos esperando escuchar los pasos de Jace y Aegon, quienes continúan contando hasta diez esperando hallarle. Los nervios lo recorren y hacen que sus piernas duelan, llevando ese revoltijo de emociones hasta su estómago y pecho, presionando éstos mientras un cosquilleo le viaja por la espalda cuando Jacaerys lo descubre de entre las cortinas, mostrando a un peliplateado niño hecho ovillo que de inmediato grita e intenta escapar.
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—¡Perdiste, Kaegor! es inútil escapar. —Menciona Jace antes de evitar que corra, atrapándolo entre los brazos. —¡Aegon, está aquí!
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El pequeño forcejea, tirando del lugar un cetro que funge como decoración en el gran salón, rompiendo la parte superior que parece, es (o era) de vidrio con detalles dorados en él. Ambos chiquillos se asustan y enseguida una de las damas de compañía de la reina Alicent hace aparición en el lugar para que tan solo segundos después la mismísima castaña vestida de un verde apagado y oscuro como la noche entrara a la habitación para observar el desastre.
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—Eso era mío. —Reprocha, acercándose lentamente como un león a su presa.
—Lo lamento, mi reina. Kaegor y yo jugábamos y-
—Sí, es evidente. Jugando tal cual lo hace tu madre.
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El corazón de ambos parece querer abandonarles el pecho para correr lejos, sin embargo, al no lograrlo únicamente golpea con fuerza en sus pechos, resonando efusivamente en los tímpanos mientras que cuerpo les tiembla. Jace se coloca delante de Kaegor, como si lo protegiera de la mismísima tormenta para después reverenciarse.
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—No era nuestra intención. Por favor perdnónenos, no volverá a suceder. —Proclama y Alicent parece sonreír profundamente satisfecha.
—Los bastardos como ustedes ni siquiera deberían estar aquí.
—No volveremos a entrar al salón.
—No me refería al salón.
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El descubrimiento de una nueva palabra a sus ocho años hace de Kaegor un ser curioso. ¿Cuál era el significado de aquellas nueve letras que hizo a Jacaerys temblar? ¿cuál era el trasfondo de una palabra que no conocía en lo absoluto y por qué, la primera vez que la escucha tiene que ser el mismo momento en donde la torpeza gobernó? tal vez solo es demasiado inocente para no comprenderlo, pero no tan estúpido como para olvidarla, por lo que a media noche y ya recostado mirando al techo de la alcoba se incorpora lo necesario para quedar sentado sobre la cama, observando en la oscuridad a Jace.
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—Jacaerys...
—¿Sí?
—¿Qué significa "bastado"?
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Él no respondió.
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< THE BASTARD > TARGARYEN: 내 피의 피. 나의 삶과 죽음, 당신의 삶은 얼음과 불의 노래입니다 THE PROMISED PRINCE 당신의 혈관에는 용의 피가 흐릅니다!
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El gélido y desdichado frío cayó sobre la fortaleza roja en aquellos días de invierno. Se contaba la doceava luna menguante a los veinticinco de treinta días contados del año 116 d.c y mientras una agotada (y joven) princesa Rhaenyra pujaba con desesperación, de entre sus faldas comenzaba a asomarse una blanda mollera que poco a poco mostró el rostro de quien era su tercer bastado hijo. De cabellos delgados, apenas notables pero ya platinados, con pulmones fuertes y ojos de color violeta el mundo le daba la bienvenida a un "Velaryon" más, que para desgracia de éste, el imponente apellido no lo hacía un legítimo portador y mucho menos heredero al ser hijo de un adulterio entre Rhaenyra Targaryen y su tío, Daemon Targaryen.
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—Al menos a éste nadie podrá reprocharle la cuna. —mencionó el maestre hacia Ser Laenor Velaryon luego de entregarle al niño, quien lo sostuvo entre sus brazos, inquieto y que no dejaba de mendigar por un poco de leche.
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Tan solo once años después bastaron para hacer evidente la diferencia entre todos los hijos Velaron-Targaryen. Los príncipes cuya legitimidad se era siempre cuestionada, Jacaerys, Lucerys y Joffrey de cabellos azabache y ojos café como el roble evidentemente no encajaban con la apariencia característica de un Valiryo como sus padres, al menos no como lo hacía Kaegor a quien las malas lenguas denominó como el único hijo legítimo de aquel matrimonio, pero amado del mismo modo por su abuelo como lo eran sus hermanos. Viserys, haciendo ojos ciegos a lo que el resto del reino y la Corte no podían se encargó de hacer que todos y cada uno de sus amados nietos recibieran el mismo entrenamiento y educación que sus propios hijos: Aegon, Aemond y Daeron, ocasionando un efecto contrario a la que buscaba ejercer entre los príncipes pues la enemistad pronto creció entre cada uno de ellos.
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No era sorpresa escuchar entre las paredes de la Fortaleza roja que el príncipe Kaegor con frecuencia tenía enfrentamientos con sus tíos. A veces era con Aegon y el reclamo por quién podía empuñar mejor la espada, a veces con Aemond por burlarse de no tener un dragón tan grande y fuerte como lo era Casyrex o con Daeron, cuya rivalidad residió siempre al ser Kaegor tres años menor y jactarse de aquello para aminorar sus logros y aspiraciones a heredar el trono de Hierro.
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—Te he dicho que no les hagas caso, Kaegor. ¿Buscas que un día de estos te quedes sin más sangre por derramar? —reprochó su madre a un lado, observando al maestre colocar un ungüento en sus heridas y paños húmedos en sus fosas para detener la hemorragia. Esta vez con menos suerte que antes al pequeño príncipe una de sus tantas rabietas le valió tabique de la nariz roto.
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Rhaenyra agradeció al maestre quien después de aquello y dar indicaciones se marchó. Se le notaba molesta, su caminar de vuelta y vuelta con los brazos cruzados sobre el pecho únicamente aumentaban el nerviosismo del más bajo.
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—Ellos son quienes comienzan, madre. Yo no he hecho nada, soy completamente inocente. —respondió.
—Tú, Jace y Luke se encargan de pelear sin descanso con ellos. ¿Tú crees que el rey estará contento de saber que nuevamente discutieron entre ustedes?
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Kaegor guardó silencio y volteó la mirada.
La mandíbula de éste se tensó y sus ojos cristalinos se mostraron. Era un niño de tan sólo once años que para sorpresa de muchos ya montaba por los aires junto a su dragón y podía desenvainar una espada perfectamente para un combate cuerpo a cuerpo, un niño de tan solo once años que podía denominarse pródigo al saber hablar Alto Valiryo perfectamente, pero que se rompía a pedazos con un regaño de la mujer que lo trajo al mundo.
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—Kaegor, escucha. No importa lo que ellos digan, eres y siempre ser-
—¡Te llamaron golfa! —exclamó. —Ellos... escuché a Daeron y Aegon llamarte golfa. A Jace, Luke y Joffrey los llamaron "bastardos Strong". ¿Quieres saber lo que dijeron de mí? que soy afortunado, madre. Afortunado de parecer un Valiryo puro y así nadie puede dudar si soy hijo de Ser Laenor o del tío Daemon, se atrevieron a apostar que soy hijo de ambos.
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La princesa palideció de inmediato. Cada rumor esparcido por la Corte era como un daga desgarrando no sólo en el seno de su familia, sino también en el honor de cada uno de los príncipes.
En un acto de empatía hacia él su madre se acercó a otorgarle el abrazo probablemente más cálido que haya recibido nunca, mostrando al fin la razón de la rebeldía que llevaba años escondiendo bajo un semblante de inocencia y quizás, un poco de desdén.
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—Todos ustedes son Targaryen ¿comprendes? la sangre del dragón corre por sus venas. Ustedes son mis hijos, nacieron de mí, me duelen a mí y eso no lo va a poder cambiar ni siquiera la mismísima reina Alicent.
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