Profesora de yoga. Terapeuta especializada en trabajo femenino.
A través del Hatha yoga, el reiki, el ta**ra, masaje cráneo sacral, masaje tántrico, geometría sagrada, radiestesia, Flores de Bach, talleres de empoderamiento. Dado el creciente número de estudios que apoyan que la práctica constante de yoga aporta beneficios para la salud mental, los psicólogos están recomendando a sus pacientes la práctica de esta disciplina. Varios estudios recientes sugieren
que el yoga podría ayudar a fortalecer los vínculos sociales, reducir el estrés y disminuir la ansiedad, la depresión y el insomnio. Los investigadores también empiezan a confirmar algunos éxitos al practicar el yoga por militares en activo que presentan trastornos por estrés postraumático.
Todo empezó en el año 2000. Desde aquel año han pasado 20. Era un año que se preveía nefasto y en el 2020 las cosas no van mucho mejor. Escribo esto en pleno confinamiento debido a la pandemia provocada por el Coronavirus. Pero siempre a contracorriente, entonces como ahora yo experimenté un crecimiento personal enorme. La diferencia es que entonces no me daba cuenta y ahora no solo soy consciente, sino que estoy en situación de ayudar a otras personas.
Vivía a finales del año 2000 una crisis personal y de pareja como no había conocido. Llevaba arrastrándome por la vida desde marzo de aquel año. Y un día lluvioso, mientras esperaba a una amiga en la puerta del polideportivo porque la lluvia no me permitía salir a la calle, vi el horario de las clases de yoga. Llevaba toda la vida yendo allí a nadar y nunca lo había visto. Mientras esperaba a mi amiga, entré y me apunté para empezar a asistir a clases. Y recuerdo la primera clase de yoga como si fuera ahora mismo. La sensación se me quedó grabada. Yo no sabía que era posible sentirse tan bien. Fue un clic, un antes y un después en mi vida, que tengo que agradecerle a aquella crisis tan fuerte.
Desde entonces fui fiel al yoga dos veces por semana, sin faltar nunca. Era mi tabla de salvación. Como dice uno de mis maestros, uno empieza a ir a clase de yoga y parece que no pasa nada, pero con el pasar de los años, algo pasa. El yoga te transforma. A mi me transformó. Llegó un momento en que sentí que quería aprender más. Y me formé como profesora en el ashram Sanatana Dharma. De nuevo, a contracorriente, en el año 2012, cuando según los medios parecía que se iba a terminar el mundo. Lo que ocurrió fue un salto cuántico, un despertar de la conciencia como el que estamos viviendo ahora.
En la escuela Sanatana Dharma, situada en Zestoa (Gipuzkoa) ocurrió otro clic en mi vida, más fuerte e intenso que el anterior. Esa escuela dirigida por Madhavacharya fue el verdadero antes y después en mi vida. Cada día agradezco al Universo y a mis guías por haberme llevado allí.
Me formé como profesora de Hatha yoga, haciendo el curso de profesores y el curso superior. Sanatana Dharma es una escuela iniciática que me abrió las puertas al mundo espiritual y de crecimiento personal. En la Asociación de medicina védica Sanatana Dharma me formé como educadora de cura ayurvédica, higiene postural y mecánica articular. También hice la formación Ekimen Dharma, basada en trabajar con el subconsciente y las creencias limitantes, me formé en psicogeometría energética, en psicoradiestesia, y como terapeuta floral.
Paralelamente, y ya fuera del ashram, hice cursos de energía zen con Suzanne Powell. Formaciones en Ho´oponopono, en coaching social y profesional, en mindfulness y meditación zen con An Shin Thomas, en meditación con Sergi Torres, asistí a la formación de Wake Up Schools, impartida por el Instituto Europeo de Budismo Aplicado (EIAB) en la tradición de Thich Nhat Hanh.
Recibí el tercer nivel de reiki de la mano de la maestra Rosana Palacios.
Mientras todo esto ocurría, sentía que algo no acababa de encajar. Violant Clop, con la que hice el segundo nivel de formación de Registros Akashicos y formación en el método cristal esmeralda, me dió la clave: necesitaba trabajar mi energía femenina.
Ya en el año 2017, el año de mi siguiente salto, conocí a Carmen García Enguita y a Mirenlu Guinea Díaz de Corcuera. A Carmen la conocí de la mano de Maite Fernández Castillo, gran maestra que me enseñó tanto sobre feminidad. Con Carmen hice el curso del Umbral de la Sabiduría. Es una mujer sabia y generosa cuyas enseñanzas he integrado en mis talleres y sigo comprobando, uno detrás de otro, lo mucho que llegan a las mujeres que asisten. De ahí pasé directamente al retiro de ta**ra con Mirenlu. Ella es una maestra de ta**ra como no conozco otra que pasó al plano de amiga íntima. Con ella aprendí a gestionar mi energía sexual y ayudar y enseñar a otras mujeres a hacerlo. El ta**ra fue otro clic, otro antes y después. Una persona que es sexualmente libre no es manipulable. Ahí reside una de las claves del empoderamiento. En el retiro con Mirenlu recibí mi primer masaje tántrico y sentí que quería aprenderlo para darlo a conocer. Es increíblemente poderoso y sanador. Dice Deepak Chopra, el gran médico ayurvédico, que cuando recibimos un masaje se pone en marcha la farmacia interna. Así que me formé con Lara Carbú y desde entonces doy masajes tántricos y los recomiendo como una de las herramientas sanadoras más poderosas que yo conozco.
Como todo llega cuando tiene que llegar, en 2018, después de años intentando ir en los que nunca cuajaba el viaje, el Universo me brindó la oportunidad de viajar a Glastonbury, ese pequeño pueblo inglés en el que, sobredimensionado, se encuentra Avalon, el lugar de la dama del lago, allí donde viven hadas (que no son otra cosa que mujeres sabias) y sacerdotisas. El lugar por el que pasó María Magdalena en su camino. Por fin había llegado a mi lugar.
Desde entonces sigo viajando allí tan a menudo como puedo. He organizado viajes con grupos de mujeres para darles a conocer Avalon, Glastonbury, la energía de la Diosa. Y en el Goddes Temple, en septiembre de 2019, recibí mi última formación con mi maestra Iris Lican, The Healer Dancer, la bailarina sanadora.
Es como consecuencia de la formación adquirida con todas estas sabias y generosas mujeres que de una manera natural me reconcilié con mi femenino y aprendí a acompañar y sanar a otras mujeres que, como yo, estaban sufriendo por estar o haber estado en una relación de pareja tóxica. Así que en el momento actual, aplico mis terapias a todas las personas que lo necesiten, pero me he especializado en el trabajo femenino. Sin dejar por supuesto de enseñar yoga y meditación, dando clases allí donde sea requerida, siempre al servicio.
En este repaso a mi formación quiero hacer una mención especial a Maite, mi primera profesora de yoga sin la cual yo no estaría aquí, y a María José Aguilar, mi mentora, terapeuta y formadora, que me ayuda siempre a ver el camino.