Baba Lab

“¡Tres horas ya!”, gritó Virginia desde una cortina de pelos enredados, emergiendo con un vestido azul intenso sobre un pantalón blanco, un solo zapato y un buzo verde limón en la mano. “Siento que volví a mis diecisiete, probándome todo lo que encuentro”.
Yo estiraba la mano, intentando organizar la pila de ropa que se acumulaba en el perchero. Habíamos entrado a Zara con la idea de elegir un look para un congreso médico, pero la tarde y la nueva colección otoño-invierno nos habían desviado de nuestro objetivo.
Virginia se acomodó el vestido, se miró en el espejo, giró a la derecha, a la izquierda, salió al pasillo, al principio tímida, y a los diez segundos desfilaba. La miré caminar con confianza y gracia. La grababa con el celu, como hago con mis clientes, para capturar algo más que la morfología de la prenda, algo intangible, el comportamiento que se adopta con la ropa, como si dependiendo del estilo uno se diera la oportunidad de ser otra cosa, aunque sea por un rato. Con un vestido de flores generalmente se baila, con uno de seda una se toca, con un jean ajustado uno gira para tantear la cola, con un escote provocador se hace piquito con la boca. “Es hermoso, pero no me animo”, frunció la nariz, y se lo arrancó con nostalgia.
El probador, ese pequeño espacio con un espejo implacable, puede ser un campo de batalla emocional. La alegría de encontrar una prenda que te hace sentir radiante se mezcla con la frustración de no encontrar el talle o el estilo correcto, o peor aún, con la posibilidad de alcanzar finalmente lo que queremos ser pero no animarnos. La inseguridad aparece, susurrando dudas sobre el cuerpo y la apariencia, alejándonos cada vez más de nuestro deseo.
La última vez que hablé con Virginia fue cuando se fue de viaje. Me mandó una foto de su look, tenía puesto el vestido, un sombrero y una sonrisa radiante, con un mensaje que decía: “No puedo parar de usarlo, ya no sé quién soy, o si está bien combinado, pero no me importa nada”, acompañado de un emoji de un vestido, un zapato y una bailarina.

¿Buscás ser otra cuando te probás ropa?

Dos meses, varias noches de fiebre, un combinado explosivo de antibióticos, acemuk, cien litros de caldo de huesos y nebulizaciones. Eso es lo que me llevó este invierno para volver a dar señales de vida. Cada día que pasaba y me sentía peor que el anterior lo volvía como una especie de enseñanza yogui, en que la promesa era que al final de esta serie me convertiría en una persona mejor, más etérea, más limpia y luminosa. Mi desafío diario oscilaba entre intentar levantarme a la mañana y entregarme a la “dark zone” con la esperanza de que al final del viaje alcanzaría el nirvana.
Hubo días en los que me vestí y me maquillé para sentirme mejor y aunque sea deambular por casa con algo de estilo, pero después de un rato me miraba al espejo y detrás del acting había un cuerpo que pedía cama y silencio. Simular estar bien es ridíc**o y violento. Mirarse en serio lleva tiempo, verdad y no es para nada productivo en términos sociales.
La cuestión es que ni más sabia, ni más linda, sigo siendo yo con dolor de espalda, flácida e hinchada por la cantidad de corticoides que me dieron para abrir el pecho.
Sentí culpa por no poder, por suspender sesiones de color semana tras semana, por no terminar los compromisos pendientes con mis clientas. En un ballotage de tos y mocos, ya era la cuarta recaída, decidí dejar de criticar y exigir, asumí el estado, lo anuncié, mis clientas me bancaron con mucho amor, hay algunas a las que todavía les debo, me enteré que somos varios en la misma, trafiqué información para cuidarme mejor, pedí ayuda, dejé que mi novio me viera fea, dormí sin culpa. Todavía sigo moqueando y con poco ingenio para armar un look, pero acá estoy, reconociendo los recursos con los que cuento: mis ojos, pero esta vez mirando más adentro.
No soy mejor persona, soy la misma, pero con más conciencia de todo lo que tengo para batallar una caída. Con la noción de lo importante que puede ser escuchar lo que necesito, y detenerme para dármelo.
Feliz invierno, y que el color y la belleza nos acompañen.

Ser uno mismo todo el tiempo es insoportable; pero ser otro es insostenible.

Dimos vuelta su guardarropas, al punto tal que todo lo que estaba a la derecha –su marido– pasó a la izquierda. Julia había resignado el espacio más grande y se había olvidado de que en la puerta colgaba un espejo. Era nuestro segundo encuentro y estábamos organizando la selección de la vez anterior en la que desenterramos al menos quince años de promesas, de prendas esperando entrar en un cuerpo que ya no existía. Un cuerpo sin hijos, sin cicatrices, sin exigencias; un cuerpo que habitó el deseo y la idea de libertad que se puede creer a los veinte años pero que después se olvida, porque la carrera hacia una vida supuestamente mejor nos hace patear la mirada hacia delante.

Soy una extraña, me dijo. Abro mi placard y nada de lo que hay ahí me representa, es como si fuera de otra persona que además no me gusta, me aburre. Sacudía un sweater de lana estirado por su propio peso, demasiado grande, al menos dos talles más que su espalda. Quiero recuperar a la que fui, con la conciencia de la que soy ahora, o jugar a ser otra, una que se anime al color y al maquillaje, a pintarse la boca roja, otra que se parezca un poco más a mí.

Después de tres horas de mover y probar pantalones, vestidos, remeras, recuperar accesorios relegados al último cajón y a pesar de estar agotadas, el ambiente se había impregnado de otra energía, la luz de la tarde daba directo sobre el espejo, que rebotaba sobre la camisa rayada que atamos a la cintura para que el jean rosa le marcara mejor el c**o. Me quedé mirándola, le apoyé un sombrero azul que había traído de París y que nunca había usado. Pensé que no le faltaba nada, hasta que revolvió sus maquillajes, sacó un labial rojo furioso y se lo pasó por la boca fruncida acercándose al espejo, dándole un beso a esa otra que era ella misma y que se había apoderado de la escena, como si yo no estuviera o como si a esa otra que era ella misma ya no le importara. Nunca la había visto sonreír así.

Leo y subrayo: “Que este cuerpo se mantenga recto, que se encuentre bello. Que pierda el tiempo solo para parecerse a un pájaro. Porque cuando me doy a mí misma tiempo, también me doy vida”.

Inés se sienta, le apoyo un paño púrpura sobre sus hombros y un rayo brillante le atraviesa los ojos, su piel se ilumina, se vuelve un tono marfil y su boca rosada le asoma sobre la cara. Las dos nos quedamos calladas, ella se ríe, creo que contempla la fuerza que habita en el color y en el tiempo. Se saca el paño, se lo vuelve a poner, como queriendo descubrir la trampa.

La belleza es esperar, es quedarse mirando, es dejar de ignorar el cuerpo y ofrendar lo más sagrado y bello que tenemos: el tiempo.

Maquillarse, ajustar el rubor, delinear la boca, ponerse un pantalón, probarse otro, cambiar a un vestido, querer que las medias tengan sentido con el resto del look, todo es una forma de atenderse y de cuidarse.

Querer verse mejor implica no haberse ignorado antes.

¿Por qué el rojo nos asusta y el azul nos calma? ¿Cómo es que el verde nos da esperanza y el amarillo nos excita? ¿Quién les dio tanto poder a los colores?

Aunque no lo sepamos nosotros, nuestro cerebro es experto en colores. Puede clasificar cada tono y cada matiz para darnos una idea de cómo sentirnos.

De eso se trata la psicología del color, que estudia la manera en que los percibimos y nos comportamos ante ellos. Los colores generan impresiones que nuestro cerebro organiza, identifica y clasifica.

Esta interpretación está determinada por aspectos sociológicos y culturales pero también por la experiencia personal, por los sentimientos que nos generan.

Accesibilidad, distanciamiento, seriedad, calidez. Si hay colores, hay información, y si hay información, hay emociones.

Poder reconocer cómo actúan sobre nuestra imagen y qué cualidades aportan es una forma de autogestionar nuestro estilo para cualquier ámbito que se presente.

Para aprender más sobre eso y sobre cómo las líneas influyen en la imagen, podés hacerlo a través de nuestra sesión de color personalizada.

Sacá tu turno en el link de nuestra bio o consultanos por mensaje privado o a nuestro whatsapp: 5491144011974

La pregunta más justa para vestirse es cómo me siento.

Pensar el look sobre cómo quiero sentirme, sin pasar por cómo me siento, es saltearse no sólo un paso sino a uno mismo.

El futuro es incierto, pero hoy es lo que pasa, y eso que pasa tiene que ser escuchado para entender qué necesito, para que esa imagen tenga coherencia con lo que estoy dispuesto a desplegar de mí.

Para verte profesional, no sólo hay que clavarse el trajecito: hay que ser profesional. Que si no confiás en que lo sos, o lo llevás mal puesto, te va a quedar grande y no sólo de talle, como cuando tus hermanos te pasan la ropa y no te queda otra que ponértela, pero en el fondo sabés que ese pantalón y ese buzo no son tuyos, y eso se nota.

Yo no me visto para ver cómo quiero sentirme, yo siento y luego visto.

Me miro y luego existo.

Pequeño álbum de mi charla del jueves pasado en Potenciate, con las chicas de . Pueden pasar el dedo para ver las sonrisas, el color, todo lo que se vio.

O pueden leer acá lo que no se vio: mi parálisis de la noche anterior cuando me pareció que lo que iba a decir era cualquiera; que para fingir demencia le pedí a un bot de inteligencia artificial que compusiera una cumbia para alentarme y me hizo una que decía “vamos, vamos, no te rindas que la fuerza está en tu interior”; que me fui a dormir —a no dormir— pasada de rosca, para incorporar en el sueño el texto que había escrito para la charla, como la noche previa a un examen; que apenas subí al escenario volé el párrafo introductorio en que contaba que heredé de mamá la fe en la búsqueda de la belleza —perdón, mamá— porque sentí que la gente no estaba para tanto, tan íntimo, tan adentro; que me fui soltando cuando vi las caras de interés, el alivio en las que escuchaban que vestirse es difícil, que no es solamente sobre las líneas y las formas, que el viaje es hacia dentro de una misma, que va a doler.

Me considero buena en el mano a mano, con mi clienta atrapada entre el espejo y yo, pero si me subís a un escenario contra doscientas personas me siento desnuda y sin colores que me salven, hasta que entiendo que no es contra nadie sino con el amor que me tengo a mí misma y asumiendo la mirada compasiva de las que ven algo en lo que digo.

Lo que hago se trata de bucear en la identidad del otro, de desafiarla, y de repente me voy de esta experiencia entendiendo algo de la mía, sintiendo que ahora sé mejor cuál es mi forma de mirar.

A mí la crisis de los 40, la separación de mi ex, de mi socia que también es mi hermana y la cuarentena me abrieron una puerta: aprendí a hacer sin depender de nadie, a juntarme con marcas y clientas por Zoom, a organizar presentaciones y procesos de trabajo, a cuidar el cactus de mi balcón.

Me animé a decirle a mi hijo que todo iba a estar bien aunque no supiera cómo. Empecé a registrar lo que estaba haciendo con mi trabajo hacía diez años. Primero dije epa, emoji de musculito. Después pensé uf, sticker de agotada, cartel de que el mundo siga sin mí. Frené, colgué todo, me mareé, lloré.

Qué voy a hacer si de repente odio lo que más amo.

Alguien me dijo: distraete. Me anoté en un taller de dramaturgia. Hice baile contemporáneo, terapia, la carrera de astrología, un curso de cocina consciente, constelación familiar, un taller de escritura creativa, un curso de eneagrama, la tarea de mi hijo, abrí Tinder, leí poesía, cerré Tinder, me enamoré, me sumé a un grupo de microdosis de hongos en que la gente se felicita por sobrevivir a otro día.

Se me movieron el cuerpo, las neuronas, las palabras. Un día escribí: “La belleza me cagó la vida”. Al día siguiente le agregué: “Pero también me la salvó”. Lo llevé al taller. Creo que no lo entendieron. Creo que tengo que seguir ajustando las palabras que cuentan lo que me pasa con mi trabajo. Algún día voy a escribir un libro, pensé. No se lo dije a nadie. Shhh.

Un día me crucé a un herrero en Instagram. Le pedí un perchero así y asá. Se lo pedí bien difícil para que no le saliera. Al hijo de p**a le salió. Colgué las telas, las toqué, las miré flamear en mi living. Ya había ido muy para adentro y resulta que los colores me empezaron a sacar para afuera. Desempolvé la cuenta y decidí hablarle a los seguidores con la única verdad que tengo, que es la mía, para que el trabajo volviera a mí de una forma nueva.

Hoy a la tarde viene una clienta y se va a sentar entre el espejo y yo, con los colores de fondo. Voy a prender la luz y se va a encandilar, a asustarse un poco de su propia cara, quién no, y le voy a decir, mientras acomodo el trío de cyan, amarillo y magenta sobre sus hombros, que va a estar todo bien.

El blanco pega con todo y el negro no le hace mal a nadie, pero la vida es demasiado corta para estar tan agarrado de esos dos principios neutros y apagados. Todo bien con el balance pero tu cuerpo también pide salsa.

Se sabe que los colores brillantes y saturados mueven las endorfinas y generan cambios positivos en los estados de ánimo. Pero vos querés que me disfrace de resaltador, me reclaman a veces, y se sacan de encima la tela con susto, no sea cosa que tanto color se les quede pegado a la piel. Bueno, digo yo, habría que probar. Y me imagino al resaltador dejando su estela flúor en la vereda.

La versatilidad en el guardarropas no es sólo para romper la monotonía sino también para ampliar tus formas de expresión. Alguna día, sin que entiendas bien por qué, el buzo azul eléctrico que tenés abajo de la pila te va a llamar, y vas a sentir que comunica como ninguna otra cosa lo que vos querés decirle al mundo en ese momento.

¿A qué color te gustaría animarte más?

Una imagen vale más que zzzzzz, sí, sí, ok, pero las palabras importan. Cuando tengo que armar un guión visual o crear piezas para mi perfil de Instagram, puedo pasar mucho tiempo buscando fotos referenciales. Tengo que ponerme alarmas del tipo pomodoro para que cada sección del armado de un dossier no me lleve puesto el día. Busco imágenes que acerquen, que capten, que construyan con precisión lo que quiero decir.

La tarea que al principio promete ser fascinante y recreativa puede volverse insoportable cuando no encuentro lo que quiero transmitir condensado en imágenes. Y el proceso se vuelve un desafío que va más allá de las formas, de las líneas, de las prendas y de los colores.

La ingeniería que requiere la asesoría de imagen en una persona no está en su morfología ni en su pantonera de color ideal ni en su potencial estético: está principalmente en sus palabras, en su historia y en su deseo. Entonces mi mirada está apoyada en eso que dice de sí misma mientras se mira al espejo o se prueba ese vestido con el que no sabe bien qué hacer porque la distrae de quién es. Mi mirada está en su relato.

Cuando la atención se reduce a la forma, carece de dimensión y de profundidad. Algo lindo puede hacernos dar vuelta la cara, pero el impacto no alcanza.

Todas las veces es tentador pensar que la cosa se resuelve definiendo un estilo o encontrando nuestro color ideal, pero todas las veces me encuentro con que ni cerca. El viaje verdadero es hacia lo que parece inalcanzable: una persona real, una vida.

La belleza es eso que ya existe en nosotros. La imagen no es nada si no cuenta nuestro recorrido. El trabajo es acercarlo hasta el borde.

Éste es mi cuerpo, con el que ocupo un lugar en el mundo. Entro con él y me quedo, y la manera en la que habito y estoy en los lugares depende de mi capacidad expresiva. Puedo hacerlo de diferentes formas, no tengo que ser sólo una.

Cuando arranqué con la asesoría de imagen, mi objetivo principal parecía perseguir o alcanzar una identidad estética, ir uniendo ciertas características que llevaran a construir una imagen particular. Que Julia fuera clásica, María descontracturada y Sofía, ecléctica organizaba el mapa de trabajo y las dejaba tranquilas a ellas, pero a medida que avanzábamos eso no alcanzaba. Me di cuenta de que definir un solo estilo es un peligro porque nos encierra. Lo que en un principio genera la sensación de orden, calma y dirección, también nos condiciona. La creatividad se despliega cuando somos libres; cuando somos, como diría Whitman, multitudes.

Ahora entiendo que un plan sirve para organizar y que los objetivos promueven el impulso de ir hacia delante. Me interesa trazar un horizonte en el que se implique al cuerpo moviéndose y que la experiencia sea el proceso en sí. Por eso mis servicios tienen pasos y cada paso es parte de un camino. Hay que contener la ansiedad de resolver todo de un saque para aprender que cualquier movimiento en la identidad lleva su tiempo. Escucharse, quererse, transformarse, todo se hace con una mirada paciente. La mala noticia es que lo que se busca tarda en llegar; la buena es que al final hay recompensa.

Que sí, que no, que me animo pero mejor no, que me lo compro y después veo. Me enamoré cuando lo vi pero después no sé cómo usarlo y así desfilan las prendas en nuestra vida. El s**o verde lima, el vestido naranja, el pantalón de cuadros, la campera de cuero turquesa, el escote y los brillos archivados y olvidados en nuestro guardarropas, amenazando con apagarse, recordándonos lo que queremos decir pero por alguna razón callamos.

¿Quién te creés que sos para llamar tanto la atención? A ver si en una de esas el mundo se da vuelta para mirarte.

Así nos habla nuestra voz interna.

¿Por qué no levantarnos un día, un día cualquiera eh, mañana, y abrir el guardarropas como si fuera el armario de Narnia para dejarnos ir hacia otro lado? Y que esta vez sea hacia dentro. Agarrar ese vestido que quedó al costado de las cosas y decir acá estoy yo, vine a buscarme. Llegué y esta vez es para quedarme.

Explorá eso que te gusta, lo que te divierte, eso que traen los colores, las formas, las líneas. Nosotros te ayudamos a descubrir cuál es tu capacidad expresiva para encontrar tu propio estilo, para transformar y jugar con la infinita posibilidad cromática que nos ofrece.

Sacá tu turno en el link de nuestra bio o consultanos por mensaje privado, mail o al 5491144011974 por Whatsapp

Para reflexionar antes que termine este 2023 y llevarlo a la practica con nuestro outfit de hoy a la noche:
¿Y vos para quien te estás vistiendo? 🌈
¿Te estás vistiendo a vos, o estás vistiendo aquello que solamente Queres que noten los demás? ¿Estás vistiéndote de tus miedos, inseguridades o ambiciones?
Está lleno de códigos de vestimenta labórales y sociales que nos alejan de nuestro estilo personal.
Lo ideal es Adaptarse a los códigos pero sin desdibujar nuestra personalidad estética. Es la que va. Así todos podemos convivir en armonía siendo nosotros mismos.
Exploremos un poquito, a quien representamos cuando nos vestimos.
Genuinos nos queremos.
Les deseamos un muy feliz año! 💖

Sumergite en la experiencia de potenciar tu estilo y construir un guardarropa que sea verdaderamente tuyo. A través de nuestro servicio de análisis de guardarropas, exploramos la particularidad de cada prenda, considerando no sólo la morfología que se ajusta a tu cuerpo, sino también su capacidad para comunicar y transmitir mensajes sutiles.
En ese proceso, analizamos más allá de la superficie, dialogando sobre la compleja relación entre la moda y las emociones. Cada prenda se convierte en un medio de expresión, una forma de comunicar no solo quién sos, sino también cómo te sentís. Esta conexión íntima con tu forma de vestir se traduce en un lenguaje personal que habla de tu identidad única.
Aprender a comprar inteligentemente se convierte en un viaje más profundo. No se trata solo de optimizar el espacio en tu guardarropa, sino de sintonizar con tu energía y reflejar tu identidad en cada elección. La asesoría de imagen se convierte en una herramienta para descubrir y potenciar tu autenticidad, resaltando lo mejor de vos a través de un guardarropa cuidadosamente diseñado. 🌈

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En ese proceso, analizamos más allá de la superficie, dialogando sobre la compleja relación entre la moda y las emociones. Cada prenda se convierte en un medio de expresión, una forma de comunicar no solo quién sos, sino también cómo te sentís. Esta conexión íntima con tu forma de vestir se traduce en un lenguaje personal que habla de tu identidad única.
Aprender a comprar inteligentemente se convierte en un viaje más profundo. No se trata solo de optimizar el espacio en tu guardarropa, sino de sintonizar con tu energía y reflejar tu identidad en cada elección. La asesoría de imagen se convierte en una herramienta para descubrir y potenciar tu autenticidad, resaltando lo mejor de vos a través de un guardarropa cuidadosamente diseñado 🌈

Cambia, todo cambia. Y si cambia la percepción de nuestro cuerpo, también cambia la forma de abordarlo. La transformación te pide un código para conectarte con tu esencia, para levantar un puente entre tus deseos y el cuerpo.

Mi enfoque para la asesoría de imagen es ver el cuerpo que habitamos como una arquitectura única de líneas, curvas y formas. Lo que se ve es un lenguaje que transmite facetas diversas: cercanas, distantes, formales, creativas, misteriosas. El lenguaje, como todo lenguaje, es maleable y te permite un diseño según objetivos y circunstancias, sin necesidad de encasillarte en un estilo limitado. El horizonte es infinito y una se aproxima pero nunca lo toca.

Mi método te propone develar las capas de tu identidad visual, entender la conexión entre tu esencia y lo que proyectás en el mundo.

En este viaje de autodescubrimiento, te invito a explorar lo que reside en cada línea de tu cuerpo, fusionando la expresión creativa con la naturaleza única de quién sos.

A veces la cosa arranca en el guardarropas: las rayas no sólo son patrones, son declaraciones visuales de nuestra identidad.

¿Elegimos rayas clásicas para transmitir un aire de sofisticación, o nos aventuramos en combinaciones arriesgadas para desafiarnos?

En el juego de líneas está la oportunidad de resaltar curvas, de alargar siluetas, de jugar con la óptica. Son, en definitiva, otra paleta de color, un lenguaje por el cual podemos desplegar otra versión y en cada prenda a rayas se revela una imagen, pero sobre todo la transformación constante de nuestra relación con ella 🫶🏽

¿Cuál es ese color con el que te encontrás, captura tu atención y te gustaría usar peeeeeeeeero no te animás?

Llegó Escorpio nomás. La serpiente pierde la piel. Lo hace para poder crecer. Lo hace sabiendo que debajo de esa cáscara inerte hay una nueva tez pidiendo renacer. Es probable que duela. Pero eso no la acobarda. Porque sabe lo que viene después.

No soy serpiente pero también siento la agonía de lo que me cubre. Puedo tratar de engañarme y hacer como que soy la de ayer, tal vez alguien me cree. O puedo asumir mis muertes y proclamarme superviviente. Y celebrarlo mostrándome al mundo con toda la potencia de quien se sabe inolvidable. Atreverme con texturas que juegan al misterio, donde la imaginación termina de construir aquello que levemente se tapa: encajes, transparencias, gasas. O con colores intensos que demuestren que si tengo miedo, no se me nota en absoluto. O, por qué no, meterle al negro con todo, no hay color más fiel para quien se sabe portador de un magnetismo que gana el combate porque aprendió a jugar desde la sombra.

Sea lo que sea, disfrutalo sabiendo que sólo quien conoce sus cartas puede aspirar al premio. ¿Qué premio? Una vida intensa ¿Acaso existe algo mejor?

Redescubrí tu imagen personal con nuestro Método Alquimia.

Te ayudamos a descubrir y a potenciar tu estilo con técnicas y herramientas de la asesoría de imagen. Aprenderás a elegir las prendas, los colores y los accesorios que mejor se adapten a tu cuerpo, a tu personalidad y a tus objetivos.
Nuestros servicios se ofrecen en cápsulas independientes que podés combinar según tu conveniencia. Cada una es una etapa de un proceso integral que te permitirá transformar tu imagen personal de forma gradual y efectiva.

Te invitamos a conocer todos nuestros servicios en profundidad en www.babalab.com.ar

Ya sabemos que la que puede, puede, pero primero hay que ver qué quiere cada una: no todas queremos lo mismo. El color es una herramienta muy efectiva a la hora de explorar el deseo. El color refleja, expone, esconde. Nos da la oportunidad de reconocernos, de revelarnos y de tomar decisiones sobre lo que nos gusta y lo que no.

Le pedimos al color muchas cosas: Hay quien viene a una sesión y le pide al color iluminarse, verse profesional, más joven, más fresca, más seria. Hay quien quiere aprender a combinarlos para lograr un estilo más sofisticado, o más estilizado y hay quien le pide se*******ad.

Todos buscamos distintas cosas para finalmente ser vistos, ser aceptados, para encajar, para que nos recuerden o que nos quieran o nos deseen. pero el color también es el canal para desplegar nuestra creatividad y nuestro ser, eso que está al borde de la piel, y hace fuerza por salir.

Te invitamos a la experiencia Color·lab que te permitirá explorar cuáles son los colores que más se conectan con tu estilo personal de una manera más amorosa y divertida.

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Mirate, le digo. Sí, sí, me dice, pero veo que desliza la vista por el espejo como si fuera una vidriera, algo colgado por otro que se puede pasar de largo. Quedate ahí. Mirate de verdad.

En nuestras sesiones proponemos el ejercicio de observarnos, ya sea a través del color o las líneas que cruzan nuestro cuerpo pero ¿para qué? Para apoyar los ojos en nosotros y pausar la mirada del resto del mundo. Porque mirarse sirve para redescubrirse.

Mirarse sirve para reconocer con qué contamos. Nombrar nuestras inseguridades, debilidades y fortalezas es útil para decidir qué hacemos con ellas, dónde las ubicamos y cómo hacer para que lo que nos molesta tanto deje de ocupar tanto espacio.

¿Pero con qué ojos nos hacemos estas preguntas? Si es con los de un mundo que nos exige un ideal que intenta satisfacer, la tarea se vuelve frustrante y muy dolorosa.

Queremos ser perfectos, y lo perfecto sería incluir todo lo que somos, hacernos cargo de que hay cosas que no nos gustan mucho, pero hay otras que sí y todo eso junto nos vuelve únicos.

De verdad no importa si tu cadera es más grande, ¿más grande que la de quién?, lo que sí importa es eso que vos querés transmitir y asomar, eso que está adentro queriendo alcanzar el borde, conectar ese lazo entre lo que sentís y querés decir. Convertir tu estilo en un relato y hablar a través de las formas, las líneas, las prendas y los colores que ocupan tu cuerpo.

Queremos invitarte a que te animes, a aceptar que sos hermosa tal cual sos,
sensible a todas las sutilezas que la vida te propone, en un cuerpo que, más allá de su forma, tiene el derecho y la obligación de manifestarse perfecto.
Esta es una aproximación a cómo trabajamos, es un proceso transformador y sobre todo de autoexploración para volver a mirarnos. Desde nuestro método Alquimia de estilo, te ayudamos y acompañamos a descubrir tus cualidades de imagen.

Conocé todos los servicios en www.babalab.com.ar

¡Liberarnos para encontrarnos! 🥰🙌

Victoria Herrera () nos revela cómo llevar la nueva energía de libra.

Cuando el gusano dijo que iba a volar se rieron todos, menos la mariposa. Libra es la celebración de esa hazaña, le ganamos al invierno, al encierro, al hastío. Merecemos consagrarnos mariposa, regalarnos el derecho a abrir las alas y ver qué se cuece afuera. Cuando digo abrir las alas me refiero a esos colores que hace un rato eran inimaginados, y a esas texturas que admiras cuando ves en otra pero te cuentas que son demasiado en tí. Pues no mi ciela, no es mucho, de eso se trata la primavera libriana, de atreverse a la belleza. Y cuando hablo de belleza no me refiero a ese aburrimiento absoluto que es lo hegemónico, sino más bien a la fealdad derrotada de la que hablaba Capote. A reivindicar el derecho a manifestarse como un reflejo de la hermosura del mundo, a inspirarse en la geometría sagrada de la naturaleza, a exhalar energía de encuentro sabiendo que en el acoplamiento sale lo mejor de nosotras. Lo vivido, lo va****so, sedas, gasas, algodones livianitos de esos que se sienten como una piel de las agradables. Los cortes amplios, que se luzcan los dibujos de las alas pero con lugares estratégicos por donde la piel empiece a amagar con exhibirse. La intención es convocar al afuera sin sentirse extraña adentro, cada una sabrá como regularlo, eso sí, ante la duda de si un poquito más, la respuesta es sí. La primavera es una hipérbole, la vida se está abriendo, dejemoslá entrar. Olvida el invierno y este ratito ocupate solamente de bailar.

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Nosotros desde nuestro Laboratorio te ayudamos a explorar y elegir las gasas, las sedas y los colores con las que manifiestarte sintiéndote en sincronía con tu expresión y tu deseo www.babalab.com.ar

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Que el método de búsqueda sea tu moda y el proceso de exploración sea lo próximo que te pongas. Te proponemos reformular el concepto de la forma. Si te preguntas: ¿Qué cuerpo debo ser? ¡El que tengo!

Debemos poseer el cuerpo que usamos, elegir qué ponernos cada día y proyectar quiénes somos sin alterar lo que deseamos. Que el espejo no sean ojos que nos critican desde afuera, sino ojos que aceptan. Dejemos que nuestros ojos sean los que escriban lo que nos cuenta el alma.

Sin decodificar, sin juicios impuestos principalmente por palabras. Ver, sin siquiera querer aceptar. Aceptar implica negociar, y los ojos del alma no intercambian, se manifiestan. El juego está en contemplar. Lo que te vibra es tuyo; el resto simplemente se separa.

Armemos juntos tu método ideal para tu transformación. Conocé todos los servicios en www.babalab.com.ar