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Imágenes históricas de Mar del Plata aportadas por marplatenses y turistas. Proyecto comunitario impulsado por el diario La Capital.

La residencia marplatense de
“la amante de Roca” y
aquel asunto de las alhajas
Los aficionados a la historia arquitectónica marplatense la recuerdan como "la residencia veraniega de la amante de Roca". Estaba frente al Torreón y pertenecía a una mujer que en 1919 estuvo vinculada a un singular hecho policial ocurrido en la ciudad................................
Entrada la noche del sábado 4 de enero de 1919 el cochero Juan Marconi volvió a su casa humilde del barrio Puerto. “Persona de buenos antecedentes”, Marconi tenía esposa, varios hijos pequeños y una cotidianeidad de subsistencia. Al amanecer del 5 de enero, mientras preparaba su carruaje para una nueva jornada, halló un maletín debajo de uno de los asientos. Las puntuales crónicas de la época -a las que atribuimos todos los encomillados- indican que en su interior había “un necesaire de oro con iniciales compuesto de 24 piezas, 168 brillantes, un collar de 150 perlas y broche de dos esmeraldas, una cinta de seda con 12 broches de brillantes, una pulsera con dos filas de zafiros y dos brillantes grandes, dos relojes de oro de la casa Cartier de París….”, entre otras alhajas.
Pocas horas más tarde Marconi estaba preso, “afligido y lloroso” mientras su nombre ganaba notoriedad en la prensa. De hecho, La Nación informó que se aprestaba a fundir el oro cuando lo apresaron.
En el tren de las siete
El maletín había sido olvidado por una dama solitaria que llegó a Mar del Plata el 4 de enero “en el tren de las siete” y tomó “el primer coche de plaza” desde la Estación Sud (Alberti y Sarmiento) hasta su residencia, que tenía el acceso principal en Moreno y Viamonte y se extendía hasta la Explanada Sur (Boulevard Marítimo); es decir, una
cuadra.
Su nombre oficial era “Villa del Torreón”, pero los aficionados a la historia arquitectónica local la identifican automáticamente como “la residencia veraniega de la amante” o “la novia” de Julio Argentino Roca.
Se refieren a Guillermina de Oliveira Cézar. Y así la llamaremos para apartarnos del rótulo de “amante” como recurso de identificación y para conocer algo más de su vida y del rol que le cupo en aquel asunto de las alhajas.
Casado en la adolescencia
Hija de un acaudalado terrateniente, nació en 1870 y cursó estudios en el Colegio Americano dirigido por Mary Elizabeth Conway, una de las maestras que trajo Sarmiento de los Estados Unidos.
Su padre la ofreció en matrimonio sin rodeos y con éxito. “¿Por qué no se casa con una de mis hijas?”, le dijo a uno de los prominentes personajes de la generación del 80: Eduardo Wilde, célebre médico higienista, amigo y ministro de Roca, mentor de la salubridad en Buenos Aires y propulsor de la enseñanza laica y el matrimonio civil.
Wilde era viudo y tenía 42 años. Guillermina era una adolescente de 15. El padrino de la boda fue el presidente Julio Argentino Roca y los testigos Carlos Pellegrini y Victorino de la Plaza.
La indiferencia inicial de Roca hacia aquella adolescente cambió cuando el matrimonio volvió de Europa después de una estadía de diez años. Ella tenía 25 años y el 52 cuando iniciaron un extenso romance que tomó estado público y fue “la comidilla” de la sociedad porteña ante la pasividad de Wilde. La revista “Caras y Caretas”, con caricaturas en su portada, certifica la publicidad que alcanzó aquel vínculo.
Guillermina de Oliveira Cézar fue esposa de un personaje prominente de la generación del 80: Eduardo Wilde. Y tuvo un romance que escandalizó a la sociedad de su época.
Guillermina de Oliveira Cézar fue esposa de un personaje prominente de la generación del 80: Eduardo Wilde. Y tuvo un romance que escandalizó a la sociedad de su época.
Las joyas faltantes
Roca y Wilde ya habían mu**to cuando Guillermina, de 49 años, llegó aquel sábado a Mar del Plata. Los primeros días de enero marcaban el inicio de los largos veraneos de la aristocracia criolla y el acarreo de indumentarias y alhajas era imprescindible para su vida social en el balneario.
Pocas horas después de llegar, Guillermina comunicó a la policía el faltante de sus alhajas pero no pudo aportar datos del cochero que la había trasladado.
Marconi ni siquiera abrió el maletín cuando lo halló dentro de su coche y tampoco pudo recordar a su propietaria, ya que la jornada anterior había hecho numerosos viajes.
Tomó entonces la cándida decisión de dejarlo en su casa para comunicar el hallazgo a la policía, cosa que hizo frente a la Iglesia San Pedro (hoy Catedral), donde se encontró con un oficial conocido al que informó la novedad.
Como el policía en cuestión andaba a pie, el propio Marconi lo llevó hasta su domicilio para entregar el maletín. Y el oficial, tras verificar que se trataban de las joyas buscadas, metió preso al cochero.
“Importante pesquisa”
La Capital, creyendo en la versión policial, tituló la noticia: “Importante pesquisa policial-900 mil pesos en alhajas”. Y con una candidez similar a la del cochero, confió en esas fuentes al dar cuenta de una detectivesca tarea que había demandado toda la noche hasta el esclarecimiento del hecho. El diario La Nación -interesado en el caso por el apellido de la damnificada- fue más lejos al asegurar que Marconi ya había desengarzado las piedras preciosas para fundir el oro.
La percepción periodística del caso empezó a cambiar en cuestión de horas y mucho más cuando un nutrido grupo de cocheros presentó a la prensa una nota con relato veraz de los hechos.
El viernes 10 de enero, La Capital publicó que el cochero había sido liberado después de “tanta bulla” y de “tanta gloriola”, simpática palabra portuguesa que define a quien ostenta una reputación inmerecida. La crónica finalmente ubicó a Marconi en su verdadera condición de víctima y además lo instó a “demandar a los causantes de la detención”. Desconocemos si el cochero atendió esta sugerencia.
El actual panorama de Boulevard Marítimo y Viamonte, donde antiguamente estuvo la residencia veraniega de Guillermina. Foto: Mauricio Arduin.
El actual panorama de Boulevard Marítimo y Viamonte, donde antiguamente estuvo la residencia veraniega de Guillermina. Foto: Mauricio Arduin.
En la misma crónica se informó que Guillermina, rápidamente advertida de la injusticia en curso, socorrió a la familia de Marconi durante su promocionada detención. Y que, paralelamente, elevó al juez un pedido para que lo dejara en libertad.
Una escueta biografía de Guillermina indica que se interesó por la asistencia social de las minorías desfavorecidas y que al año siguiente de aquel episodio de las alhajas creó una escuela de enfermeras. También integró la Sociedad de Beneficencia e hizo publicar las obras completas de Wilde, cuyos derechos donó a la Universidad de Medicina para destinarlo a un premio anual.
Murió el 29 de mayo de 1936 sin dejar descendencia. Según el arquitecto Roberto Cova en su libro “Casas Compactas de Mar del Plata”, la vivienda dejó de pertenecerle en 1926. Demolida en fecha indeterminada, hoy en el lugar funciona un hotel.

Los últimos tiempos de
"Playa de los Ingleses"
Los hoteles y chalets de la antigua "Playa de los Ingleses", hoy Varese, fueron demolidos en el transcurso de 1977 durante la gestión del capitán de navío Carlos Menozzi, comisionado municipal del último gobierno de facto.
Funcionaban allí desde principios de la década del '40, cuando -en coincidencia con la construcción del camino costero- los hoteles que proliferaban en la playa desde principios de siglo tuvieron que trasladarse a la barranca.
El declive del sector tuvo múltiples causas, entre las que se invocan las políticas de turismo social -que incluía la obligatoriedad de ceder plazas- implementadas por Juan Domingo Perón. Al desmedro de las inversiones y el progresivo deterioro del sector sobrevino la desaparición de la playa, que sería recuperada años después mediante la construcción de espigones.
En 1973, el gobernador peronista Oscar Bidegain expropió las construcciones, incluyendo algunos chalets que habían sido levantados con permisos precarios. El antiguo Centenario pasó a ser un anexo de la Universidad y también escuela de enfermería. En el Saint James instalaron la Escuela de Hotelería. El All Boys fue cedido a la Federación de Trabajadores Municipales, el Scaffidi al SOIP, el Montecarlo al Sindicato de Aguas Gaseosas (Sutiaga) y en el Sáenz funcionaban dependencias del Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia. Muchos otros edificios -incluyendo el Bellavista- quedaron abandonados u ocupados precariamente y sufrieron saqueos y vandalismo.
En 1977, ante la inminencia del Mundial de Fútbol, decidieron arrasar esa franja edilicia. La decisión se fundamentó en informes que habrían avalado la inviabilidad de mantenerla en pie.
Unas 200 personas que vivían en 16 construcciones fueron desalojadas el 20 de enero de 1977 con la intervención de oficiales de justicia, personal municipal, 15 camiones del ejército y un centenar de policías.
El origen del nombre de "Playa de los Ingleses" tiene dos versiones en disputa. Una lo vincula con las desventuras de ocho marinos británicos que habrían sido abandonados allí en el siglo XVIII. La otra lo adjudica a la importante concurrencia de turistas ingleses -muchos de ellos vinculados al ferrocarril- en las primeras décadas del siglo XX.
El nombre actual homenajea a Luis Varese, primer hotelero que se instaló en aquel sector, y le fue impuesto en 1982 durante la Guerra de Malvinas.-

Obras de arte en las plazas de
Mar del Plata : los canteros del
legendario Adolfo Primavesi
Bien sabemos que Don Adolfo Primavesi –recordado hoy en Mar del Plata con un parque situado junto al Cementerio de la Loma- fue el director de Plazas y Paseos de nuestra ciudad desde principios de la década del ’30 hasta su fallecimiento a los 82 años, en 1952.
Fue el verdadero padre de nuestras plazas, que hasta su llegada eran, en su mayoría, terrenos yermos. Para convertirlos en jardines empleó los conocimientos adquiridos en Italia (su tierra natal), Francia, Inglaterra y Alemania. Y la experiencia que acumuló desde 1909 como paisajista de grandes estancias del país. Le sumó su talento, su vocación y su gran capacidad de trabajo.
Hoy, simplemente, vamos a recorrer algunas de las obras de Primavesi que embellecieron la antigua Mar del Plata.
La primera foto –un magnífico cantero escalonado- nos remite a Diagonal Alberdi entre Corrientes y Santa Fe. Como punto de referencia actual podemos señalar el viejo Hotel Majestic, donde hoy funciona el Polivalente de Arte.
La última refleja una de las obras más emblemáticas de Primavesi: el calendario floral de Plaza San Martín, que originalmente se situó en otro lugar del paseo público hasta que fue trasladado frente a la Catedral, donde se encuenta actualmente.
Un simple paseo por la Mar del Plata del pasado para recordar al padre de nuestras plazas.-

Mar del Plata de la década del '70. Plata de los Ingleses, hoy Varese. Todavía se observan los hoteles que estaban sobre la linea costera y que fueron demolidos antes del mundial de fútbol de 1978. El nombre de la playa sería cambiado en 1982 durante la Guerra de Malvinas. Se le impuso el de Luis Varese, propietario de un hotel fundacional -el Centenario- en aquel sector. Se observa en la foto la inexistencia de la playa, que fue recuperada con la construcción de los actuales espigones.

Adiós Nonino
La absurda muerte de Vicente Piazzolla y
el nacimiento de una obra maestra
El hombre que vemos en las fotos se llamaba Vicente Piazzolla. Su apodo familiar, “Nonino”, trascendería mundialmente gracias a una obra maestra compuesta por su único hijo, Astor. Es el niño que lo acompaña en ambas fotografías.
Vicente- peluquero y bicicletero- murió en su ciudad, Mar del Plata, el 13 de octubre de 1959, a los 67 años. Una caída con su bicicleta, unos golpes en apariencia menores y luego una embolia cerebral pusieron fin a su vida, caracterizada por una salud inquebrantable.
Lo único que hallamos de ese episodio en los archivos periodísticos marplatenses son cinco avisos fúnebres publicados por familiares y amigos el 14 de octubre de 1959. En ellos consta que a Vicente lo sepultaron aquel día a las 15 en el “cementerio de la ciudad”, en alusión al de la Loma, que era el único. Y que en concordancia con las costumbres de la época, el velorio se realizó en su casa de Alberti 1555, donde hoy funciona un local gastronómico. Allí el genial músico dejó tallado el nombre de su hija Diana, nacida en 1943. Tal inscripci{on todavía puede verse.
En el primero de los avisos, la nómina de deudos comienza así: “Su esposa, Asunta Manetti de Piazzolla: su hijo Astor (ausente)…”. El último dato es de estremecedora importancia en el contexto de esta historia.
Astor tenía 38 años y vivía en Nueva York con su esposa Dedé Wolff y sus dos hijos, Diana y Daniel. Al recibir la noticia se encontraba de gira en Puerto Rico junto a Carlos Copes y María Nieves. Quedó devastado. Y poco después repasó con su bandoneón una obra llamada “Nonino”, que le había dedicado a su padre cinco años antes.
A la sombra de su hondo dolor, aquella creación original se modificó y renació como “Adiós Nonino”, la obra más representativa de Astor Piazzolla. Y la que proyectó al mundo el afectuoso apodo de su padre, aquel vecino marplatense que tenía su bicicletería en Alberti entre Sarmiento y Alsina.
…………………
Nuestro agradecimiento al periodista y escritor Marcelo Gobello, autor del libro “Astor Piazzolla, su ciudad y su mundo”. Sus respuestas nos permitieron escribir esta breve reseña.

En el barrio La Perla:
El silencioso y olvidado final de
la casa donde Alfonsina Storni
vivió sus últimos días
En el inventario nunca escrito de las pérdidas patrimoniales marplatenses se encuentra la pensión de La Perla donde Alfonsina Storni transcurrió sus horas finales. Tan difuso fue su final y tan rodeado de olvidos, que la fecha de su desaparición es difícil de precisar.
Una de las fotos que ilustra este texto nos permite recordarla. Se la agradecemos a José Luis Baute, escritor e investigador de la obra de Alfonsina Storni, quien también me orientó a la hora de escribir estas líneas.
Bien sabemos que Alfonsina emprendió viaje a Mar del Plata en un tren nocturno, el 18 de octubre de 1938 y que se quitó la vida arrojándose al mar siete días después.
Durante ese período se alojó en la pensión San Jacinto, de 3 de Febrero 2861, entre Hipólito Yrigoyen y Mitre. El establecimiento pertenecía a su amiga Luisa Orioli de Pizzigarni y Alfonsina fue la única pasajera que se alojó en esos días.
Era una típica “casa chorizo”, con habitaciones que daban a una galería. Tenía en el frente un patio embaldosado donde Alfonsina estuvo escribiendo el 20 de octubre. Sobre la línea municipal había un tapial rematado con rejas de madera, una puerta de dos hojas torneadas en armonía con las rejas y un pórtico techado donde se leía en un cartel el nombre de la pensión.
Recordemos que en ese lugar, Alfonsina –además de vivir instancias terminales del cáncer que la aquejaba- escribió varias cartas y su poema póstumo, “Voy a dormir”, que envió al diario La Nación.
En su libro “Variaciones Marplatenses Sobre Casa Chorizo”, el arquitecto Roberto Cova indica que la vivienda tenía “dos baños principales, tres dormitorios, comedor clásico y otro dormitorio y baño detrás. Luego se encontraba la cocina y a su derecha
la habitación de servicio con acceso cubierto”.
Frecuentemente se dice que muchos años después funcionó allí un establecimiento educacional, pero José Luis Baute a lo largo de su extensa investigación –que nutrirá un libro que aguardamos con ansias- no halló ninguna constancia de ello.
Seguramente se trata de una confusión ya que a una cuadra de allí, en 3 de Febrero al 2900, había un hotel donde Alfonsina podría haberse alojado en alguno de sus viajes a Mar del Plata, pero no en el último. Esa versión está muy lejos de ser confirmadas. Pero es sabido que muchos años después en ese sitio funcionó un establecimiento educativo.
La antigua pensión “San Jacinto” fue sufriendo modificaciones parciales y la década del 80 la encontró con una peluquería instalada en el sitio donde antiguamente estuvo el patio exterior. Luego, en fecha imprecisa, fue demolida y sobre el terreno levantaron las cocheras de un hotel alojamiento. Por eso, hace años, cuando señalizaron el lugar donde Alfonsina vivió sus últimos días, decidieron colocar el cartel en un edificio vecino.-

Aunque no lo creas, así era
playa Bristol, cerca del 1900
Esta foto fue tomada en fecha imprecisa, quizás en los últimos años del siglo XIX o en los primeros del XX. Nos muestra la bella bahía que desde los albores del balneario fue conocida como Playa Bristol.
Recortamos un detalle para ubicarnos. El muelle que vemos no es el del Club de Pesca, inaugurado en 1927, sino el muelle Luro, que estaba ligeramente más al norte y concentró las actividades portuarias de la ciudad hasta la construcción de nuestra actual estación marítima. En el extremo izquierdo del detalle vemos el chalet que José Luro hizo construir en 1887 en la actual Diagonal Alberdi y Santa Fe. Y asomando sobre sus techos, la cúpula de la capilla Santa Cecilia.
La foto general nos permitirá remontarnos a los albores de la actividad turística de Playa Bristol, con sus inarmónicas construcciones de madera que conformaron la primera rambla. Se suma una serie de casillas. Algunas “de baño” y, otras, modestas viviendas de los pescadores que operaron en esa playa hasta que fueron desalojados.
Imperdible el detalle de la dama solitaria que, protegida por una sombrilla de mano, contempla la bahía.
…………………..
Foto: Colección Gotta. Aporte de Ignacio Iriarte al proyecto Fotos de Familia del diario La Capital.

La otra Mar del Plata:
“Chafa”, el pibe de la playa
“Aunque iba a trabajar a la playa, mi mamá me mandaba peinadito y con los zapatos bien lustrados”, me dijo “El Chafa” hace algunos años.
En la década del ’50, siendo niño, hacía un largo viaje en tranvía para bajarse “en Luro y la costa, frente a la Playa Popular, que en ese entonces le decían Playa de los Cirujas”.
Los fotógrafos le pusieron el apodo que lo acompañó toda la vida con más vigor que su verdadero nombre: Paulino Dionisio Argañaraz.
“Había un jockey famoso, Ciaffardini, y los fotógrafos decían que yo era parecido. Empezaron a llamarme así y después quedó Chafa”, me contó aquella vez, hablando en su particular estilo: bajito y medio cortado. Después remató la anécdota con un chiste y una sonrisa tenue: “Siempre impresioné con el físico”.
En la playa trabajaba como asistente de Casa Chiclana, la más importante firma de fotos de la rambla y así aportaba un sueldo a su hogar. Con un cajoncito debajo del brazo, “Chafa” caminaba incesantemente “la arena” y la rambla desde la Bristol hasta Punta Iglesia. Su misión era recoger los rollos que le entregaban los fotógrafos para llevarlos a revelar. El objetivo era que el turista recibiera rápidamente su foto.
Hasta la era digital, la fotografía turística fue en Mar del Plata una verdadera industria. “En las playa se sacaban cientos de rollos, miles de fotos por día. Había fotógrafos que venían de Buenos Aires a hacer la temporada”, recordaba “El Chafa”.
Sus recuerdos de los fotógrafos eran afectuosos. “Chafa, tomá y comé lo que quieras y ponelo en mi cuenta, me decían. Yo iba a los barcitos, pedìa un sándwich, una gaseosa, y ellos después lo pagaban”.
“Cuando terminaba la temporada juntaban a todos los chicos que trabajábamos con ellos en la playa y nos llevaban a Los Gallegos. Nos compraban todo para ir al colegio: guardapolvos, pantalones, zapatos, útiles. En esa época era asì”.
De esa experiencia en la playa, “Chafa” se llevó algo más que un apodo. La fotografía fue su oficio hasta 2018, año de su fallecimiento. Incursionó en todos los terrenos: plazas, playas, escuelas, registro civil y en 2009 recibió el Lobo de Mar por su desempeño como reportero gráfico en diario El Atlántico.
En los últimos tiempos solía verlo trabajando en el registro civil; siempre callado, de sonrisa tenue, bien peinadito y con los zapatos lustrados.-

Frente a la actual Playa Varese
Ahora sabemos que el francés
olvidado tuvo cartel con sponsor
Esta foto -tan magnífica como desconocida- nos remonta a aproximadamente 1920 para mostrarnos el ruinoso hotel Saint James abandonado frente a la actual Playa Varese. En varias oportunidades hablamos de sus misterios.
También exhibe un fragmento de la Explanada Sur, paseo inaugurado a principios de siglo XX en el actual Boulevard Marítimo entre el Torreón y Cabo Corrientes. Sabemos que estaba ornamentado con esculturas -en su mayoría réplicas de obras famosas- que fueron traídas de Europa. Muchas de ellas embellecen hoy las plazas de Mar del Plata, como la que vemos en la foto. Se trata de "Venus de Milo", ubicada hoy en Plaza Colón.
Mejor no preguntar por el destino de esas bellas farolas. No podremos dilucidar el misterio y sólo sumaremos tribulaciones.
Pero esta foto, recibida hace pocos días en el marco del proyecto Fotos de Familia, tiene un detalle sutil. Una suerte de pieza faltante en un rompecabezas. Se trata del cartel donde podemos leer "Restaurante Saint James de Juan Durrosier".
Tiempo atrás escribí sobre Durrosier y opté por llamarlo "el francés olvidado de Playa Varese", ya que la historia parecíó soslayar a este pionero de la actividad turística en aquel sector.
En verdad no abundaban fuentes documentales, salvo relatos familiares, algunas precisiones registradas por el arquitecto Roberto Cova y varias fotos mostrando un establecimiento de madera -primero restaurante y luego hotel- sobre las arenas de la bahía.
El cartel, auspiciado por los famosos ci*******os 43, nacidos en 1898, es una singular prueba gráfica sobre la existencia del establecimiento, fundado por Jean Baptiste Durrosier.
Sabemos por fuentes familiares que Jean Baptiste, tras su arribo a la Argentina, se radicó en la zona rural de Maipú donde formó una numerosa familia. Su llegada a Mar del Plata se produjo en fecha imprecisa, pero podemos situarla hacia fines del siglo XIX, cuando el hotel Saint James se hallaba en construcción.
El arquitecto e historiador Roberto Cova aportó otro dato: Durrosier se contactó en Mar del Plata con un paisano de apellido Dugued, que prosperaba con su panadería en el antiguo barrio de la estación de trenes. Ambos, en sociedad, montaron una suerte de fonda en la actual Playa Varese para darle de comer a la multitud de obreros que trabajaba en la construcción del Saint James.
La paralización de la obra no significó la muerte del emprendimiento. Aquel sector –conocido entonces como “la playa del Saint James”- nacía lentamente al turismo de la mano del genovés Luis Varese, que a principios de siglo inauguró en aquel desolado paraje su histórico hotel Centenario.
Ya sin Dugued como socio, Durrosier reconvirtió aquella fonda, luego en un restaurante y más tarde en un hotel, que heredó el nombre “Saint James”. Los hijos de Jean Baptiste fueron parte de aquella empresa familiar.
El camino costero hasta Cabo Corrientes aún no existía y la franja de arena se pobló de hoteles de madera que funcionaron con permisos precarios. El paraje cautivó a integrantes de la colonia británica en Argentina, muchos de ellos vinculados al ferrocarril, que lo convirtieron en su lugar de veraneo. Tal circunstancia habría dado origen al nombre de “Playa de los Ingleses”, que fue cambiado por el de Varese durante la Guerra de Malvinas.
Hacia fines de la década del ’30, con la construcción del camino costero, los hoteles tuvieron que abandonar la playa y pasaron a la pendiente de la barranca. El “Saint James” siguió ese camino y continuó en manos de la familia Durrosier hasta mediados de los ’40. En 1978 fue demolido junto al resto de los edificios.
Jean Baptiste no presenció los últimos capítulos. Murió en 1941. Pocos lo recuerdan, pero es parte de nuestra historia. La foto viene a rescatar su nombre...con el importante auspicio de ci*******os 43.- ............
La foto que ilustra este texto fue enviada por Ignacio Iriarte al proyecto Fotos de Familia del diario LA CAPITAL

La última obra de un famoso
escultor fue emplazada
silenciosamente en Mar del Plata
Esta escultura fue emplazada hace pocos días en Mar del Plata, durante una breve ceremonia, sin anuncios oficiales.
Se trata de la última creación de Fernando Pugliese, un escultor porteño híper realista, autor de cientos de estatuas que causaron gran impacto popular. Una de ellas es la de Olmedo y Portales (Borges y Álvarez) en la calle Corrientes. También del Cura Brochero que se encuentra en el Vaticano. Y de Borges y Bioy en el bar La Biela. La nómina es interminable, incluyendo su mega proyecto: Tierra Santa en Capital Federal.
Esta obra de Pugliese fue colocada el miércoles pasado en la pequeña ermita que desde hace años se encuentra en Guido y Matheu, junto a las vías inactivas del ferrocarril, donde ya había una imagen en mosaicos de la virgen de Luján.
Una familia que desea permanecer en el anonimato financió la escultura a manera de agradecimiento. El cura Hernán Merelles, de la parroquia San José celebró la misa ante un grupo de fieles, sin anuncios oficiales. Un grupo de vecinos trabajó en la puesta en valor y el enrejado de la capilla,
Pugliese –que además de escultor era abogado- murió en mayo pasado a los 82 años. Se dice que ello ocurrió dos días después de la culminación de esta obra.
Considerado un artista “capaz de hacer monumentos con vida”, la escultura refleja ese mérito. De hecho, la virgen instalada en Mar del Plata impacta tiernamente como una mujer común que sostiene en sus brazos a un recién nacido. A despecho de arte sacro convencional –donde todo emerge como refulgente e impoluto- Pugliese se permitió mostrar en sus pies los signos de largas caminatas.
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