Noche de Besos

Tendencia, Ropa y Accesorios.

12/10/2024

Se vence enfocando 🧘

11/10/2024
11/10/2024

🎭

10/10/2024

Los fans de Justin Bieber creen haber descubierto el significado de la escalofriante letra de una de sus canciones después de que se cuestionara su relación con el rapero caído en desgracia.

Los fans de Bieber afirman que la letra de su canción Lonely, lanzada en 2021, insinúa lo que supuestamente sucedió entre él y Sean Combs.

En la canción Lonely, Bieber canta: "Y todos me vieron enfermo/Y parecía que a nadie le importaba una mierda/Criticaron las cosas que hice cuando era un niño id**ta".

"¿Qué pasaría si lo tuvieras todo/Y sintieras que no había nadie a quien llamar? Tal vez entonces me conocerías/Porque lo he tenido todo/Pero nadie me escucha/Y eso es simplemente soledad. Estoy tan solo. Solo".

El hombre de 54 años ha sido arrestado tras una investigación de tráfico sexual en Nueva York.

Desde entonces, los fans han cuestionado su relación con Bieber, que comenzó cuando el cantante todavía era un niño.

Algunos fans han compartido su preocupación en las redes sociales:

“Nadie lo protegió. Ni siquiera su familia. Adoro esta canción”, escribió un fan, “pero las palabras siempre me han llamado la atención. Espero que pueda sanar con el tiempo”.

En un videoclip que resurgió, Diddy documenta las “48 horas” que Bieber pasó con él. En el clip, el rapero dice: “Está pasando 48 horas con Diddy, no podemos revelar dónde salimos ni qué estamos haciendo”.

“Pero definitivamente es el sueño de un adolescente de 15 años. Me han dado la custodia de él. Ha firmado con Usher y yo tenía la tutela legal de él [Bieber], pero durante las próximas 48 horas estará conmigo y nos volveremos locos”.

Los fans han dicho que el video es “espeluznante”. Khloe Kardashian también se pronunció al respecto en 2014, diciendo que se cruzó con Bieber en una de las fiestas de Diddy y que "la mitad de los invitados estaban desnudos".

Bieber ya había contado que a los 19 años "consumía dr**as fuertes" y "abusaba de todas mis relaciones". Dijo: "Me volví resentido, irrespetuoso con las mujeres y enojado. Me volví distante con todos los que me amaban y me escondía detrás de una cáscara de la persona en la que me había convertido".

09/10/2024

🚨🚨 ULTIMA HORA 🔥🔥🔥🔥

Según informes recientes, las autoridades federales se están preparando para revelar públicamente la identidad de las personas que asistieron a las infames fiestas "Freak Off" de Diddy. La lista de asistentes incluye figuras prominentes de la industria del entretenimiento, como:

Steve Stoute, Russell Simmons, EVE, Aaron Hall, Jay-Z, Beyoncé, Rick Ross, Steve J, Dr. Dre, Usher, Meek Mill, Drake, LeBron James, The Game, Justin Bieber, Lil Rod, Cuba Gooding Jr., Stevie J, Yung Miami, Daphne Joy, Bishop T.D. Jakes, Chris Brown y Jade Ramey.

09/10/2024

La polémica de Sean Combs, mayormente conocido como Diddy, sigue destapando una olla tras otra en Hollywood. Mientras que los agentes que registraron su hogar aseguraron que era 'peor que Epstein', también han salido a la luz fotografías de otras celebridades que participaban en los 'Freak Off', las extravagantes fiestas que organizaba el rapero. Casualmente, esas mismas celebridades aparecen en videos interactuando de forma cuestionable con un joven Justin Bieber, quien se ve sumamente incómodo...

Esto podría ser el mayor escándalo de la industria del entretenimiento.

09/10/2024
02/10/2024

Te empieza a revisar las reacciones y los seguidos:

02/10/2024

Por mi ñiña 👌🏼

30/09/2024

Desde su trinchera, cada quien.

30/09/2024
30/09/2024

Hay dos cosas que no deben preocuparnos: el día que pasó y el día que vendrá.

- La guerra gaucha (Lucas Demare, Argentina 1942)

30/09/2024

"Si, como decía Kant, tratáramos a cada persona como un fin en sí mismo y no como meramente un medio, el mundo sería mejor."

Por Sara Barquinero.

Preguntamos a Sara Barquinero cómo y por qué ha escrito Los escorpiones (Ed. Lumen), la novela revelación del año sobre el vacío existencial y las teorías conspiranoicas, con la que ha puesto patas arriba el mercado literario.
El día que leí por ahí que una escritora española joven había escrito una novela de las mismas características que la obra de culto de David Foster Wallace, la verdad es que no me lo creí del todo. Luego me picó la curiosidad y ahora, después de cerrar el libro, corroboro que Los escorpiones (Ed. Lumen) es una dignísima heredera de la descomunal La broma infinita. Su autora se llama Sara Barquinero, nació en Zaragoza en 1994, es doctora en Filosofía y una incondicional del escritor norteamericano que se quitó la vida a los 46 años. De hecho, la novela de Barquinero arranca con una cita suya, toda una declaración de intenciones, aunque el libro cuenta con cientos de referencias más.
Y es que con la filosofía se hacen preguntas, se cuentan historias, se fabrican conceptos, se toma conciencia, se lidia con la vida y a veces hasta se escriben novelas como Los escorpiones: 800 páginas de thriller, angustia y reflexión, donde se persigue, a través del tiempo, descubrir el origen de una conspiración mundial que incita al suicidio. El vacío existencial es el otro hilo conductor de estas cinco historias entrelazadas. Charlamos con la autora, que ha empleado diez años de su vida para escribir esta novela de novelas de la que se lleva hablando meses.
"Creo que Los escorpiones ha conectado con el lector por los temas que trata, por ejemplo la depresión, una preocupación que mucha gente tiene y que siempre había sido bordeada por la literatura contemporánea"
Los escorpiones aborda preocupaciones generacionales y universales, ¿por qué crees que ha conectado con tanto lector?
Creo que por los temas que trata, por ejemplo la depresión, que es una preocupación que mucha gente tiene y que siempre había sido bordeada por la literatura contemporánea y quizá nunca había sido abordada de una forma tan extensa y explícita. Este tema, combinado con una trama de intriga, puede haber sido la clave.
La reflexión que vertebra el libro sería: ¿en qué creemos ahora que Dios ha mu**to? Y tú respondes con realidades desoladoras de teorías conspirativas, videojuegos que inducen al suicidio, dr**as auditivas, orfidales a mansalva, aislamiento social, foros en la red de los más oscuros, creepypastas… ¿En qué momento vital nace esta novela donde la realidad a ratos se desacopla?
La primera idea la tuve hace unos diez años, pero no tenía las fuerzas suficientes para escribirla. Luego, cuando retomé y empecé a escribir, yo misma estaba pasando por un muy mal momento personal. No sé si la hubiera escrito en otras circunstancias. En esos momentos estaba muy triste y me venía bien poder explorar todos esos sentimientos en un registro distinto a la vida real.
¿Fue como una terapia?
Podría decir que sí, pero estoy en contra de ese léxico. De hecho, por eso escogí el suicidio como metáfora. Me parece que frente al léxico de autoayuda y de que el dolor enseña y sana, el suicidio muestra cómo de los casos más extremos de tristeza absoluta no se puede aprender nada. Cuando estás mu**to, no hay enseñanza que sacar.
¿Lo hiciste entonces para regocijarte y después coger impulso?
Sí. Desde el punto de vista del nihilismo, cuando tocas fondo del todo en todo, tienes varias opciones: recrearte en dicho nihilismo, acoger un relato que sustituya al anterior que se ha roto o aprender a valorar las opciones de la vida. Yo creo en esto último.
Tus protagonistas son jóvenes con síndrome de burnout, anclados en el pasado, sin futuro y enganchados a obsesiones como vía de escape. ¿Así ves a los millennials?
Mi generación está un poco quemada, sí, pero tampoco creo que sea un sentimiento exclusivo. Todas han tenido sus problemas y sus crisis existenciales a las que han tenido que responder. Entonces, por una parte, estoy de acuerdo en que es algo propio de la gente que nacimos en los 90, que nos comimos entera la crisis de 2008 y que tenemos esa sensación de falta de futuro que no han tenido otras generaciones. Sin embargo, creo que el hecho de no saber qué hacer con tu vida, a qué darle sentido o cómo superar el miedo a perder la juventud, que obviamente vas a perder, es algo con lo que puede comulgar mucha más gente.
Los capítulos más oscuros escupen una crudeza be***al. ¿Son fruto de la documentación o ya sabías de lo que estabas hablando?
[Risas], muchas referencias de Los escorpiones no he tenido que experimentarlas para escribir el libro; otras, sí.
"Probé de adolescente la 'música droga' y un día casi me dio un ‘jari’, golpeé a una chica que tenía a mi lado"
¿Por ejemplo?
El I-Doser, la música droga. La probé de adolescente con mis amigos.
¿Y de verdad coloca?
A mí un día casi me dio un ‘jari’ y golpeé a una chica que tenía a mi lado. Y otra vez un chico se puso fatal. Ahora, con la distancia del tiempo, creo que todo es sugestión.
Kant, Chenoa, Foster Wallace, Bad Bunny, Lynch, Ratatouille, Leonard Cohen, Hillary Clinton... En tu libro caben todos.
[Risas], sí, es con lo que he crecido.
¿Y qué te ha enseñado, por ejemplo, Immanuel Kant?
Mucho, hice mi tesis doctoral sobre Kant. Sus ideas sobre religión son una visión muy inteligente cuando dice que la religión es una necesidad racional del cerebro. Y luego está el imperativo categórico en la ética de Kant, cuya segunda formulación dice que trates a cada persona como si fuera un fin en sí mismo, y no como meramente un medio. Si le hiciéramos caso, estoy segura de que el mundo sería mejor.
Dices que no hay recetas concretas, ni literarias, ni filosóficas, ni políticas, para que el mundo vaya mejor, pero que sí podemos plantearnos preguntas para que cada uno encuentre sus respuestas. ¿Qué preguntas te haces tú?
Bueno, a ver cómo lo digo sin parecer muy oscura [risas]… La pregunta fundamental para mí es: ¿qué vas a hacer con tu vida en el momento en que descubras que es finita, que se va a acabar más pronto de lo que te des cuenta y, probablemente, en unos años nadie te recuerde? Incluso aunque te pongas en la piel de un personaje famoso, ¿a quién le importará dentro de cien años lo que hayas pensado? Cuando seas consciente del fin, ¿qué vas a hacer con ello? Esta es la pregunta que me hago a mí misma cuando estoy en crisis personal, laboral, existencial o colectiva, si me tengo que posicionarme frente a ciertas cosas.
Hace unos días, hablábamos con el escritor Manuel Vicent –revisa aquí su entrevista íntima– precisamente de eso, de la muerte, y decía: “Al final todos seremos anónimos, así que qué más da”.
Estoy totalmente de acuerdo con Manuel Vicent. Imagino que uno ve la muerte desde una perspectiva distinta según la edad, aunque en general nuestra sociedad ignora bastante el problema de la finitud humana. Yo creo que está bien que alguien lo recuerde, por ejemplo, la literatura.
"La primera vez que leí La broma infinita sentí que la voz que estaba al otro lado era una voz amiga"
¿Cómo hizo David Foster Wallace en La broma infinita? Es obvio que su obra te ha marcado a la hora de escribir Los escorpiones. De hecho, el libro arranca con una cita suya que dice algo así como: “Hay algo más que es extraño pero cierto: en las trincheras cotidianas de la vida adulta, en realidad no existe el ateísmo. No existe tal cosa como no adorar. Todo el mundo adora. La única opción que tenemos es qué adorar”. Creo que te has leído este libro de más de mil páginas dos veces. ¿Qué sentiste la primera vez?
Es complicado decirlo, pero sentí que ese libro estaba hecho para mí. Todos los temas de los que hablaba me apelaban un montón, también cómo estaba escrito. Sentí que la voz que estaba al otro lado era una voz amiga, aunque seguro que era mentira. Si no hubiera fallecido, me hubiera gustado conocerle.
¿Y por qué crees que el ser humano contemporáneo, descreído y materialista, en el fondo sigue necesitando seguir creyendo en algo?
Kant decía que la fe es una necesidad racional del cerebro, da igual de qué manera la enuncies. Por ejemplo, un acto de fe diario, sin tener conocimientos en Ciencia, es creer que todos los días saldrá el sol; o no dudar de la realidad de que solo existen los lugares donde estás físicamente. A un nivel básico, sobre cómo te enfrentas al mundo, tienes que creerte cosas que en el fondo las crees porque sí. Ocurre lo mismo a nivel moral: tienes que presuponer que la gente se parece a ti, que sus intenciones son buenas y que merece la pena actuar como si todos pensáramos de esta manera. Luego, esas ideas se pueden articular en forma de religión o creencia, pero en realidad es una necesidad racional de fondo. Este es uno de mis temas favoritos de Kant, creo firmemente en todo lo que dice.
"Yo diría que no tengo la creencia certera de que la vida merezca la pena o de que podamos hacer nada para que el mundo sea mejor, pero prefiero fingir que lo creo"
¿En qué otras cosas crees, además de en Kant y en Foster Wallace?
Qué pregunta más difícil, ¿no? A ver, yo diría que no tengo la creencia certera de que la vida merezca la pena o de que podamos hacer nada para que el mundo sea mejor o todo ese largo etc. de ideas que fueron el proyecto del Humanismo y de la Ilustración, pero creo que prefiero fingir que las creo. De tanto fingir a lo mejor se convierten en realidad [risas].
No está mal ese posicionamiento de vida, es una manera de ahorrase disgustos.
Bueno, no me tomes muy en serio porque lo he improvisado subiendo las escaleras del Metro, aunque en el fondo es lo que creo.
La crítica te acerca también a un eterno aspirante al Nobel, el esquivo Thomas Pynchon, cuya obra recoge obsesiones conspirativas como la tuya, además de radiografiar con absoluta crudeza la sociedad norteamericana. ¿Estás de acuerdo?
Qué voy a decir, que agradezco la comparación. Sí había leído algunos de sus libros, pero ahora que me lo dicen estoy poniéndome más en serio con él. De hecho, mi proyecto de verano será leer su obra más grande: El arcoiris de gravedad.
Tu escritura, absolutamente adictiva, también recoge la atmósfera cinematográfica de algunos grandes como David Lynch, Sam Peckinpah, Lars Von Trier. Y la angustia y el desasosiego que transmiten tus personajes también recuerda a una serie espléndida, The Leftovers, donde todo es inseguridad e inquietud. ¿Son referencias buscadas?
Me han hablado muy bien de esa serie, así que la veré. Y en cuanto a las referencias que me citas, sí, son cineastas con los que he crecido, me gustan mucho. Respecto al tono, cuando leo, puedo leer casi cualquier cosa. Cuando escribo, tanto en filosofía como en literatura, creo que la complicación de un texto tiene que venir si el propio texto lo exige. Es decir, que no me gusta oscurecer los textos por hacerlos más inquietantes si en realidad no lo necesitan. Es cierto que cuando abordo un tema más difícil, subo un poco el tono. Y en los momentos de trama, adopto un tono más de thriller. Supongo que esta mezcla genera una sensación que puede ser más adictiva. Pero no es una decisión planeada, más bien es mi propio bagaje.
¿Es cierto que escribes sobre todo de noche y de forma casi febril?
Sí, es así, pero también te digo que antes de ponerme a escribir un proyecto nuevo veo las películas y leo los libros a los que me gustaría que se pareciera mi novela. A lo mejor luego no lo consigo, pero me gusta robarle la atmósfera a la gente que admiro. Así que mi escritura, creo, sería una mezcla: espontánea y trabajada.
"Creo que en algunos aspectos ya hemos vuelto a esos fanatismos, pero no nos afecta tanto porque no estamos hablando de Europa"
Los escorpiones trata de problemas del primer mundo, pero te sirves de ellos para hablar también de las consecuencias del capitalismo a nivel global, de fanatismos, del origen del fascismo en la Europa de los años 20. ¿Siempre has tenido conciencia social?, ¿crees que corremos el riesgo de volver allí?
Sí, siempre he tenido conciencia social. Y sinceramente creo que en algunos aspectos ya hemos vueltos a esos fanatismos. Lo que pasa es que no nos afecta tanto porque no estamos hablando de Europa. Lo que está pasando en Palestina, por ejemplo, es un genocidio que puede estar a la altura de hechos pasados. No soy historiadora, no tengo números, pero es una barbarie en toda regla.
Pues muchos gobiernos aún no lo ven así.
Bueno, me resulta muy difícil hablar de esto porque todo discurso que atenúe la gravedad del nazismo, o que lo compare con otro momento histórico, parece que es un negacionismo del holocausto. Pero al mismo tiempo, ha sido muy cómodo para Occidente trazar una barrera histórica total entre lo que pasó en el ascenso del fascismo alemán e italiano. Después, parece que todo eso ha pasado al vertedero de la Historia. En realidad, la Historia es mucho más compleja.
Creo que los fascismos y las ideologías extremas siempre están llamando a la puerta de Occidente. En algunos momentos tienen más o menos fuerza. Ahora parece que tienen más, pero yo tengo confianza, por lo menos en la sociedad española, de poder poner algún límite.
Sara, tienes 30 años y un currículum que asombra: doctora en Filosofía, beca de creación en la Residencia de Estudiantes de Madrid, Premio de ensayo Valores Universales de la Fundación Unir en 2016, Premio Virginia Woolf de relato en lengua inglesa en 2017, el Premio del IAJ de creación artística y tecnológica en la modalidad de literatura en 2018, Premio Voces Nuevas de poesía de la Editorial Torremozas en 2019… ¿Qué tipo de niña fuiste para ser esta adulta brillante?
Bueno, no sé si soy brillante, pero no fui una niña muy popular, ni tampoco muy sociable, aunque no he sufrido en exceso. Digamos que cuanto mayor he sido, más integrada he estado en la sociedad. En mi niñez y en mi primera adolescencia no lo estuve tanto, la verdad. Fui una niña muy callada, muy tímida, que se escondía detrás de su madre si alguien saludaba. No era muy sociable, prefería leer y montarme películas en mi cabeza.
"Me enteré de lo que era el s**o de muy niña, leyendo los libros de la saga El oso cavernario"
¿Cuáles fueron esas primeras lecturas?
Va a sonar raro, pero lo primero que leí fue la saga de libros de El clan del oso cavernario. Mi madre pensaba que eran libros de Historia y me los compró, pero ahí se relataba con todo detalle guarrerías sexuales, incluso violaciones. Yo era súper niña, así me enteré de lo que era el s**o, antes de que me lo explicaran mis padres. Fue muy impactante para mí, claro. Y lo mismo me pasó con los libros de Stephen King, donde descubrí que había gente que se suicidaba, gente a la que se torturaba. Siempre me ha gustado leer porque la literatura, cuando yo era una niña, la entendía como algo prohibido que me daba mucho morbo y que hacía un poco a escondidas. No leía porque me lo exigieran en el colegio. Si tengo hijos, en lugar de decirles que lean, les diré: “¡No leáis, no leáis!”, a ver si les pasa como a mí [risas]… Podría haberte dicho otros libros un poco más intelectuales, pero en verdad estos fueron mis dos hitos lectores.
¿Cuáles eran entonces tus sueños?
Durante un tiempo quise ser escritora, luego quise ser la cantante de La Oreja de Van Gogh, no de cualquier otros grupo; también astronauta… Nunca diría que he querido ser escritora desde niña porque he querido ser muchas cosas.
¿Y de adulta?
Cuanto mayor te haces, más consciente eres de lo frágil que es la vida, el bienestar y la felicidad. Así que un buen sueño es mantener las cosas tal y como están, cuando eres feliz.
Los escorpiones es tu segunda novela, después de Estaré sola y sin fiesta (Ed. Lumen). ¿Tus padres has leído tus libros?
Mi hermana se los lee antes de publicarlos. Mi padre también lee muy rápido. Mi madre está en ello porque tiene menos tiempo. Mis padres, por suerte, a pesar de mis extrañas decisiones vitales, me han apoyado siempre. Y eso está muy bien. Se lo agradezco.
"No estoy segura de que vayamos hacia la extinción, pero creo que tenemos que actuar como si la extinción fuera posible y estuviera cerca".
Hablando de sueños, angustias, desilusiones y futuros inciertos –en tu novela, claro–, me viene a la cabeza eso de que nuestra civilización va hacia la extinción, básicamente porque cada vez somos más y cada vez hay menos recursos. Tú, ¿qué piensas?
No estoy segura de que vayamos hacia la extinción, pero creo que tenemos que actuar como si la extinción fuera posible y estuviera cerca. Y no solo como especie humana, sino también como responsables de toda la diversidad maravillosa que tenemos en el planeta. No digo que todos tengamos que ser crudiveganos, coser nuestra propia ropa y nunca coger el avión. No hace falta ser tan extremo, pero sí deberíamos tener todos una preocupación medioambiental votando a los partidos que de verdad protegen el Medio Ambiente y tomando pequeñas decisiones en el día a día. No sé si esto serviría de algo, pero la alternativa sería de cínicos: “Oh, el mundo se acaba y estoy disfrutando de esta puesta de sol con mi copa de vino”. Ridículo, ¿no?
Si estuvieras al frente del ministerio de Transición Ecológica, de Cultura o de Igualdad, ¿qué medidas tomarías para arrancar?
Dependería mucho del objetivo que quisiera lograr, pero sí tengo claro que no prohibiría cosas, sino al revés, que trabajaría para favorecer esas medidas que considero positivas para la mayoría e intentaría que tuvieran más aceptación.
¿Por ejemplo?
El uso del transporte público, la financiación de empresas que obtienen proteína de origen vegetal, en lugar de seguir fomentando las macrogranjas… Creo que todo lo que tiene que ver con el consumo y con la gestión de tus deseos –porque al final no comprarte una camiseta en Zara es gestionar tus deseos, no solo es ecologismo, sino controlar tus deseos de verte bien– no es bueno prohibirlo, obvio, pero sí favorecer otras alternativas.
¿Qué tipo de consumo responsable practicas tú?
Yo desde hace muchos años soy vegana y creo que es algo que se puede implementar. Pero cuando paso, por ejemplo, por la Puerta del Sol y veo a los activistas simulando que destrozan pollos, no sé si ese activismo de “abre los ojos” funciona tan bien como dar un discurso un poquito más integrador. Soy consciente de que diciendo esto algunos pueden pensar que soy una reformista y que en el fondo no se consigue nada así, y a lo mejor tienen razón. Así que, por favor, que no me caiga ninguna cartera de un Ministerio porque no creo que fuera bien el tema [risa].
Sara, ¿eres de las que reconoce sus virtudes y sus defectos?
Creo que sí. Mi mayor virtud creo que es una mezcla de ambición, perfeccionismo y trabajo. Me pongo metas que cumplo y que quiero cumplir bien. Y mi defecto es que soy una neurótica de manual. Cuando no tengo una angustia, vivir en mi cabeza es insoportable.
Mi hermana me regaló un pin para la nevera que dice: “Deja el drama, no eres Shakespeare”.
[Risas], ¡qué bueno!, pues mi cabeza a veces es peor que un Shakespeare.
Bueno, de los dramas también se aprende, eso dicen.
No siempre, ¿eh? A veces pienso que sí aprendo de mis dramas, pero luego, cuando llego a la conclusión después de un drama, me digo: “Pero si esto ya lo sabías a los 13 ó 14 años”.
Puede que sea porque acumulamos mucha teoría y no pasamos a la acción.
Sí, estoy de acuerdo.
Como doctora en Filosofía, ¿qué autores clásicos nos recomiendas para no perder la perspectiva en tiempos del ‘cólera’?
Creo que un buen Kant le entra bien a cualquiera en un buen momento de su vida. También me gusta mucho Kierkegaard. La enfermedad mortal es un texto que a la gente que esté pasando por un momento de angustia le puede dar consuelo y perspectiva. Mi lista de clásicos para llevarse mejor con uno mismo sería: Aristóteles, Spinoza, Kant y Kierkegaard, pero claro, ahí entra mi gusto personal.
¿Y qué game changers estás siguiendo ahora con más atención?
Desde que entregué mi tesis doctoral apenas he leído ensayos y filosofía, estoy cansada. Ya lo retomaré. Pero cuando estaba acabando la novela, me ayudó mucho leer a Mark Fisher. Todo lo que escribió está editado ahora en Caja Negra. Puede ser muy iluminador y consolador para mucha gente.
Recomiéndanos dos libros de publicación reciente que te hayan rascado el alma y dos clásicos imprescindibles.
El descontento, de Beatriz Serrano, una historia sobre el descontento laborar, inteligente y muy divertida, y Wellness, de Nathan Hill, una sátira sobre el matrimonio y la búsqueda de la felicidad . ¿Y clásicos?… las historias de La familia Glass, de J.D. Salinger –me quedaría con la más famosos, Franny y Zooey–, y por supuesto La broma infinita, de Foster Wallace.
¿Estás pensando ya en tu próxima novela?
Sí, estoy escribiendo un poquito, pero prefiero no contar nada para no gafarlo.
Y cuando no escribes, ¿con qué desconectas?
Me resulta muy difícil estar sin escribir, la verdad, para mí es hábito. Pero al margen de la escritura, me gusta mucho nadar. Es una sensación muy placentera, como si volvieras al útero materno.
Se me olvidaba preguntarte: Los escorpiones es también un homenaje a la cultura en mayúsculas y a la cultura pop. ¿Con qué tres nombres, de los muchos que aparecen en tu libro, te quedas?
A nivel filosófico, sin duda con Kant; a nivel estético y visual, con David Lynch, y a nivel musical, con Matt Elliott. Es poco conocido, así que aprovecho para hacerle publicidad. Me ayuda mucho a escribir, es un poco fantasmal, folk fantasmal, diría. Escuchadlo, os va a gustar.
La última pregunta, de verdad: Sara, ¿ahora eres feliz?
¡Sí! No me falta dinero, tengo un marido estupendo, he publicado el libro que llevo años escribiendo y está yendo muy bien. Quejarme sería vicio, aunque a veces también me quejo, como todos.

Photos from Jorge Rochín's post 30/09/2024
28/09/2024

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