Hacienda de la Esperanza Mexico
Es una comunidad terapéutica que ayuda a hombres e mujeres con adicción a las dr**as y que libremente quieren rehabilitarse.
El progarama de recuperación es de 12 meses sugerible y está basado en tres puntos:
+ el trabajo: como forma de vida y autosustentación.
+ la convivencia: en la vida de comunidad como si fueran una familia.
+ la espiritualidad: la meditación diaria, la oración y la Eucaristía.
Palabra de Vida
Agosto 2024
Jesús está con sus discípulos en camino hacia Jerusalén. Ante el anuncio de que allí tendrá que sufrir, morir y resucitar, Pedro se rebela, manifestando el abatimiento y la incomprensión general. El maestro entonces lo toma consigo, junto con Santiago y Juan, suben a “un monte elevado” y les presenta a los tres su rostro en una luz nueva y extraordinaria, resplandeciente “como el sol”; y con él conversan Moisés y el profeta Elías. El mismo Padre deja oír su voz desde una nube luminosa y los invita a escuchar a Jesús, su Hijo predilecto. Frente a esta sorprendente experiencia, Pedro querría no tener que partir y exclama:
“Señor, ¡qué bien estamos aquí!”.
Jesús había invitado a sus más allegados amigos a vivir una experiencia inolvidable, para que la custodiaran siempre en su interior.
Acaso también nosotros hayamos experimentado con estupor y emoción la presencia y la acción de Dios en nuestras vidas, en momentos de alegría, paz y luz, y hubiéramos querido que no acabaran nunca. Son momentos que a menudo experimentamos con o gracias a otros. En efecto, el amor recíproco atrae la presencia de Dios porque, tal como ha prometido Jesús: “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos” (Mateo 18,20). A veces, en esos momentos particulares, él nos permite vernos y leer los acontecimientos a través de su mirada.
Estas experiencias se nos dan para tener la fuerza de afrontar las dificultades, las pruebas y el cansancio que encontramos en el camino con la certeza en el corazón de que hemos sido mirados por Dios, que nos ha llamado a formar parte de la historia de la salvación.
Una vez que han descendido del monte, los discípulos irán juntos a Jerusalén y encontrarán una multitud llena de esperanza pero también de asechanzas, contrastes, aversión y sufrimientos. Allí “serán desperdigados y enviados hasta los confines de la tierra para dar testimonio que nuestra casa definitiva es el Reino de Dios”[1].
Podrán comenzar a construir ya desde aquí Su casa entre los hombres porque estuvieron “en casa” con Jesús en la montaña.
“Señor, ¡qué bien estamos aquí!”.
“Levántense, no tengan miedo” (Mateo 17,7) es la invitación de Jesús al final de esta extraordinaria experiencia. Nos lo dice también a nosotros. Como sus discípulos y amigos, podemos afrontar con coraje lo que nos espera.
Fue así también para Chiara Lubich. Después de un período de vacaciones tan rico de luz que lo definieron como “el paraíso de 1949” por la percepción de la presencia de Dios en la pequeña comunidad con la que habían pasado ese tiempo de descanso y por la extraordinaria contemplación de los misterios de la fe, también ella hubiera deseado no volver a la vida de todos los días. Lo hizo con nuevo brío porque comprendió que precisamente por esa experiencia de iluminación tenía que “bajar del monte” y ponerse a trabajar como instrumento de Jesús en la realización de su Reino, llevando su amor y su luz donde faltaban, afrontando los esfuerzos y sufrimientos.
“Señor, ¡qué bien estamos aquí!”.
Cuando en cambio la luz nos falte, volvamos con el corazón y la mente a los momentos en los cuales el Señor nos ha iluminado. Y si no hemos hecho la experiencia de su cercanía, busquémosla. Será necesario el esfuerzo de “subir al monte” para ir a su encuentro en los prójimos, para adorarlo en nuestras iglesias, para contemplarlo en la belleza de la naturaleza.
Porque Él está siempre si caminamos con Él y en silencio nos ponemos a la escucha, como Pedro, Juan y Santiago[2].
Silvano Malini y equipo de Palabra de Vida
NOTAS
[1] Radcliffe T., O.P., segunda meditación a los participantes del Sínodo de obispos, 1 de octubre 2023.
[2] Cf. Mateo 17, 6.
Palabra de Vida
Julio 2024
«El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23, 1).
El salmo 23 es uno de los salmos más conocidos y amados. Se trata de un cántico de confianza que tiene, a la vez, un carácter de profesión de fe gozosa. Quien reza lo hace como perteneciente al pueblo de Israel, al cual el Señor prometió por medio de los profetas ser su Pastor. El autor proclama su felicidad personal por saberse protegido en el Templo (cf. Sal 23, 6), lugar de refugio y de gracia. Pero, de igual modo, con su experiencia quiere animar a otros a confiar en la presencia del Señor.
«El Señor es mi pastor, nada me falta».
La imagen del pastor y del rebaño es muy querida para toda la literatura bíblica. Para entenderla bien tenemos que trasladarnos mentalmente a los desiertos áridos y rocosos de Oriente Próximo. El pastor guía a su rebaño, que se deja llevar dócilmente, pues sin él se desorientaría y moriría. Las ovejas deben aprender a confiarse a él, escuchando su voz. Él es sobre todo su compañero de viaje constante.
«El Señor es mi pastor, nada me falta».
Este salmo nos invita a reforzar nuestra relación íntima con Dios y a experimentar su amor. Habrá quien se pregunte: ¿cómo es posible que el autor llegue a decir «nada me falta»? Nuestra experiencia de cada día nunca está exenta de problemas y desafíos: de salud, familiares, de trabajo, etc., sin olvidar los ingentes sufrimientos que tantas hermanas y hermanos nuestros viven hoy a causa de la guerra, de las consecuencias del cambio climático, de las migraciones, de la violencia…
«El Señor es mi pastor, nada me falta».
Quizá la clave de lectura esté en el versículo que dice «porque tú vas conmigo» (Sal 23, 4). Se trata de la certeza del amor de un Dios que nos acompaña siempre y nos lleva a vivir la existencia de un modo distinto. Escribía Chiara Lubich: «Una cosa es saber que podemos recurrir a un Ser que existe, que tiene piedad de nosotros y que ha pagado por nuestros pecados, y otra distinta es vivir y sentirse el centro de las predilecciones de Dios, lo que, en consecuencia, elimina todo miedo que hace de freno, toda soledad, todo sentido de orfandad y toda incertidumbre. […] La persona sabe que es amada y cree con todo su ser en este amor. A él se abandona confiada y a él lo quiere seguir. Las circunstancias de la vida, tristes o alegres, quedan iluminadas por un motivo de amor que las ha querido o permitido todas»[1].
«El Señor es mi pastor, nada me falta».
Pero quien llevó a cumplimiento esta bellísima profecía es Jesús, que en el Evangelio de Juan no duda en autodenominarse «el buen Pastor». La relación con este pastor se caracteriza por un vínculo personal e íntimo: «Yo soy el buen pastor; y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí» (Jn 10, 14). Él las conduce a los pastos de su Palabra, que es vida; en particular la Palabra que contiene el mensaje expresado en el «Mandamiento nuevo», el cual, si se vive, hace «visible» la presencia del Resucitado en la comunidad reunida en su nombre, en su amor» (cf. Mt 18, 20).
Augusto Parody Reyes y el equipo de la Palabra de vida
[1] C. LUBICH, «Lo esencial de hoy»: Escritos espirituales/2, Madrid 1999, p. 148.
Palabra de Vida
Junio 2024
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece» (Mc 4, 26-27).
El núcleo del mensaje de Jesús es el Reino de Dios, del cual el Evangelio de Marcos quiere dar la buena noticia. Aquí es anunciado mediante una parábola, con la imagen del grano que, una vez echado en la tierra, desprende su fuerza vital y da fruto. Pero ¿qué es el Reino de Dios para nosotros hoy?, ¿qué tiene en común con nuestra historia personal y colectiva, constantemente suspendida entre expectativas y desilusiones? Si este ya está sembrado, ¿por qué no vemos sus frutos de paz, de seguridad y de felicidad?
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece».
Esta Palabra nos comunica la confianza total de Jesús en el designio que Dios tiene sobre la humanidad: «[…] Por Jesús, que vino a la tierra, por su victoria, este Reino ya está presente en el mundo, y su cumplimiento, que pondrá fin a la historia, ya está asegurado. La Iglesia es la comunidad de los que creen en este Reino, y es su comienzo»1.A todos los que la acogen les confía la tarea de preparar el terreno para recibir el don de Dios y salvaguardar la esperanza en su amor.«[…] De hecho no hay esfuerzo humano, intento ascético, estudio o investigación intelectual que te pueda ayudar a entrar en el Reino de Dios. Es el mismo Dios quien viene a tu encuentro, quien se revela con su luz o te toca con su gracia. Y no hay ningún mérito del que te puedas vanagloriar o en el que puedas apoyarte para tener derecho a semejante don de Dios. El Reino se te ofrece gratuitamente»2.
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece».
Echar el grano: no quedárselo para uno mismo, sino sembrarlo con abundancia y confianza. «De noche o de día»: el Reino crece silenciosamente, incluso en la oscuridad de nuestras noches. También podemos pedir cada día: «Venga tu Reino».El grano no requiere un trabajo continuo de supervisión por parte del labrador, sino más bien la capacidad de esperar con paciencia a que la naturaleza siga su curso. Esta Palabra de vida nos abre a confiar en la fuerza del amor, que da fruto a su tiempo. Nos enseña el arte de acompañar con paciencia lo que puede crecer por sí solo, sin ansia por los resultados; nos hace libres para acoger al otro en el momento presente, valorando su potencial y a la vez respetando sus tiempos.
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece».
«[…] Un mes antes de la boda, nuestro hijo nos llama alarmado para decirnos que su chica ha vuelto a drogarse. Pide consejo sobre qué hacer. No es fácil responder. Podríamos aprovechar la oportunidad para convencerlo de que la deje, pero no nos parece el camino adecuado. Así que le sugerimos que mire bien en su corazón […]. Sigue un largo silencio, y luego: “Creo que puedo amar un poco más”. Después de la boda consiguen encontrar un excelente centro de recuperación con apoyo ambulatorio. Pasan catorce largos meses, durante los cuales ella consigue mantener su promesa de «no más dr**as». Es un largo camino para todos, pero el amor evangélico que intentamos tener entre los dos –aun entre lágrimas– nos da la fuerza de amar a nuestro hijo en esta delicada situación. Un amor que quizá también lo ayude a entender cómo amar a su mujer»3
Letizia Magri y el equipo de la Palabra de vida
[1] Cf. C. LUBICH, Palabra de vida, agosto de 1983: EAD., Palabras de Vida/1 (1943-1990), Madrid 2020, p. 281.
[2] C. LUBICH, Palabra de vida de octubre de 1979: ibid.., p. 155
[3] S. PELLEGRINI, G. SALERNO, M. CAPORALE, Una transformación silenciosa. Testimonios de familias de todo el mundosobre “Amoris laetitia”, Madrid 2022, p. 88.
Palabra de Vida
Mayo 2024
«Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor» (1 Jn 4, 8).
La Primera Carta de Juan va dirigida a los cristianos de una comunidad de Asia Menor para alentarla a restablecer la comunión entre ellos, pues están divididos por doctrinas varias. El autor los exhorta a tener presente lo que ha sido proclamado «desde el principio» de la predicación cristiana y repite lo que los primeros discípulos vieron, oyeron y palparon en la convivencia con el Señor, a fin de que también esta comunidad pueda estar en comunión con ellos y, por tanto, con Jesús y con el Padre (cf. 1 Jn 1, 1-3).
«Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor».
Para recordar la esencia de la revelación recibida, el autor subraya que, en Jesús, Dios nos amó tomando la iniciativa, adoptando hasta el fondo la existencia humana con todas sus limitaciones y debilidades.
En la cruz, Jesús compartió y sintió en su carne nuestra separación del Padre. Dándose completamente, la restableció con un amor sin límites ni condiciones. Nos demostró lo que es el amor que nos había enseñado con palabras y con su vida.
Por el ejemplo de Jesús entendemos que amar de verdad conlleva valentía, esfuerzo y exponerse a pasar por la adversidad y el sufrimiento. Pero quien ama así participa en la vida de Dios y experimenta su libertad y la alegría de quien se entrega.
Amando como Jesús nos ha amado nos liberamos del egoísmo, que cierra las puertas a la comunión con los hermanos y con Dios, y podemos experimentarla.
«Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor».
Conocer a Dios, Aquel que nos ha creado, que nos conoce y conoce la verdad más profunda de todas las cosas, es desde siempre un anhelo, a veces inconsciente, del corazón humano.
Si Él es amor, amando como Él podemos vislumbrar algo de esta verdad. Podemos crecer en el conocimiento de Dios porque vivimos esencialmente su vida y caminamos en su luz. Y esto se cumple plenamente cuando el amor es recíproco, ya que, si nos amamos mutuamente, «Dios permanece en nosotros» (cf. 1 Jn 4, 12). Sucede más o menos como cuando los dos polos eléctricos se tocan y la luz se enciende e ilumina todo alrededor.
«Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor».
Testimoniar que Dios es amor –afirma Chiara Lubich– es la «gran revolución que hemos sido llamados a ofrecer hoy al mundo moderno, en extrema tensión […], tal como la mostraban los primeros cristianos al mundo pagano de entonces» [1].
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo vivir este amor que viene de Dios? Aprendiendo de su Hijo a ponerlo en práctica, en particular en «[…] el servicio a los hermanos, especialmente a quienes tenemos al lado, empezando por las cosas pequeñas, por los servicios más humildes. A imitación de Jesús, nos esforzaremos en ser los primeros en amarlos, con desapego de nosotros mismos y abrazando todas las cruces, pequeñas o grandes, que todo esto pueda suponer. De ese modo no tardaremos en llegar también nosotros a tener esa experiencia de Dios, esa comunión con Él, esa plenitud de luz, paz y alegría interior a la que Jesús quiere llevarnos» [2].
«Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor».
Santa visita a menudo una residencia de ancianos, un entorno católico. «Un día, Roberta y ella conocen a Aldo, un hombre alto, muy culto, rico. Aldo mira a las dos jóvenes con una mirada sombría: “¿Por qué venís aquí? ¿Qué queréis de nosotros? ¡Dejadnos morir en paz!». Santa no se desanima y le dice: “Estamos aquí para usted, para pasar un rato juntos, conocernos, hacernos amigos”. […] Vuelven más veces. Cuenta Roberta: “Aquel hombre estaba especialmente cerrado, muy abatido. No creía en Dios. Santa fue la única que consiguió entrar en su corazón, con mucha delicadeza, escuchándolo durante horas”». Rezaba por él, y una vez le regaló un rosario, que él aceptó. «Más tarde Santa se enteró de que Aldo había mu**to nombrándola. El dolor por su muerte es más leve al saber que ha mu**to serenamente, teniendo entre las manos el rosario que un día ella le había regalado» [3].
Silvano Malini y el equipo de la Palabra de Vida
[1] Cf. C. LUBICH, Pensamiento espiritual «Aquí me tienes, ante cualquier hermano», 19-1-1984: La vida, un viaje, Madrid 1994, pp. 147-148.
[2] C. LUBICH, Palabra de vida de mayo de 1991: Ciudad Nueva n. 266 (5/1991), p. 28.
[3] P. LUBRANO, Un volo sempre più alto. La vita di Santa Scorsese, Città Nuova, Roma 2003, pp. 83-84, 107.
Palabra de Vida
Abril 2024
«Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía» (Hch 4, 33)
Esta palabra, que cae en tiempo de Pascua, nos invita a ser testigos también nosotros, con la libertad plena de quienes han recibido el mensaje evangélico, del evento que ha marcado la historia: ¡Jesús ha resucitado!
Para entender hasta el fondo el sentido de este versículo sacado de los Hechos de los Apóstoles, conviene citar la frase que lo precede: «La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos» (cf. Hch 4, 32).
«Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía».
El texto presenta a la comunidad cristiana animada por la fuerza potente del Espíritu, caracterizada por la comunión, que la empuja a proclamar a todos el Evangelio, la buena noticia, es decir, que Cristo ha resucitado.
Son las mismas personas que antes de Pentecostés estaban asustadas y apesadumbradas ante los últimos acontecimientos acaecidos, y ahora salen a descubierto, dispuestas a dar testimonio hasta el martirio gracias a la fuerza del Espíritu, que se ha llevado miedos y temores. Eran un solo corazón y un alma sola, practicaban el amor mutuo hasta poner en común sus bienes: esta era la realidad que estaba implicando cada vez a más personas.
Mujeres y hombres que seguían a Jesús habían escuchado sus palabras, habían vivido con Él sirviendo y amando a los últimos, a los enfermos; habían visto con sus ojos los hechos prodigiosos obrados por Jesús, y su vida había cambiado porque, llamados a vivir una nueva ley, habían sido los primeros testigos de la presencia viva de Dios en medio de los hombres.
Y para nosotros, seguidores de Jesús hoy, ¿qué significa dar testimonio?
«Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía».
El modo más eficaz de testimoniar al Resucitado es mostrar que Él está vivo y habita en medio de nosotros. «Si vivimos su Palabra, […] manteniendo encendido en el corazón el amor al prójimo, si nos esforzamos en especial por mantener siempre el amor mutuo entre nosotros, el Resucitado vivirá en nosotros, vivirá en medio de nosotros e irradiará su luz y su gracia alrededor, transformando cada lugar con frutos incalculables. Y será Él quien guíe nuestros pasos y nuestras actividades con su Espíritu; quien disponga las circunstancias y nos proporcione las ocasiones para llevar su vida a las personas que necesitan de Él» [1].
«Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía».
Escribe Margaret Karram [2]: «“Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15) es la extraordinaria consigna que hace 2000 años los apóstoles recibieron directamente de Jesús y que cambió el curso de la historia. Hoy Jesús nos dirige a nosotros la misma invitación: nos ofrece la posibilidad de llevarlo al mundo con toda la creatividad, las capacidades y la libertad que él mismo nos ha dado» [3].
Es un anuncio «que no termina con su muerte, ¡al contrario! Adquiere más fuerza después de la Resurrección y de Pentecostés, cuando los discípulos se convirtieron en testigos valientes del Evangelio. Y el mandado de ellos ha llegado hasta nosotros hoy. A través de mí y de cada uno de nosotros, Dios quiere seguir contando su historia de amor a aquellos con quienes compartimos tramos breves o largos de la vida» [4].
Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de Vida
[1] C. LUBICH, Palabra de vida, enero 1986: Palabras de vida/1 (1943-1990), Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 364-365.
[2] Presidente del Movimiento de los Focolares.
[3] M. KARRAM, LLamados y enviados, Rocca di Papa, 15-9-2023.
[4] Ibid.
Nuestros fundadores visitan el Santo padre
Palabra de Vida
Febrero 2024
«Haced todo con amor» (1 Co 16, 14)
Este mes nos dejamos iluminar, como luz para nuestro sendero (cf. Sal 119, 105), de la palabra y de la experiencia del apóstol Pablo.
Él nos anuncia también a nosotros, como a los cristianos de Corinto, un mensaje fuerte: el núcleo del Evangelio es la caridad, el ágape, el amor desinteresado entre hermanos.
Nuestra Palabra de Vida forma parte de la conclusión de esta carta, en la que la caridad es abundantemente recordada y explicada en todos sus matices: es paciente, servicial, ama la verdad, no busca su interés (1 Co 13)…
El amor mutuo, vivido así en la comunidad cristiana, es bálsamo para las divisiones que siempre la amenazan y signo de esperanza para toda la humanidad.
«Haced todo con amor».
Es impactante que Pablo exhorte a actuar (en el texto griego) «estando en el amor», como indicando una condición estable, un permanecer en Dios, que es Amor.
Pues ¿cómo podríamos acogernos mutuamente y acoger a cada persona con esta actitud, sino reconociendo que primero somos amados por Dios, incluso en nuestras debilidades?
Esta conciencia renovada es la que nos permite abrirnos sin miedo a los demás para entender sus necesidades y ponernos a su lado, compartiendo recursos materiales y espirituales.
Miremos cómo actuó Jesús; él es nuestro modelo.
Él siempre fue el primero en dar: «[…] la salud a los enfermos, el perdón a los pecadores, la vida a todos nosotros. Al instinto egoísta de acaparar opone la generosidad; al concentrarnos en nuestras propias necesidades, la atención al otro; a la cultura del poseer, la del dar. No cuenta si podemos dar mucho o poco. Lo que importa es cómo damos, cuánto amor ponemos hasta en un pequeño gesto de atención al otro. […] El amor es esencial, porque sabe acercarse al prójimo incluso con un simple gesto de escucha, de servicio, de disponibilidad. ¡Qué importante […] es tratar de ser el amor para cada uno! Encontraremos el camino directo para entrar en su corazón y aliviarlo»[1].
«Haced todo con amor».
Esta Palabra nos enseña a acercarnos a los demás con respeto, sin falsedad, con creatividad, dejando espacio a sus mejores aspiraciones, para que cada uno pueda dar su aportación al bien común.
Nos ayuda a valorar cada ocasión concreta de nuestra vida diaria: «[…] las tareas domésticas, del campo o del taller, los trámites administrativos, los deberes del colegio o las responsabilidades en el campo civil, político y religioso. Todo puede transformarse en servicio atento y solícito»[2].
Podríamos imaginarnos un mosaico del Evangelio vivido con sencillez.
Escriben unos padres: «Cuando una vecina nos dijo, angustiada, que su hijo estaba en la cárcel, aceptamos ir a visitarlo. Ayunamos el día antes de ir, esperando tener la gracia de decirle lo que convenía. Después pagamos la fianza para liberarlo»[3].
Un grupo de jóvenes de Buea (Camerún suroccidental) organizó una recogida de fondos para ayudar a los desplazados internos a causa de la guerra[4]. Visitaron a un hombre que había perdido un brazo en la huida. Convivir con esta discapacidad se convirtió para él en un gran reto, pues sus hábitos cambiaron drásticamente. «Nos dijo que nuestra visita le había dado esperanza, alegría y confianza. Sintió el amor de Dios a través de nosotros», nos cuenta Regina. Añade Marita: «Después de esta experiencia estoy convencida de que nada es demasiado pequeño si se hace por amor… No hace falta más: el amor es el que mueve el mundo. ¡Comprobémoslo!».
Letizia Magri y el equipo de la Palabra de Vida
La Palabra de Vida propuesta para este mes es la que un grupo de cristianos de Alemania de distintas Iglesias ha elegido para vivir a lo largo de todo el año.
[1] C. Lubich, Palabra de vida, octubre 2006, en Ciudad Nueva n. 435 (10/2006), p. 22.
[2] Ibid.
[3] S. Pellegrini, G. Salerno, M. Caporale (eds.), Una transformación silenciosa. Testimonios de familias de todo el mundo sobre Amoris laetitia, Ciudad Nueva, Madrid 2022, p. 84.
[4] Texto adaptado de: https://www.unitedworldproject.org/es/workshop/camerun-compartir-con-los-desplazados/
FE-liz día de reyes, feliz manifestación o epifanía del Yeshúa.
Que por su gracia nos habite para que SU LUZ brille a través de nuestros actos .
Manifiesta te!!!
Palabra de Vida
Enero 2024
“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 27)
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (que en el hemisferio norte se celebra del 18 al 25 de enero y en el sur coincide con la semana anterior a la fiesta de Pentecostés) [1]. ofrece este año como punto de partida para la reflexión la frase citada, que encuentra su origen en el Antiguo Testamento [2]. En su camino hacia Jerusalén, Jesús es detenido por un doctor de la Ley que le pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?” [3]. Se inicia así un diálogo y Jesús responde con una contrapregunta: “¿Qué está escrito en la Ley?” [4], provocando la respuesta del interlocutor: el amor a Dios y el amor al prójimo en su conjunto son considerados la síntesis de la Ley y de los Profetas.
“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”
“¿Y quién es mi prójimo?”, continúa el doctor de la Ley. El Maestro le responde contándole la parábola del buen samaritano. No refiere las diferentes tipologías de personas que pueden representar al prójimo, sino que describe la actitud de profunda compasión que debe animar todas nuestras acciones. Somos nosotros mismos quienes debemos hacernos “prójimos” de los demás. La pregunta que tenemos que plantearnos es: “Y yo, ¿de quién soy prójimo?”.
Tal como hizo el samaritano, debemos ocuparnos de los hermanos cuyas necesidades conocemos, dejarnos implicar sin temor hasta el fondo de las situaciones que se presentan y tener un amor que se preocupa por ayudar, sostener, dar ánimo a todos.
Hay que ver en los demás un otro yo y hacer con ellos lo que haríamos con nosotros mismos. Se trata de la así llamada “regla de oro” presente en todas las religiones.
Gandhi la explica de manera eficaz: “Tú y yo somos una sola cosa. No puedo hacerte mal sin herirme a mí mismo” [5].
“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”
Escribe Chiara Lubich: “Si nosotros permanecemos indiferentes o resignados frente a la necesidad de nuestro prójimo, tanto en el plano material como de los bienes espirituales, no podemos decir que amamos al prójimo como a nosotros mismos. No podemos decir que lo amamos como lo hizo Jesús. En una comunidad que quiera inspirarse en el amor que nos enseñó Jesús, no puede haber lugar para las desigualdades, los desequilibrios, las marginaciones, las desatenciones. Mientras veamos como a un extraño a nuestro prójimo, alguien que molesta nuestra tranquilidad, que incomoda nuestros proyectos, no podremos decir que amamos a Dios con todo nuestro corazón” [6].
“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”
La vida es lo que nos sucede en el presente. Reconocer a quien está cerca de nosotros, saber escuchar al otro puede abrir hendijas interesantes y poner en movimiento iniciativas no previstas.
Así le pasó a Victoria: “En la iglesia me impresionó la bellísima voz de una mujer africana sentada a mi lado. La felicité y le propuse que se uniera al coro de la parroquia. Nos detuvimos a conversar. Es una religiosa de Guinea Ecuatorial de paso por Madrid. En su instituto acogen a recién nacidos abandonados, a los que acompañan hasta su mayoría de edad tanto en los estudios universitarios o en el aprendizaje de un oficio. El taller de sastrería está bien encaminado pero no son suficientes las máquinas de coser.
Me ofrezco para ayudarla a conseguir otras máquinas, confiando en Jesús, convencida de que me escuchaba y me impulsaba a amar sin cálculos.
Uno de mis amigos conoce a un artesano, feliz de ayudarnos en esta cadena de amor. Se ocupa de arreglar ocho máquinas y encuentra otra de planchado. Una pareja de conocidos se ofrece para llevarlas hasta Madrid, cambiando el destino de sus vacaciones y recorriendo casi mil kilómetros. Así, las “máquinas de la esperanza” llegan por mar hasta Malabo, a través de las peripecias de un largo viaje. En Guinea no pueden creerlo y nos agradecen emocionados”.
Patricia Mazzola y equipo de Palabra de Vida
NOTAS
_______________________
[1] En el hemisferio norte esta Palabra de vida es la misma que un grupo de cristianos de diferentes iglesias de Alemania han elegido para vivir durante todo el año. Los textos fueron preparados por un grupo ecuménico de Burkina Faso.
[2] Cf. Deuteronomio 6, 4-5 y Levítico 19, 18.
[3] Lucas 10, 25.
[4] Lucas 10, 26.
[5] C. LUBICH, El arte de amar.
[6] Ibíd.
Palabra de Vida Diciembre 2023
“Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús” (Primera Carta a los Tesalonicenses, 5, 16-18)
Pablo escribe a los tesalonicenses cuando todavía vivían muchos contemporáneos de Jesús que lo habían visto y escuchado, testigos de la tragedia de su muerte, del asombro de su resurrección y, luego, de su ascensión. Reconocían la huella dejada por Jesús y esperaban su inminente regreso. Por su parte, Pablo amaba a la comunidad de Tesalónica, ejemplar por la vida, el testimonio y los frutos; y escribe esta carta rogándoles que sea leída a todos (5, 27). En ella apunta recomendaciones para que sigan siendo los que “imitaron nuestro ejemplo y el del Señor” (1, 6); y que se resume así:
“Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús”.
El hilo conductor de estas exigentes exhortaciones no es solo lo que Dios espera de nosotros, sino cuándo: ininterrumpidamente, siempre, constantemente.
¿Pero puede ordenarse por mandato la alegría? Que la vida nos agreda con problemas y preocupaciones, con sufrimientos y angustias, que la realidad social se muestre árida y desagradable es experiencia de todos. Sin embargo, para Pablo hay una razón que podría volver posible siempre “esa alegría” a la que se hace referencia. Él habla a los cristianos y les recomienda tomar la vida cristiana en serio para que Jesús pueda vivir en ellos con la plenitud prometida después de su resurrección. A veces podemos aprender: él vive en quien ama y en quien puede adentrarse en el camino del amor con el desapego de sí, el amor gratuito hacia los demás, aceptando el sostén de los amigos, manteniendo viva la confianza en que “el amor lo vence todo”.
“Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús”.
Dialogar entre fieles de diferentes religiones y personas de diversas convicciones lleva a comprender aún más que rezar es una acción profundamente humana; la oración construye a la persona, la eleva.
¿Y cómo rezar ininterrumpidamente? “No alcanza –escribe el teólogo ortodoxo Evdokimov– contar con la oración, con las reglas, con las costumbres; se necesita ser oración encarnada, hacer de la propia vida una liturgia, rezar con las cosas cotidianas”[1]. Y Chiara Lubich subraya que “se puede amar a Dios como hijos, con el corazón lleno de amor por el Espíritu Santo y de intimidad que lleva a menudo a hablar con él, a decirle nuestras vicisitudes, nuestros propósitos, nuestros proyectos”[2]. Hay una manera accesible a todos para poder rezar siempre: detenerse frente a cada acción o poner el objetivo de un “para ti”. Es una práctica simple que transforma desde adentro nuestras actividades y toda nuestra vida en una constante oración.
“Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús”.
En todo hay que dar gracias. Es la actitud libre y sincera del amor que reconoce a quien, silenciosamente, sostiene y acompaña a los individuos, los pueblos, la historia, el cosmos. Con el agradecimiento hacia los demás que caminan con nosotros y que se vuelven conscientes de no ser autosuficientes.
G***r, rezar y rendir gracias, tres acciones que se acercan para ser como Dios nos ve y nos quiere, y que enriquecen nuestra relación con él; en la confianza de que “el Dios de la paz los santifique plenamente”[3].
Así nos prepararemos a vivir la alegría de la Navidad para mejorar el mundo, para ser constructores de paz dentro de nosotros mismos, en casa, en el trabajo, en las calles. Nada es hoy más necesario y urgente.
Victoria Gómez y equipo de Palabra de Vida
[1] EVDOKIMOV, P. (1997). “La preghiera di Gesù”, en La novità dello Spirito, Milán: Ancora.
[2] LUBICH, C. (2019). Conversazioni. Roma: Città Nuova, p. 552.
[3] 1 Tes 5, 23.
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