Archivo Municipal de Tepic
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Archivo Municipal de Tepic; Nayarit.
El Archivo Municipal de Tepic, es una Dependencia, cuya función esencial consiste en implantar mecanismos tendientes a la conservación y control de documentos, expedientes, manuscritos, libros, mapas, planos, folletos, etc.,
EL ESPACIO SAGRADO DEL PUEBLO HUICHOL.
Enrique S. De Aguinaga Cortés.
Historiador-Investigador XLII Ayuntamiento de Tepic-SUTSEM.
Interesante estudio realizo Don Fernando Benítez en su obra “Los indios de México” (Tomo II, Editorial ERA, México 1976, páginas 472 a 474), cuando de manera magistral y en tan solo un par de páginas, nos relató, con el título de “El Espacio Sagrado” que representa la cosmología del pueblo huichol. Han trascurrido 37 años de esa publicación y es muy importante que los nayaritas del Siglo XXI la recordemos y la rescatemos de ese olvido “oficial” tan común en nuestras instituciones culturales y volvamos a leerla con mayor interés y descubramos como en tan solo un poco más de un cuarto de Siglo, se ha perdido ya más de la mitad de tradición y cultura de este pueblo.
“El huichol vive dos espacios y dos tiempos. Uno es el espacio desacralizado y por ello carente de significación, y otro el espacio absoluto donde se manifiesta lo sagrado. Hay un caos, un confuso amontonamiento de cerros, de llanos, de ciudades, y hay un centro, un orden en el que rigen otras fuerzas y otros valores. El Medio Mundo o el Centro del Mundo para los huicholes abarca una extensión inmensa. El verdadero centro está fuera de la sierra, en el lejano desierto de San Luis Potosí, y comprende Leunar, en el Cerro Quemado, donde brotó el sol recién nacido, y las áridas mesas contiguas en la que se da el divino peyote”.
“Viricota, la fuente de vida, es el lugar más sagrado, pero no es el único sagrado. El largo camino que deben recorrer de la Sierra Madre Occidental a Catorce, está lleno de “asociaciones religiosas” o para emplear el término grato a Mircea Eliade, de una portentosa acumulación de hierofanías. Los dioses han dejado en él una serie de muestras sagradas, de recuerdos y señales de sus acciones, que se multiplican a medida que los peregrinos se acercan a su meta final”.
“El camino puede verse también como una “apertura hacia lo alto que asegura la comunicación con el mundo de los dioses”. Tiene cinco puertas mágicas defendidas por venados y sobrenaturales que el chamán abre con su cetro de plumas de águila. A partir de Tatei Matinieri, el espacio se transforma en un templo (ririkitá), en una escala gigantesca que asciende a las altas mesas y a la cumbre de Leunar”.
“Avanzar a lo largo del camino, supone alejarse lenta y dolorosamente de lo cotidiano para penetrar en lo sagrado. Llegados al Cerro de la Estrella, cinco días después de iniciado el viaje, los peregrinos deben hacer una confesión general, nombrar de nuevo las cosas del mundo y adoptar una conducta desusada a fin de aniquilar las últimas manifestaciones de lo profano. De hecho, el viaje puede considerarse como un continuo sacrificio para adquirir la pureza ritual y como una ascensión mística que va a permitirles establecer relaciones trascendentales con sus orígenes divinos. Sin embargo, el huichol no se satisface con disponer de un espacio sagrado tan considerable. Para tener más cerca a las diosas del agua de Tatei Matinieri, ha poblado con sus dobles la región de Teacata donde nació Tatevarí el Abuelo Fuego, otro formidable complejo religioso que abarca manantiales, cavernas y barrancos de una belleza extraordinaria y en el que conviven, entre otras divinidades, Turikita, la diosa de los niños, y Kupemete, el dios de los ciegos. Podría pensarse que esta voluntad sacralizadora aquí cesa de manifestarse. No es así, ya que según hemos visto comprende el mar y la laguna de Chapala”.
“La sierra huichola, el lugar de la claridad, está separado de la costa, el lugar de las tinieblas, por una frontera mágica llamada Tukamerishe, la línea de sombra. En la roca Wasiewe, situada frente a San Blas, adentro del océano, vive Tatei Aramara, la diosa del mar, en forma de un pedernal que tiene los colores de los cinco mares y simboliza a las cinco diosas del mismo nombre: Aramara Muyuavi, gobernante del primer mar de agua azul clara, Aramara Mutuza, gobernante del segundo mar de agua blanca, Aramara Mutazaiye, gobernante del tercer mar de agua amarillenta, Aramara Mumeriayuve, gobernante del cuarto mar de agua negruzca, y Aramara Shure, gobernante del quinto mar de agua rojiza”.
(Enrique S. De Aguinaga Cortés. Historiador-Investigador XLII Ayuntamiento de Tepic-SUTSEM).
LA LENGUA INDIGENA EN NAYARIT SEGÚN DON LUIS ARANDA DEL TORO.
El destacado Doctor Don Luis Aranda del Toro, fué Diputado Federal por Tepic en la # # Legislatura y también fue Senador de la República en las # # y # # Legislaturas, aunque los priistas de hoy en día no lo recuerden ni sepan de él. Fue también catedrático de Medicina Legal y de Biología durante más de quince años en la Universidad de Guadalajara y le gustaba escribir bajo el seudónimo de N. S. T. en el periódico “Prensa Libre” de Tepic. En el año de 1952 publica un pequeño libro donde recoge veintiséis artículos propios que ya habían sido publicados en el señalado diario, bajo el título de “NAYARIT Aportación para algunos capítulos de la historia” y ahí, en las páginas 21,22 y 23 nos escribe sobre “La Lengua Indígena en Nayarit”, señalando lo siguiente:
“Tres lenguas se hablaban en Nayarit, todavía a principios del presente siglo: Huichola, cora y tepehuana. Actualmente sólo creo que se hablan las dos primeras. Las tres son de origen nahuatlaco y de la familia opata-pima, esto es, del grupo lingüístico mexicano”.
“La lengua tepehuana, entiendo que ha dejado de hablarse en Nayarit, puesto que en 1910 sólo la hablaban tres personas. Recibe también los nombres de vigeteta, caponeta, gastenca, y entre sus dialectos puede citarse el tepicano, serrano o Colotlán, el cual puede ser que se hable todavía en Totatiche. En nuestro Estado esta lengua se habló en Acaponeta y otros pueblos de la costa”.
“La lengua cora o nayarita se habla todavía en la Sierra de Alica y según el Padre Ortega tiene tres dialectos principales: el muitzicat, el Teacuacitzica y el ateakari”.
“El sabio francés León Diguet, que convivió con las tribus coras algún tiempo, en su famosa obra sobre los indígenas nayaritas, dice que los tres dialectos se hablan en la época actual y divide la zona de la sierra en tres distritos etnográficos, cada uno con su dialecto propio: el primer distrito, cuya principal población es la actual de Nayar, Tehcuisite entre los coras, en donde se habla al ateakari, así como en los pueblos siguientes: San Francisco, Santa Rosa, Nahisamota y San Juan Peyotán”.
“El segundo distrito, comprende la mesa del Tonati, cuya población principal es Hiahoke, en donde se habla el muitzicat”.
“El tercer distrito, que constituye lo más elevado de la sierra, con Santa Teresa –Kuaimargussa entre los coras- en donde se habla el Teacuacitzica. La lengua cora, aunque gutural, es melodiosa. Su alfabeto consta de 19 letras. Sus diptongos y triptongos son muy abundantes y de difícil pronunciación”.
“La lengua Huichola. Según el propio Diguet, a quien antes he mencionado, es el idioma más o menos bien conservado de los antiguos guachichiles, tribus indígenas desaparecidas y de las cuales pretenden descender los actuales huicholes. (Dávila Garibi). Esta lengua se conoce también con los nombres de usulique, visurita y guaximí y contra la opinión general de que la lengua Huichola y sus dialectos son muy escasos de voces, el filósofo Diguet, que la conoció a fondo, afirma que es muy rica, que los términos propios que sirven para designar a las personas y las cosas, son numerosos y que se presta a maravilla para la formación de palabras polisintéticas”.
“Además de las lenguas a que he hecho referencia, antiguamente se hablaba en Nayarit la lengua coana, que fue de uso en el hueytlatoanazgo de Xalisco y en otros varios cacicazgos tributarios de éste. La lengua totorame, de los indios de ese nombre, se habló también en parte del reino de Xalisco, en el Tlatoanazgo de Centipaque, en los cacicazgos de Quiviquinta, Metztitlán y otros del litoral Pacífico. Y como dato curioso agregaré que el Tlatoanazgo de Centipaque, que perteneció al reino de Aztlán (lugar de garzas) tenía dos pequeños cacicazgos: Mexcaltitán y Momote, este último que es la actual ciudad de Santiago Ixcuintlá y cuyo cacicazgo tenía poblaciones de importancia, las más de ellas habitadas por indios totorames como Tochpan –Tuxpan- otras por tepehuanos, Coatlán y algunas también por coras: Yago. Momote fue destruída por los conquistadores y en su lugar fundaron la actual ciudad ribereña a orillas del río de su nombre”.
(Enrique S. De Aguinaga Cortés. Historiador-Investigador XLI Ayuntamiento de Tepic-SUTSEM).
DON RAFAEL DE LEBRIJA.
“Don Rafael era de esos vividores, pachorrudo y acomodaticio, que sin estar animado de tirria y mala voluntad hacia nadie, se había declarado Macuaz, porque era el partido más productivo y de mayores probabilidades de superioridad durante largo tiempo, bien pesadas las circunstancias; y había conseguido el empleo de alcabalero que por su condición de alienígena y carácter pacífico, podía desempeñarlo con menos susto de los causantes y más pingues productos para los dominadores, porque nadie se atrevía a pasar por las garitas mientras estuvieron ocupadas por matones de a caballo eructando insolencias y erizados de puñales y pistolas”.
“Por desahogarme un poco de la reclusión forzada y llena de privaciones que me imponía aquel estado de sitio y alboroto en permanencia, íbame algunas veces por las siestas, que era cuando solía haber menos santiaguitos y trabacuentas en las calles, a saborear el café de la modesta sobremesa de Don Rafael convidándole, por mi parte, una breva de tabaco escogido de Chila, para hacerlo referir algunas de sus aventuras trubanescas o de sus pasadas glorias militares, que narraba con verba inagotable siempre que se daba cuerda con un trago de poussecafé o que lo entusiasmábamos sus oyentes, que éramos un lejano pariente mío, su compañero de oficina, y el que esto escribe, con aplausos y excitativas, de vez en cuando, para que siguiera espantándonos el sueño pesadísimo de esas horas de tedio y de bochorno”.
“Ya nos había descrito varios episodios de Trafalgar en que había tomado parte activa como tripulante del San Antonio, y nos había pintado la herradura de batalla que habían formado los barcos españoles, en presencia de los ingleses, las disidencias con el Almirante francés y el nombre, arqueo y cañones de cada una de las naves combatientes. Después nos refirió algunas de sus correrías por la Nueva España, sus triunfos y sus derrotas de insurgentes, en que había trafagado desde Nueva Vizcaya hasta Choapan, y desde la Veracruz hasta Valladolid, ya solo, ya en conserva con su regimiento o en caravanas de diversas clases, etc.; etc.; de cuyos lances conservo muy pocos rasgos, así como de los nombres de personas, , lugares y fechas que citaba y describía con minuciosidad y gracejo admirables. Desgraciadamente no se me antojó entonces tomar apuntes de una de estas relaciones, en que apenas me fijaba de momento, preocupado como estaba por los sucesos de actualidad que se desarrollaban en ese tiempo por todo el territorio nacional, y principalmente en nuestra localidad, que era como si dijéramos, teatro de una batida continua y de las más insólitas peripecias”.
“Conservo, sin embargo, después de luengos años de aquellas conversaciones y sucesos, los puntos salientes de una de esas relaciones que nos hacía cuando ya me trataba con más confianza; habiendo convenido entonces, en aprovechar un claro de aquella enredada y comprometida trifulca, para hacer una expedición dispuesta con los elementos correspondientes, en busca de una guaira que nos haría más ricos que a Montecristo; pero no llegó a realizarse”.
“Andábamos entre lo que ahora se llama Durango y Zacatecas, -dijo, no recuerdo si citando fecha o simplemente refiriendo el suceso- cuando fuimos alcanzados por una cuadrilla de insurgentes, superior diez o doce veces a nuestro grupo; y aunque tratamos de resistir y nos sostuvimos largo tiempo sin desorganizarnos, poco a poco íbamos mermando y sintiendo el pánico y el agotamiento. Éramos los realistas diez o doce y contábamos ya tres mu***os y otros tantos heridos seriamente, que no tomaban parte en las faenas; mientras que del resto, ninguno estaba enteramente exento de contusiones y descalabros o de fatiga, que nos imposibilitaba de seguir haciendo resistencia. Fuímonos separándonos favorecidos por la obscuridad, hacia diversos lados, y yo me aproveché de una de las acémilas en que traíamos víveres y vestuario, que ya no era dable salvar. Los animales estaban hambrientos y cansados, porque habíamos corrido sin detenernos todo aquel día y no había sido posible atenderlos pero de todos modos, valían más los cuatro remos de un solípedo, que los dos míos semibaldados y ateridos, y más cuando llevaba remolidas las costillas del lado siniestro por un hondazo que había recibido a corta distancia, disparado con diez o doce culebras por un tarahumara aceitunado de mugrienta cotona, que yo interrumpí con la explosión de mí mosquete y a quien dejé atarantado, mientras que yo, azotando y taloneando a babor y estribor mi cabalgadura, me aparté cuanto antes del teatro de la lucha”.
“Anduve toda esa noche sin respiro, azuzando a mi macho en silencio con los pies y manos porque parecíame oír en las ráfagas del viento, carreras y retintín de “gachupín tiznado” y otras jaculatorias, figurándome que me alcanzaban y me hacían picadillo o me degollaban, como estuve a pique de serlo en las Barranquitas de Guadalajara”.
“Al aclarar el día, después de haber errado largo trecho por un bosque, tratando yo de meterme por lo más espeso para no ser visto desde alguna distancia, oí el relincho de un caballo, no muy lejano, a mi derecha. Viéndome ya casi descubierto y que mi montura no daba señales de actividad, y sin gobierno, por no venir más que con jáquima y montado en el aparejo, creí más conveniente abandonarla y escurrirme a pie por entre unos breñales, pasados los cuales y como a veinte pasos de distancia, tras unas viejas higueras encontré una covacha entre los recortes de un paredón, en la que me introduje no sin gran trabajo encorvado y lastimándome horriblemente mis chipones y arañazos”.
(Francisco José Zavala y Santa María. “Ratos Perdidos”, Ediciones de La Linterna de Diógenes. Tipografía Católica de A. Zavala. Guadalajara, 1911, pág. 254 y 256).
(Enrique S. De Aguinaga Cortés. Historiador-Investigador XLII Ayuntamiento de Tepic. SUTSEM).
RUSTICATIO MEXICANA.
Enrique S. De Aguinaga Cortés.
Historiador-Investigador XLII Ayuntamiento de Tepic-SUTSEM.
Rusticatio Mexicana es considerada la obra literaria más poética de la época virreinal, en la cual se logra un auténtico mestizaje literario al ser mezclados elementos de tres mundos: el latino, el español y el americano. Esta composición literaria del Siglo XVIII, nos la lego el poeta y religioso Rafael Landívar, considerado como quizás el más grande de los poetas hispanoamericanos y que la escribió en hexámetros latinos (Se aplica al verso de la poesía clásica que consta de seis pies: cada uno de los cuatro primeros espondeo, o dáctilo, el quinto dáctilo, y el sexto espondeo).
Rafael Landívar, con el lenguaje de Virgilio, como lo refiere el historiador Pedro López González, nos describió aquel México que conoció y en el que desarrolló su formación cultural, y además, nos heredó un bello poema dedicado a la Santa Cruz de Zacate de Tepic, que reza así:
“…he pintado hasta aquí los campos florecidos en medio
de los lagos, la cólera de Vulcano, las corrientes que se precipitan
de los montes, los paños teñidos en jugo multicolor, las soberbias
casas de los castores y los metales arrancados del cerro. Enseñé
luego a cuajar las mieles, a conocer las costumbres de los
ganados, y a las orillas de los manantiales, siguiendo a las
aves y fieras, y con los juegos festivos a calmar las inquietudes
del espíritu. Haciendo a un lado estas cosas, con nuevo designio
celebro ahora el sagrado monumento del mundo redimido,
forjado por la ingeniosa naturaleza en medio de nuestras
campiñas.
La rica América, que extendida por regiones
inconmensurables hacia el rumbo de la gélida Osa, prolonga
sus tierras elevándose en cordilleras o en algún monte solitario
en medio de la llanura, dio a luz de su hinchado seno dos
montañas de encumbradas cimas (San Juan y Sanguanguey),
que atraviesan las nubes y llevan cúspide al alto cielo. Entre
ellas un valle muy ancho, se recuesta en la honda llanura, ya
desapacible por sus rígidos inviernos cuando despliega sus
maravillosos jardines que resbalando entre sonoros peñascales,
la corta a la mitad con sus rápidas ondas.
Pero sobre el campo, el río (mololoa) y las montañas, en
medio del valle reina Tepic, cuyo nombre egregio vuela hasta
los astros al favor de la fama. No se distingue por la
suntuosidad de altivas moradas, ni se envanese de columnas
talladas en mármol pario, ni de templos vetustos,
deslumbrantes por dondequiera con el rutilar de las gemas. El
pueblo sin embargo, habita casas dignas de loa por su adorno
modesto, y frecuenta templos embellecidos con las ofrendas
constantes. Mas la naturaleza con su prodigio sin par suplió
las piedras preciosas, el oro fugaz y el lujo de las casas.
Cerca de las verdeantes entradas del pueblo feliz, en el
campo abierto en donde crece florecida hierba, aparece la
tierra elevándose sobre el suelo medio pie con el césped que
crece en una faja de unos doce codos de larga y más de tres
palmos de anchura, cortada a la vez, por otra elevación
transversal que figura los letales brazos unidos al tronco, y
presenta la cruz, prenda del amor divino. Así alguna vez
sobre la elevada cumbre de un monte, la selva lujuriante
oscurecida de negros ramajes, te ofrece tantas cruces como
arboles.
La cruz verdeguea cubierta de florido césped, sin morir
nunca, reseca por el frío invernal, y ni siquiera amarillarse con
las rígidas escarchas. Antes bien, mientras languidecen los
campos del pueblo bajo el hielo, ella sola mantiene sin desmayar
el verdor de su mullida hierba. Si, por el contrario, con las
copiosas lluvias germinan los campos, y reflorecidos generan
abundancia de brotes, se dice que la hierba de la cruz al punto
se consume de funesta aridez y presa de triste sequedad
permanece, hasta que otra vez se agoten los campos… Del
mismo modo la hierba de la cruz aparece lozana cuando se
hielan los follajes y se marchitan los campos; y florece al
disiparse nuevamente la frondosidad de aquellos.
No es menos de admirar ciertamente el desusado prodigio
por el cual la cruz como traspasada por agudos clavos, en el
propio de éstos, produce siempre tres espigas que sobresalen
del resto del césped, verdes al mismo tiempo que éste. Y más
aún, la cruz maravillosa, taladrada en el costado, en el lugar
de la llaga (donde la lanza cruel descubrió el corazón), muestra
una abertura que mana rojo raudal. Es fama que en la
antigüedad brotó de allí cristalino licor, con el cual la fiebre
ardorosa, la ponzoña, la enfermedad contagiosa, las pestes
invasoras y todo paciente afligido de cualquier otro mal,
hallaban a menudo eficaz medicina, ahuyentando a las
divinidades vengadoras que apresuraban la muerte…”
LAS PRIMERAS MINAS EN NAYARIT.
Escribir sobre las primeras minas existentes en el Estado de Nayarit, es remontarnos a los años en que este pertenecía al virreinato de la Nueva Galicia cuando por vez primera se descubrieron esos yacimientos minerales que tenían una gran riqueza en oro y plata.
Estos descubrimientos influyo enormemente a la nueva colonización de estas tierras y donde se fundaron nuevas poblaciones que con los años fueron llamados y conocidos como “reales de minas”, en general; y “real de minas” en lo particular.
En nuestro Estado, los más importantes de estos yacimientos auroargentiferos se descubrieron en las jurisdicciones de Compostela, Tepic y Acaponeta.
En Compostela se localizaron: La del “Espíritu Santo”, la de “Los Reyes” y la de “Huitcicila”.
En Tepic fueron la de “Santa María del Oro” y la de “Chimaltitán”.
En Acaponeta las de “Motaje” y la de “Cuyutlán”.
En la obra: “Monografía Geológico-Minera del Estado de Nayarit” (Consejo de Recursos Minerales, México, 1994, pág. 110) nos señala que, la región de Compostela se encuentra ubicada dentro de la Provincia Fisiográfica del Eje Neovolcánico, mismo que se caracteriza por sus volcanes, entre los que sobresalen los volcanes “Sanganguey”, “Tepetiltic”, “San Pedro Lagunillas” y el “Ceboruco”; y que es una zona constituida principalmente por metales auroargentiferos.
Pues bien. Muy cercana a la ciudad de Compostela se descubrió en el año de 1543 la mina del “Espíritu Santo”, misma que es de donde nace la historia de los “Condes de Miravalle”.
La historia de los Condes de Miravalle, nace en el relato que nos dejo Fray Antonio Tello en su obra “Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Xalisco” .Nacido en España en el año de 1567; Fue Guardián de los Conventos de Zacoalco y de Cocula, además fue el fundador del Convento de Amatlán. Escribió su Crónica en un total de seis libros. Murió en la Ciudad de Guadalajara en 1653 (Jalisco, México).
En su Libro Segundo, Volumen II, Capítulo CLIII, páginas 389-390, el padre Tello nos relata el descubrimiento de las Minas del Espíritu Santo y nos cuenta que:
“Descubriéronse en este año (1543) las minas del Espíritu Sancto, en términos de Compostela, casi milagrosamente, porque habiendo mu**to el capitán Pedro Ruiz, de Aro, uno de los conquistadores y pobladores de aquella Ciudad, quedó su mujer, que se llamaba Leonor Arías, con tres hijas, y tan pobre que le fue fuerza retirarse a una laborcilla o rancho que tenían, que llaman Miravalles, donde vivían en una como choza, miserablemente, con mucha pobreza; pero madre e hijas tan ricas y adornadas de virtudes, como se vio en el premio que Dios les dio, porque además de ser muy siervas suyas, eran muy nobles, por ser Pedro Ruiz de Aro de la Cassa de los Guzmanes y primo del Marqués de Toral. Estando, pues, una tarde madre e hijas labrando a la puerta de su cassa, llegó un yndio, y habiéndola(s) saludado, dixo: “Señora, ¿Tenéis una tortilla quedarme por amor de Dios?” y Leonor Arias respondió: “Siéntate, hijo, y descansa, que si habrá”, y luego mandó a una de las hijas que moliesse un poco de maíz y a otra un poco de chile, con que comió el yndio, y habiendo acabado dixo: “Dios te lo pague, señora, y ten confianza en Dios, que te ha de dar tanto oro y plata, que te sobre(n) muchos millares, que yo te daré una mina de donde la saques, y passando mañana volveré con los metales”.
“Hicolo assí y fuéronlos moliendo en unas piedras o metates, y fundiendo sacaron tejos en tanta cantidad, que en breve hico hacienda y sacó tanto oro y plata, que a los cinco años casó las tres hijas con los tres mayores caballeros que había en Compostela, porque a la una casó con Manuel Fernández de Hijar, a la otra con Don Alvaro de Thovar, y a la otra con Don Alvaro de Bracamonte, y a cada una le dio cien mill pessos de dote, y fueron las minas tan en augmento, que por ellas se pusso Caxa Real en la ciudad de Compostela y vinieron por officiales reales, Pedro Gómez de Contreras, que fue tesorero, y a Diego Díaz Navarrete por contador, y luego después de esto algunos años, se pusso Audiencia Real de cuatro Oydores, Alcaldes Mayores; y era tanta la plata que de aquellas minas resacaba, que se llevaban recuas cargadas a México, de la misma manera que agora se trajina la sal y pescado”.
“Estos tres caballeros, Manuel Fernández de Hijar, Don Alvaro de Thovar y Don Alvaro de Bracamonte, edificaron cassas en el sitio donde su suegra Leonor Arias tenía la choza de su vivienda, y el uno de ellos edificó un palacio tan grande, que en el patio se corrían toros, porque el sitio era muy deleitosso, con unos llanos muy anchos y espaciosos, y por los muchos regalos que allí había, pasatiempos y gustos que con la riqueza tenían los que allí vivían, se llamó la Milpa de Miravalles, siendo tan viciosos, que estando el padre fray Pedro de Almonte una vez en ella, viendo lo que passaba, como prophetizando dixo: “¡Oh milpa, milpa, y como ha de enviar Dios fuego del cielo y te ha de abrasar!”.
“Esto queda ya tocado en otra parte, y lo del puerco que tenía dentro las legiones de demonios, que el sancto padre hechó de él. Y duró la pujanza de estos metales desde el año de 1543, hasta el de mill y quinientos y sesenta y dos, que fueron minorando y baxando de ley”.
Se conoce actualmente, que el período de bonanza de esta mina fue relativamente corto y que de pronto comenzaron a disminuir los minerales y a bajar de ley,; sin embargo, gracias a ese gran auge no tan sólo se vio beneficiada la ciudad de Compostela sino que toda la Nueva Galicia prospero. En la villa de Compostela prontamente se establecieron las primeras Cajas Reales del reino y posteriormente se erigió y se estableció el Obispado de la Nueva Galicia y para 1548, la Audiencia. Esta Jurisdicción de Compostela era inmensa, pues abarcaba hasta lo que hoy en día conocemos como los Municipios de Compostela, San Pedro Lagunillas y Bahía de Banderas.
Posteriormente y según lo relata el propio Fray Antonio Tello (“Crónica Miscelánea de la Santa Provincia de Xalisco”, Guadalajara, Jal. IJAH/U. de G., 1973, pág. 445), la Audiencia de Compostela tuvo noticias de la existencia de yacimientos de plata en algunas regiones de la Nueva Galicia por lo que “determinó pacificar el reino y realizar la búsqueda y explotación de los minerales”.
Así fue: Al Poniente de Compostela se habían descubierto otras minas que fueron llamadas minas “De los Reyes”, y de las cuales se extrajo mucho oro, pero que a los años se dejaron de trabajar porque no había suficientes trabajadores para su laboreo y los mineros carecían de los recursos económicos necesarios para su explotación y fueron abandonadas a mediados de la segunda mitad del siglo XVI.
Sobre lo último escrito líneas arriba, el investigador Don Francois Chevalier, en su obra: “El Occidente de la Nueva Galicia” (en “El Occidente de México”, 4ª Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, 1947, México, pág. 180) nos señala: “En la primera mitad del siglo XVII se observo una crisis económica, sobre todo en el oeste del reino y que se debió particularmente a la situación demográfica”.
Pero lo anterior no fue motivo para no localizar y explotar las minas de “Huicicila” de las cuales se obtuvieron por algún tiempo gran cantidad de oro y plata, sobreviviendo esta mina hasta los últimos años del virreinato. (De Abascal y Sousa. “Noticias Geográficas, Políticas y Militares de Real Hacienda, Comercio, Agricultura, Minería y Artes de la Provincia de Guadalajara, Reyno de Nueva Galicia”. Archivo General de la Nación. Archivo Histórico de Hacienda, Tomo 197, Expediente 1, 1804, pág. 117).
En la Jurisdicción de Tepic, fueron las primeras minas las de “Santa María del Oro” y la de “Chimaltitán”; pocas vetas auroargentíferas se encontraron y algunas otras minas de cobre. De la primera (Santa María del Oro) sobresalen, ya que durante todo el virreinato se explotaron, fueron las de el “Real del Liso” y la del “Real de Acuitapilco”. De estas, la “Monografía Geológico-Minera del Estado de Nayarit” (México, Consejo de Recursos Minerales, 1994) en su página 115, nos señala que: “En la época actual, la zona mineralizada de Santa María del Oro sigue en actividad, predominando la plata, en menor proporción el oro y algo de cobre”.
Del “Real de Chimaltitán” Don Antonio F. García-Abasolo, en su obra: “Martín Enríquez y la Reforma de 1568 en Nueva España” (Sevilla, España. Impreso en Artes Gráficas Padura, S. A., 1983) en la página 128, nos relata que: “En el real de Chimaltitán se explotó una mina que según la Audiencia del reino, tuvo un auge en 1572, obteniéndose abundante plata”.
De la jurisdicción de Acaponeta, encontramos diversos documentos que nos permiten conocer un poco de detalles y en las que, sobresalieron las minas de “Motaje” y la de “Cuyutlán”, y que nos señalan que para el año de 1653 se explotaban ya las minas de “Nuestra Señora de la Limpia Concepción”; esta última, en base a la información escrita y encontrada en el Archivo General de la Nación-Varios, Año de 1653, Volumen 2782, Expediente 34, Foja 14.
En el año de 1692 se denunció en Acaponeta una mina que estaba despoblada dentro de la estancia de Chilapa, en donde dos mineros que habían hecho una sociedad, tenían desacuerdos para la explotación de sus minas. (Archivo General de la Nación. Archivo de la Real Audiencia, Ramo Civil, Caja 41-13, Expediente 552).
Igualmente encontramos que en el año de 1756, el minero Joachín García Caballero murió dejando sus bienes tanto en las minas de Motaje como en las minas y haciendas del real de Nuestra Señora del Rosario, los cuales fueron evaluados y se pusieron en venta y remate. (Archivo General de la Nación. Archivo de la Real Audiencia, Ramo Civil, Caja 57-10, Expediente 721, 1Ofs).
Mucho queda por investigar sobre las minas que existieron en lo que actualmente es el Estado de Nayarit. Importante es señalar en ese estudio las demás minas existentes en lo que fue toda la Nueva Galicia, pues son de vital importancia para el desarrollo nayarita del Siglo XXI. Conocer sus historias y ubicaciones nos enriquecerían cultural y económicamente.
Entre ellas, a estudiar, bien sería la de San Sebastián del Oeste, mismo que se encuentra situado en la ladera de nuestra Sierra Madre Occidental y que en el virreinato fue un importante “real de minas” por su gran producción de plata. Este poblado fue fundado como “villa” en el año de 1556 por Don Francisco de Ibarra y sus minas fueron descubiertas hasta el año de 1605.
Inmediatamente al poblado de San Sebastián del Oeste, se descubrieron también las minas conocidas como “minas de Hostotipac”, descubiertas estas, por un indígena llamado Don Diego Felipe y a los años fue llamado como “Real de Hostotipac” o “Real de la Resurrección” y fue localizado en la parte más alta de toda la Nueva Galicia, a 2,400 metros sobre el nivel del mar.
De las minas de Hostotipac, la más importante fue la conocida como “El Tajo”, que según nos lo relata Don Jorge Chávez, en su libro “San Sebastián: del olvido al siglo XXI” (En “Estudios Jaliscienses 34, Zapopan, Jalisco, México. El Colegio de Jalisco, 1998, páginas 21 y 25) que: “Producía oro, propiciando un auge económico en gran parte del siglo XVII”.
También sobre las minas de Hostotipac, Don Alonso de la Mota y Escobar, en su obra: “Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León” (Colección Histórica de obras facsimilares, 1, IJAH, Guadalajara, Jal, 1966, páginas 124 y 133) nos señala que: “En las cercanías de Hostotipac había otros tres reales, que tenían 10 haciendas de beneficio de azogue, con cinco ingenios de agua y las demás de mulas”.
Igualmente, sobre esto mismo, nuestro primer cronista, Don Domingo Lázaro de Arregui, nos cuenta que en la comarca de Hostotipac se encontraban algunos pueblos con muy pocos indígenas y consideraba que las minas de la Resurrección eran las más productivas en la región. (Lázaro de Arregui. Domingo. “Descripción de la Nueva Galicia”, estudio preliminar de Francois Chevalier, Guadalajara, Jalisco, México, UNED/Gob. De Jalisco, 1980, páginas 124 y 133). “Y hacia las minas de Hostotipac, que están al norte sobre una muy alta serranía, están los pueblos de Acatitlán, Atengo, Mascota, Talpa, Sacatongo, Tepocoacan, Amatlán, Xalatzingo, Chistic, que todos son tan pequeños que el que es mayor no tiene 15 indios…” y “El cerro donde está el real de la Resurrección es el más alto que hay en estas serranías de por acá y de él se ve muy bien la mar del Sur y las islas Marías, valle de Banderas y toda su costa, porque, además de ser muy alto, sus faldas caen en la misma costa y valle de Banderas, y es la misma serranía que hace el cabo de Corrientes, muy cerca de este lugar”, y que también “Tiene esta jurisdicción unos pueblos de indios que están entre Aguacatlán y las minas, a esta parte, llamados Camotlán, Capotean, y Ostoctipac; todos tienen 119 tributarios, que los había más el año de 610. Son estas minas las de más contratación de por acá. Administran la doctrina en estos reales tres clérigos. La elevación de polo de estos reales, es de poco más de 20 grados. Sacaránse en todos ellos más de 150,000 pesos de plata en cada año”.
Por último y para no hacer más largo este pequeño estudio de divulgación histórica sobre las primeras minas en el Estado de Nayarit, señalaremos las de la provincia de Xocotlán, en donde se localizaban los reales de minas conocidos como: “Guaxacatlán, Ixtlán, Amaxaque y Xora”.
Las minas de Guaxacatlán se poblaron en el año de 1547 y para el año de 1582 encontramos que ya había disminuido drásticamente su explotación por falta de gente para trabajarlas y beneficiarlas. Esto, sobre el número reducido de indígenas, fue una de las causas principales de que la gran mayoría de las minas de oro y plata, fueran abandonadas por “los empresarios mineros”, nos lo relata Don Jaime Olveda, en su estudio: “La colonización de la costa meridional neogallega” (En “Estudios Jaliscienses 16, Zapopan, Jal. El Colegio de Jalisco, 1994, pág. 55)
El “Real de Amaxaque” -“Junta de ríos”- explotaba plata y algo de oro y tenía 2 ingenios de agua. Y las minas de “Xora” -“lucero”- estaban en una sierra muy alta y fueron descubiertas en el año de 1583 con vetas de subida ley que se beneficiaban con azogue. Tuvieron una época de bonanza en el año de 1619 como nos lo relata Fray Francisco Mariano de Torres, en su “Crónica de la Sancta Provincia de Xalisco” (H. Ayunt. De Guad/ IJAH, INAH, 1965, página 150) y gracias a ese auge, se realizó la construcción de una nueva alcaldía mayor en el año de 1621, con título de “Minas de Jora”.
De los poblados de Aguacatlán y Xala acudían los indígenas a las minas comarcanas a laborar en ellas (Celia Islas Jiménez. “Metalurgia prehispánica y colonial en el oeste de Nueva Galicia”. Colección Rescate N.º 8. CONACULTA, INAH-Nayarit/ Fundación Nayarit, página 25); también se enviaban bastimentos.
Don José Fernando de Abascal y Sousa, en su obra: “Noticias Geográficas, Políticas y Militares de Real Hacienda, Comercio, Agricultura, Minería y Artes de la Provincia de Guadalajara, Reyno de Nueva Galicia”. (Archivo General de la Nación. Archivo Histórico de Hacienda, Tomo 197, Expediente 1, 1804, pág. 117), comenta que en la comarca de Aguacatlán había minas de cobre.
(Enrique S. De Aguinaga Cortés, historiador-investigador XLII Ayuntamiento de Tepic-SUTSEM).
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