Escuderia APOLO XIII

Escuderia APOLO XIII

Participación en Spain Classic Raid ... y cualquier evento
Ricardo Barrasa y Manuel Hernandez

21/04/2023

"Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia"
No hay película de ficción que no incluya esta célebre sentencia en sus títulos de crédito. Y está bien que aparezca la frase porque ficción y realidad son, han sido siempre y siempre serán, las dos caras de una misma moneda. Luego también está el canto de la moneda. Pero eso es otro cantar.
Digo esto porque en el raid Pandemonium, desde el momento en el que comienzas con la preparación hasta que terminas tu participación en él con los efusivos abrazos y besos a la familia a la vuelta a tu cotidianeidad, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Para lo bueno (creo) y para lo malo, claro.
Por lo pronto, es un viaje en el tiempo. Te metes en un coche de los noventa, o de los ochenta, abarrotado de paquetes y cachivaches, (qué pequeños éramos entonces) y te recorres media España a 90 por hora de media porque, sí, en las cuestas abajo llegas a los 110 pero, claro, en las pendientes aquello languidece sin remedio.
También se te plantean exigentes dilemas morales. ¿Bajas las ventanillas para mantener la temperatura corporal en un rango compatible con la vida y dejas de comunicarte con tu compañero? ¿O mantienes las ventanillas subidas y hablas pero en estado febril?

Así mismo, sometes a tu cuerpo a tensiones dignas del entrenamiento de un programa espacial. Los traqueteos y vibraciones te vapulean de tal forma que, cuando paras el coche y te bajas, la vibración de tu cuerpo podría hacer que te desplazaras sin mover los pies.
Recuerdo que dijo Ricardo un día, en otra edición:
- ¿No notas una vibración extraña un ruido raro?

Me lo quedé mirando con perplejidad.
- ¿Una vibración extraña? ¡Si vamos montados en un ma****lo neumático!
Así eran nuestro viajes en los ochenta y noventa. Haber llegado hasta aquí con un mínimo de cordura dice mucho del temple con el que está forjada nuestra generación.

Lo de los que repetimos, ya tiene una explicación más dificultosa.

24/04/2022

Viernes 25 de marzo. Etapa previa. Madrid - Santander.
Subimos en las apuestas de los amigos. De 1 a 30 pasamos a 1 a 29.
Ha llovido mucho desde que pasó aquello de las válvulas que contábamos en el capítulo anterior. Por cierto, gran parte de esa lluvia que digo que ha caído, lo hizo durante el raid. (Ya contaremos con qué resultados). Lo sé porque, al final, el día previsto a la hora convenida, bueno, más bien en segunda convocatoria, salimos para Santander con todas las válvulas en su sitio.
Mira que dicen que no te metas en un viaje según sacas el coche del taller. Pues nosotros, siguiendo esa máxima que todo propietario de vehículo conoce, no solo nos metimos en un viaje, sino que hicimos un raid. ¿No quieres caldo? Pues tres tazas.
Yo, los primeros 200 ó 300 kilómetros iba con los dedos cruzados pero luego me tocó conducir y ya tuve que decidir entre las válvulas y nuestra integridad física. Así que, ahí terminó la historia de la reparación. Mis últimas palabras cuando me puse al volante fueron, pensando en la culata: “Espero que este tiro no nos salga por ahí”. Y, efectivamente, no sólo no nos salió el tiro por la culata, sino que no se rompió (casi) nada más. Tanta vela consumida frente a San Judas había hecho su trabajo.
Cómo salimos, al final, en plena hora punta y como nuestro bólido es muy escrupuloso con el tema de la regularidad y a duras p***s pasa de 90, llegamos a Santander bien entrada la noche. Por el aparcamiento donde se hacían las verificaciones pasaban rodando las plantas esas que cruzan por el desierto en las películas del Oeste. La Organización ya había recogido los bártulos y arrancado los coches.
Llegamos con cierto estrépito y paramos el coche en medio del aparcamiento cortando una de las vías de escape. Si había que pelear por una verificación a deshora, estábamos dispuestos a vender caros nuestros traqueteados pellejos.
Tampoco hizo falta. Las chicas y chicos de la Organización se portaron muy bien a pesar del cansancio, el hambre y el frio y la última escena de la peli del Oeste se convirtió en la primera secuencia de una “road movie”:
El feliz reencuentro con viejos camaradas y el “ensalzamiento de la amistad”, exactamente como la etapa 3 de cualquier borrachera.
Enseguida se marchó de allí todo el mundo como alma que lleva el diablo. Nosotros ya teníamos los dorsales y las pegatinas en nuestro poder y Ricardo, con ese sentido de la responsabilidad que supera incluso su inquebrantable optimismo, se empeñó en ponerlos en ese momento en aquél inhóspito lugar. Os recuerdo que estábamos en el inmenso (y desierto) aparcamiento de un estadio de fútbol a las afueras de una ciudad desconocida. De noche, con un viento helado que soplaba desde los cuatro puntos cardinales a la vez y arremolinaba plásticos y papeles contra nosotros. Las farolas alumbraban lo justo para reconocer volúmenes difusos. De vez en cuando, los faros de un coche nos alumbraban un instante, que yo me decía:
- pero que hace un coche por aquí a estas horas, con esta noche tan buena que hace.
Desde luego no era momento ni lugar para un escarceo amoroso de forma que aquel deambular de coches para arriba y para abajo no podía significar nada bueno.
La “road movie” se iba transformando, en mi cabeza, en una peli de zombies.
Pusimos las pegatinas con un ligero temblor en mis manos.
- ¿Tienes frio? - Me preguntó Ricardo.
- Pues sí. - Le dije yo en un susurro. - Frío también tengo.
En fin, el caso es que salimos de aquel aparcamiento todos lo que entramos en él. Ni uno menos, ni tampoco uno más, que a veces es peor, con lo que se podía decir que estábamos en racha. Incluso encontramos el hotel. Un hotel de esos misteriosos en los que no hay nadie en la recepción (no hay ni recepción) y no te cruzas con otros huéspedes, pero oyes todo tipo de ruidos detrás de las paredes hasta altas horas de la madrugada. Esos hoteles en los que las puertas se abren con códigos secretos y llaves ocultas que obtienes después de hacer una yincana por el vestíbulo y en los que hay cámaras en el techo que giran cuando pasas por debajo. ¡Vamos!, una peli de espías en toda regla).
Hasta encontramos un sitio medio normal en el que pudimos cenar y llamar a la familia para decirles que, por ahora, todo iba sobre ruedas. ¡Sobre las cuatro!

23/03/2022

Octava edición de Spain Classic Raid.

¡Empezamos bien!

Ya contamos en su día por qué elegimos el nombre, nada pretencioso por otro lado, de Apolo XIII para nuestro modesto 205. La Apolo XIII fue aquella misión espacial estadounidense (la del mítico: "Houston, we have a problem") en la que tuvieron todo tipo de problemas y consiguieron volver a la Tierra solucionándolos con auténticas ñapas.
En palabras de “wikipedia”:
“.. Idearon una forma de adaptar los contenedores cuadrados del módulo de mando para que encajaran en las aberturas redondas de los del módulo lunar utilizando plástico, cubiertas arrancadas de los manuales de procedimientos, cinta adhesiva y otros elementos de los escasos disponibles en la nave...”
Así que nos dijimos: - Este nombre nos viene al pelo. Nos dará suerte.
Luego, alguien nos dijo que es mejor no ser supersticioso porque da muy mala suerte de forma que, desde entonces, llevamos el dorsal número 13 para compensar (Dorsal poco solicitado, por otra parte).
Con estos amuletos y contra-amuletos no me preocupó excesivamente el mensaje que recibí de mi piloto, Ricardo, cuatro días antes de la salida del Raid en Santander, estando yo tranquilamente de viaje:

- ... El 205 se ha estropeado... no tiene potencia.

Cómo Ricardo es perfectamente consciente de mi tendencia al derrumbe moral añadió, como quién no quiere la cosa:

- Mañana se lo llevo a Bosco... no debe ser mucho, tiene pinta de que llega exceso de gasolina al motor.

- Jo, estamos para excesos de gasolina, con lo cara que está - Pensé.

Él me dijo esto porque me conoce y sabe que, después del primer mensaje, me iría inmediatamente a consultar en Internet:
“Motores de explosión. Pérdida de potencia”
Y sabe que eso, precisamente, es lo peor que puede hacer un hipocondríaco de la técnica, cómo yo. Porque, claro, en Internet puedes ver que la pérdida de potencia puede deberse a un exceso de gasolina, a que se ha rajado el bloque del motor o a que una cruel y destructiva especie alienígena ha comenzado la invasión de la Tierra (cosa, en estos últimos y convulsos tiempos, nada descartable).
No es que me tranquilizaran sus palabras, pero, como estaba de viaje, no pude poner a prueba mi presión arterial con la consulta telemática.
Pasó el día y a las siete de la tarde del día siguiente (tres días para la salida) recibo el mensaje:

- “Válvula de escape rota. Toca, planificar culata y cambiar válvulas”

Yo me hubiera derrumbado. Lo reconozco públicamente sin rubor. Pero Ricardo no. Ricardo es uno de los tipos más positivos y optimistas con los que yo me he tropezado nunca. Debo reconocer que, bajo mi punto de vista, su optimismo resulta de lo más inconsciente e incluso temerario pero, bueno, ahí está.
Cuando estamos bordeando el desastre o cuando estamos hundidos hasta las orejas en él, a Ricardo le da por reír. Y, claro, así no hay quién se deje llevar por el desánimo y la depresión, a todas luces justificadas. Me contagia la risa y, al final, la cosa sale bien.
Un día, por ejemplo, en un tramo cronometrado de no sé qué etapa de no recuerdo qué raid, a un kilometro del final del tramo, me mira así, como con la mosca detrás de la oreja y me dice:

- Noto una vibración extraña. Hemos debido pinchar.

Los que no hayáis estado en un Peugeot 205, con el motor berreando hostigado por las marchas cortas; con la parte de atrás del coche llena de ruedas, herramientas, cajas de comida, bolsas de viaje, el extintor, piezas de repuesto, el gato y no sé cuántas más cosas; con el salpicadero lleno de cacharros electrónicos que no paran quietos en sus soportes; circulando con cierto brío por los baqueteados caminos de la profundísima España rural... Digo que los que tengáis la mala suerte de no haber vivido una experiencia tan enriquecedora para los sentidos no podréis valorar en su justa medida la trascendencia de la frase:

- Noto una vibración extraña.

¡Pero si va uno metido dentro de una gigantesca vibración que es la suma de infinitas vibraciones menores y mayores y sus segundos, terceros y cuartos armónicos que hacen que, cuando por fin se detiene el motor del coche y sale uno al mundo exterior, pasan varios minutos hasta que empieza a notar una cierta sensación de inmovilidad!
Me rio yo de los marinos que, al desembarcar, tienen la sensación de seguir en alta mar. ¡En un 205 saltimbanqui los querría ver yo!

Bueno, pues si, habíamos pinchado.

Yo, claro, me exaspero:

- Joder, con lo bien que íbamos. ¡Qué putada! Y ahora ¿qué hacemos?

Y Ricardo, con su proverbial optimismo:

- Pues seguir hasta el final. Cuando acabe el tramo, cambiamos la rueda y en paz.

Y yo que estoy en esto porque una vez me dieron a elegir entre participar en raids clásicos de regularidad o alistarme en la legión extranjera y, al final, no se respetó mi decisión, pues me dije:

- ¡Ah claro! las motos tienen dos ruedas y nosotros vamos ahora con tres. Todavía podemos pinchar otra...

Pues nada, acabamos el tramo (con buena puntuación, por cierto) y, mientras cambiábamos la destrozada rueda, paró otro coche que también habían roto no sé qué y se iban a Madrid a repararlo. Llevaban cervezas en una nevera (su coche era más grande) así que, allí estuvimos, echando unas risas y tomando tranquilamente unas cervecitas con aquellos bien aprovisionados compañeros de infortunio.

- ¿Ves? - Me dijo Ricardo - No hay que ponerse nervioso...

Bueno, como iba diciendo, a tres días de la salida, cuándo mi piloto me dijo que había que rectificar la culata me dije

- Pues claro. Lo normal en estos casos. ¿Por qué inquietarse?

Hoy, a medio día, me dice Ricardo que esta tarde le llegan las válvulas nuevas al tornero con lo que podrá terminar su trabajo de pulido y torneado, como a un sombrero cordobés.

- A ver si no hay problemas con el suministro de los recambios - Añadió.

Yo, que soy un tipo práctico. Escéptico y pesimista hasta la neurosis, pero práctico, le he puesto una vela a san Judas Tadeo, patrón de las causas imposibles.
Ya me conoce.
Desde que estoy en esto de los raids hablo mucho con él.

Manolo, copi de esta aventura !!!

09/04/2019

Paramos en un pueblo, siento no saber cuál. La hospitalidad de los dueños del bar en el que entramos fue total. El chico, que nos decía orgullos que era el "waiter", se fue a poner la corbata para atendernos.
Buena Gente.
Cómo dijo Antonio Machado y cantó Serrat:..
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

09/04/2019

Vimos ropa tendida y supimos que vivían personas allí.

09/04/2019

Ignorante de mi, pensaba que en Marruecos sólo había desiertos...

09/04/2019

En lo alto de un puerto, a 1900 metros. Frio y ventisca. El hombre, en sandalias, nos pedía calzado...

09/04/2019

En el desierto, como decía antes, te puedes encontrar de todo.

09/04/2019

Nos dijeros si podíamos darles agua y gafas.

09/04/2019

Un pinchazo lo tiene cualquiera

09/04/2019

Parece que no pero cerca del desierto te puedes encontrar casi de todo.

09/04/2019

Mucho 4x4 suelto por ahí

09/04/2019

A punto de iniciar la etapa.

09/04/2019

Si hay ropa tendida, hay alguien.

09/04/2019

Casi siempre, la vida, es cuestión de suerte...

09/04/2019

La naturaleza es agreste al sur del Atlas. Los pocos árboles son rocas con espinas y algunas hojas con las que respirar.

09/04/2019
09/04/2019
09/04/2019
09/04/2019
09/04/2019
03/04/2019
02/04/2019

Etapa cuatro. O tres, no estoy muy seguro.
Preliminares…

El desierto, una de las cosas fascinantes que tiene, porque, efectivamente, tiene algunas cosas buenas. Quizá tres. O dos. Quizá una… Bueno, las que sean.
Decía que una de las cosas increíbles del desierto es la quietud y la paz que te inunda al recorrer la inmensidad de sus extraordinarios paisajes.
Lo fascinante de los raids que se organizan en el desierto y de los hoteles en los que se alojan los participantes es el empeño que ponen ambos en destruir esa quietud y esa paz. Para compensar, supongo.
Estamos en un hotel en las afueras de Erfoud, un recinto cerrado de varias edificaciones de una planta repartidas alrededor de una piscina. Construido en el estilo de la arquitectura local, con palmeras en el jardín y tonos ocres, es un lugar evocador que te transporta, sin mucho esfuerzo, a alguno de los cuentos de las mil y una noches.
De madrugada, hay un pájaro que se pone a cantar y que suena exactamente igual que un despertador. Os doy mi palabra de honor. Emite un sonido machacón como de alarma de móvil. Trataré mañana, cuando me despierte, cosa que hará, fijo, a las seis de la mañana, de grabarlo para que lo oigáis. Y me lo pienso poner de politono en el móvil.
Luego, a las ocho en punto, absolutamente todos los huéspedes del hotel resulta que hemos quedado para desayunar. Un grupo, bueno, una multitud de jubilados que hablan francés. Otra multitud de jubilados alemanes (o neerlandeses, no sé muy bien). Algún turista japonés convencido de que ha llegado el fin del mundo. Y los del Pandemonium, que parecemos los mensajeros de ese fin del mundo.
A las 8:07, los jubilados alemanes pelean a muerte con los franceses por el último pedazo de pan que queda después del saqueo. Los japoneses rezan a sus dioses en un rincón. Los camareros, con el rostro demudado por el pánico, tratan de cumplir las órdenes de la jefa del servicio.
Ana, de la organización, pasa por los salones diciendo que a las 8:30 hay briefing en la piscina. No dentro de la piscina, que esto es un raid, no el acuagym, pero por allí.

A las 8:21 los camareros milagrosamente han repuesto casi todo lo que había en el buffet. Hasta el zumo del dispensador. (Cómo el grifo no funcionaba bien, eso ha ayudado). Pero en los salones ya no queda nadie. Los jubilados se han ido a sus respectivos autobuses, nosotros al briefing, y para llevarse a los aterrados turistas japoneses han llamado a unas ambulancias.

Y el briefin, estupendo.
Que no nos hemos enterado, salvo tres equipos en estado de gracia, de que había que haber dejado en Mildet las donaciones que traíamos. Que, excepto ellos, tenemos que recoger todo el material y llevarlo a las habitaciones porque la furgoneta en la que lo transportábamos se va hoy. Que la etapa va a sufrir algunas modificaciones en el trazado y que la salida era en una hora.

Decía que, una de las cosas increíbles del desierto es la quietud y la paz.

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Por el "rio" Fardes.
Por los "badlands del Negratín" (Desierto de Gorafe)
Cerca del Parque Megalítico Gorafe.
A cualquier cosa llamamos camino.
El tamaño no importa. (Casi ningún todoterreno se atrevió con este vado)

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