Hola Que Siendo
Las Mejores Historias, Relatos y Anécdotas de Terror 100% Reales de Tepic, Nayarit
📖 RUMBO AL PANTEÓN 📖
Esta historia me la conto mi abuelo, tuvo esta experiancia cuando era muy joven.
Fíjate que, a pesar de los años, tengo bien presente aquella vez que nos sucedió esto, imagínate, tu abuela Margarita y yo apenas andábamos de novios, estábamos bien chamacos, en ese entonces ella trabajaba de costurera de tiempo completo en una fábrica de ropa, allá por el metro San Antonio Abad, y yo andaba como operador de una máquina de inyección en una fábrica de plásticos, por la Agrícola Oriental.
No estábamos tan retirados pero en aquel entonces en la ciudad, te estoy hablando de hace más de cuarenta años, pues no había mucho transporte público como ahora, y si le batallábamos bastante para vernos entre semana, aparte de que había temporadas en que a mí me rolaban los turno en la chamba, por lo que decidimos vernos solo cada ocho días, algunas veces los sábados, pero seguro eran los domingos, entonces nos íbamos a dar una vuelta a la Alameda, o nos íbamos a la matiné, y después a comer, la pasábamos muy bien.
Recuerdo que una semana antes de que nos pasara esto, cuando ya la iba a dejar a su casa, tu abuela Margarita me pidió de favor que el siguiente domingo, que caería en 2 de noviembre, día de mu***os, la acompañara a visitar la tumba de su mamá, que estaba enterrada en el panteón de Tlapizahuac, rumbo a Ixtapaluca sobre la carretera federal a Puebla, yo le dije que sí, que por supuesto, así que el siguiente domingo pasé un poco más temprano por ella, todavía la esperé un ratito afuera.
Al salir la vi muy triste, al abrazarla, vi sus ojos hinchados y rojos, parecía que había llorado mucho, cuando le pregunté qué si estaba bien, sin alzar la mirada me dijo que sí, le quité la bolsa de mandado que traía cargando y caminamos hasta la esquina para esperar el pesero.
Todo el trayecto se la pasó muy callada, yo sabía que tenía poco el fallecimiento de su mamá, apenas iba a cumplir un año, lamentablemente no llegué a conocerla, y no sabía de qué había mu**to, pero no quise preguntarle más, porque las pocas veces que intentamos hablar de eso, se ponía muy triste, así que solo la abracé para que sintiera de alguna manera mi apoyo.
Finalmente llegamos a la base del último colectivo que tomaríamos para llegar al panteón, deja te digo que en aquel entonces los peseros eran carros particulares grandes, casi siempre de cuatro puertas, no había microbuses ni combis, por lo que solo podía llevar cinco o seis pasajeros por viaje, por eso había mucha gente en paradero, al parecer todos ese día iban hacia el panteón, afortunadamente alcanzamos lugares en la parte de atrás en uno de estos carros.
El colectivo inició su marcha sobre la carretera federal hacia Puebla, pero más adelante se desvió para meterse en un sendero de pura terracería muy estrecho, apenas y cabía el carro, así como fue metiendo, quedamos en un despoblado, ni una sola persona o casa alrededor, solo unos cuantos arbustos y uno que otro árbol viejo en el paisaje, así estuvimos por unos diez minutos, hasta que por fin vimos la entrada del camposanto, todos nos bajamos ahí, el colectivo dio media vuelta como pudo y se regresó por donde habíamos venido, la mayoría de las personas llevaban sus canastas con comida y flores de cempasúchil, nosotros solo llevábamos la bolsa de mandado que traía.
Al entrar al panteón no te voy a negar que sentí un poco de tristeza, porque recordé que hacía mucho que no visitaba la tumba de mi hermano, me había dolido mucho su muerte, estuvimos caminando entre los angostos pasillos y las tumbas hasta el fondo del lugar, hasta que por fin llegamos con la mamá de tu abuela Margarita, se persignó y se arrodilló, rezó un ratito, después me pidió la bolsa de mandado, sacó un trapo y empezó a quitar el polvo de la lápida, yo me quedé mirando, la verdad no sabía qué hacer, entonces me pidió que le ayudara a quitar toda la hierba de alrededor de la tumba, mientras lo hacía ella puso un pequeño mantel blanco y un par de veladoras, y unas palanquetas y jamoncillos, los dulces que eran los preferidos de su mamá, y después sacó un plato y un recipiente de plástico con tapa, lo abrió con mucho cuidado y vacío el mole rojo y el arroz que traía adentro, todavía estaba tibio, olía riquísimo, y finalmente sacó un pequeño retrato y colocó en medio de aquella pequeña ofrenda.
Era la primera vez que veía a mi suegra, era muy bonita, se parecía mucho a tu abuela, entonces se arrodilló y rezó otro ratito, no pude dejar de admirar la fe tan grande que tenía tu abuela Margarita, yo hacía tiempo que la había perdido cuando murió mi hermano, cuando terminó sus rezos, se levantó, me sonrió y de la bolsa sacó otro recipiente con tapa, era nuestra comida, pasamos toda la tarde ahí sentados, charlando de su mamá, me platicó tanto de ella, que entendía porque la extrañaba tanto.
Poco a poco fue anocheciendo, la gente recogía sus ofrendas y se iban, y el panteón se fue vaciando, yo creo que fuimos los últimos que salimos de ahí, tu abuela Margarita guardó todo en la bolsa de mandado y nos dirigimos a la salida, ya estaba oscuro y había muy poco alumbrado dentro del camposanto, yo me hacía el valiente de la mano de tu abuela, pero caminar en la penumbra entre tumbas y lápidas, si me daba algo de miedo, al llegar a la entrada nos dimos cuenta que éramos los únicos que estábamos en la parada del colectivo, entonces empezó a tronar el cielo y cayeron las primeras gotas, yo pensé que ya no agarraríamos carro y que tendríamos que caminar hasta el paradero bajo la lluvia, pero tu abuela me dijo que el ultimo colectivo pasaba a las diez de la noche.
Entonces solo esperamos un poco más, cuando vimos que se acercaba un carro, iba vacío, le hicimos la parada y nos metimos en la parte de atrás, tu abuela seguía muy triste, yo le pregunté qué pasaba, entonces me dijo que hubiera querido despedirse de su mamá, que cuando le avisaron que se puso mala, pidió permiso en el trabajo y se fue directamente al hospital corriendo, pero que cuando llegó ya había fallecido, que no hubo tiempo de despedirse, en ese momento el colectivo empezó a bajar la velocidad, el sendero estaba hecho un lodazal, íbamos a vuelta de rueda, entonces vimos a una persona que iba caminando más adelante a orillas del camino, cuando nos le emparejamos, bajamos la ventanilla para verla mejor, era una viejecita chaparrita, iba vestida toda de negro y cubría su cabeza blanca con un chal, se veía muy humilde, al vernos nos sonrió, tu abuela le pidió al chofer que se detuviera para que se subiera, abrimos la portezuela y me bajé para ayudarla a subir, al agarrarla del brazo la sentí helada y muy flaquita.
El carro arrancó otra vez, los tres nos quedamos en silencio por un momento, solo se escuchaba el ruido de la lluvia sobre el toldo, tu abuela se quitó su suéter y se lo puso encima a la viejecita, entonces a unos metros para salir de aquel camino lodoso y tomar la carretera federal, el carro se detuvo bruscamente, al parecer nos habíamos quedado atascados, el chofer apretó el acelerador, pero por más que lo intento no podía sacarlo de aquel lodo, en ese momento la lluvia aminoró un poco, entonces le dije al chofer que lo ayudaría, me bajé y busque una piedras para ponerlas en la llanta atasca, le grité que acelerara y empujé el carro con todas mis fuerzas, por un momento pensé que si saldría pero cuando ya estamos a punto de librarla el peso hacía que se regresara, entonces vi que tu abuela Margarita se bajó del carro y se puso a lado mío para empujar, le grité al chofer que acelerara otra vez y entonces entre los dos empujamos y el carro salió por fin de aquel lodazal.
Abracé a tu abuela emocionado, estabamos empapados de pies a cabeza, entonces al subirnos al carro nos dimos cuenta que la viejecita ya no estaba, extrañados le preguntamos al chofer y nos dijo que se había bajado detrás de tu abuela, pero eso no era posible, no lo había visto, nos bajamos del carro y la empezamos a buscar alrededor del colectivo, si en verdad se había bajado no podría ir muy lejos, la estuvimos buscando un rato hasta que el chofer nos dijo que nos teníamos que ir, nos subimos con esa sensación de que algo muy raro había pasado, entonces tu abuela me dijo que antes de bajarse para ayudarme, la viejecita le había dicho: «ya no llores, ella está bien», no había que pensarlo mucho, a tu abuela Margarita se le salieron las lágrimas, de alguna manera entendimos que aquella viejecita, que desapareció frente a nuestros ojos, hablaba de su mamá.
Nunca supimos quien era esa persona, si era real o un espiritu, pero de una cosa si estamos seguros, que no era mala, porque de alguna manera le dijo a tu abuela que su mama esta bien, es ahi donde yo creo que pudo haber sido un angel que le dijo a tu abuela que su mama le mandaba decir que todo estaba bien.
Agradecemos a nuestro amigo Luis por compartirnos esta excelente historia.
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“Atrévanse a Enfrentar sus Más Oscuros Miedos”
📖 EL APETITO DEL DIABLO 📖
Este relato esta dividido en dos partes, las cuales son contadas por distintas personas que llegaron a vivir una experiencia paranormal en el mismo lugar. Se hace la cordial invitación a que, si llegase a identificar el salón que se hace mención, no lo busque o no intente acudir a él, debido a que no nos hacemos responsables por lo que llegase a ocurrirle…
.LA HISTORIA DE LIZBETH..
A veces quisiera saber cómo funciona el sexto sentido de los abuelos, sobre todo el de mi abuela pues gracias a ella y a esa extraña percepción que llega a tener sobre las cosas que van a pasar me ha dejado sorprendida. Lo que les voy a relatar le pasó a mi Mamá cuando yo apenas tenía unos meses de nacida. Ella me contó que hace años mi abuela le había advertido sobre lo que pasaría, pero ella no le hizo caso alguno y lo que sucedió esa noche, jamás lo ha olvidado y sigue perturbándola.
Se podría considerar que todo inició varias semanas antes de que se llevara a cabo una fiesta en la Barranca de Huentitán, en un salón de eventos muy cerca de allí del cual no diré su nombre para evitar problemas. Mi abuela se había despertado repentinamente una noche con un fuerte sobre salto, empezó a llorar tanto que no podían consolarla, no dejaba de gritar.
Pero al cabo de un par de horas, por fin había tranquilizado, pidió ver a mi Madre, la abrazó fuertemente y le dijo que se cuidara mucho pues había soñado con el mismo Diablo que la estaba buscando.Mi Madre con el fin de tranquilizarla le dijo que no se preocupara que todo estaba bien.
Apenas ella se estaba estrenando como Madre soltera pues el que sería mi Padre había mu**to en un accidente de motocicleta cuando mi madre apenas tenía cinco meses de embarazo, esto conllevó a que toda la familia se preocupara siempre por el bienestar de mi Madre y cuidarla de cualquier mal.
Mi abuela cada noche despertaba gritando, tranquilizarla ya se estaba volviendo parte de las actividades nocturnas, mi abuelo decía que quería llevarla con un loquero para que le ayudara, y allí mismo le diagnosticaron Terrores Nocturnos.
Lo curioso de esto es que se supone que los Terrores Nocturnos son pesadillas grotescas que el mismo inconsciente olvida y no puedes recordar apenas despierta la persona, sin embargo mi abuela contaba lo que veía en esas pesadillas al pie de la letra donde mencionaba que se encontraba en medio de un salón y frente a ella, se podía observar la espalda roja de un hombre corpulento el cual incrementaba de tamaño, su piel se rompía de tanto estirarse, de su cabeza sobresalían dos protuberancias las cuales adaptaban una forma puntiaguda, a su alrededor el calor era tan insoportable que nadie se le acercaba y ella ya estaba sudando, mientras que de sus brazos podía ver que algo sostenía.
Mi abuela por más que intentaba ver que escondía no tenia éxito, era cuando ella se daba cuenta que se encontraba en el cuerpo de su hija y aquel ser con una mirada amenazante le decía: Sigues tu… para acto seguido mostrarle los dientes puntiagudos, era en ese momento que ella se despertaba.
Le consiguieron un medicamento a mi abuela el cual la hacía dormir plácidamente, no solo a ella si no a los demás que se despertaban en la noche asustados preguntando como se encontraba. Para en ese entonces mi madre había conocido a una persona a quien le gustaba mucho, no tenían ni un par de días de conocerse cuando él la invitó a salir aquel hombre.
De el solo me dijeron que se llamaba “Pilar”, le dijo a mi Madre que habría una fiesta clandestina en un salón de eventos muy cerca de la Barranca de Huentitán. Ella inmediatamente y sin pensarlo bien y sin ser consciente le dijo que si quería ir, a mí solo me dejaba encargada con mis abuelos o tías y ella salía a divertirse.
A decir verdad, mi Madre se guardó el secreto todo ese tiempo sobre aquel hombre y sobre la fiesta a la que iría, ya que sería seguro que no la dejarían ir, por ello le comentó a una de sus amigas que me cuidara a mí y mi madre aprovechó el medicamento que le daban a mi abuela para dárselo más temprano de lo normal para que se quedara dormida y no le cuestionaran sobre donde estaría.
Aun así, ella comentó a los demás que se quedaría a dormir en casa de una de sus amigas llevándose a su hija pues decía que estaba cansada de tanto escuchar a mi abuela gritar en las noches así no sospecharían. Después de dejarme en casa de su amiga, se encamino hacia la fiesta a la cual habían sido invitados.
Me contó que aquel hombre que la estaba pretendiendo se encontraba en la entrada del salón, vestido de negro por completo, le tendió la mano para entrar y fue cuando pudo sentir una sensación de ansiedad terrible que le revolcó el estómago, aquel hombre le invitó a que bebiera algo, le acerco un vaso el cual parecía ser ponche rojo y se lo tomo, el malestar que sintió desapareció por completo y se sintió más alegre y en confianza por alguna extraña razón.
Todo parecía estar marchando en orden cuando algo le comenzó a llamar la atención, había tantos invitados en el salón de eventos que en específico una persona no le quitaba la mirada de encima, a mi madre le llamaba tanto la atención pues se le hacía conocido de alguna manera y cada vez que aquel hombre quería acercársele, Pilar, su acompañante la alejaba de él.
Al cabo de un par de horas el Mariachi no tardó en tocar, y un hombre de tez oscura, corpulento y vestido con un traje de catrín estaba en medio de la pista, Pilar se acercó a mi madre para que se acercara aquel hombre de catrín.
Ella menciona que al mirarlo a los ojos no podía resistirse, la mirada de aquel hombre era roja y penetrante, y casi al momento de darle la mano alguien la jalo por detrás para llevarla a varios metros de allí, mi madre no sabía de quien se trataba pues entre tanta gente y los gritos del hombre de catrín molesto por que le habían quitado a su pareja, apenas se había percatado de quien la había jalado.
Se trataba de mi padre, mi difunto padre quien le pedía y le rogaba que se fuera de allí pues ese lugar estaba por convertirse en un lugar ma***to y que el Diablo estaba por cenar.
Mi madre atónita por ver a mi padre no tenía palabras y no se movía, ella solo lo oía hablar, pero no comprendía del todo lo que pasaba hasta que mi padre la empujó a la puerta para que saliera, fue en ese instante que varios gritos y llantos se escucharon, el catrín a mitad del salón habia mordido el hombro de una dama, y como si fuera una manzana le arranco el brazo.
Aquello fue suficiente para mi madre y despertar de ese trance, miró por última vez a mi padre y se retiró inmediatamente de allí, la gente comenzó a salir despavorida y entre ellos se podía ver a los del Mariachi que se perdían entre la multitud. Como pudo, mi madre llego al Periférico y al primer taxi que vio le pidió que la llevara por mí a casa de su amiga.
Esa noche, no puedo aguantar mi madre que terminó contándolo a mis tías lo sucedido, y para no alterar a mi abuela decidieron guardar el secreto varios años. Cuando yo pregunte varios años después sobre el paradero de mi padre, fue cuando mi madre me contó esta historia.
Aún conservo a mis abuelos, a ambos, su percepción de las cosas me sorprende y realmente me inquieta no saber cómo le hacen… mis tías siempre le han dicho a mi abuela que es una bruja, sé que esto es broma, pero mi abuela les dice… “Mi mente no está nublada por todo lo que les están llenando la cabeza” … quizás ella tenga razón.
.LA HISTORIA DE MISAEL..
Toda mi vida la he dedicado a tocar en eventos, formo parte de un grupo de Mariachi el cual lleva años en la Plaza de los Mariachis.
Una tarde justamente en Semana Santa nos llamaron por teléfono comentando que querían vernos muy cerca de la plaza, pues a quien contactaron mencionó que solamente aquel hombre se identificó como “Pilar”.
Algo desconcertados pero motivados por el precio que nos pagaría por tocar en una fecha de guardar como Semana Santa, nos dirigimos a la plaza. Allí estaba aquel hombre que vestía de negro por completo, nos comentó que necesitaba que nos fuéramos rápidamente al salón de eventos ya que el invitado de honor quería cenar justo después de que tocáramos.
Además, nos mencionó que se encontraría con una persona más la cual sería la que le acompañaría al invitado. Sin hacerlo esperar nos subimos sobre nuestra vagoneta y guiados por sus indicaciones llegamos a la Barranca de Huentitán.
A decir verdad, yo nunca había notado ese Salón de Eventos, mucho menos que estuviera muy cerca de la Barranca, pude apreciar que mucha gente llegaba a montones, pero particularmente entre ellos comencé a notar a varios rostros familiares, de los cuales era algo imposible pues había visto a mi abuelo entre ellos, un hombre reconocido por ser mujeriego y que encontró la muerte por venganza de otro hombre por que le había robado a su esposa.
Curiosamente había visto que ese viejo que se parecía a mi abuelo llevaba una acompañante mucho más joven que él. Al instante que entramos al Salón de eventos tuvimos un malestar estomacal terrible, yo me arqueaba del dolor, e incluso pensé que había comido algo echado a perder, nuestro contratante se acercó con una bandeja de bebidas y nos invitó a tomar algo e inmediatamente sentí una satisfacción plena en el estómago.
Poco tiempo pasó para que nos dieran la indicación de que nos acomodáramos y comenzáramos a tocar. Justo en el centro del Salón de eventos un hombre vestido de catrín nos observaba con ambos brazos cruzados, su sonrisa no era algo común en alguien, yo podía sentir hasta cierto grado de terror, a tal magnitud que no aguantaba observarlo.
Solo tocamos dos piezas, este hombre se movió de donde estaba sentado y le pidió a nuestro contratante que le acercara a una persona del público, inmediatamente busco a una bella mujer que por muy extraño que pareciera se negó a bailar con él o alguien le había vuelto a regresar al público.
Aquel hombre de catrín se molestó tanto que con un derechazo tumbo a Pilar y lo dejo tirado en el piso, se acerco al público y agarro a la primera persona que vio, y juro por Dios que nunca había visto una boca abrirse tanto en mi vida, mordió a aquella chica en su hombro para después arrancarlo como si fuera una pieza de pollo.
La gente se volvió loca, nosotros inmediatamente tomamos nuestras cosas y salimos de allí para subirnos a la vagoneta y huir asustados. Ya nos habían mencionado que al Diablo le gustaba divertirse en estos días y por algo teníamos que guardar respeto.
Todo esto que les cuento ocurrió varios años atrás.
Hoy en día aquel Salón de eventos ya se encuentra cerrado, y a decir verdad no quisiera ni invitarlos a que lo buscaran pues se dicen que, para estas fechas de Semana Santa, aún hay fiesta en la noche y que cada año es un grupo diferente de Mariachi es el que toca allí.
Agradecemos por esta experiencia tan terrorífica, que nos la mandan en ANÓNIMO por respeto a nuestro amigo.
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“Atrévanse a Enfrentar sus Más Oscuros Miedos”
📖 LOS DUENDES 📖
Yo soy José Juan y desde hace algún tiempo me dedico a ser chofer foráneo de una gran empresa. Desde que entré a trabajar mi jefe me dio la ruta del Norte del país, me gustaba mucho, pero con el tiempo se empezó a volver muy peligrosa por todo eso del narco, así que hace unos meses le solicité si había posibilidad de cambiarme.
Lo estuvo evaluando y finalmente le autorizaron mi cambio, y desde hace quince días estoy en la ruta del Golfo. Yo me alegre mucho, en casa siempre me esperan mi esposa y mi hijo, y eso me hizo sentir más tranquilo. Pero apenas realicé mi primer viaje, tuve una experiencia por demás extraña, o no sé cómo llamarle, que me ha hecho pensar que el cambio no fue tan buena idea.
Todo esto empezó como les comenté, hace unas semanas cuando llegué a San Ignacio, un pueblito de Veracruz junto a la selva. Llegué sin ningún contratiempo y como había sido un viaje muy largo, decidí quedarme hasta el otro día para descansar. Alquilé una habitación y el camión lo dejé en una pensión al lado del hotel.
Apenas entré al cuarto, dejé mis cosas y aunque ya era noche me salí a caminar un rato. Era un lugar bastante agradable, había mucha vegetación y su clima era muy caluroso.
Lo que si se me hizo bastante raro, fue que no me encontré a ninguna persona durante mi caminata, no le di mucha importancia y continué con mi paseo. Entré a un bar y pedí una cerveza. Adentro hacia tanto calor que empecé a beber más de la cuenta.
Después de algunas horas cuando intenté pararme, sentí que todo se me movía, pagué la cuenta y salí como pude de ahí. Me quedé un rato frente aquel bar tratando de recordar el camino hacia el hotel, no pude, entonces, sin más empecé caminar por esa calle aledaña a la selva, no me preocupé, pensé que no podía perderme en un pueblo tan chico, así que seguí caminando un poco tambaleante por aquel camino, pero de un momento a otro dejé de ver las luminarias del alumbrado público y las casas, todo empezó a ser pura vegetación, árboles, ramas, troncos, y aunque había luna llena de pronto las nubes la tapaban y se oscurecía todo, me tropecé un par de veces y caí en cuenta que caminaba sobre grande charcos y lodo.
Decidí que lo mejor era quedarme sentado un rato en uno de esos grandes troncos, en lo que se me bajaba un poco la borrachera, pero creo que cometí un gran error, no debí detenerme, porque fue entonces cuando escuché esas risas y pasos detrás de mí, al principio pensé que las había imaginado, pero de pronto se escucharon con más fuerza, volteé hacia atrás mirando hacia todos lados, entre los árboles, entre la vegetación y nada, solo la penumbra que dejaba aquella luna sobre la selva, entonces sentí que alguien pasó frente a mí entre los árboles y volteé de nuevo, tratando de poner toda mi atención entre la vegetación y nada.
Sé que estaba un poco tomado, pero estaba seguro que sí había escuchado esas risas y esas pisadas sobre el lodo y los charcos, pero por más que buscaba no veía a nadie.
En ese momento pensé que algún lugareño quería espantarme, jugarme una mala broma, así que mejor me levanté de aquel tronco dispuesto a irme, pero cuando quise dar un primer paso me tropecé con una rama y fui a dar de boca sobre el suelo, alcancé a meter las manos pero aun así me di un tremendo golpe en la cabeza, y mi cara quedó enterrada entre aquel lodazal y la vegetación, eso me destanteó por un instante, intenté quitarme el lodo de los ojos con las manos, pero solo conseguí embarrarlo más, y fue en ese preciso momento que sentí que alguien se me encimaba sobre la espalda, sentí como piecitos como de niños, muchos piecitos, que brincaba sobre mi espalda, sobre mis piernas y mi cabeza.
Pensé que eran algunos traviesos que querían jugar conmigo, pero entonces empecé a sentir muchísimo más peso sobre mí, parecía que lo hacían con esa intención, presionarme contra la tierra, no podía respirar bien con la cara pegada al suelo y llena de lodo, me empezaba a faltar el aire, llegó un momento dado en que en verdad creí que me ahogarían ahí, desesperado intenté aventarme con los brazos para despegar mi rostro del piso, pero parecía inútil, hasta que haciendo un esfuerzo enorme logré empujarme hacía arriba y darme la vuelta.
Al girarme empecé a jalar el aire a bocanadas con desesperación, mientras limpiaba el lodo de mis ojos con mi camisa, no lo hubiera hecho, cuál sería mi sorpresa que ante mis ojos aparecieron unos pequeños seres que corrían divertidos hacia todos lados para ocultarse entre la maleza, pero no eran niños como lo pensé, algunos tenían el cuerpo desproporcionado, deforme, y la mayoría tenían rostros de viejos, a algunos otros le faltaba una oreja o estaban calvos, y sus risas incesantes parecía las de niños jugando.
Aún escondidos entre los árboles y la vegetación vi sus ojillos amarillos que me miraban burlones, estaba aterrado, no comprendía que estaba pasando.
Yo creo que en ese momento hasta la borrachera se me bajó, me paré lo más rápido que pude y empecé a correr como un loco entre los árboles y la vegetación, tropezando con ramas, piedras y lodo, sentí que venían detrás de mí.
Escuchaba sus risas burlonas por todos lados a donde quiera que volteara, hasta que por fin, entre la maleza, vi a lo lejos una luminaria del alumbrado público y corrí con todas mis fuerzas hacia allá, al cabo de unos segundos que me parecieron eternos, salí de aquella selva a la calle aledaña por donde venía desde el inicio, me detuve solo un momento para ubicarme y recuperar el aliento, El lugar donde me hospedaba no estaba lejos de aquí, seguí corriendo y solo me detuve hasta que estuve frente al hotel.
Al entrar, al encargado de recepción se me quedó mirando curioso, pero al verme todo enlodado y con mis pasos aun tambaleantes, no le dio mayor importancia, yo me seguí hasta mi habitación, entré y le puse todos los seguros que tenía la puerta, me tumbé de espaldas en la cama, estaba empapado en sudor y lodo, trataba de entender que es lo que había visto.
Que me había pasado hace unos momentos, quienes eran esos enanitos con risa de niño, pero el cansancio me empezó a vencer poco a poco, hasta que finalmente, me quedé completamente dormido.
Al otro día, la alarma de mi teléfono me despertó, sin abrir los ojos empecé a buscar las llaves de mi camión en las bolsas delanteras de mi pantalón, no estaban, me levanté apresurado y las busqué en las bolsas traseras y nada, busqué en mi maleta y tampoco estaban. Era el único juego de llaves que tenía, podía forzar la puerta o romper incluso el vidrio del conductor, pero echarlo andar sería complicado.
Traté de tranquilizarme, ya buscaría la forma, lo más importante era irme de ahí lo más pronto posible. Me di un baño y preparé mis cosas para el regreso. Al pasar a recepción, le pregunté al joven si de casualidad no había dejado las llaves de mi camión, me dijo que no.
En ese momento pensé en el bar donde estuve también, le di las gracias y me dirigí hacia allá. El resultado fue el mismo, el encargado me dijo que no habían encontrado ningunas llaves, pero me comentó que las buscara por allá, señalando hacia la selva, ya que fue hacía donde me dirigí después de salir de ahí.
No tuve más remedio, me armé de valor y me metí nuevamente entre aquella selva, conforme iba caminando trataba de recordar por donde estuve, hasta que por fin, reconocí ese gran tronco donde me senté, al acercarme mi sorpresa fue tal que no podía creerlo, sobre el lodo seco estaba la figura de mi cuerpo boca abajo, y alrededor de ella decenas de pisaditas de aquellos seres, me acerqué con temor, pero tuve mucha suerte, cerca de donde me pegué en la cabeza, encontré semi enterradas en la tierra, las llaves de mi camión, respiré aliviado, pero justo al tomarlas, volví a escuchar aquellas risas aterradoras entre los árboles.
Cuando de pronto se escucho una voz que me dijo "NO ERES BIENVENIDO AQUI, ¡¡INTRUSO!!...me paré rápidamente y salí de aquella selva lo más pronto que pude.
Recogí mi camión y salí de aquel pueblo. No le comenté absolutamente a nadie del trabajo lo que me había pasado, pensé que me tomarían por loco y que se burlaría de mí, y al parecer todo estuvo bien, pero en los últimos días he llegado a encontrar huellas de manitas sobre el parabrisas y de piecitos sobre el cofre de mi camión.
Es muy probable que alguno de ellos se vino conmigo, solo veo las marcas pero no se que es lo que quiera de mi, si este solo fastideandome o que quiera algo de mi, para ser sincero no tengo la menor ide de que hacer en esta situacion, solo se que a veces me da miedo cuando veo las marcas de las huellas en mi camion, porque se me viene a mi mente la experiencia que tuve en ese pueblo.
Muchas gracias amigo José Juan por enviarnos esta escalofriante experiencia.
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“Atrévanse a Enfrentar sus más Oscuros Miedos”
Los monstruos más temibles, son los que se esconden en nuestra más oscura alma.
⚫️ Oscuro ⚫️
📖 LA PROCESIÓN 📖
A veces uno no sabe ni en qué creer, pero cada vez que recuerdo esto se me pone la piel chinita, y eso que ya pasaron algunos ayeres desde que lo viví.
Esto me pasó en el pueblo de mis abuelitos maternos, ellos son de Taxco, Tlaxcala, desde que tengo memoria los vamos a visitar al menos una vez al año, ya sea en vacaciones de semana santa o de diciembre para pasar la navidad con ellos, pero en esa ocasión mi abuelita que es diabética tuvo una recaída que la mandó al hospital, entonces mi mamá me preguntó si podía acompañarla porque estaba preocupada por ella, ya que mi papá trabajaría ese fin de semana, al principio si lo dudé un poco porque mis amigas de la escuela me habían invitado a un Halloween para el día siguiente, pero también estaba preocupada por mi abuelita, así que le dije que si a mi mamá.
Preparamos las maletas y mi papá nos dejó en la estación de autobuses, apenas y alcanzamos boletos para esa misma tarde, había mucho movimiento en las calles, como era primero de noviembre día de mu***os, mucha gente aprovechó el fin de semana también para darse una escapada y visitar a la familia.
Después de casi dos horas de camino llegamos por fin al pueblo, mi abuelito ya nos esperaba en la estación, apenas bajamos le dimos un fuerte abrazo y de ahí mismo nos fuimos al hospital, a pesar de la hora nos permitieron pasar a verla, corrimos abrazarla, al parecer todo estaba bien solo que se le había bajado mucho el azúcar, pero que ya estaba estable y se quedaría hasta mañana para estarla checando, entonces mi mamá me dijo que se quedaría con ella, que me fuera con mi abuelito a su casa para que descansara un poco.
Salimos del hospital un poco antes de la media noche, sin embargo, había muchísima gente en las calles, la mayoría eran niños disfrazados en compañía de sus papás pidiendo su calaverita en los locales que aún se mantenían abiertos, apenas y se podía caminar entre tanta gente, con trabajos logramos salir a la calle principal, pero esa estaba peor, aquello parecía un carnaval, y apenas habíamos avanzado media cuadra cuando mi abuelito se encontró a uno de sus amigos y se pusieron a platicar, yo ya estaba medio desesperada y le dije que tenía que ir al baño, me dijo que me adelantara y me dio las llaves de la casa, me eché las maletas al hombro y empecé a caminar por esa misma calle, sabía que era todo derecho y después a la derecha, era imposible perderse, pero avanzar media cuadra entre el gentío me llevó casi diez minutos, ya estaba más que desesperada, así que decidir irme por una calle aledaña, me metí en la primera esquina hacia la derecha, en esa casi no había gente, caminé un poco más, el ruido de las otras calles se fue apagando hasta que llegó un momento en el que solo escuchaban mis pasos sobre la banqueta, sin darme cuenta la calle quedó completamente vacía.
Los pocos faros del alumbrado público apenas y alumbraban, y empezó a correr un viento helado, me detuve para ponerme una chamarra, según yo no debía tardar mucho en llegar a la calle de la casa de mis abuelitos, en ese momento me pareció ver un cruce, así que aceleré el paso pero de pronto me detuve sorprendida, ahí se terminaba el pueblo, estaba al pie un pequeño cerro, a mi lado derecho una barda alta y muy larga y a mi izquierda había un sendero en medio del bosque, no sé si fue por inercia pero me dirigí hacia el camino de tierra, no estaba tan oscuro, apenas había dado unos pasos cuando me pareció escuchar a lo lejos el murmullo de varias personas, respiré aliviada, frente a mí, sobre el mismo sendero, venía un grupo de personas y aunque todavía estaban algo retiradas, me llamó la atención de que todos venían vestidos de negro y que traían un cirio largo en la mano derecha, mientras en la izquierda cargaban lo que parecía un libro abierto.
Venían rezando todos al mismo tiempo, parecía una sola voz, por más atención que les puse no logré entender lo que oraban pero la tonada me pareció muy lúgubre, su andar era demasiado lento, en ese momento recordé que mi abuelita nos platicó en alguna ocasión que en estos días de Santos Difuntos, algunas familias o vecinos se agrupaban en una procesión para salir todos juntos a la media noche, para ir a ver a sus mu***os al panteón, supuse que me había encontrado a una de esas famosas procesiones, pero conforme se iban acercando, me llamó la atención y me desconcertó un poco que solo fueran hombres y mujeres, no había ni un solo niño entre ellos, y al ponerles un poco más de atención me dio la sensación de que parecía que flotaban en lugar de caminar, esto era demasiado raro, me detuve, en ese momento se me ocurrió que podía ser un cortejo fúnebre, pero al echar otro vistazo no vi por ningún lado la carroza o el ataúd, incluso llegué a pensar que tal vez era una broma pesada de día de mu***os de los lugareños para asustar a las personas que pasaran por aquí, pero en ese momento en que solo estaban a unos metros delante de mí, me percaté de que los acompañaba una tenue neblina debajo de sus rodillas, al levantar la vista hacia sus rostros quedé horrorizada, sentí un escalofrío que me recorrió todo mi cuerpo y como la piel se me erizaba, no tenían ojos, solo se les veía aquellos huecos negros en un rostro deformado y descarnado, me quedé paralizada, sentí que me veían a través de aquellas cuencas vacías, no sé si fue mi instinto pero me hice a un lado de aquel sendero, me metí entre los árboles y los arbustos, sentía que todo me daba vueltas, llegué a pensar que me caería ahí mismo, me arrodillé y cerré los ojos, te puedo jurar que sentía como pasaban lentamente a mi lado como rachas de viento muy frío, y como aquel rezo se empezó a escuchar como un lamento, como un alarido de sufrimiento, tuve que taparme los oídos con las manos, pero aun así seguí oyéndolos dentro de mi cabeza, aquella procesión parecía no tener fin, no sé cuánto tiempo pasó, a mí me parecieron horas, pero de pronto todo se quedó en silencio, solo escuchaban algunos grillos y el viento se calmó, bajé los brazos y abrí muy lentamente los ojos, sobre aquel sendero no había nadie, me levanté y volví asomarme, pero todo el camino estaba desierto, ni una sola alma.
Me eché las maletas al hombro y empecé a caminar despacio porque aún me sentía muy mareada, a cada paso volteaba hacía todos lados, iba hasta temblando, no me había percatado pero el sendero olía mucho a ocote y a cempasúchil, en ese momento vi a lo lejos sobre el camino lo que parecía una calle, traté de caminar más rápido, pero sentía las piernas desguanzadas, al salir del sendero empecé a escuchar de vuelta todo el barullo de la gente en las calles, un poco más adelante me encontré con varios niños disfrazados y sus papás, en la siguiente esquina di vuelta y me encontré de nuevo en la calle principal, había menos gente, caminé hasta llegar a la casa de mis abuelos.
Cuando entré mi abuelo estaba en la sala viendo la televisión, volteó a verme y me dijo que acababa de llegar, que pensó que ya estaba ahí, le dije que me había perdido un poco pero que ya estaba aquí, me seguí a la habitación que nos dan cuando vamos de visita, boté las maletas al piso y me acosté sobre la cama, pero no pude dormir.
Al otro día fui a ver a mi abuelita temprano al hospital, cuando llegué ya la estaban alistando porque la darían de alta, mi mamá aprovechó para ir al baño mientras me quedaba con ella, mientras charlamos se me quedó mirando extrañada pero no me dijo nada hasta que llegamos a casa, aprovechó un momento que nos quedamos solas y me preguntó que tenía, empecé a llorar quedito, no quería preocupar a mi mamá, y le conté toda aquella horrible experiencia que había vivido esa madrugada, se me quedó mirando tranquila, pero me dijo que había tenido mucha suerte, que aquello que había visto era la procesión de los mu***os, que cada año vienen a ver a sus vivos, pero que según cuentan los más ancianos del pueblo, que si te la llegas a encontrar, te llevan con ellos, yo la escuché aterrada, pero me dijo que todo estaría bien.
Aquella tarde con el pretexto de acompañarla al mercado, me llevó con una persona para que me hiciera una limpia para quitarme las malas vibras que me pudieran haber quedado en esa experiencia al ver los mu***os de la procesión.
Hola Que Siendo
Muchas gracias amiga Camila por enviarnos esta escalofriante historia y experiencia.
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Soy un loco vicioso de de las letras y de la música, escribo por placer, disfrútalo por igual.
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