Antonio De La Cruz
Especialista en economía y petróleo🛢
Analista de tendencias 📰
Presidente de Inter American T
El aislamiento de Maduro
La reciente visita de Nicolás Maduro a Kazán, Rusia, donde se celebró la Cumbre de los BRICS, fue un intento claro de encontrar legitimidad en el escenario internacional. Pero el resultado de este viaje expuso más bien su soledad. Rechazado de facto del grupo, el líder del PSUV quedó atrapado en un juego de poder y estrategias en el que las opciones no le son favorables. Mediante el análisis estratégico, este escenario revela una cruda realidad: quien fue canciller del gobierno de Chávez enfrenta un aislamiento diplomático cada vez mayor, que lo deja con poca maniobra internacional para legitimar su mandato y perpetuarse en el poder.
Maduro, inmerso en su papel de heredero de Hugo Chávez, esperaba asegurar el respaldo de los BRICS, usando la diplomacia seudoideológica del socialismo. Sin embargo, fue rechazado, principalmente por el veto de Brasil, dirigido por Luiz Inácio Lula da Silva.
Aquí es donde el análisis de incentivos nos ayuda a entender las dinámicas de este aislamiento diplomático. Los actores principales, cada uno con intereses específicos y estrategias bien calculadas, revelan un equilibrio de fuerzas en el que las posibilidades de quien imparte órdenes desde Miraflores se ven severamente limitadas.
El dilema de Maduro: la permanencia en el poder e ilegitimidad
El exsindicalista juega en un tablero de suma cero, donde cada pérdida de respaldo internacional disminuye su legitimidad en el poder y agrava su aislamiento. Sus opciones en este escenario son escasas: puede mantener su postura autoritaria y negar cualquier apertura a la transparencia de los resultados electorales, lo cual le asegura una base de poder interna, pero lo aísla de la comunidad internacional democrática. O puede, en teoría, ceder a las demandas de Brasil y de otros líderes latinoamericanos mostrando las actas electorales. Sin embargo, esa opción tiene un costo elevado, pues debilitaría su base de apoyo entre el resto de la cúpula dirigente y pondría en duda la narrativa de un triunfo electoral limpio.
La estrategia de Maduro en Kazán fue intentar acercarse a potencias como Rusia y China, utilizando su relación con sus supuestos socios. Sin embargo, aunque Vladimir Putin lo recibió cortésmente, no se mostró dispuesto a arriesgar la cohesión de los BRICS –una alianza económica– para aceptar a un miembro tan controvertido. En su juego estratégico, Rusia opta por mantener una «amistad a distancia» con Maduro, permitiéndole seguir como aliado sin alterar el equilibrio interno de los BRICS. China, en cambio, asumió una postura neutral, dando prioridad a la cohesión del bloque económico sobre la incorporación de Venezuela, que podría generar fricciones diplomáticas con Brasil, miembro fundador del grupo.
Lula y el dilema de la coordinación regional
Lula, en cambio, da un paso adelante en su propio juego de coordinación, en el que apoyar a Maduro podría restarle credibilidad democrática. Al mantener una postura firme de rechazo a la inclusión de Venezuela en los BRICS, Brasil se alinea con su interés de consolidar un liderazgo basado en la democracia y la transparencia. No tolerará prácticas autoritarias que comprometan la estabilidad de la región. Esta postura lo pone en conflicto directo con el régimen de Maduro, a quien él y otros líderes latinoamericanos consideran cada vez más como un aliado incómodo, si no riesgoso.
La acción de Lula es, en el fondo, una estrategia de disuasión. Al distanciarse de quien se autodefine como “presidente del pueblo” y vetar su entrada a los BRICS, Brasil establece una línea roja: apoyar a los países amigos no implica aceptar prácticas antidemocráticas. Esta jugada también le permite al mandatario marcar un precedente en la región, instando a otros jefes de Estado, como Gustavo Petro de Colombia, a tomar posiciones similares y a considerar la legitimidad democrática como un requisito para fortalecer las relaciones bilaterales.
Equilibrios y resultados
En este tablero, el equilibrio de Nash más probable es el aislamiento continuo de Maduro. Al no cumplir con las reglas de la democracia y resistirse a mostrar evidencias de un proceso electoral libre, justo y transparente, el usurpador de Miraflores se enfrenta a un bloqueo que incluye a sus propios aliados históricos, como Brasil.
Para Lula y los BRICS, la exclusión de Venezuela representa un equilibrio estable: la cohesión del bloque se mantiene y el liderazgo de Brasil se fortalece en la región, al menos en términos de postura democrática. En cuanto a Rusia y China, este equilibrio les permite continuar una relación pragmática con Venezuela sin tener que asumir el costo político de incluir a un régimen cuestionado dentro de la alianza.
Conclusión: la trampa del aislamiento internacional
La reciente Cumbre de los BRICS mostró que la soledad de Maduro no es accidental, sino el resultado de un juego de poder en el que las decisiones estratégicas de los actores internacionales favorecen el aislamiento del régimen venezolano. Los actores han calculado sus jugadas: Lula, que refuerza su liderazgo democrático en la región; los BRICS, que preservan su cohesión interna; y Maduro, quien paga el precio de su golpe de Estado a la soberanía popular con el aislamiento diplomático.
Está claro que las opciones del sucesor de Chávez para seguir en el poder son cada vez más limitadas. Sin una apertura hacia un proceso de negociación para una transición democrática, su búsqueda de legitimidad internacional parece cada vez más inalcanzable. La evaluación del contexto actual sugiere que, de persistir en sus tácticas represivas -calificadas como prácticas de terrorismo de Estado-, Maduro y sus cómplices profundizarán la distancia entre el régimen que encabezan y la comunidad internacional, desgastando la paciencia de un pueblo que, hasta ahora, ha optado por una salida democrática a la crisis política.
🛑Maduro y la estrategia de poder bajo fuego🛑
«El poder y la violencia son opuestos; donde uno gobierna absolutamente, el otro está ausente. La violencia aparece cuando el poder está en peligro, pero si se deja seguir su curso, termina por hacer desaparecer el poder».
Hannah Arendt
La derrota electoral de Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio de 2024 marca un punto de inflexión en la dinámica política venezolana. Lo que pudo haber sido un escenario propicio para una transición hacia una democracia, se ha convertido en una crisis de legitimidad de origen para el régimen de Maduro. Al analizar la situación, resulta evidente que la estructura criminal que ocupa el Palacio de Miraflores se encuentra en modo de supervivencia, obligando a sus miembros a adoptar decisiones estratégicas de alto riesgo que, aunque buscan prolongar su mandato a corto plazo, siembran las semillas de su propia caída.
El dilema del poder fragmentado
El primer movimiento clave en esta lucha es el reconocimiento tácito del fracaso electoral. Para Maduro y sus aliados no solo se trató de una derrota en las urnas, sino también de un fracaso en la gestión de la narrativa poselectoral. Incapaces de ocultar los verdaderos resultados, expuestos tanto por el Comando con Venezuela como por el Centro Carter, el régimen ha generado un escenario de incertidumbre informativa, tanto para las fuerzas democráticas como para los propios seguidores de Maduro.
Actores externos como la comunidad internacional e internos como las facciones dentro de la estructura del poder perciben la vulnerabilidad del régimen, lo que genera incentivos para desafiarlo. No obstante, la respuesta de Maduro ha sido cerrar filas, rodeándose de incondicionales y realizando cambios en la cúpula del poder. Y a todos envía el mensaje de que cualquier disidencia será castigada.
Se observa aquí un clásico juego de poder dentro del régimen, donde la influencia es una suma cero: a medida que un grupo gana poder (como el liderado por Saab), otro lo pierde (como el de Delcy Rodríguez). Estas dinámicas internas generan equilibrios inestables, pues cada facción dentro del chavismo calcula sus movimientos con base en la capacidad de Maduro para mantenerse en el poder. Aunque la guerra de facciones debilita al régimen, también obliga a cada actor a alinearse con la dirección actual para evitar ser purgado.
Alineación forzada: la estrategia de coordinación del madurismo
La decisión de Maduro de eliminar cualquier espacio para las facciones internas, exigiendo una alineación total con su figura, es una jugada que asegura su control a corto plazo, pero plantea riesgos a futuro. La estrategia de coordinación que ha impuesto se basa en una premisa sencilla: “O estás conmigo o estás contra mí”. Este intento de resolver el problema de la fragmentación dentro del PSUV obliga a todos los actores a cooperar bajo una misma estrategia para evitar represalias. Sin embargo, esta cooperación forzada genera desconfianza interna y lleva a muchos a adoptar estrategias mixtas, apoyando a Maduro en apariencia mientras buscan alternativas en las sombras.
Este tipo de purga interna genera un ambiente de información imperfecta, en el que los actores no tienen conocimiento de todas las decisiones, lo que les hace no confiar en sus colegas. La ambigüedad creciente en el conflicto político podría prolongar temporalmente el control de Maduro; pero, a corto plazo, socava la unidad del régimen y alimenta el descontento popular.
La reorganización del aparato represivo: una lucha de suma negativa
El siguiente paso del régimen fue intensificar el uso del aparato represivo como método de dominación. Decisión a la que se suma la sustitución de los directores de los organismos de inteligencia civil (Sebin) y militar (Dgcim). En este contexto, la administración de Maduro emplea una estrategia de suma negativa, donde el uso intensivo de la fuerza reduce el bienestar colectivo y aumenta el costo de la represión, tanto para el régimen como para la población. La detención de miles de ciudadanos, incluidos menores de edad, bajo acusaciones de terrorismo y sin garantías procesales, ha exacerbado las divisiones sociales y provocado una reacción mundial más contundente, que se anexan a los casos de crímenes de lesa humanidad que están siendo estudiados en la Corte Penal Internacional.
Para los actores internos en el aparato represivo, este es el dilema del prisionero. Si cooperan con las purgas de Maduro, pueden evitar la detención a corto plazo, pero contribuyen a la erosión de la estabilidad a mediano plazo. Si no cooperan, se arriesgan a ser purgados ellos mismos. Este dilema crea un equilibrio inestable dentro de las instituciones de seguridad, lo que pone en riesgo la capacidad del régimen de continuar utilizando la represión como herramienta de control.
Diosdado Cabello y la estrategia de coalición
La entrada de Diosdado Cabello como ministro de Interior, Justicia y Paz, consolidando su control sobre los cuerpos de seguridad, refleja un juego de coaliciones dentro del chavismo. En términos de teoría de juegos, Maduro y Cabello son jugadores que han decidido cooperar para maximizar sus posibilidades de supervivencia. Sin embargo, esta cooperación se basa en un frágil equilibrio, donde cualquier traición por parte de Cabello podría desestabilizar el régimen.
Cabello, al consolidar su posición en el gobierno, ha adoptado una estrategia de amenazas contra cualquier posible disidente, tanto dentro como fuera del chavismo. Este tipo de estrategia asegura la estabilidad de la coalición a corto plazo, pero las tensiones internas persisten, lo que podría llevar a una crisis si las circunstancias cambian.
Un régimen basado en la fuerza: la lucha asimétrica
Maduro y sus aliados han dejado de lado cualquier pretensión de hegemonía social, adoptando un enfoque basado exclusivamente en el uso de la fuerza. Esta es una estrategia asimétrica en la que el régimen cuenta con los recursos coercitivos del Estado, mientras que la oposición y la sociedad civil dependen de la lucha no violenta y de la presión internacional para desafiar al régimen. Esta asimetría podría prolongar el mandato de Maduro, pero también incrementa el riesgo de una crisis de legitimidad irreversible.
La falta de legitimidad de origen y el uso excesivo de medidas coercitivas debilitan la estructura del régimen. Ante este panorama, el gobierno busca normalizar la situación mediante una estrategia de desgaste, esperando que el descontento del ciudadano se disipe mientras reprimen cualquier manifestación. No obstante, la experiencia histórica demuestra que los sistemas políticos sustentados meramente en la fuerza tienden a desmoronarse cuando su capacidad represiva se ve mermada y las alianzas que los respaldan comienzan a fragmentarse.
Conclusión: una lucha de final abierto
El chavismo, bajo el liderazgo de Nicolás Maduro, está inmerso en una lucha por la supervivencia caracterizada por tensiones internas, disputas por el poder y una represión intensificada. Comprender cómo estas dinámicas están moldeando las decisiones de los actores clave, y cómo la falta de legitimidad y la dependencia de la fuerza crean un equilibrio inestable, es esencial para prever el desenlace de esta crisis.
El régimen ha logrado mantener el control por el momento, pero la gestión de las expectativas entre la oposición, la comunidad internacional y los grupos disidentes dentro del PSUV indica que este equilibrio inestable no perdurará. El futuro del régimen está en juego, y solo el costo de seguir en el poder determinará si continuará apostando por la represión o si buscará una salida negociada a esta crisis fundamental.
Es hora de elegir la soberanía popular
“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos».
Artículo 350. Constitución Nacional
En estos momentos decisivos para Venezuela, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) se encuentra en una encrucijada histórica. La nación ha hablado claramente a través de las urnas, eligiendo a Edmundo González Urrutia en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio de 2024. Sin embargo, Nicolás Maduro se aferra al poder, desafiando el mandato popular y sosteniéndose con el apoyo de una coalición desgastada -parte de la cúpula militar corrupta, los poderes públicos, sector empresarial funcional como Fedecámaras y las transnacionales-, sin coordinación y con crecientes conflictos internos. Ante este escenario, el llamado a los militares para respaldar la voluntad popular y alejarse de un régimen totalitario no solo es urgente, sino que representa una oportunidad única de redefinir su rol y el futuro de Venezuela.
La teoría de juegos de guerra, junto con el modelo de decisiones políticas de Bruce Bueno de Mesquita, nos ofrece un marco para entender la situación actual de la FANB.
La Fuerza Armada llegó a una bifurcación que plantea dos opciones estratégicas, cada una con profundas implicaciones. La primera opción es mantener el apoyo al régimen de Maduro. Esto implica sostener un equilibrio inestable, sumamente volátil, en el que la lealtad al líder del PSUV ya no garantiza ni estabilidad ni seguridad, sino que coloca a los militares en el epicentro de una lucha interna entre facciones rivales. La segunda opción es alinearse con las fuerzas democráticas, una vía que, si bien puede parecer arriesgada en el corto plazo, promete un futuro de reinstitucionalización, reconciliación y progreso.
Por un lado, el régimen de Maduro ya no ofrece un entorno estable ni predecible. La reciente escalada en las tensiones internas, especialmente el conflicto abierto entre Maduro y Diosdado Cabello ha dejado claro que el gobierno bolivariano se encuentra en una fase de implosión. Las divisiones dentro del sector militar han convertido el entorno de poder en un campo de batalla, donde cada facción lucha por su supervivencia y control, incrementando la incertidumbre para quienes se mantienen leales. Además, la persecución de generales de división y brigada Vidal José Francisco Coraspe y Saúl Rafael Somoza Gámez, acusados de conspiración y contrabando, según la periodista Sebastiana Barráez, subraya el caos y la fragmentación que está atravesando la FANB. Cada vez es más evidente que la lealtad a Maduro no solo representa un riesgo en términos de carrera profesional, sino también en términos de seguridad personal.
Desde la perspectiva del análisis estratégico militar, esta situación se configura como un dilema de coordinación, en el cual los militares deben decidir si apoyan al régimen, a pesar de sus riesgos crecientes, o si se desvinculan para alinearse con las fuerzas democráticas, en busca de un nuevo equilibrio. Según el modelo de modelo de utilidad esperada, los actores racionales toman decisiones basadas en una evaluación de costos y beneficios personales, y en este contexto, la oposición ha presentado una serie de propuestas que resultan atractivas y también profundamente estratégicas.
Edmundo González Urrutia y María Corina Machado ofrecen una amnistía y protección legal para quienes decidan romper con el régimen, así como una oportunidad de rehabilitar la imagen de la FANB ante la sociedad venezolana. Durante décadas, los militares fueron percibidos como protectores de la nación, pero esta percepción se ha visto deteriorada en el contexto de un régimen que ha utilizado a la FANB para fines políticos y personales. Al alinear su lealtad con el pueblo y apoyar una transición democrática, los militares pueden recuperar el respeto y la dignidad perdidos, consolidándose nuevamente como una institución que protege y defiende a su pueblo.
Este es, sin duda, un cambio de rol fundamental que no puede ignorarse. Al alejarse del régimen de Maduro, la FANB podría dejar atrás el papel de represión y vigilancia, para regresar a su misión original: la defensa de la soberanía nacional. En un gobierno de transición liderado por González Urrutia, se propone un retorno a la profesionalización de la Fuerza Armada, alejándola de los intereses partidistas y las redes criminales que han socavado su legitimidad y credibilidad. Este retorno a un rol legítimo y apartidista representa una alternativa sólida frente al incierto y fragmentado entorno del actual régimen.
A nivel económico, el respaldo al mandato de González Urrutia también se traduce en mejoras tangibles para los militares. No es un secreto que la crisis económica ha afectado a todos los venezolanos y los militares no son la excepción. Los salarios y beneficios se han erosionado y el acceso a recursos básicos como alimentos, medicinas y otros servicios esenciales es cada vez más limitado. Un gobierno de transición con respaldo internacional tendría la capacidad de implementar reformas económicas que permitan la recuperación gradual de los ingresos y condiciones laborales de los militares. La estabilidad económica no solo mejoraría su calidad de vida, sino también su moral y compromiso con la nación.
Además de las mejoras salariales, un cambio de gobierno puede traer consigo acceso a recursos internacionales y programas de cooperación que apoyarían la modernización de la FANB. La promesa de rehabilitar la imagen y dignificar el rol de los militares puede complementarse con la asistencia técnica y financiera de otros países, permitiendo la restauración de infraestructuras militares y el acceso a capacitación avanzada. Al alinearse con un gobierno de transición, la FANB recuperaría su integridad institucional, sino que también se beneficiaría de un entorno más seguro y predecible.
La FANB debe considerar la propuesta de reinstitucionalización de la oposición como una oportunidad para liderar un proceso de reconstrucción nacional. Al desvincularse del régimen actual, los militares tendrían la oportunidad de ser protagonistas en la restauración de la democracia, participando activamente en la reconciliación del país. La promesa de la oposición es clara: un camino hacia la paz y la unidad, sin persecuciones ni revanchas. González Urrutia y Machado han asegurado que no se trata de sustituir a un régimen autoritario por otro, sino de construir una nación donde todos los venezolanos, incluidos los militares, tengan un lugar.
El conflicto interno entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello representa un desafío significativo para la estabilidad del régimen, pero también ofrece una ventana de oportunidad para que la FANB adopte una postura clara y decisiva. Este conflicto de poder, en el cual ambas facciones se desgastan mutuamente, incrementa el riesgo de una guerra interna, una amenaza que parece acercarse cada vez más. En este escenario, los militares se erigen como actores clave, poseyendo la capacidad de influir en el desenlace de la disputa al optar por una solución que garantice no solo su propio futuro, sino también el de sus familias y, en última instancia, el de toda la nación.
Venezuela está en un punto de inflexión crítico, con la cúpula chavista enredada en su juego de poder, mientras la FANB se encuentra en el centro de una batalla existencial. Ante la posibilidad de elegir entre la lealtad a un régimen que los emplea como instrumentos de represión y control, o la ruptura con un sistema que, como el cántaro que va repetidamente al agua, corre el riesgo de romperse, los militares se ven enfrentados a una decisión que podría cambiar el rumbo del país. Este dilema no solo cuestiona su papel en el contexto actual, sino que también plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del equilibrio de poder en Venezuela.
En esta especie de guerra fría venezolana, donde la desconfianza, el miedo y la rivalidad dictan las reglas del juego, los militares tienen la capacidad de inclinar la balanza de manera decisiva. Su eventual intervención no solo tiene el potencial de precipitar un cambio drástico en la estructura de poder, sino también de poner fin a un régimen que ha sumido a Venezuela en un prolongado estado de incertidumbre y tensión. El pueblo, en este punto, está esperando el próximo movimiento de la FANB, el cual contribuirá a redefinir el futuro de un país que ha estado al borde del abismo durante años.
La decisión no es fácil, pero el beneficio a largo plazo es evidente. La FANB tiene en sus manos la capacidad de ser parte de una Venezuela libre, democrática y reconciliada. La historia juzgará esta decisión y el momento de actuar es ahora. La lealtad a la patria y al pueblo debe prevalecer sobre la lealtad a un régimen criminal: dividido y en decadencia. Hoy es el momento de elegir un futuro de dignidad, paz y estabilidad para todos los venezolanos. Es hora de elegir la soberanía popular.
Una oportunidad para el cambio
«Tienes que ser rápido de pies y adaptable, de lo contrario la estrategia es inútil». Charles de Gaulle
En un contexto de crisis prolongada, Venezuela parece estar atrapada en una lucha de supervivencia política que solo ha incrementado el sufrimiento de su pueblo y su aislamiento del mundo. Mientras Nicolás Maduro se aferra al poder, apoyado simbólicamente por alianzas externas con países como Rusia, Cuba e Irán, los venezolanos están cada vez más desconectados de su liderazgo. La reciente elección presidencial que dio el triunfo a Edmundo González Urrutia, apoyado en el liderazgo de María Corina Machado, representa una luz de esperanza, pero el camino hacia un cambio real y sostenible es desafiante y requiere un enfoque de toma de decisiones y planificación basado en datos y análisis rigurosos de corto, mediano y largo plazo.
La administración de Maduro ha optado por una estrategia de suma cero, en la que su permanencia en el poder se asegura solo a costa de las libertades y oportunidades de su propio pueblo. Al alinearse con regímenes autoritarios, el que fue candidato a la reelección por el PSUV no solo profundiza su aislamiento del hemisferio occidental, sino que también refuerza una narrativa de confrontación con actores internacionales como Israel al manifestar apoyo incondicional a Irán. Pero esta apuesta tiene un precio: al depender cada vez más de actores externos, su posición se vuelve más vulnerable, y su coalición interna podría colapsar si no se atienden los intereses de aquellos que aún sostienen el régimen.
Es aquí donde los modelos de Bruce Bueno de Mesquita resultan reveladores. La dinámica de las coaliciones en Venezuela se basa en la lealtad condicionada a beneficios económicos y políticos. La verdadera pregunta es: ¿qué pasará cuando los actores clave dentro del régimen dejen de ver beneficios en la continuidad de Maduro? La reciente emergencia de líderes como Machado y González Urrutia, que cuentan con un claro mandato popular, ofrece una vía de transición. Sin embargo, para que esto se concrete, las fuerzas democráticas deben ser capaces de coordinar con figuras clave, especialmente los militares, quienes desempeñan un rol fundamental en la estabilidad del gobierno. Este es el momento en el que incentivos económicos y garantías de seguridad para aquellos que decidan apoyar la transición resulta decisivo.
Por otro lado, el marco de una Gobernanza Estratégica Anticipativa es crucial para entender cómo podría consolidarse el cambio en Venezuela. Para que el país logre un futuro más próspero y estable, el nuevo liderazgo democrático debe anticipar los obstáculos que surgirán. La restauración del Estado de derecho es prioritaria, pero debe ir acompañada de una visión económica clara y pragmática. Venezuela cuenta con recursos naturales abundantes, pero solo una economía con reglas claras y una institucionalidad renovada puede aprovecharlos. Los inversionistas internacionales, figuras como Elon Musk, podría ver en Venezuela una oportunidad única si el entorno de inversión se torna favorable.
Además, es urgente que Venezuela recupere su capacidad productiva, especialmente en el sector agrícola y la industria privada. La reactivación de estos sectores no solo es clave para generar empleo y mitigar la pobreza extrema, sino que también representa la base sobre la cual se construirá un nuevo tejido social. El momento de actuar es ahora, y Estados Unidos, la Unión Europea y los países democráticos deben librar un papel decisivo, no solo en términos de apoyo diplomático, sino también en la provisión de incentivos económicos y garantías de seguridad para aquellos actores que decidan apoyar la transición.
En este sentido, sanciones contra los aliados externos de Maduro, como Rusia e Irán, seguirán siendo una herramienta importante, pero la diplomacia multilateral también debe enfocarse en crear caminos de salida para aquellos dentro del régimen que estén dispuestos a transitar hacia un futuro democrático. Venezuela no puede seguir siendo un peón en un tablero geopolítico de intereses externos.
En definitiva, el régimen de Maduro se mantiene en pie, pero sus días están contados. El cambio en Venezuela es posible, pero dependerá de la habilidad del nuevo liderazgo democrático para anticipar los desafíos y construir alianzas estratégicas internas y externas que aseguren una transición pacífica y sostenible. Estados Unidos y la comunidad internacional deben estar preparados para respaldar este proceso con una visión de largo plazo, priorizando la estabilidad política y el bienestar del pueblo venezolano sobre cualquier otra consideración.
El conflicto entre las fuerzas democráticas y la dictadura refleja la complejidad de una guerra asimétrica. Las primeras, a pesar de sus esfuerzos, enfrentan una situación estratégica delicada, donde la lucha no violenta está limitada por las realidades de una geopolítica compleja. Las decisiones que tome la administración Biden-Harris en su relación con Edmundo González y María Corina Machado y su manejo del golpe de Estado a la soberanía popular serán cruciales para mantener la estabilidad en la región.
La ventana de oportunidad está abierta. Es el momento de que Venezuela, con el apoyo de la comunidad internacional, inicie el camino hacia una nueva era, donde los recursos del país sirvan a su gente y donde el poder responda a las verdaderas necesidades del pueblo.
🔴Navidad en octubre🔴
En una movida que parecería surrealista en cualquier otro país, Nicolás Maduro ha decidido adelantar las festividades navideñas a octubre en Venezuela. A primera vista, podría parecer un gesto inofensivo, quizás una iniciativa cultural para elevar los ánimos de un país en crisis. Sin embargo, detrás de esta aparente muestra de «generosidad» se esconde una compleja estrategia política. Aplicando la teoría de juegos y el modelo de Bruce Bueno de Mesquita, podemos analizar esta jugada como parte de un esfuerzo desesperado del régimen por mantener el control en medio de la gran derrota electoral, ilegitimidad y la presión internacional.
La maniobra de Maduro es un clásico caso de manipulación simbólica para desviar la atención de los problemas reales. Al adelantar las festividades navideñas, intenta desviar el foco de la crisis económica y política que sufre el país hacia un ambiente de «celebración». El mensaje es claro: “Olvidemos por un momento el golpe de Estado a la soberanía popular, los bajos salarios y la ilegitimidad de mi gobierno, y celebremos la Navidad adelantada”.
Este es un ejemplo de una competencia suma cero, en el que el gobierno busca controlar la narrativa, mientras que la oposición y los críticos intentan mantener la atención en los problemas estructurales del país. Cada vez que Maduro logra distraer al pueblo, gana terreno en la narrativa, pero a costa de profundizar la desconexión entre la realidad percibida por el régimen y la vivida por los ciudadanos. En un país donde las luces, los villancicos y gaitas no pueden ocultar la pobreza extrema, la maniobra de Maduro puede ser vista como un intento desesperado de distraer a una población cansada, hambrienta y mayoritariamente opositora.
La coalición ganadora
Si aplicamos el modelo de Bruce Bueno de Mesquita, que se enfoca en cómo los líderes políticos toman decisiones para mantenerse en el poder, esta maniobra de Maduro adquiere mayor profundidad. Según este modelo, los lideres dependen de una coalición ganadora para mantener el control. En el caso de Maduro, esta coalición está compuesta por sectores clave como la cúpula de las Fuerzas Armadas, autoridades gubernamentales y algunos grupos empresariales afines al régimen.
El adelanto de la Navidad no está diseñado para beneficiar directamente a la población general, sino para reforzar la lealtad de esta coalición ganadora. En un país donde los recursos escasean, el régimen debe seguir proporcionando beneficios privados a estos actores clave. Bonos navideños anticipados, aguinaldos y otras medidas simbólicas pueden mantener la percepción de que el régimen todavía tiene capacidad de «entregar algo» para aumentar la demanda. Así, aunque la mayoría de los venezolanos no podrán disfrutar de una Navidad real debido a la crisis económica, la coalición ganadora, aquellos que mantienen a Maduro en el poder, sí recibirán algún beneficio.
El modelo de Bueno de Mesquita sugiere que los líderes se enfocan en asegurar los intereses de un pequeño grupo que garantiza su supervivencia política. El resto de la población recibe solo beneficios simbólicos o, como en este caso, una ilusión de felicidad que no cambia la realidad estructural del país.
¿Una estrategia inestable?
Sin embargo, esta estrategia basada en distracción y manipulación simbólica es altamente inestable. El liderazgo de Maduro es frágil: debe satisfacer a su coalición ganadora mientras controla la narrativa pública. Pero esta táctica tiene un límite. Si el régimen no puede proporcionar beneficios tangibles a su coalición, el riesgo de deserción aumenta. La cúpula de las fuerzas armadas, por ejemplo, pueden seguir siendo leales mientras reciban recompensas adecuadas, pero ¿qué pasará cuando los recursos para comprar su lealtad se agoten?
En este sentido, el adelanto de la Navidad es solo otra táctica temporal que no aborda los problemas subyacentes. La crisis económica, la pobreza extrema y la inflación siguen siendo las realidades que enfrenta la mayoría de los venezolanos. Si bien esta jugada puede ofrecer un respiro temporal, en el largo plazo podría volverse contra Maduro. La población es cada vez más consciente de las estrategias de distracción del régimen y, por ende, la presión social continúa aumentando.
Eventualmente, las luces y bambalinas navideñas no serán suficientes para ocultar la verdadera magnitud de la crisis.
¿Fin de la jugada?
En este juego de poder, Maduro apuesta a que podrá seguir manipulando a la opinión pública y manteniendo a su coalición ganadora satisfecha. Pero, la estabilidad de un régimen autoritario depende de la capacidad de seguir proporcionando recursos.
Cuando esos recursos escasean y la coalición ganadora percibe que el costo de mantener a Maduro en el poder supera los beneficios, buscan alternativas. En ese momento, el régimen enfrenta una verdadera crisis de legitimidad, no solo ante la comunidad internacional, sino también dentro de sus propias filas.
Mientras tanto, la estrategia de adelantar la Navidad refleja la debilidad creciente de un régimen que ya no tiene soluciones reales para los problemas del país. Es solo otra jugada en un tablero donde cada vez hay menos movimientos posibles. Y aunque hoy Maduro crea que puede controlar la narrativa con luces, gaitas y villancicos; la verdad es que el tiempo para resolver la crisis real se está agotando.
Conclusión
La Navidad en octubre es más que un simple capricho; es una jugada política calculada para manipular las percepciones y mantener el poder en un país al borde del colapso. Sin embargo, esta estrategia está destinada a fracasar si no puede mantener satisfecha a su coalición ganadora. Los venezolanos ya han demostrado una notable capacidad de resistencia y las luces navideñas no serán suficientes para disipar las sombras de una crisis que, tarde o temprano, exigirá respuestas reales.
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