Grupo Ulises Psicólogos

Cómo influye la infancia a la hora de eleguir pareja de adulto Describimos cómo puede influir el apego y las vivencias relacionales de la infancia en la vida adulta y sobre todo en la elección de pareja

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SI CREES QUE TU PASADO NO TE AFECTÓ, PERO...
“A mí mis papás me pegaban de niño y yo no estoy traumado”, afirmó el hombre que su ex-pareja le denunció por violencia física.

“A mi de niño me dejaban llorando solo hasta que me durmiera y tan mal no salí”, señaló el hombre que pasa largas horas trasnochando en redes sociales afectando su sueño.

“A mi me castigaban de niño y estoy bien”, dijo el hombre que cada que comete un error, se dice a sí mismo palabras de desprecio, como forma de auto-castigo.

“A mi de niña me pusieron mano dura y sufro de un trauma llamado ‘educación’”, afirmó la mujer que sigue sin entender porqué todas sus parejas terminan siendo agresivas.

“Cuando yo me ponía de caprichosa cuando niña, mi padre me encerraba en una habitación sola para que aprendiera y hoy se lo agradezco”, dijo la mujer que ha sufrido ataques de ansiedad y no se explica porqué teme tanto a estar encerrada en espacios pequeños.

“A mi mis padres me decían que me iban a dejar sola o a regalar con un desconocido cuando hacía mis berrinches y no tengo traumas”, dijo la mujer que ha rogado por amor y ha perdonado reiteradas infidelidades a su pareja con tal de no sentirse abandonada.

“A mí mis padres me controlaban solo con la mirada y mira lo bien que salí”, señaló la mujer que no puede mantener contacto visual con figuras de ‘autoridad’ sin sentirse intimidada.

“Cuando niño, me dieron hasta con el cable de la plancha y hoy soy un hombre de bien, hasta profesional soy”, afirmó el hombre que sus vecinos han acusado con la policía por llegar ebrio a golpear objetos y gritar a su esposa.

“A mi mis padres me obligaron a estudiar una carrera que diera dinero, y mira lo bien que estoy”, dijo el hombre que cada día sueña con que sea Viernes porque está desesperado en su trabajo haciendo todos los días algo que no es lo que siempre quiso.

“Cuando era pequeña me obligaban a estar sentada hasta terminar toda la comida y hasta me la embutían a la fuerza, no como ahora esos padres permisivos” afirmó la mujer que no entiende porqué no ha podido tener una relación sana con la comida y en su adolescencia llegó a desarrollar un trastorno alimenticio.

“Mis madre me enseñó a respetar a punta sus buenos chancletazos”, dijo la mujer que se fuma 5 ci*******os diarios para controlar su ansiedad.

“Yo a mi mamá y a mi papá le agradezco cada golpe y cada castigo, porque sino quien sabe qué sería de mí”, afirmó el hombre que nunca ha podido tener una relación de pareja sana, y a quien su hijo le miente constantemente porque le tiene miedo.

Y así vamos por la vida, escuchando personas afirmando ser gente de bien y sin traumas, pero paradójicamente, en una sociedad llena de violencia y gente herida.

Del muro de Mujer Semilla.-

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Reflexiones sobre “Un monstruo viene a verme”
Autor: Manuel Isach Gabaldón (Psicólogo)

De vez en cuando hay películas que te pueden producir un significativo impacto emocional, lo que me ha sucedido al ver recientemente “un monstruo viene a verme”. Son muchos, a mi modo de ver, los caminos que se despliegan a lo largo de la película, que son como invitaciones a que podamos conectar, como espectadores, con aspectos propios relacionados con lo narrado. Muchos son los “hilos invisibles emocionales” que de alguna forma nos van tocando y que nos van atrapando paulatinamente…, desde la propia historia argumental de la película así como desde las diferentes historias que van surgiendo a medida que avanza la trama.

La película de Bayona creo que rinde un bonito homenaje a todo lo que significan las historias y los cuentos, con toda la significación psicológica que tienen en el mundo interno de niños y niñas. El joven protagonista Connor, de trece años, tiene que ir gestionando su mundo emocional para ir dando respuesta y afrontando las dificultadas vivenciales que se va encontrando en esta etapa de su vida.

El hilo transversal argumental es la relación que Connor mantiene con su madre, una madre que está viviendo un proceso de cáncer terminal. Vamos asistiendo, por tanto, a esa dolorosa elaboración del duelo de Connor ante una pérdida, ante la inminente muerte de su madre. Este hecho, de algún modo es negado y no se habla, la madre no se lo dice y queda como algo “no dicho”, pero él de alguna forma sabe e intuye que su madre va a morir…, lo que genera en Connor un gran sufrimiento y dolor que afronta con los recursos emocionales personales de que dispone. Además de su madre, Connor se relaciona con otros dos personajes muy significativos en su vida, su padre (sus padres están separados) y su abuela materna.

El “monstruo” de la película, podría simbolizar muchas cosas, por un lado puede conectar de alguna manera con todo ese mundo de fantasía e imaginación al que recurren los niños con tanta frecuencia, en el caso concreto de la película, con esa parte un tanto oculta y no conocida de sí mismo de Connor.

Como decía antes, es una película de historias. Todos, a lo largo de la historia nuestras vidas, hemos escuchado desde pequeños multitud de historias y cuentos que de alguna manera hemos ido incorporando a nosotros mismos y que nos permiten ir construyéndonos y constituyéndonos como sujetos, como personas. Los cuentos e historias, en el mundo infantil cobran una especial relevancia pues en muchas ocasiones permiten que los niños, desde los contenidos evocadores y metafóricos de los mismos, conecten con sus propias ansiedades y emociones y de alguna manera producen un efecto liberador, desde esa distancia de seguridad emocional del cuento.

Más allá de la excelencia técnica del personaje, como metáfora del mundo imaginativo del protagonista, el árbol de tejo convertido en “monstruo”, le va contando a nuestro joven protagonista una serie de historias, de cuentos… las cuales, cada una de ellos tiene una entidad propia y son como guiños a los espectadores, pues probablemente nos permiten vincularnos con experiencias y vivencias propias y reflexionar sobre lo que dicen. Sin embargo, en el contexto de la película, estas historias que el “monstruo”, todos los días a las 12:07, le va contando a Connor, de algún modo le van permitiendo transitar por ese camino doloroso que supone la aceptación de la muerte de su madre. Y todo ello, encaminado a esa anunciada por el monstruo cuarta historia, la historia que le tendrá que contar Connor al monstruo, la “verdad”…, aquello a lo que no se quiere enfrentar… El monstruo va ayudando a Connor, le va acompañando en su difícil camino de conectar con la “verdad”, con su verdad, esa “verdad” que está ahí, que se niega a admitir, pero que terminará imponiéndose…

Me pregunto también si ese monstruo no podría metafóricamente simbolizar a ese “otro”, a esa persona adulta significativa que en un momento dado puede ayudar a un niño o niña que esté pasando por algún momento complicado. Bien podría representar simbólicamente un terapeuta, un familiar, un educador, un profesor, o en definitiva, alguien significativo quien, desde una posición de encuentro genuino, ayude a ese niño o niña inmerso en dificultades, a transitar por ese camino y desde la comprensión y legitimación de lo que le está ocurriendo, ir facilitándole ese conectar con esa parte de sí mismo que está ahí, esperando para salir a relucir...

Entrando en las historias propiamente dichas, digamos que son caminos que se abren ante nosotros para que podamos recorrerlos desde nuestras propias experiencias y vivencias.

La primera de ellas reflexiona sobre la posibilidad de que en la vida, las cosas no son siempre blancas o negras… sobre ese nivel de contradicción y ambivalencia en que nos movemos las personas y que es de algún modo inherente al ser humano. Lejos quedan esas etapas infantiles en que se considera a los otros como totalmente buenos o totalmente malos… La segunda historia habla de la coherencia, de la fidelidad a unos principios… La tercera historia, hablando de la visibilidad e invisibilidad, permite al joven protagonista conectar con esa dificultad que tiene en el colegio, donde está sufriendo acoso escolar por parte de unos compañeros y en especial por uno de ellos

Una vez más, desde la película van aflorando temáticas que son propias del mundo de la infancia, en este caso el bullying o acoso escolar. Connor lleva sufriendo acoso escolar por parte de un grupo de compañeros, especialmente de uno de ellos. Este tema, el acoso escolar, tan tristemente de actualidad, tiene su relevancia en la historia. Realmente, uno, viendo la película, se pregunta qué es lo que subyace en esa relación agresor-agredido que la mantiene y la perpetúa en el tiempo. Y esto me da pie a reflexionar sobre lo que está aconteciendo cada vez con más frecuencia en nuestros centros educativos en relación a estas dinámicas destructivas de agresor-agredido y en como algunos niños son “invisibles” para los demás. Para romper de algún modo está dualidad relacional agresor-agredido se hace necesaria la presencia de algún “otro”, un “otro” que puede venir representado por los propios compañeros que ven lo sucedido, implicándose, no permitiéndolo. También puede estar representado por la propia autoridad educativa, que no puede convertirse en una autoridad abandónica que mire hacia otro lado, sino protectora, poniendo los medios para detectar e intervenir en este tipo de situaciones. Y por descontado, sin olvidarnos del papel fundamental de la familia en estos casos de apoyo a los niños y niñas que sufren acoso escolar. Pero en ocasiones… ese “otro” puede venir representado por alguien que legitime el sufrimiento y apoye y acompañe en ese duro tránsito. En la película, ese “otro” podría estar simbolizado por el monstruo. De algún modo, el joven protagonista se nutre de los “recursos y capacidades emocionales” que el monstruo le brinda, los incorpora y los hace propios a fin de intentar afrontar la situación de acoso escolar sufrida.

Y luego, finalmente, la cuarta historia, la última…, en la que Connor tendrá que contarle al “monstruo”, la historia de la “verdad”, la suya, su “verdad”, la historia del dolor y sufrimiento que está acompañando al joven protagonista a lo largo de la película. El universo infantil y el adulto, qué duda cabe, son diferentes, son realidades psicológicas distintos, en ocasiones separadas por un mar de incomprensión. Ya lo decía el principito: “El problema de muchos adultos es que se han olvidado que fueron niños”. Muchas veces, ante lo comportamientos de los niños/as y adolescentes conviene adentrarse e intentar comprender esas motivaciones más ocultas que sostienen y provocan lo manifiesto, la conducta que observamos. Y con esa “lupa de explorador”, podemos aproximarnos a la comprensión, por ejemplo, de como Connor, desde ese dolor intenso, en un momento dado, en una explosión de ira y rabia, provoca el caos destructor en la casa.

Durante la película, Connor y el “monstruo”, van recorriendo juntos el camino del dolor…, acompañados por esas cautivantes historias, conduciéndonos inexorablemente hacia esa cuarta historia, ese cuento final, esa “verdad” que está latiendo permanentemente y que Connor intuye, sabe, conoce, pero que le cuesta admitir, reconocer… se resiste a ello. Sabe, aunque no se lo hayan dicho que su madre se está yendo… se muere. Una inmensa y rabia ante ese duro trance le invaden… a la vez que un deseo de que esa situación termine finalmente, un deseo que es doloroso admitir. Da la sensación, a lo largo de la película, que Connor es como que se siente culpable de algo…, como que de algún modo va buscando un castigo…, quizás de un modo inconsciente, pero buscándolo de algún modo en la relación con los otros, con su abuela, con el compañero de colegio que le acosa… Ciertamente, en ocasiones, los niños, se pueden autoculpabilizar haciéndose cargo, de alguna manera, de cuestiones de las que no son responsables, pero que ellos las pueden vivir desde la culpa.

En definitiva, “un monstruo viene a verme” se trata una película que transmite muchas ideas que creo nos invitan a reflexionar, como por ejemplo, la importancia de saber y aprender a expresar las emociones y no reprimirlas. El personaje del “monstruo”, le va “dando permiso” a Connor, para que poco a poco, en la medida que vaya pudiendo, y sin ir por delante de lo que él pueda ir asimilando, vaya mostrando y expresando esa parta oculta que necesita aceptar e integrar. Le dice el monstruo, desde la sabiduría que atesora: “Lo que callamos nos puede matar”. Efectivamente, lo no dicho o lo no hablado, de algún modo permanece ahí y se podrá manifestar a través de diversos y tortuosos caminos, la tristeza, el enfado…

Termino estas reflexiones sobre la película con esas palabras que le dice el “monstruo” a Connor: “No vine a curar a tu madre, vine a curarte a ti”.

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